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¡El Rostro Del Amor!

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Blurb

Ryan Callaway Kennedy, solo conocía el amor fraternal, ese que solo se sentía por la familia.

Hasta que la conoció a ella...

Una dama inglesa de la flor y nata de la sociedad londinense, quien le hace experimentar una pasión arrolladora y un deseo desenfrenable, que lo consume lentamente.

Pero una segunda dama, hace acto de presencia, llenándolo de una luz que no se apaga, un remanso de paz y una ternura que le desborda el corazón.

Dos mujeres exactamente iguales físicamente y al mismo tiempo, totalmente opuestas. Una seductora y la otra es la inocencia pura. Una es dueña de sus deseos y voluntad y la otra es dueña de una calma y ternura que lo derrite y contagia. Una es luz, la otra oscuridad. Una es aliento, la otra es venganza. Una es cura y la otra le envenena el alma.

En medio de una traición, sin saber de donde viene, Ryan se ve envuelto en una serie de sucesos que ponen en riesgo su vida, y la de los que le rodean pero, en especial la de Emi Callaway.

Una de ellas es culpable, la otra es inocente. Sin saber cual es cual, Ryan debe decidir entre una y otra. Pero solo una tiene el poder de salvarlo mientras la otra lo destruiría por completo.

¿Elegirá a la dama correcta? ¿O se condenara junto a la dama equivocada?

"Ella es dueña de una magia, dueña de un misterio"

