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Contrato de Amor

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Giovanni Lacroix ha estado enamorado de su secretaria desde que esa linda mujer de cabello ondulado y ojos inocentes ingresó por primera vez en su empresa para convertirse en su mas grande apoyo. Conocido en el principado de Mónaco por ser uno de los magnates franceses mas ricos del mundo y además porque el apellido Lacroix ha bautizado a la cadena hotelera mas importante de Francia. A simple vista parecía un hombre educado y elegante y lo era, pero debajo era como el hielo. Aquella actitud habia sido creada por su familia, la cual era conocida por ser déspota y cruel, motivos que lo llevaron a no intentar nada para saciar sus sentimientos y es que una mujer como Clara Dupuy nunca podría ser aceptada como la mujer de Lacroix ni en sus mejores sueños.

Lorraine Laurent es la encarnación de lo que la familia Lacroix espera para el heredero de su imperio billonario, con un porte exuberante, un andar elegante y una belleza singular la francesa se convirtió en el lazo que aseguraría la unión entre las dos familias más importantes de Francia. Lorraine quedó flechada desde el primer momento cuando conoció Giovanni, solamente que la variable mas importante no le jugaba a favor, el magnate no la amaba ni pensaba amarla, pero a pesar de ello, su falta de sentimientos no evitó que los dos se unieran en matrimonio por el deseo de sus familias.

En la cabeza de Giovanni una cosa era segura, se casaría con aquella mujer por un plazo de cinco años. El corazón de Lorraine se partió cuando el hombre del que estaba enamorada y que ahora era su marido le llevó a la habitación en su noche de bodas un contrato que marcaba una fecha que terminaría con su unión para siempre. ¿Podrá Lorraine convertir aquel simple documento en un contrato de amor que estipule el tiempo que tiene para que su marido de enamore de ella?

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CAPITULO 1
Un penetrante aroma a fragancia femenina inundó el ascensor cuando Deborah Lacroix ingresó en la primera planta del hotel, sus ojos azules irradiaban furia, eran principios de diciembre por lo que con sus manos cerró su pomposo abrigo de piel, detrás de ella la seguían sus guardaespaldas, siempre callados, con ese semblante reacio y severo que se parecía mucho al de su jefa. Apretaba la mandíbula y de vez en cuando miraba su teléfono esperando encontrar la respuesta de su nieto, Giovanni no tuvo respuesta alguna y eso solo hizo que su enojo aumentara. —Es un insolente, pero eso lo que me gano por rodearlo de lujos, lo mínimo que debería hacer por respeto es responder el teléfono—mascullaba entre dientes. La ira que circulaba por sus venas era desmesurada, no podía creer lo que su hijo menor le había dicho cuando se atrevió a llegar ebrio a la casa: Giovanni enamorado de una secretaria, una secretaria pobre. La mujer de blancos cabellos hizo una mueca de asco, debió haberlo visto venir, Clara Dupuy llevaba trabajando con su nieto casi cinco años, no era fea, pero la subestimo, pensó que era demasiado corriente y ordinaria como para que su nieto, el heredero de su familia, posara sus ojos en alguien como ella. Cuando las puertas se abrieron con el característico pitido en la planta superior del Mónaco Luxury Hotel rápidamente unos ojos cafés izaron la mirada solo para encontrarse con la furibunda mujer entrando como alma que lleva el diablo. Clara se apresuró a recibirla, pero la mujer ignoró su saludo de buenos días e ingresó directamente en la oficina de su nieto, no se encontraba allí. —Lo siento señora, pero el señor Lacroix se encuentra en una reunión importante en el restaurante—explicó Clara sujetando fuertemente su libreta de notas, siempre mantenía la guardia alta con esa mujer, Giovanni en persona le había dicho que no cruzara palabras con su abuela a modo que deseara recibir algún improperio de mal gusto. La mujer se dio la vuelta para mirarla. —Entonces lo esperaré aquí. Sus tacones resonaron en el suelo hasta que se sentó en el sofá de piel, Clara pensó severamente sobre lo que debía hacer, sus pensamientos no podían trabajar con soltura cuando aquella mujer a la que todo el hotel consideraba el diablo la mantenía en su centro de visión firmemente. Francesco Lacroix había llegado ebrio la noche anterior, era el hijo menor de Deborah y Dean, el único tío de Giovanni. Después de haber ingerido mucho, pero mucho alcohol tuvo una discusión con su madre en la que le reprochaba el pasado y la culpaba por completo de lo infeliz que era su vida, sintiéndose envalentonado por el vino, sin querer, soltó unas palabras que cambiarían la vida de su sobrino para siempre. —Siempre es el dinero madre ¡El jodido y el maldito dinero! El dinero que me quito la felicidad pero que según tú es lo más importante de la vida, me hiciste infeliz y me convertiste en lo que soy ahora, una piltrafa humana que lo único que busca es su muerte para matar este sufrimiento que me agobia el pecho—tomó con fuerza la mano de su madre golpeando su pecho con ella—, y tu ambición y clasismo amenaza también con arruinar la vida de Giovanni, pobre muchacho, espero que mire en mi un espejo y tome las decisiones correctas. —¿Qué quieres decir? —Giovanni está enamorado de Clara, pero cómo no enamorarse de esa chica tan inocente. El rostro de la mujer se desencajó al escucharlo, en ese momento sintió que sus piernas fallaban y sus ojos se llenaban de lágrimas, no podía creerlo, aquellas palabras le recordaron el pasaje más amargo de su vida cuando su hijo menor se enamoró de la hija del ama de llaves, tuvo que despedirlas y mandarlas fuera del país, eso, antes que aceptar a esa chica de tan bajo escalafón social para Francesco. Está enamorado. Está enamorado. Esas palabras se repetían en la cabeza de la mujer y no le permitió dormir en toda la noche, Dean estaba de viaje en Londres y ella tenía que ser la cabeza de la familia así que no dudo en venir al hotel a primera hora de la mañana, ya que su nieto era tan rebelde que incluso había abandonado la casa cuando tuvo oportunidad, ahora no dudaba en que posiblemente había tomado aquella decisión para verse con más libertad con Clara. Giovanni era un hombre demasiado inteligente, influyente y de un carácter complicado, no le gustaba estar bajo el yugo de nadie y menos de su propia familia por lo que había decidido abandonar la residencia familiar para irse a vivir en uno de los Pent-house más lujosos de Mónaco, allí era todo silencio y tenía que ver menos veces el rostro de su abuela. Deborah intimidó con la mirada a Clara cuando sus ojos la recorrieron de arriba abajo, al terminar hizo una mueca de asco provocando que la chica se aclarara la garganta y alisara su falda de tubo, no era un mal atuendo, era lindo, pero ante los exigentes ojos de la matriarca de los Lacroix era corriente. —Iré a… —No, no vas a irte—replicó la mujer sabiendo que encararla mientras estuviera sola era mejor.—Ahora mismo quiero que me expliques cuál es tu relación con mi nieto y espero que puedas responderme sin mentiras. La mujer palideció, sus ojos se llenaron de lágrimas automáticamente, de hecho, no tenían una relación como tal, pero era indudable el amor que los embargaba a ambos, cuando estaba con él solo podía sonreír y él parecía sentir lo mismo con ella. Cuando Giovanni estaba a su lado sus ojos parecían tener algo más que frialdad, una sola sonrisa de ella convertía los días grises en soleados y los días malos en un exquisito deleite. Hacía pocas semanas que habían conversado sobre ello, con el pretexto de un café, Giovanni había decidido a sincerarse con la mujer a la que amaba, había resistido dos años, pero no pensaba poder hacerlo un segundo más, a pesar de ello, el temor que en ese momento hizo a Clara rechazar sus sentimientos ahora se hacían realidad. —¿Relación? —preguntó casi en un gemido—, señora Lacroix creo que esta confundida yo… —¡Chiquilla insolente! A mi no me vas a engañar con ese tono de mosca muerta, el único que lo cree es mi nieto, no entiendo como un hombre tan inteligente como él puede creer en alguien como tú. Mírate ropa corriente, pésimo gusto y aparte un apellido que tiene media Francia, que desgracia, que gran desgracia—espetó con decepción haciendo que la chica dejara escapar algunas lágrimas, sin embargo, apretó entre sus manos sus notas y decidió con todas sus fuerzas responder. —Puede que no tenga dinero señora, pero no soy una mala mujer, soy honrada y trabajo. En mis