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Enamorándome de mi jefe

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Blurb

Ella está un poco loca, es desordenada y no tiene una pizca de prudencia en su haber. Sin embargo, es dulce, noble y tiene un gran corazón. Él es demasiado serio y amargado, todo un Grinch, o es lo que ella dice. Aún así, en su interior se oculta un sensual y seductor caballero.

Ambos son muy contrarios, pero un accidente y una nueva oportunidad en el amor puede hacer que esas dos deschavetadas y obstinadas almas se enamoren, en una alocada y divertida aventura en...¿Una calabaza? Y que pasen muchas cosas más.

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CAPÍTULO I
Como cada mañana antes de ir a trabajar, me levanté con una sonrisa resplandeciente, vacíe mi mochila, lancé todas mis cosas de la universidad sobre la cama, eché mi uniforme de "La hamburguesa caliente" en el maletín y mi ropa de dormir, pues hoy me quedaría en la casa de mi novio, y dejé todo preparado para salir. Me metí a la ducha, canté un par de canciones de "Rulle" y… Bueno, no recomiendo que canten cuando se están bañando. Ahora estoy segura de que mis pulmones y la mitad de mi estómago están llenos de jabón de baño. Salí de la ducha, lavé mis dientes y me acicalé, dando vueltas en la recamara de solo imaginar que pronto serían las vacaciones de verano y tendría la oportunidad de buscar un nuevo empleo. Esperaba que no en "La hamburguesa Helada" el negocio de enfrente. Me coloqué mi vestido azul oscuro que sabía que a Adrien, mi novio, le gustaba, mis zapatillas de color rojo que no daban a juego y eso era lo mejor de todo. ¿Por qué siempre todo tenía que combinar?. Dejé mi cabello rubio suelto, solo lo aparté a un lado, sobre uno de mis hombros, como maquillaje solo me coloqué un poco de labial rosa pastel, que según la chica, mi gemela en el espejo, decía que me quedaba bien, y salí de mi cuarto con mi mochila en la espalda, lista para un nuevo día como cualquier otro. — ¡Buen día a la mujer más hermosa del planeta! — exclamé al dar el primer paso lejos de las escaleras. Salté en los brazos de mi madre, quien llevaba el desayuno -un plato de huevos revueltos y mantequilla- hacia la mesa, en donde papá lo esperaba hambriento, sin esperar que ella perdiera el equilibrio y lanzara sobre la cabeza de mi padre todo el desayuno. Uyyy, ese olor no lo quitaría una tintorería. — ¡Daannaaa Whitee! — gritó papá. Levantándose de su silla, embarrado en huevo. — si te hace sentir mejor, papá, ese saco no te favorecía…— señalé. Mamá rió. — no lo empeores. — mi madre se acercó para limpiarlo con una manta, soltando carcajadas en su labor. Mientras mamá lo distraía, caminé lentamente hasta la puerta principal. Me sentía a salvo, hasta que el gusano de mi hermano menor, quien estaba en el sofá leyendo un libro. -cosa rara viniendo de él- llamó de nuevo la atención de papá. — Danna. ¿Te escaparás de la universidad de nuevo?. ¡Engendró del mal! Cómo era de esperarse, mis padres me voltean a ver con premura, y no se veían para nada contentos. — ¿No estás yendo a la universidad?.— papá se cruzó de brazos. Miré mal a mi hermano y resoplé. — Gracias, Johnny. — a tu servicio, hermanita. Puse mis ojos en blanco. — Ahora tengo libre, buscaré un empleo y arreglaré los horarios. Papá se negó, como cada vez que le digo que quiero trabajar por mi cuenta, pero la terquedad la saqué de él, así que no puede quejarse. — Sabes que pienso de eso, bebé… — que soy tu más grande orgullo o que algún día cuando salga adelante por mi misma lo seré, gracias papá, yo también te amo, adióoos… Abro la puerta, salgo rápidamente y la vuelvo a cerrar, soltando todo el aire se mis pulmones, que no sabía que contenía. Estoy por dar dos pasos cuando un auto n***o, con olor a nuevo, pulcro y sin rayones, se parquea enfrente y de él salen mis hermanas, riendo a carcajadas. Sutton y Summer, mis hermanas mayores, con la particularidad de ser gemelas. — Hasta luego, Andrew. El sujeto baja la ventana del auto y les guiña un ojo. Mis hermanas al verme se detienen a saludarme, entran a casa y yo me quedo parada ahí, sin saber porque, sin poder apartar mi mirada de aquel sujeto. Su mirada es intensa, imponente y potente, pues por alguna razón mi corazón ha comenzado a dar pataditas de incertidumbre, pero todo aquello termina cuando los rociadores de la entrada se encienden y comienzan a mojar mi ropa. Aparto la mirada de Andrew y sonrío, sintiendo las frescas gotas de agua bajar por mi ropa ahora húmeda. Es exquisito, por alguna razón me hace sentir viva y… libre. Doy vueltas, riendo y extendiendo mis brazos, y no, no me importa si estoy siendo observada o no, estoy viva y es lo único que me importa. Veo a Adrien llegar en su auto, se parquea justo atrás del auto de Andrew y sale, como todo un caballero, con su hermosa sonrisa perfecta, sus ojos azules mirándome con tanta admiración, fijos en mí y su excelente porte de caballero. Se acerca, me extiende una hermosa petunia de pétalos rayados, blanco con fucsia, y como primera reacción, me lanzo a sus brazos. — ¿Lista, princesa?. Me embriagó del olor de su perfume, lo abrazo aún más fuerte y dejando un beso en su cuello, asiento. — ¿Entrarás a saludar a papá? — Lo veré en el hospital, mejor vamos antes de que se te haga tarde. Me toma de la mano y me lleva al auto, abre la puerta del copiloto para que entre y antes de cerrar, besa mis labios de una forma tan sensual que no puedo evitar sentir el calor elevarse en todo mi cuerpo, de una manera casi desesperante. Esta noche será… Danna, esta noche serás suya, aguanta un poco. Me ruborizo al escucharme en mis propios pensamientos, estoy segura de que él se ha dado cuenta. — ¿Todo bien?. — pongo mi mano en su mejilla y asiento, mordiendo mi labio inferior. Adrien es mi novio desde hace dos años, lo conocí cuando él hacía las prácticas en el hospital de mi padre y yo empezaba como residente en el hospital, es oncólogo, se graduó hace un año, mis padres lo aceptan, es un buen hombre, es inteligente, amable, ama lo que hace y me tiene paciencia. Creo que eso es lo que mis padres más valoran. Despeino un poco su cabello n***o, le robo un nuevo beso y de nuevo las ondas sensoriales de mi cuerpo se descontrolan. — Ya no puedo esperar, amor… quiero dar el siguiente paso. — trató de no ser muy intensa. Sonríe con calidez. — Te dije que te esperaría. — ¿Y si ya no quiero esperar?. Besa mi sien y rodea el auto, acomodándose tras el volante. — Está noche no tengo que cubrir turno… — lo sé, llevo mi pijama. — alzo ambas cejas con picardía. Se sonroja, lanza una risita y vuelve a asentir con vagancia. — Le pediré tu mano a tu padre ahora, si no me mata, te prometo que esta noche, será nuestra. — toma mi mano y besa mi dorso. Es oficial… amo a este hombre. Miles de mariposas vuelan impacientes por todo mi cuerpo y estoy segura de que mi sonrisa de idiota no desaparecerá en todo el día. Sin ocultar su sonrisa blanca y perfecta, enciende el auto, acomoda los espejos, el espejo retrovisor y nos pone en marcha. Sin embargo, al mirar hacia atrás por mi espejo, me doy cuenta de que Andrew sigue ahí, me mira por su espejo y aunque estoy en movimiento, siento como el tiempo se detiene entre su mirada y la mía, hasta que Adrien gira y nos coloca en la carretera. ¿Por qué no podía dejar de verlo?. Eso fue muy extraño. Da igual, Andrew Daigle es solo el hijo de los mejores amigos de mis padres, nada tiene, ni tendrá que ver conmigo. Nada. (...) — Me dijiste que había ketchup en la mesa 10. Terminó de entregar una orden de papas y me vuelvo hacia Kathy, mi amiga y compañera de empleo. Afirmó con la cabeza. — Sí. ¿Por qué?. — Porque no había ketchup en la mesa 10. Me parece extraño. En mis recuerdos vagos y dudosos estoy casi segura que puse un bote de ketchup en la mesa 10. Kathy espera mi resolución, hasta que los clientes de la mesa 8 la llaman para que les tome la cuenta. — ve, yo lo arreglo. Más tranquila, toma su libreta, baja un poco su falda, porque nuestro uniforme más parece una tanga mal hecha, y camina hasta la mesa 8. — gracias por su preferencia, su cuenta es… Mientras ella se encarga de eso, tomó otro bote de ketchup y lo llevo a la famosa mesa 10, en donde está una pareja degustando con ganas su comida, les dejo la ketchup sobre la mesa y doy media vuelta. La señora, una mujer de unos 45 años quizá, de cuerpo robusto y cabello pintado, me mira mal y hace una mueca, en cambio su esposo, mira lugares sobre mi uniforme, que nadie debería mirar. Incómoda, regresó tras el mostrador, comienzo a sacar el corte del día y diez minutos después, Kathy regresa con su frente ceñuda y sus brazos cruzados. — Dani, me dijiste que te encargarías de la mesa 10. — su voz sale en tono de reproche. Dejo el lapicero y la libreta de lado, aparto la calculadora y la miro con mi entrecejo fruncido. — Lo hice. — Pues la señora de esa mesa me acaba de decir incompetente, según ella porque no le llevamos la ketchup. Esto me huele raro… Me cruzo de brazos, sin entender bien que es lo que está pasando, no pude imaginar la cara de indiferencia que me hizo, o la mirada morbosa de ese tipo, algo más está pasando. Me bajo la falda, tomo otro bote de ketchup y camino con seguridad hasta la mesa más famosa del local, les entrego lo más cordial posible el bote y me alejo rápidamente. — ¿Qué haces…? Me agacho tras el mostrador, jaló del brazo a mi amiga y gigolo por una esquina, y efectivamente, veo como la señora de cabello rubio falso, mete el bote en su cartera. ¡Cómo no me di cuenta antes! — ¿Ahora me crees que si les había dado ketchup?. Kathy asiente indignada, con su boca abierta y su mirada fija en la cartera de la mujer. — ¡Perra! ¡Le daré su ketchup! — espera… déjamelo a mí. Soy una persona tranquila, al menos, presumo de ello, así que esto será fácil. Hago la boleta de la cuenta, anoto los tres botes de ketchup y mientras yo me acerco a la mesa, la puerta del local se abre, pero no me detengo a ver al cliente que ha entrado. — ¡No me trajeron ketchup! — exclama la ladrona de ketchup. Le dejo ir como un balde de agua fría, la cuenta en la mesa, y al ver la papeleta, me acribilla con la mirada. — ¡Demandaré este local! ¡Demandaré a sus inútiles empleados! ¡Los llevaré a la corte por querer robarme! — o solo devuelva el ketchup robado y olvidaremos esto. — le sostengo la mirada. — ¡Yo no tiene nada! — se pone de pie y golpea la mesa con su palma, botando de paso su bolso, en donde salen a la luz los tres botes de ketchup. — ¡Estos son míos! — toma un bote y como respuesta, se lo jaloneo. — ¡Ladrona!. — ¡Zorra exhibidora! ¡Esto es la guerra!. Aprieto más el bote de ketchup y todo lo demás después de eso, pasa más rápido que el cometa Hale-Bopp. El bote se abre y un chorro grueso de ketchup sale volando, escucho un fuerte gruñido a mi espalda y cuando me giro para ver de dónde ha salido aquello, me deslizo. Estoy a punto de caer al piso cuando una mano grande tira de mi cintura y me hace chocar a un pecho duro y firme. Todo se vuelve a detener y el resto deja de importar cuando de nuevo veo aquellos ojos vergrisulados mirarme fijamente. Andrew. Sin saber porque, estoy conteniendo mi respiración, mi cuerpo parece eléctrizado… mas nada se compara a la sensación de las vibraciones que experimenta mi cuerpo cuando sin ningún permiso, baja su otra mano a la orilla de mi falda. ¿Qué significa esto que siento?.

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