Capítulo II

1626 Words
Llego al edificio y me planteo el objetivo de evitar a César e Iker, aprovecho de subir por el ascensor justo ahora que los veo camino a la cafetería. Me miro en el espejo y está mañana me traté un poco mejor, peine mi cabello que al llegarme por los hombros, pues resulta fácil de peinar, es ondulado, lo acomode con las manos, lo examine bien y ninguna maldita cana ha aparecido por allí, bueno sí, pero gracias al color castaño claro de mi cabello se disimulan bien, mi piel está pálida porque no salgo nunca a llevar sol o a actividades al aire libre. Estoy perfecta, bueno no, perfecta es la puta de Miranda, es hermosa la muy zorra, yo estoy, bien. Decidí ponerme una falda lápiz marrón hasta debajo de las rodillas, suéter cuello tortuga sin mangas color blanco y zapatos altos de tacón, si César me vuelve a dar un repaso, no será para que se burle de mi apariencia de indigente. Debo recuperar mi dignidad de mujer atractiva y poderosa. Me siento mejor está mañana, consentirme en la noche con un baño caliente y caricias autocomplacientes ayudó, haber puesto en marcha la estrategia para salvar el culo de Iker y el de César también. Salgo del ascensor, camino a mi oficina y veo a un chico de traje justo al frente de mi puerta, el maldito es bello, no debería quejarme, llevo dos días seguidos llegando a la oficina y encontrándome hombres bellos esperando. Es alto, trigueño, el traje deja ver que es un chico que se ejercita, su cabello es castaño oscuro, me mira serio y me hace un gesto arrugando la nariz, como si fuera un saludo, me mira de arriba abajo y sonríe con malicia. ¡Qué Atrevido! —¡Buenos días! —digo sonriéndole, porque estoy nerviosa por la forma en que me miró. —¡Buenos días! Creo que está es la oficina de Claudia Macera, ¿Sabes si está? —pregunta con nervios. —¡Yo soy Claudia Macera! Mucho gusto, ¿Quién la busca? —¡Yo! Arturo Pozo —su sonrisa pícara desapareció. Examino sus ojos, son color aceituna. Hemosos. —¿De parte de quien vienes? No tengo asistente por ahora, no sé quién te haya mandado conmigo, pero nunca recibo a nadie sin previa cita, ni al director ejecutivo, ¿sabes? —digo dudando de abrir la puerta. ¿Cómo este chico llegó hasta mi oficina? Pienso. —¡Daniela me envío! —me muestra un documento. Lo tomo entre mis manos y lo leo, en efecto, es un memorando de recursos humanos donde informan que: le han dado un contrato de cuatro meses a Arturo Pozo para sustituir temporalmente a Jaxira Moleiro como asistente personal de la directora de asuntos legales Claudia Macera. ¡Maldita Daniela! Me mando a un chico, a un chico, y a un semidiós griego, porque César es un dios, este chico es un semidiós, es más joven. Maldición debí hacer yo las entrevistas, me grito mentalmente. Lo miro seria, y abro la oficina, él me ayuda con la puerta y me quita la computadora portátil y una maleta con documentos. Está nervioso y me pone incomoda, es atractivo como para no querer dejar de mirarlo. Entramos y él me sigue sin hablar hasta mi escritorio, coloca mis cosas sobre el y me mira expectante. —¡Siéntate! —le ordeno, me siento yo. El chico se sienta y coloca las manos cruzadas sobre el escritorio, antes se acomoda el cuello de la camisa y baja la mirada. —¿Qué edad tienes? —22 años ¡Señora! —¡No me llames señora! Lo vuelves a hacer y estás fuera. Yo misma voy a quemar tu contrato. —¡Está bien! ¿Claudia? —titubea. —¡No me tutees! puedes llamarme por mi nombre, pero no me digas señora. Jamás. —¡Entendido! —¿Qué profesión tienes? O ¿Qué estudias? —pregunto y noto que se pone más nervioso y traga grueso. Me resulta tan sexy. Mentalmente me regaño, es un chico apenas 22 años. Nació ayer, me digo. —¡Economía! Me falta solo el acto de grado y que me den el título, ya tengo carta de culminación de materias, cumplí con toda la carga académica. —¿Estás conforme con empezar tu carrea como asistente personal? —¡Serán solo cuatro meses! Y necesito el dinero, hice pasantías en el Banco Nacional pero allí no me pagaron, opte por un cargo de analista en el departamento de estadísticas, como es un cargo público, pues la respuesta no la recibiré tan rápido, en seis meses sabré. Debo hacer algo mientras tanto. El chico hace un esfuerzo por no mirarme los pechos, pero falla y de vez en cuando lo hace, en lo que pueda iré al baño a chequear que no haya cometido yo un error de vestimenta. Me calienta que me vea así. —¿Cómo llegaste aquí? —pregunto para no dejar ir mi imaginación a otro lado. —¡Aplique para las pasantías aquí, como casi todos! Tienen buen record con los pasantes, me seleccionaron pero justo me llamaron también del Banco Nacional y opte por aquella. Ayer me llamó Daniela y le dije que si estaba libre. —¿Sabías