planes nunca estuvo seducir a su nieto, agradecí a dios el trabajo porque gracias a eso puedo sacar a mi familia adelante pero no por eso voy a permitir que usted intente humillarme de esta manera. Una risa sarcástica brotó de la boca de Deborah Lacroix tumbando al suelo la autoestima de Clara. La joven mujer no comprendía cómo podía alguien destrozarte con solo lanzar una mirada. Por la respuesta de la mujer supo que tenía sentimientos por su nieto y posiblemente este le hubiera propuesto algo. Deborah la miraba como basura y con su intimidante mirada la hacía sentir como tal. —Humildad, sinónimo de pobreza claro está. La humildad es el pretexto de los pobres para hacerse acreedores de alguna riqueza o merecedores de ella. No, no, se quien eres, se que tienes una madre enferma, un padre parásito que utiliza su enfermedad como pretexto para no trabajar y además un hermano loco—esto último la hizo enfadar su hermano no estaba loco, solo era autista, Deborah era cruel y eso quedaba más que claro, no tenía filtros con sus palabras.—No estudiaste la universidad por falta de dinero, tampoco tuviste buenas notas como para ganar una beca lo que habla de tu poco intelecto. No eres demasiado bonita, de hecho, tu belleza es ordinaria, para concluir, pero no menos importante no tienes nada en tu historial académico o de vida que te haga resaltar de las demás, eres básica, por lo tanto, habiendo dicho hecho, respóndeme ¿Qué te hace pensar que te permitiría en la vida de mi nieto? Los guardaespaldas se miraron entre sí sintiéndose terriblemente mal por la chica quien se quedó sin palabras y con un nudo en la garganta, su humillación era solo comparada con la rabia que recorría sus venas, pero a diferencias de Deborah no iba a explotar en cólera. —Nunca esperé que me aceptara—respondió recordando que esos fueron los principales motivos por lo cual ese día no pudo darle a Giovanni una respuesta favorable, le dijo que el tiempo lo definiría, pero el principal miedo de Clara era ella, Deborah. La mujer esbozó una sonrisa. —Es bueno que me conozcas—se pusó de pie.—Giovanni Alexander Lacroix es demasiado hombre para ti, anótalo en tu cabeza o en tu linda libreta para que nunca lo olvides, no me gustaría tener que recordártelo. La puerta se abrió dándole paso a un hombre de finos ropajes que estaba hecho un mar de furia por lo que habia escuchado. ¡¿Cómo podia atreverse su abuela a hablarle así a la mujer que amaba?! —Abuela ¿Quién eres para decirle eso? ¿Acaso eres una clase de cupido que define quien es la mejor opción para la gente? —la mujer se aclaró la garganta al escuchar la voz demandante de su nieto, Clara en cambio, agachó la cabeza y comenzó a limpiar sus lágrimas a escondidas.—Lo olvide abuela, no eres cupido porque para ti el amor no es una variable importante. —Suenas igual a Francesco. —Ambos hemos sido víctimas de tu modo de ser, así que concordamos en muchas cosas—replicó el francés sujetando la mano de Clara cuando intentaba salir de la habitación, su abuela observó la escena con poca paciencia, al mirar la mano de su nieto sujetar de la mujer apretó sus puños enterrando sus uñas en las palmas de sus manos.—Ya que has venido para decirle a Clara las razones por las cuales no es la mujer apropiada para mí, permíteme ahora refutar y darte las razones por las cuales es la apropiada. —Mencióname una sola—lo retó su abuela. Deborah Lacroix no estaba dispuesta a dejarlo ganar. Clara estaba deshecha, sentía que en cualquier momento Deborah lanzaria palabras humillantes que la harian comer lodo. Iba a salir de alli, no pensaba quedarse más tiempo. Giovanni le suplicó con la mirada que no se fuera y la apegó a él cuando la mujer le respondió de manera afirmativa. Cuando ella se negó a aceptar sus sentimientos supo que su abuela había sido la razón principal y ya que se había dado la oportunidad de enfrentarla ahora iba a hacerlo, sin miedo ni mucho menos arrepentimiento. —Ella es una mujer como pocas, me entiende, está allí en los momentos más difíciles y tiene un pensamiento empático, es una mujer noble que no dudará en ayudarte a pesar de lo mal que la has tratado, así es ella, no guarda ningún rencor. La anciana sin evitarlo soltó una carcajada. —Esas son muchas cualidades que cualquier mujer puede tener, pero carece de dos cosas importantes, apellido y posición, sin ellas no vale nada, nada. No importa cuantas veces me digas lo importante que es e intenten persuadirme con esas banalidades de amor, puedes amar, pero a alguien que te merezca—concluyó la anciana. —No eres nadie para decir quien me merece y quien no—replicó su nieto. —¿No puedo? Claro que puedo, eres mi nieto, el primogénito de mi hijo y el heredero sanguíneo de mi familia por lo tanto puedo decidir quien te merece y quien no. Dentro de mi hogar mi voluntad es ley nunca lo olvides—le dedicó una mirada a Clara.