Uno de estos días, tu corazón se detendrá y tocará su último latido.

3783 Words
3.-Uno de estos días, tu corazón se detendrá y tocará su último latido. (Foo Fighters – These Days)Las lágrimas le corrían por el rostro mientras mordía con salvajismo el sándwich de queso derretido que Sheila le había preparado. La escena se repetía en su mente, una y otra vez, con filtros distintos. Un momento Tate se veía humano, joven y agradable y el color de su piel era claro, con tonos rosados saludables, pero a medida que se repetía la escena, su piel era cada vez más verde, más monstruosa y la sangre en el suelo era cada vez más negra. Las manos de Jaden temblaban y tenía los ojos cerrados con fuerza, pero la obscuridad no era su amiga como siempre. La obscuridad solo hacía la escena más nítida. Se limpió las lágrimas y los mocos con la camisa que se había quitado al regresar de la cocina, e intentó calmarse. Patrick le había dicho repetidas veces que llorar no estaba mal si la hacía sentir mejor y no peor. Pero ella no sabía cómo medir sus niveles ni antes ni después, y de todos modos a veces no podía evitar lloriquear. Algunas cosas eran simplemente demasiado injustas, demasiado tristes o demasiado imposibles de cambiar como para no romper a llorar por ellas. Era su naturaleza. Alejó lo que quedaba del gigantesco sándwich y tomó grandes tragos de agua temperatura ambiente directo de la jarra. Entonces se sentó en el suelo con la espalda pegada a la cama y buscó a tientas su teléfono, que se le había caído cuando entró a trompicones veinte minutos antes, cuando el episodio había terminado y ella había llegado al límite de fingir bienestar y normalidad. En cuanto lo encontró, puso a sonar la canción. La canción que por alguna razón la calmaba. One of these days the ground will drop out from beneath your feet One of these days your heart will stop and play its final beat… Respiró hondo y dejó que su cabeza cayera hacia adelante, formando un arco con su espalda, y empezó a respirar mucho mejor mientras cantaba la canción, incluso cuando las lágrimas dejaron de fluir después de la cuarta reproducción consecutiva. Tener la certeza de que algún día todo terminaría por sí mismo (como decía la canción), la hacía sentir bien en niveles que rayaban en lo peligroso. —Jaden —la llamaron al otro lado de la puerta cerrada de la habitación. Le pareció que habían pasado años desde que había escuchado una voz humana que no fuera la de Dave Grohl—, Jaden, tienes visita. Jaden se limpió la cara con la misma camisa de antes y se puso de pie para vestirse. —Dime que no llamaste a Patrick por esto. —No, es el entrenador —respondió su madre, para su sorpresa. Jaden había dicho lo anterior por mero impulso, en realidad había creído que su madre ya se había ido. —Me estoy vistiendo, ya voy. Escuchó los pasos de su madre alejándose por el pasillo mientras se vestía en la obscuridad, creando un atuendo bastante extraño con colores que no combinaban entre sí. Movió su cabeza en todas las direcciones con cuidado hasta escuchar tronar sus vértebras cervicales y entonces abrió la puerta mientras intentaba tejerse el cabello en una trenza de lado. En el pasillo no estaba la niña de siempre, lo cual consiguió desconcertarla un poco. Pero no quería pensar más, el descanso de la noche anterior no le había servido de mucho, considerando el día de perros que estaba teniendo. Así que dio dos pasos pensando solo en la trenza que se hacía. Entonces, notó la sangre. Un charco de sangre enorme se extendía por el pasillo y más allá, como si alguien se hubiera desangrado y entonces había sido arrastrado lejos. Jaden se preguntó casi de forma automática si era posible que una persona tuviera tanta sangre dentro, porque parecían más de los 6 litros que supuestamente tenían en promedio. El segundo pensamiento que logró formular fue que se veía muy parecido a la escena que la había desquiciado tanto media hora antes. Estaba a dos pasos de la puerta de su habitación, mirando fijamente el líquido rojo obscuro esparcido en el mármol del suelo, con el corazón latiéndole cada vez más rápido y su cabello larguísimo de color verde desparramándose