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Prólogo
- ¿Estás lista? Asintió mirándose al espejo. Llevaba un bonito y elegante vestido color melón, de seda y encajes brillantes, que permitían a cualquiera ver la palidez de su delicada y suave piel. Su cabello rojo, estaba atado con horquillas en un elegante moño que dejaba uno que otro mechón suelto de manera rebelde. Su fino y delicado rostro, mostraba unos grandes y desafiantes ojos color verde esmeralda, y unos gruesos y carnosos labios que solía morder de vez en cuando, consciente de que eso servía para tentar hasta a un monje. Conocía muy bien lo hermosa y seductora que era. Sabía el poder que tenía para atraer a cualquier hombre y enloquecerlo. Y siempre usaba ese poder, para salirse con la suya, para provocar, tentar, jugar con cualquier tonto e ingenuo que se dejara y alcanzar lo que quería. Y ahora, lo haría con el Duque de Northumberland, Ryan Callaway Kennedy y su atractivo hermano, Sebastián Callaway. Iba a provocar, tentar, y jugar con ambos caballeros para ver hasta que punto eran capaces de llegar los dos por una mujer. A ver si conseguía de cierta manera, que se matarán entre ellos. Eso era lo que ella quería, verlos enemistados y acuchillandose el uno al otro. Así que si. Si que estaba lista. Nunca lo estaría más que en ese preciso momento. Ella había esperado pacientemente ese momento durante tantos años. Habían sido eternos días, en los que iba al parque por las tardes, a observar de lejos a los Callaway, Lord Sebastián y su hermana Emi generalmente, pues Lord Ryan, en la mayoría de las ocasiones estaba ausente. Durante ese tiempo, vivió sumida en el silencio y en una sed de venganza que necesitaba ser saciada. Y ahora que por fin había llegado el gran momento de su venganza, no dejaría que nada ni nadie lo arruinara. Ni si quiera su hermana, que lejos de apoyarla como debía de ser, estaba en contra de lo que estaba planeando para los Callaway. ¡Vaya tonta que era! Ella debía odiar a cada uno de los Callaway con todo su ser, aborrecerlos tanto como ella lo hacía. Pero no, no lo hacia. Y la verdad era que, al final la comprendía. Pues, aunque su hermana había sufrido y vivido un infierno, lo que esta tuvo que paso no se comparaba en nada a lo que ella tuvo que soportar en silencio. - ¿Estás segura que es esto lo que quieres? Aún estás a tiempo de echarte para atrás. - le recordó su amiga. Miró a su amiga con una media sonrisa y tranquilidad que estaba lejos de sentir. Entendía lo que le decía. Si algo salía mal, ellas podrían terminar en la horca por todo lo que harían. Y tan solo pensarlo acrecentaba sus nervios. Una cosa era la venganza y otra muy distinta era acabar en un calabozo o en la horca. Eso sí que no estaba para nada en sus planes. Y no permitiría que sucediera. Sabía muy bien que esa era una posibilidad, pues su objeto de venganza no era ningún pelele. Al contrario, era un Duque, uno de los hombres mas importante en la sociedad londinense. Perteneciente además, a dos de las familias más acaudaladas e influyentes de todo Londres. ¡Y vaya que hombre! Ryan Callaway Kennedy, no sólo era el Duque de Northumberland, un hombre con una posición social elevada, sino que además, se había convertido junto a su hermano en uno de los hombre más apuesto que había visto en su vida. Alto y fornido. De piel blanca y bíceps marcados. El color de su cabello, no lo sabía a ciencia cierta, a veces le parecía que era de un castaño oscuro y otras oscurecía hasta hacerse n***o o incluso esclarecía al punto de tener reflejos rojizos. Pero lo más impresionante y llamativo de Lord Northumberland eran sus ojos y su sonrisa. Esos hermosos y llamativos ojos, color grisáceos, que brillaban ante esa sonrisa que le robaba el aliento a más de una, a ella incluyéndola. Nada más le había bastado observarlo un par de veces desde lejos, para entender porque todas las damas de Londres caían rendida ante sus pies. Y es que el Duque era sin duda, la tentación echa hombre. Y sin embargo, aunque le hubiera gustado dejarse llevar y no ser quien era, aún cuando por un instante deseo amarlo y ser amada por él, ella no podía hacerlo. No podía llegar a enamorarse de él. Ella no debía olvidar quien era, quien era Callaway y lo que estos habían representado en su vida. Debía odiarlo. Odiarlo con todas sus fuerzas. Debía mantener vivo ese odio y vengar en él, todo el daño que le habían causado a ella y al ser que más la había amado en la vida. Su misión era cobrarle con lágrimas de sangre a Lord Callaway y a los suyos, cada una de las lágrimas que ella misma había derramado y la destrucción de su familia. No. No tenía opción a flaquear, ni ningún derecho a olvidar su venganza y todos los años de dolor que habían padecido por causa de Lord Callaway. Porque el sufrimiento no había terminado nunca después de que Lord Northumberland les dañara la vida. - No... Para mí, es demasiado tarde ya para eso. Y no era mentira. El dolor de su corazón, habían destruido por completo la persona que pudo llegar a ser en algún momento. Consumida por el odio y el resentimiento, ya ella no podría tener una vida y un futuro, a menos que destruyera a los Callaway y su felicidad, de la misma manera que ellos hicieron con ella. O de lo contrario, no tendría paz jamás. Camino hasta la ventana de su alcoba, y con una profunda tristeza en el alma, miro al cielo a través de esta, observando el cielo nocturno y las estrellas en este. Y sintiendo un profundo vacío en el corazón, determinada a cumplir