—No la despidas, pobrecilla, tanto a sufrido en el mundo como para dejarla desempleada, ya que tu y Francesco dictaminan que soy cruel déjenme mostrarles cual piadosa soy, a veces hay que tener lástima de los desamparados. Sujetó su bolso de Louis Vuitton. —Abuela—masculló Giovanni con un tono de advertencia que no pasó desapercibido para Clara. La anciana sonrió, lo estaba disfrutando. —¡Oh, es cierto, lo olvidaba! Lamento no poder asegurar tu lugar en la empresa. Por lo menos durante tres meses tu lugar como secretaria está asegurado, pero posteriormente la nueva señora Lacroix se pensará seguramente tu posición, no creo que te mire como una amenaza—el ceño de Giovanni se frunció al escuchar el comentario sin sentido de su abuela.—¿Alguna vez has mirado alguna fiera amedrentarse cuando una gata le muestra los dientes? —¿Qué has querido decir con eso de La nouvelle Madame Lacroix (La nueva señora Lacroix)? Antes de que pudiera responderle un mensaje interrumpió aquella acalorada conversación, rápidamente Deborah sacó su teléfono y al mirar el mensaje de su marido sonrió, eran una oración no tan larga pero que dejó un mensaje claro: Bienvenidos a la familia Laurent. Cuando se enteró de aquella fatídica desgracia, como ella lo llamaba, habló inmediatamente con su esposo y ambos concordaron con que lo mejor era acelerar lo que llevaban planeando desde hacía mucho tiempo, la unión con los Casinos Laurent de Monte Carlo y eso solo podría lograrse con un matrimonio, un matrimonio que Dean se había encargado de asegurar en Londres reuniéndose con Antoine Laurent. —Tu abuelo ha acordado los términos con Antoine Laurent, en dos semanas podremos reunirnos por primera vez como familia para arreglar tu boda con Lorraine Laurent, su única hija, será mejor que te presentes y que actúes como lo que serás, su esposo—recalcó su abuela, no hubo que ahondar mucho con tema pues esa boda era algo que su abuela había mencionado varias veces, pero él siempre le restó importancia pensado que era el futuro, un futuro que pensaba nunca llegar a tener. No conocía a Lorraine y tampoco tenía ganas de hacerlo, lo poco que sabía era que emana elegancia, ávida en el piano como varias mujeres de sociedad, graduada en Oxford de la especialidad de Economía y posiblemente con un temperamento similar al de su abuela pues al ser hija única posiblemente el mundo giró alrededor de ella. Al escuchar la noticia Clara intentó tragarse las lágrimas que no parecían querer quedarse atoradas en sus ojos, le dolió más de lo esperado saberlo, a pesar de que siempre fue pesimista con sus sentimientos, sabía que Giovanni estaba obligado a hacerlo por el contrato que firmó cuando ocupó su lugar como heredero y administrador de los Hoteles, su abuela había dejado marcado una cláusula donde decía que en caso de ameritarlo, se casaría por el bien de la empresa. Sin poder evitarlo soltó la mano del francés. —Lo siento, me retiro—articuló en voz baja deseando echarse a llorar, no quería verse más humillada de lo que ya estaba. Giovanni intentó seguirla, pero la voz de su abuela lo detuvo, sabía cómo jugar con su mente y cuáles eran los puntos débiles, el punto de quiebre de Giovanni era su padre Silvain Lacroix. —Cuanto trabajo tu padre para dejarte todo esto, sacrifico muchas cosas con el afán de que te convirtieras en un hombre poderoso, más de lo que nuestro apellido ya era y lo logró, lo logró sin importar nada. En sus últimos días trabajó fervientemente, para él sería una alegría mirar al hombre que eres ahora pero no dudes en que podrías decepcionarlo si tomas el camino equivocado. No voy a juzgarte porque la amas, pues se que no puedes elegir de quien enamorarte, sin embargo, si puedes tomar las riendas de tus acciones, sé que le juraste a Silvain muchas cosas en el lecho de muerte y espero y puedas cumplirlas. —¿Casarme con una mujer a quien no amo es cumplir lo que le he prometido? —Casarte con una mujer prudente que pueda ayudarte a seguir creciendo y que además se ajuste a los estándares que él esperaba cumplirá lo que le has prometido sin duda. He investigado sobre ella y es una buena mujer, no tengas duda de ello, es hermosa, tú mismo podrás constatarlo en varias semanas o antes si te tomas el interés para buscarla—opinó la mujer pensando en que era momento de irse. —Pongo interés en lo que me importa y ella no es nada para mí—Deborah parpadeó un poco consternada ante aquello, pero como siempre, tuvo en su boca las palabras adecuadas para responderle a su nieto. —Espero y se convierta en todo porque a veces lo insignificante termina convirtiéndose en el centro del mundo sin esperarlo. Sin más la mujer abandonó la oficina dejando dentro a un hombre molesto, cuando llegó a su escritorio, sin contenerse, lanzó lo que había sobre él dejando que la ira circulara por sus venas. Su abuela siempre lograba chantajearlo, era justo lo que Francesco le había dicho que no permitiera, pero era imposible, no podías competir con alguien que desde pequeño fue la máxima autoridad, esa mujer tenía el poder para quitarle todo lo que había obtenido en segundos solo con una firma suya y del abuelo. Cuando firmó aquel contrato que le cedía el poder como dueño de todo seis años atrás no pensó verse sometido de esta manera, de saber que aquello lo obligaría a dejar a la mujer que amaba por los preceptos clasistas de su familia nunca lo habría hecho, pero en ese momento aún no conocía a Clara. Al recordar la humillación en los ojos de la mujer rápidamente fue tras ella, para su sorpresa la encontró en su asiento en la parte de afuera, limpiaba sus ojos con fervor y al mirarlo rápidamente se puso de pie. —Lo siento señor Lacroix—se disculpó—, creo que debí comunicar la presencia de su abuela, le e desobedeció en cuanto a conversar con ella. Al escuchar como ella le decía Señor Lacroix con una marcada frialdad supo que las cosas no serían iguales. La miró con dolor, dándole a entender que su comportamiento para con su persona le estaba doliendo, la mujer evitó sostenerle la mirada porque de hacerlo se echaría a llorar. —Clara, se que las palabras de la abuela… —Le suplicó señor Lacroix que por favor mantengamos esta relación de manera profesional, yo necesito el trabajo y usted pronto va a casarse. Me mantendré aquí en lo que consigo un nuevo trabajo para apoyarlo en lo que necesite, pero en lo que eso pasa me gustaría que mantuviéramos distancia, seria lo mas apropiado y, además—se quedó callada por unos segundos sabiendo que lo que estaba por decir lo lastimaría—, es lo que deseo. Es lo que deseo. Giovanni comprendió de inmediato lo que le quiso decir con aquello, simplemente la miró por última vez y regresó dentro de la oficina, maldijo muchas veces haber nacido en una familia como la suya, desde el primer momento debió saber que fue un error, pero su pecho enamorado le gritaba que no podría ser un error tener un sentimiento tan hermoso como el que sentía por Clara Dupuy. Esta mañana, Antoine Laurent se ha posicionado en la cima de la casta más exclusiva de Forbes, su fortuna oscila entre los veinte y treinta mil millones de euros, según los expertos los números de las acciones de los Casinos Laurent podrían seguir creciendo si los rumores de fusión empresarial son ciertos>> Sin poder seguir escuchando aquello lanzó al suelo el aparato electrónico que le recitaba las nuevas noticias sobre economía, al mirar el objeto en el suelo silenciado por fin se dejó caer en su asiento de piel. Pasó las manos despeinando su claro cabello castaño, cuando entró a la reunión aquella mañana nunca pensó que su día se tornara tan hostil, había mirado a Clara recibirlo con una alegre sonrisa aquella mañana y con el café que tanto le gustaba, aquel recibimiento era casi una ceremonia para ambos, una ceremonia que habían repetido por más de cinco años, pero ahora las cosas eran complicadas, iba a casarse, pero no con la mujer que amaba.

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