libremente por todos lados. Retrocedió despacio hacia atrás, como si alguien fuera a saltar sobre ella en cualquier momento para rajarla y verificar los litros de sangre que guardaba adentro. Respiró hondo. “No puede ser real”, se dijo, “es imposible que alguien muriera en mi pasillo en los escasos dos minutos que han pasado desde que mamá se fue y que nadie haya oído nada”. Tragó duro y procuró hablar fuerte y claro, sin despegar en ningún momento la vista del charco de sangre. Pensó lo que diría por unos segundos, no quería meter la pata otra vez si resultaba ser falsa la sangre. —¡Mamá! —gritó— ¡Mamá, necesito que me digas si esto combina, por favor! En cuanto vio la sonrisa en el rostro de su madre aparecer por el pasillo se felicitó a sí misma, su madre siempre estaba intentando que ella se vistiera mejor, pero nunca lo conseguía. La señora Marmel caminó por el pasillo hacia su hija, hizo una pequeña mueca al ver el terrible atuendo de Jaden pero se recuperó rápidamente, la emoción de que al fin le pidiera ayuda con algo hacía palidecer cualquier cosa negativa. Jaden vio con angustia cómo su madre pisaba justo encima de la sangre sin mutarse. Se sintió aliviada al darse cuenta que su madre no podía ver la sangre, aliviada de que alguien en realidad no se había desangrado en su pasillo. Pero al mismo tiempo, se angustió porque eso significaba que habían hecho eso solo para ella, para asustarla, para hacerle temblar las piernas de la forma en que lo estaba haciendo en ese momento. ¿Por qué estaban tan enojados con ella? Nunca podía pensar en una respuesta lo suficientemente justificada. —Bueno, Jaden, nada de lo que llevas puesto combina en realidad —dijo su madre, sacándola de sus pensamientos—, pero no te preocupes. ¿Qué quieres conservar, el short o el suéter? Jaden hizo el intento de hablar unas cuantas veces, sin llegar a hacerlo realmente, no había entendido la pregunta y no sabía qué elegir. Cuando finalmente dijo que el short, prácticamente tartamudeó. Su madre sonrió y entró a la habitación de Jaden. Ésta la vio encender la luz y se le revolvió el estómago, pero tenía que aceptar que la luz no iba a estar siempre apagada. Eso era lo que le había dicho Patrick ese mismo día en la mañana cuando habían hablado. Segundos después, la señora Marmel emergió de la habitación con dos suéteres azul obscuro distintos. Jaden reconoció el esfuerzo que estaba haciendo su madre, así que eligió el de la derecha. Se quitó el que tenía puesto y se puso el que había elegido. Su madre se rió y negó con la cabeza varias veces. —No debes desvestirte en los pasillos, Jaden —dijo, resistiendo las ganas de decir "como lo hacía Jeffrey"—. Cualquiera podría estar viniendo y verte. Pero bueno, toma, ponte estos guantes que sí combinan. No me gusta que los uses y no lo necesitas, pero si vas a usarlos, hazlo bien y apúrate que estás haciendo esperar al entrenador. Por supuesto, nadie creía que en serio ella sentía dolor cuando la tocaban por mucho tiempo, pero no quería volver a discutir por ello, así que solo asintió y se cambió los guantes. Apagó la luz de su habitación y salió por el pasillo detrás de su mamá. Intentó duro no mirar el suelo, pero al final igual pisó bordeando la sangre. Solo por si acaso. Su madre volteó hacia ella al escucharla saltar y torció el gesto. No dijo nada, sin embargo. El entrenador Onésimo Vera era un hombre alto y bastante fuerte, con barbilla marcada y ojos fieros marrones obscuros, todo en él era bastante rudo e intimidante. A penas Jaden lo vio ahí sentado en su sala de estar, pareciendo incómodo en el sofá, se dio cuenta del parecido gigantesco que tenían padre e hijo. Y no entendió cómo no reconoció a Onex antes. El entrenador sonrió cuando vio a Jaden, siempre se esforzaba por ser amable con todos. Especialmente con ella a veces. —Marmel, ¿cómo estás? —la saludó, intentando ignorar las ojeras de Jaden y sus ojos un poco rojos e inflamados. Jaden asintió y se sentó en uno de los dos sillones pequeños, quedando en diagonal frente al entrenador. —Bien, todo bien. ¿Cómo está usted? —se estaba esforzando por no preguntar apresuradamente porqué estaba el entrenador en su casa. El hombre sonrió en respuesta a su intento de amabilidad. —Todo bastante bien, ya sabes, tanto como se puede. Sé que es raro que esté aquí hoy, pero vine a invitarte a una reunión que tendrá el equipo hoy en la noche. La chica frunció el ceño. —¿Reunión? ¿Reunión sobre qué? Él lo pensó unos segundos antes de responder. —Bueno, en realidad es una fiesta. El ceño de Jaden se profundizó e inclinó la cabeza a un lado, claramente confundida y sin ánimos de ocultarlo. —Una fiesta en mi casa para pasar el rato y planificar el inicio del entrenamiento para prepararnos para la temporada. Jaden se quedó en silencio un momento, pensando en cómo se negaría a la propuesta sin hacer sentir mal al entrenador, que se había tomado la molestia de ir hasta su casa para invitarla. Y sin hacer molestar a su madre, que se había quedado de brazos cruzados al margen de la conversación en la esquina más apartada en la sala de estar y que, por supuesto, estaba escuchando todo. Su madre la miraba intensamente y aunque a Jaden se le hacía duro interpretar algunas expresiones en la gente, conocía a su madre desde siempre y sabía que esa mirada era de "más te vale aceptar". Suspiró y se felicitó internamente a sí misma porque iba a hacer feliz a su madre por segunda vez en un solo día. —De acuerdo —aceptó finalmente, ignoró la sonrisa gigante de su madre—, ¿a qué hora será? ¿qué llevo y cuál es su dirección? El entrenador ocultó su sorpresa y se dedicó a explicarle todo. «» Y así fue como Jaden llegó al domicilio Vera a las 8 de la noche. Le tomó cerca de tres minutos poder tocar el timbre y lo hizo solo porque su mamá estaba en el auto a unos pocos metros de ella, esperando a que entrara. Porque de estar sola, sabía que se habría ido corriendo en dirección contraria, dejando las cosas que había traído junto a la puerta. Pasaron segundos hasta que alguien abrió la puerta. Era un chico, por supuesto. Alto, como era de esperar, y castaño. Le sonrió a Jaden en cuanto la vio, como si la reconociera. Ella se sintió culpable al no saber quién era, aunque sabía que era del equipo por su contextura. —¡Marmel! —saludó el muchacho, que parecía bronceado en exceso en comparación al pálido rostro Jaden— Honestamente, pensé que no vendrías. Bienvenida, todos estamos al fondo. Jaden medio sonrió, intentando avanzar más allá de la puerta sin tambalearse. Dentro, todo estaba bastante ordenado y limpio. La sala de estar era pequeña pero agradable, a la derecha había una escalera que conducía, seguramente, a las habitaciones. Con desagrado, notó de inmediato a una mujer muerta colgada del techo, con el rostro pálido y morado y de ojos saltones. Solo miró hacia otro lado y caminó como si nada detrás del muchacho que la había recibido. Como si no acabara de ver a la difunta señora Vera. Fingió ignorar el escalofrío que recorrió toda su columna. Podía escuchar el rumor de la música antes de salir al patio, y ya allí se sorprendió de no escucharla desde la entrada y además de que hubiesen escuchado el timbre. Le pareció rara la escena ante sus ojos: la música no era bailable en absoluto (reconoció que Lil Wayne era movido, pero no como para bailar en público) y todos solo estaban sentados, esparcidos por todos lados, hablando y tomando refresco, ya que el entrenador había prohibido el licor. Todos tranquilos comiendo algún refrigerio. Esto alivió a Jaden, ya que no podía tomar alcohol y así no tendría que ser la única en negarse, pero la tomó por sorpresa. Se dio cuenta además que no eran en cantidad ni el doble del equipo, había pocos acompañantes y eso era perfecto. El patio no tenía cerámica ni nada, el suelo era tierra y hierba por todos lados. Pequeños arbustos a los bordes cercaban el territorio, y cuatro bombillos blancos pegados al pequeño techo que no alcanzaba a cubrirlos a todos iluminaban a la perfección. Esta libertad hizo que el estómago de Jaden se relajara un poco más. Los lugares abiertos hacían que veinte personas parecieran menos y eso era realmente bueno. Las sillas eran todas distintas, disparejas entre sí, y se dio cuenta que tenía que decidir dónde sentarse. No le dieron tiempo de pensar hacia dónde