que allá no te iban a pagar? —¡Sí! Solo quería hacer experiencia, poder colocar esas prácticas en mi resumen. Era importante. —¡Bien! Por ahora te quedas porque no tengo a nadie más, hablaré este asunto con Daniela; te voy a ser sincera, no me creas prejuiciosa, pero eres chico y muy joven, no sé, no estoy muy cómoda. El hace una mueca como de decepción, asintió con la cabeza. —¡Entiendo! —¡No me lo tomes a mal! Soy la directora ejecutiva de los asuntos legales de la corporación Z, tener a un chico recién graduado asistiéndome, pues no es a lo qué estoy acostumbrada. —¡No lo tomo mal! ¿Qué quiere que haga hoy? —¡Solo atenderás el teléfono y  buscarás mi café! —¡Eso haré! Me levanto de la silla y le indico cual es el escritorio donde deberá ubicarse, y me dirijo al ascensor, directo al piso 14, voy a comerme viva a la maldita inútil de Daniela. Llegó al piso 14 y camino hacia la oficina de recursos humanos, ignoro a Rosa y le toco la oficina a Daniela. Veo que Rosa ya la está llamando, me imagino que para decirle que estoy ahí. Abre la puerta. —¡Daniela! —me siento en la silla frente a su escritorio sin esperar su invitación. —¡Claudia! ¿Qué tal todo con Arturo? Llegó muy temprano —dice satisfecha. —¡Es un niño! Varón, un chico de 22 años ¿Querías humillarme? ¿Eso me mandas para sustituir a Jax? —¡Lo siento Claudia! No lo tomes así, es un chico muy inteligente, el primero de su clase, ambicioso, tu misma me pediste un pasante, pues él ya ha hecho pasantías, y está esperando un cargo. Por ser tú, busque lo mejor que podías tener con la rapidez que lo solicitaste, o ¿Querías a Miranda, Xander, Luisa o a Macarena? Ellos son buenos, y te digo, este chico es superior a ellos. Suspiro hondo. Lo pienso un momento, pues si con la rapidez que lo necesitaba, yo confieso que pensé en Luisa, cuando me vi sin asistente. Pero no dejaba de ser varón, eso no me gustaba, menos por la forma como me veía. —¡Solo por ahora! Busca algo más, con calma. Elijamos juntas y bien, me lo quedaré mientras tanto. —¡Claudia! Me autorizaste a contratarlo. Le di un contrato de cuatro meses, ¿qué voy a hacer con él cuatro meses si tú no lo quieres? —¡Mándalo a Finanzas, no me importa, búscame a alguien más capacitado, me lo quedo mientras me consigues a alguien. Te dejé sola con el asunto porque creí que tenías el criterio para resolverlo bien —me levanto de la silla y me voy sin darle oportunidad de responderme. Me llama. Quiero ignorarla y sigo. —¡Deberías cubrirte mejor Claudia! Se te ven los pechos —grita desde su silla mientras cruzo la puerta de su oficina. ¡Maldición! Pienso, la desventaja de vivir sola. No me giró y sigo, antes de entrar al ascensor me reviso en el baño de ese pasillo y sí, el suéter es de una tela que deja transparentar todo. ¡Qué vergüenza!  Al menos el brasier es blanco y delicado. Por eso Arturo no podía dejar de verme, si tuviera a Jax, la mandaría a comprarme algo a la tienda, pero ahora tengo a ese adolescente viéndome los pechos en mi oficina. ¿Cómo hago? Recuerdo que ayer volví a dejar el sobretodo sobre mi silla y pienso, que será otro día que lo lleve puesto, no tengo otra opción. Regreso a la oficina y veo al chico con la computadora encendida y hablando por teléfono. Tomo el sobretodo de la silla y me lo pongo, lo dejo abierto, pero me cubre toda la parte de al frente. Me siento en la silla frente al escritorio y noto que hay un café, lo agarró, en el vaso está escrito mi nombre, lo acercó a mi nariz y si, es un late vainilla. —¿Cómo lo supo? —digo en mi oficina. Me acerco a la puerta y veo con sonríe al teléfono y habla de forma amena. Me acerco más. Me mira, me repasa, nota mi gabardina y me mira satisfecho, se despide y cuelga. —El Sr. César quiere verla en cualquier momento del día, igual el señor Paladino. —¿Cómo supiste que café traer? —¡Pedí el número de Jaxira en recursos humanos para preguntarle! Claro no solo eso, además me puso al tanto de todos sus asuntos, levante un archivo en una hoja de cálculo con todos los asuntos pendientes, y reprograme su agenda a partir del día de ayer, parece que dejó de recibir a un par de personas de interés. Ya le envíe por correo mi propuesta de re agenda, solo elija la que más le convenga y esa será la que haré que cumpla. Lo miro asombrada, debo reconocer que me impresionó, el chico no se quedó de brazos cruzados. —¡No debieron darte el número de Jax en recursos humanos! Eso es confidencial. —¡Jaxira dejó una autorización para su reemplazo! Es muy agradable —dice sonriendo. —¡César e Iker a la misma hora a las 2 de la tarde! —digo y me regreso a mi oficina. Debí al menos agradecerle por el café, pienso. No, mejor no.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD