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intro-logo
Blurb

Samantha Niver sufrió un trágico accidente donde su madre y su mejor amiga Alexz mueren. Este sufrimiento la llega a refugiarse en los brazos de su nuevo vecino. Al ser menor de edad, ella tendrá que recurrir a su abuela materna, la cual nunca había visto antes.

Drake Johnson es el chico con quien todas soñamos: guapo, rico, popular, jodidamente sexy, él que tiene la vida perfecta o eso creemos todos, pero dentro de las 4 paredes de su casa su vida es muy diferente.

Esos dos, son el claro ejemplo de personas que no deberían enamorarse jamás, pero cuando tu corazón y tu cuerpo te piden a gritos sus manos, te importa una mierda la razón.

Samantha tiene que prepararse para todo lo que viene de ahora en adelante; su nueva familia, nuevas amistades, el sufrimiento de perder a dos seres queridos, todo el lastre que lleva en su mente y las cosas que comienzan a ocurrirle.

¿Cómo se diferencia la ficción de la realidad? Cuando no sabes qué es cada cosa.

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Capítulo 1
No recuerdo mucho de los días en el hospital, solo el vaivén de las personas entrando y saliendo, sus voces a lo lejos. El dolor de cabeza que sentía era insoportable, no me permitía abrir los ojos ni moverme los más mínimo. El alivio que me producían los medicamentos que me suministraban eran la gloria, podía pasar los días durmiendo sin ningún problema. No me permitía recordar aquellos instantes, sus caras de terror, el impacto, las voces, la canción que sonaba en la radio. Lo felices que habíamos sido minutos antes de aquel trágico accidente. ¡Mamá! Necesitaba a mi mamá en estos momentos, sus abrazos fuertes y sus besos en mi pelo, diciéndome que todo estará bien. Necesitaba a Alexz en mi vida, ¿Quién me detendrá de hacer locuras, meter la pata? ¿Quién iba hacer mi mejor amiga? Despertar en la cama de un hospital y que una persona que no conoces te diga que tus dos parientes en el mundo han muerto, es como si tu mundo se derrumbara en un instante. Y ahora tengo que vivir con personas que no sabía que existían hasta hace unos días. Se supone que es mi abuela, pero mamá nunca hablo de ella antes. Esto tiene que ser mentira… Laura- mi abuela- vino varias veces a verme al hospital, trato inútilmente de entablar conversaciones conmigo, pero mi cabeza iba a mil, no podía procesar ninguna información relacionado a los días anteriores. Yo solo quería volverme a dormir y no despertar jamás. Estuve alrededor de un mes en el hospital, los médicos decían que había sufrido un fuerte golpe en la cabeza y que tendría que hacerme chequeos periódicamente, para descartar cualquier anomalía, aunque para ser sincera, en estos segundos era lo que menos me importaba, estaba de pie, junta a una enorme casa, que digo casa, mansión. Donde se supone que ahora tendría que vivir con mi abuela y su otro nieto. Del cual tampoco sabía nada. Laura no parecía ser mala persona, o eso era lo que me hacía creer, era todo amabilidad y sonrisas. Cosas que yo nunca tuve antes. Mi madre era una persona excelente, no la mejor madre, pero cariñosa y atenta. Trabajaba duro todos los días para que a mí no me faltara nada y yo era feliz al tenerla. Y todo lo poco que teníamos. –Samantha, entra, vamos– La dulce voz de Laura me hizo volver un poco a la realidad. Suspire y camine hasta ella. Al entrar a casa quede anonada por lo bella que era, todo en colores claros, muebles antiguos pero muy elegantes, todo estaba absolutamente organizado, muy diferente al lugar donde vivía con mi mami, un pequeño departamento que siempre estaba echo patas arriba, porque mi mama y yo éramos pues muy mala para la limpieza. – Te llevare a tu nueva habitación – volvió hablar y yo asentí. Según ella todas mis cosas ya estaban aquí, no entiendo como pero tampoco proteste. Subimos las escaleras hacia un pasillo gigantesco, demasiadas puertas para mi gusto. Laura se detuvo en la segunda a la izquierda, abrió la puerta blanca y se hizo a un lado para que yo pasara primero, le dedique una pequeña sonrisa antes de entrar en la habitación, llevándome una enorme sorpresa. El espacio era enorme y hermosa, de color rosa pálido, en las paredes había muchas mariposas pintadas de diferentes colores. Una enorme cama en el medio de la habitación con sabanas rosa y blanca, un gran armario color blanco, un escritorio al lado de la cama. Era demasiado rosa para mi gusto pero que más me daba, la habitación era preciosa y eso era lo que importaba. Tal vez las cosas de ahora en adelante no iban hacer tan malas como pensaba…. –Esta era la recamara de tu madre, esta igual que la última vez que estuvo aquí. Te dejo para que te acomodes, estas en tu casa Samantha– le sonreí y la vi marcharse cerrando la puerta tras de ella. Necesitaba una ducha para digerir todas estas noticias de los últimos días, así que comencé a desvestirme. Me propuse a ser diferente a comenzar una nueva vida, a ser positiva y a comportarme bien, nada de ser la Samantha aburrida y egoísta del pasado.  Era grandioso tener un baño para mi sola. Me quité el vestido que llevaba puesto, luego el sostén y cuando me iba a quitar las bragas la puerta se abrió de golpe, instantáneamente lleva mis manos a mis senos y los cubrí como pude… Y OMG… Había un chico demasiado guapo parado en la puerta mirándome de arriba abajo. Sus ojos estaban como platos al verme. Y bueno los míos lo examinaban bien, tenía un cuerpazo… –Eh, lo-si-en-to– tartamudeo y cerró la puerta. Me enrede una toalla en mi cuerpo todo delgaducho, que momento más incómodo, jamás me había pasado esto antes. Pero ese chico estaba bastante bueno guapo y no podía negarlo. –Puedo pasar– se escuchó la voz del chico del otro lado de la puerta. –Sí–respondí, este volvió a entrar a la habitación, todavía llevaba una toalla en su cintura dejando ver su abdomen plano y marcado. –Siento lo de antes, no sabía que estabas aquí, mi mamá no me dijo que habías llegado y como siempre uso este baño porque tiene agua caliente entre sin tocar– agrego algo sonrojado, le sonreí. –No importa– respondí encogiéndome de hombros–soy Samantha. – Lo sé–dijo algo divertido – James, soy hijo de Laura. Aunque técnicamente ella es mi abuela, siempre la he visto como mi madre. – Se presento. –Así que eres mi primo. – él asintió suavemente y me dedico una pequeña sonrisa de lado. –Sí, mi papá, ósea su hijo, vive en Alemania por trabajo, pero yo no quería vivir allá, así que me quede. Bueno mejor me voy y te dejo bañarte – termino y se dio media vuelta para irse, camino hasta la puerta, pero antes de salir por ella se detuvo y volvió a mirarme– voy a salir con un amigo en un rato, ¿te gustaría venir? –Claro–respondí sin pensarlo. Cuando por fin se fue, me entre a la ducha, tomando un corto baño para poder estar a tiempo para salir con James. Cuando estuve de regreso en la habitación abrí mi armario. Nada de lo que había allí era mío, toda esa ropa de niña buena no era para nada mía. Muchos vestidos pocos vaqueros, claro, de seguro Laura había comprado ropa nueva para mí, pero qué más da es mía... me prometí comenzar de nuevo con esta segunda oportunidad que tengo. Me fije que en un lado del closet había alguna de mis ropas de mi antigua vida. Rebusqué unos minutos, encontré mis viejos jeans, camisetas, camisa y fui feliz. No tenia deseo de usar vestido, no sabía a donde iría con mi primo y su amigo. Termine poniéndome unos vaqueros negros bien ajustados, con unos converse azul y una blusa de tirantes negra, me maquille un poco, algo de rímel, brillo labial y poco de rubor, deje mi melena roja suelta. Me iré en el espejo. Me veía bien, no parecía que hubiera pasado un mes en coma. Me dedique una sonrisa. Vamos Samantha este es tu momento. Salí de la habitación y bajé rápido las escaleras, en la sala se encontraban Laura y James hablando, este último ya se había cambiado. –Ya estoy lista– dije y ambos me miraron. Les sonreí algo apenada. –Pues vamos– me respondió James con una sonrisa de lado. –Oh perdón, Laura no pregunte si podía salir– hable apenada. –No importa, con James estarás bien – me respondió con una de sus sonrisas encantadoras y dándole un pequeño golpecito cariñoso en el hombro a su hijo. James sonrió, beso la mejilla de su madre y comenzó a caminar hacia la puerta así que lo seguí. –Me gusta tu pelo– Me alago cuando estuvimos fuera de la casa, le sonreí torpemente. –Gracias, pero en realidad mi pelo es castaño– respondí. Mi compañero tomo su celular y marco un número. –Aquí no hay muchas chicas con ese color de pelo, siempre son rubias o morenas. Ese color te quede muy bien–agrego sin mirarme. –Ya estoy fuera de tu casa– hablo por celular. Cuando colgó volvió a mirarme y sonrió. –Ya nos vamos, solo esperamos al idiota de mi amigo– asentí, ambos caímos en un silencio profundo, mire a la casa de al lado cuando la puerta principal se abrió y casi tengo que limpiarme la baba. –Si, si, mamá volveré temprano– grito el chico y cerró la puerta de un portazo que me hizo estremecer, camino hasta nosotros haciendo que tuviera una mejor visión de su físico. Me quede en shock. Mientras se acercaba me detuve a contemplarlo de arriba abajo, pelo castaño oscuro, sus ojos cafés oscuros casi negros, me hizo pensar en mis propios ojos, con esa profundidad que tenían los míos. Sus labios. Que labios, carnosos y rosas pálidos. De tez clara, debía de medir casi dos metros de altura. Lleva una camisa negra abierta y debajo un t-shirt con la liga de la justicia en él, curiosamente mi suéter tenía el mismo estampado. También traía unos jeans azueles y unos converse clásicos.  Cafés contra cafés… creo que se dio cuenta de mi escudriño y me miro levantando su ceja derecha. Yo simplemente me quede mirándolo fijamente. Tengo que admitir que mi personalidad problemática, o eso dicen los profesores de mí. Amo a los chicos y todo de ellos, en ese aspecto soy como mi madre. Los chicos son nuestra debilidad, me encanta coquetear con ellos y besarlos. –¡Hey! – saludo James a su amigo, este le respondió son una sonrisa– ella es Samantha, mi prima– le sonreí, solo giro sus ojos a hacia mí. –Hola – le dije, nos miramos fijamente por unos segundos. –Hola, soy Drake– hasta ahí fue toda nuestra conversación. Los tres comenzamos a caminar hasta el coche aparcado en la calle, yo me senté en la parte de atrás, James en el asiento del conductor y mi sexy vecino en el acompañante. En el camino ambos chicos hablaron de personas que tal vez estarían en la fiesta, yo solo me dedique a mirar por la ventanilla y de reojo le dedicaba miradas a mi vecino, tratando de disimular. Llegamos a una casa de dos plantas, había muchos carros en la entrada, pude reconocer algunas marcas más comerciales como Toyota, Honda, Mercedes, Audi, entre otras. Mi primo se estaciono y los tres salimos del auto en silencio. En el camino ambos saludaron a chicos, yo recibí algunas miradas salivas de hombres y mirada de odio de chicas. La fiesta estaba en su mejor momento, estaba sorprendida ver tantas personas para solo ser las 4 de la tarde de un domingo. Alguien me paso un vaso rojo de cerveza, dudé por un rato en darle un trajo, pero al fin la probé, una chica rubia y muy guapa se acercó a nosotros, saludo y luego beso a James en las mejillas, este le paso las manos por la cintura y le devolvió el beso. La presento como su novia Ximena, la saludé lo más amable que pude y le dije mi nombre. No me presto mucha atención luego de eso, la pareja se marchó a algún lugar y me quede con Drake, el cual no mostraba mucho interés en mí, bebía cono si no hubiera mañana, rellenando su vaso de un petaca que llevaba las iniciales MJ. Quería hablarle, pero mi cabeza no formulaba ningún tema que fuera aparece interesante. –Lindo T-shirt– lo escuche decir, levante mi mirada hacia él. –Lo mismo digo– le respondí y traté de sonreír sin mostrar los dientes. La canción cambio a una más movida, no era mi tipo de música, pero comencé a mover mi pierda derecha y los dedos alrededor del vaso. Una chica de pelo n***o y el vestido más corto que había visto en toda mi vida se paró frente a mi acompañante y le paso la mano por los hombros, trato de besarlo, pero este la detuvo. Hablaron lo suficiente bajito para que nadie, ni siquiera yo, pudiera escucharlo. Respire hondo y me marche de ahí. Camine por la casa tratando de encontrar un espacio que estuviera desolado, sentía como si se fuera formando un nudo en mi estomago que se iba expandiendo por toda la zona, por un momento me sentía mareada y con deseos de vomitar, mi espalda se dobló al sentir el calambre que me aturdió. No lo pensé dos veces y salí corriendo de la casa. En la primera área verde que encontré deje salir el vómito que quemo toda mi garganta. El sudor frio lleno mi rostro y mi cuerpo temblaba. Cuando sentí que ya no vomitaría nuevamente, me senté en el suelo frio. Agradecí que no tuve ningún espectador, sería muy vergonzoso todo aquello. Luego de unos 5 o 10 minutos, no lo tenía muy claro, me levante y entre a la casa, ubique el baño más cercado, no había fila para entrar y me alegre. Me lave la cara y en la despensa encontré enjuague bucal, llene mi boca con el líquido, hice gárgaras, tratando de ocultar el mal sabor de mi boca que dejo el vómito. Arreglé mi cabello como pude con las manos. Odie no haber llevado bolso con algo de maquillaje para retocarme. Escupí el líquido y volví a llenarme la boca de agua por unos segundos.   Cuando me recupere volví a la fiesta y trate de disimular el dolor de cabeza que comenzaba a formarse en mi nuca. Respire hondo varias veces, mire por todas partes, quería encontrar a alguno de mis acompañantes. Comenzaba a molestarme la música, había sido un fatal error venir aquí hoy. Debería de estar descansando en casa, en mi nueva cama. Cafés contra cafés. Encontré a quien realmente estuve buscando, nos miramos por unos segundos hasta que decidí acercarme, me senté en el brazo del sofá donde él estaba sentado. Me encontré raro que estuviera solo.  ¿Qué rayos pasaba conmigo que no podía formular una oración coherente? – ¿Quieres? – me ofreció de su petaca. Negué con la cabeza. –Esta fiesta esta super aburrida­– me queje. –Bastante. Vamos– se guardó la petaca en el bolsillo de su pantalón, al tiempo que se levantaba. Lo seguí sin protestar, de camino nos topamos con James, el cual estaba sentado en la cocina con su novia sobre sus piernas, charlaban con un grupo de chicos, Drake se acercó a su amigo y me dijo algo al odio, mi primo asintió y se sacó las llaves del auto, se las paso, Drake saludo a los demás con un gesto de cabeza y se dio media vuelta, volví a seguirlo sin cuestionarme nada, ¿Qué era lo peor que podía pasa? Nos subimos al auto, la radio se enciende cuando él introdujo la llave. La música lleno nuestro silencio, no era incomodo, aunque así lo sentía yo. –¿No estás un poco alcoholizado para conducir? – le pregunte, mirándolo ponerse el cinturón de seguridad. – Para nada. ¿Por qué? – me miro directo a los ojos. Su mirada me produjo un nudo en la garganta y mi corazón comenzó a acelerarse, un vago recuerdo me llego de repente. Como si antes hubiera visto esa mirada. –¿Estas asustada? – negué con la cabeza y me puse el cinturón. –No quiero que nos pare la policía– dije cuando acelero. -–Tratare de ser prudente– rio por lo bajo, el timbre era cantarina, ocultando una jovialidad y alegría, pero que se volvía fría de repente. Sus manos agarraron el volante con fuerza, solo pude ver cómo sus dedos, se movían con el ritmo de la canción. El viaje no duro más de unos cinco minutos, se estaciono fuera de una cafetería. – Tengo hambre. – me informo antes de salir del carro, lo seguí nuevamente. No entendía que me sucedía aquel día, que seguía a todos lo que me decían. Me sentía como si otra persona estuviera habitando mi cuerpo y que solo era una mera espectadora. Otra razón para seguirlo sin protestar era que tenía hambre.  Entre detrás suyo, el lugar estaba desierto, había solo dos mesas ocupadas, nos sentamos en la primera que encontramos, una chica de unos 20 años se nos acercó y le sonrió coqueta a Drake, mientras le pasaba el menú. Este no tuvo que verlo para pedir. –Tráeme una Coca cola y un sándwich de queso y pollo, con papas. – le dedico una sonrisa de lado a la chica, ella se sonrojo y cuando recordó que yo estaba allí se dirigió a mí. –Puedes traerme unas papas con queso derretido, beicon y una Coca Cola– le dije antes que pudiera hablar. Asintió y se marchó para su desgracia. – Entonces, ¿de dónde eres? – me sorprendí cuando hablo. –Realmente no te puedo decir un lugar exacto. Mi mamá y yo nos mudamos mucho y nunca me dijo donde nací– respondí encogiéndome de hombros. – Es divertido viajar, mi papá lo hace muy a menudo. Yo he viajado poco– su voz tenía esa profundidad de un hombre mayor, ese toque que hace que se te erice el cuerpo. – Ni tanto, no podía encariñarme mucho. No sabía cuando a mamá le entrara el deseo de marcharse. Hasta que llegamos a Becon Hill. Nuestra conversación se vio interrumpida con la mesera, que nos trajo nuestra comida. Ambos comimos en silencio.  No se sentía incomodo ni nada por el estilo. Drake recibió una llamada a mitad de nuestro disfrute de alimentos. Contesto al tercer tono, no hablo mucho, por lo que llegue a entender James quería que lo pasáramos a recoger en la fiesta.  Maldije en mi mente por la intromisión, Drake saco su cartera y pago. Le di un trago largo a mi bebida y me puse de pie. De regreso a la fiesta fue menos incomodo, se sentía un poco más relajado en mi compañía, o tal vez, era yo que me sentía así. 

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