dirigirse, Onex gritó su nombre y le hizo señas para que se acercara. Jaden no le hizo caso, estaba aún molesta por la falta de educación del muchacho, así que en lugar de ir hacia él (y darle el puñetazo que se había reservado la última vez), caminó en dirección a la mesa donde estaba la comida a dejar los pepitos que había traído consigo. Puso tres tequeños y una dona en un pequeño plato desechable, solo por hacer algo. Se sirvió refresco de naranja en un vaso y miró alrededor, buscando una silla vacía. El muchacho que la había recibido antes le hizo señas unos pocos metros más allá. Ella fue hacia él y se sentó en una silla de plástico que estaba prácticamente en frente. Él estaba sentado en medio de dos personas: un chico moreno con un lado de la cabeza rapada y una chica vestida de color cereza, tenía el cabello castaño claro con mechas rubias. —Sé que no te sabes mi nombre —dijo él, riendo—, así como yo no me sé el tuyo, Marmel. Así que soy Michelle Menotti. Me conoces como el arquero. Número 7. Jaden sonrió, sinceramente aliviada de saber su nombre. —Yo soy Jaden Marmel, me conoces como el número 29, soy el winger derecho. El chico se rió y golpeó amistosamente en las costillas al flacucho a su lado. —¡Te lo dije! El flaco soltó una risita incrédula después de gruñir. Sacó un par de billetes de su bolsillo y se los entregó a Michelle, quién parecía incluso más feliz que antes. Los tomó y le explicó a Jaden que habían apostado sobre ella. —Este mequetrefe no creía que tú eras nuestra delantera, dijo que no te ves lo suficientemente fuerte o agresiva —explicó y luego rió—. Obviamente, no te ha visto en el hielo. A Jaden le pareció una situación cómica, una esquina de su boca se inclinó hacia arriba. —Así que no parezco fuerte... —Oye, lo siento —se disculpó el muchacho, preocupado de haberla ofendido—. Es que... eres mujer y pues, ya sabes. Jaden rodó los ojos. —Ese fue un comentario machista. Tomó uno de los tres tequeños en el plato y lo mordió para hacer algo mientras el muchacho desconocido se retorcía de la vergüenza. —Por cierto, Jaden, él es mi primo Samuel, recién se mudó a la ciudad, y ella es Stephanie, mi novia. Jaden asintió a ambos en reconocimiento. Se terminó de comer el tequeño en silencio mientras los escuchaba charlar tranquilamente sobre la canción nueva de algún artista que Jaden no conocía. Se sintió cómoda después de unos minutos de escucharlos hablar amistosamente y sin apresurarla a meterse en la conversación. Era relajante, incluso. Y esto sorprendió gratamente a Jaden. Lo había creído imposible. Una canción pop empezó a sonar y todos parecían disfrutarla mucho, a pesar de la letra lamentable. Jaden admitía que iba acorde a la ocasión, pero la hacía sentir extraña e inquieta. Su mente daba vueltas sobre sí misma con ansiedad, sin rumbo, y eso solo ocasionaba que se fijara más en las líneas tristes de la canción, donde muy vagamente mencionaban a alguien que ya no estaba. Su mente se doblaba y giraba continuamente, pero Jaden la detuvo cuando se atrevió a preguntar si les importaba que ella pusiera música ahora. La mayoría quedó en silencio de forma abrupta, ya que al parecer siempre colocaban la misma lista de reproducción en sus reuniones de equipo. Jaden dudó por un segundo pero el entrenador Vera le ofreció una sonrisa y señaló el equipo de sonido y el cable auxiliar donde estaba conectado un teléfono celular. Jaden se puso de pie y caminó hacia allí. —¡Uhhh! —se burló un rubio al fondo— ¡Onex, Marmel cree que tu música es basura! Jaden no prestó atención a eso (o al hecho de que todos la conocían aún sin el equipo puesto). Desconectó el celular, que había resultado ser el de Onex (lo cual, la verdad sea dicha, era una satisfacción doble), y sacó el suyo del bolsillo. Le dio a reproducir de forma aleatoria a la lista de reproducción llamada "+" y sonrió cuando lo primero en sonar fue Don't stop me now de Queen. Jaden se deshizo en un suspiro de alivio al escuchar la canción y más aún cuando vio que a los demás también les gustaba. No sabía si la conocían, pero no se estaban quejando. De pronto Onex estaba a su lado tomando su propio teléfono. Jaden sentía rabia de solo mirarlo, así que no lo hizo y mejor fijó su vista en la dona que estaba en su plato junto a los dos tequeños restantes. —¿Crees que porque eres de Red Valley tienes mejor gusto musical que yo? Jaden frunció el ceño y lo ignoró. Onex no estaba enojado, pero le gustaba molestarla, así que presionó. —Maldición, Marmel, ¿lo crees? Ella rodó los ojos, aún sin mirarlo.  —Qué asco la gente que maldice. —Qué asco los pretenciosos. —Qué asco la envidia y la ignorancia —contraatacó Jaden, apretando la mandíbula. —Qué as... —¡Por Dios, creo que te crié mejor que esto! —los interrumpió el entrenador de pronto, apareciendo de la nada y haciendo que Jaden levantara la mirada. El hombre miraba a su hijo con una mezcla de fastidio y diversión. Se cruzó de brazos como para intimidar a su hijo y esto a Jaden le pareció gracioso, ambos eran casi del mismo tamaño—. Deja de discutir como un bebé. Onex se rió y le dio un golpe amistoso en el brazo a su padre. —¡Ay, papá! —se quejó, justo como un bebé— Ya maduraré. Mientras tanto, déjame discutir con quién quiera. Los que escuchaban la conversación se rieron mientras Jaden se alejaba para ocupar nuevamente su lugar con Michelle, Samuel y Stephanie. Se sentó y se comió el segundo tequeño después de tomar un poco de refresco. —Así que te gusta la música vieja, eh —comentó Stephanie cuando empezó What's Up de 4 Non Blondes. Parecía realmente interesada en una conversación, así que Jaden accedió a responder. —Bueno, me gusta la música positiva. No importa la época. La necesito, agregó en su mente. Y aunque esto no era del todo cierto, la hacía sentir segura escuchar música positiva y agradable. No era como si matara su estado de ánimo pesimista y depresivo, era más bien como que le daba algo gracioso en qué pensar y eso la distraía de los tonos obscuros en los que estaba envuelto el mundo para ella. La chica sonrió. Sus dientes delanteros eran rectos y estaban perfectamente unidos a pesar de estar un poco amarillos. Jaden admiraba a las personas con dientes rectos, los suyos eran grandes y separados entre sí, se sentía como un dinosaurio a veces. —La música de antes era más alegre que la de ahora —comentó la muchacha—. Ahora están de moda las letras deprimentes con música psicodélica de fondo. El estómago de Jaden dio un vuelco al escuchar la palabra. —Qué loco, ¿no? —agregó Michelle— Últimamente en Twitter todos son bipolares, depresivos, maníacos o cualquier cosa, todo para decir que se identifican con esas canciones. No entiendo cuál es el afán de auto diagnosticarse una enfermedad mental para ser "popular". No es nada cool. —Lo peor es publicarlo —dijo Samuel—. Si de verdad tuvieran esas enfermedades, no lo harían público. Jaden empezó a sudar. ¿Cómo habían llegado a ese tema partiendo de la música alegre y positiva? Intentó pensar en algo más, en concentrarse en la canción que estaba sonando, pero no podía porque ellos estaban justo frente a ella. No podía escapar. Stephanie se rió. —Es verdad. Uno no coloca en su perfil "Stephanie, 19 años, s*****a medicada", ¡qué estupidez! Empezó a recitar en su mente: Halcones Negros de Chicago, Pingüinos de Pittsburgh, Patos de Anaheim, Tiburones de San José. Una y otra vez mientras ignoraba el resto de la conversación, hasta que de pronto unas manos se posaron en sus hombros y silenciaron a los chicos frente a ella. — ¡HEY! ¿Por qué no vienes un momento, Marmel? Mi papá te está llamando. Era Onex. Si no estuviera salvándola de casi perder la cabeza en público, no le habría hecho caso. Pero como sí la había salvado, se puso de pie y lo siguió. El entrenador estaba junto al equipo de sonido hablando con unos chicos, pero antes de llegar allá, Onex la detuvo. Ella se alejó un paso lejos de su mano. —Oye, ¿estás bien? Ella frunció el ceño.  —Déjame en paz, tengo que ir con el entrenador. Él se rascó la parte de atrás de su cuello. —Eh, en realidad él no te está llamando —admitió—. Lo dije para sacarte de la conversación tan "encantadora" que estaban teniendo allá. Ya en serio, ¿estás bien? Jaden miró hacia el suelo y apretó la mandíbula: Onex lo sabía todo.
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