con lo que se había propuesto, añadió, más para alguien más que para su maiga allí presente: - Es hora Nita... por fin llegó el momento de cobrarle a los Callaway su deuda con nosotras. Había llegado el momento de ser presentada ante la sociedad de Londres y sobre todo ante Lord Northumberland. *** - ¿Estás bien? Ella miró a su amiga con una tranquilidad que estaba lejos de sentir si quiera. ¿Qué si estaba bien? ¿Cómo podría estarlo si en tan sólo en unas horas iba a ser presentada en un mundo al que no pertenecía? Y además de ello, su hermana, estaba dispuesta a usar esa oportunidad como medio para cobrarle a los Callaway lo que ella creía que era una deuda que tenía con ellas. ¡Cuan equivocada estaba! Aún así, se guardo todas sus dudas y temores y sonrío débilmente, al tiempo que asentía. Como desearía volver el tiempo atrás y seguir siendo solo una joven más de tantas. Poder borrar el dolor del alma de su hermana gemela y darle a su vida, la felicidad que se les había negado desde un principio. Era una verdadera lastima que, su hermana no comprendiera el poder que tenía en sus manos. El poder de cambiar su vida, de cambiar los horrores vividos por alegrías y algo maravilloso. Ella no se daba cuenta del error que estaba cometiendo al querer vengarse, de que aquello terminaría de condenarla definitivamente al infierno que habían vivido. Pero, ella estaría allí para evitar que se hundiera y condenara de por vida. - ¿Cómo no podría estarlo? - fingió entusiasmo. - Tienes razón. No veo porque no lo estarías. Esta es la oportunidad de tu vida. - No estoy del todo segura de ello. - Pero yo si. Vas a conocer un apuesto y noble joven que este dispuesto a desposarte y convertirte en un m*****o más de esta sociedad. Eres tan bella, que tienes un futuro prometedor por delante. - ¿De verdad lo crees? Su amiga asintió. - No solo lo creo. Estoy segura de ello. Tal vez no pertenezca a una gran familia noble, pero perteneces a la nobleza. Y con la belleza física y de tu alma, no habrá en el mundo hombre que pueda resistírsete. Ella sonrió ante las palabras de su amiga. ¡Cuánto le gustaría que así fuera! Sobre todo en lo referente a Lord Northumberland. Pues sabía que él, era el objetivo de conquista de su hermana como parte de sus planes. Pero lamentablemente, todos al final siempre se decantaban por su hermana y no por ella. Era consciente de lo seductora que podía ser, tanto como su hermana y de lo inocente y angelical que ella podía mostrarse y llegar a ser. Ambas características, siempre habían jugado a favor de ambas, pero en especial de si hermana, haciendo que todos la amaran. Pero esta vez, ella no podía dejar que eso ocurriera con Lord Northumberland. Ella tenía que ser quien lo conquistara, quien se ganara su corazón. Y solo así, entonces, salvaría a los Callaway de lo que les esperaba pero, sobre todo, salvaría a su propia hermana del futuro que ella misma se estaba forjando. *** - No entiendo. ¿Por qué quieres ir a esa velada? Hace mucho que no tenías interés alguno en tomar parte en ninguna. - se quejo Ryan Callaway sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo. Se encontraba en su amplio y cómodo despacho, revisando unos papeles que su primo Dave le había entregado esa tarde para que los estudiara, cuando su madre, Lady Alice, lo interrumpió. Ella iba elegantemente vaestida y peinada, como para ir a una velada. Y precisamente eso, era lo que había ido a pedirle: que la llevará esa misma noche, a la velada que organizaban Los Hortbock y a la cual ellos estaban invitados. Pero Ryan, no tenía interés alguno en ser parte de ella. Le aburrían ese tipo de eventos sociales. - Precisamente por eso. He estado muy alejada de la sociedad estos últimos años. - No veo cual sea el problema con ello. - increpo Ryan confuso. - ¿De verdad? - le pregunto su madre cruzandose de brazos. Y Ryan negó con la cabeza, soltando al fin los papeles que tenía en sus manos y centrando su atención en su querida madre. - Pronto Sebas y tú, tendréis que elegir esposa. Y ni si quiera podré aconsejarlos si ni si quiera conozco a ninguna de las posibles candidatas para ello. Ryan suspiro rodando los ojos. ¿En serio estaba pensando en ello? Odiaba que su madre comenzara a pensar de esa manera. Sabía que debía casarse. Como Duque de Northumberland, estaba obligado a hacerlo algún día y darle un heredero a su Ducado como correspondia. Sin embargo, aún estaba muy joven para pensar en ello. Y dudaba mucho que Sebas, siendo aún más joven que él, estuviera considerándolo si quiera. - ¿Con quién demonios has hablado que te ha metido semejante idea en la cabeza? - ¡Ryan! - exclamó su madre riñendolo - No me hables de esa manera. - Lo siento madre. - se disculpó forzando una sonrisa - Pero no comprendo que, es lo que te ha llevado a pensar en eso ahora. - Eres el Duque de Northumberland, ¿No? - le pregunto ella cruzandose de brazos. Y él asintió. Eso, era algo que no necesitaba que se lo dijeran, lo sabía muy bien. - Pues tendrás que casarte. Es tu obligación, para darle un heredero al Ducado. - le espeto. - Eso ya lo sé. - refunfuño él - Pero no significa que tenga que hacerlo ya. - Aún así, quiero estar lista para cuando suceda. Así que, te pido por favor que me lleves está noche a la velada de Los Hortbock. Suspiro dándose cuenta de que, no importaba cuanto intentara hacerla desistir de ello, su madre no lo haría. Así que, por lo visto, no tendría más elección que asistir a dicha velada.

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