Capitulo I

1580 Words
Dos meses después. -¿Estás bien querido? El Conde de Carrik alzó su vista de los papeles que tenía ante sí, para observar a su esposa. -No. No lo estoy. -¿Qué sucede? -En un mes se cumple el plazo que Lord Kennedy nos dio para saldar la deuda. -Habla con él. Pídele más tiempo. Cuentale del negocio que has emprendido.-le pidió su mujer angustiada. Como odiaba verla en esa situación y sin embargo no podía hacer nada para evitarlo. Estaba seguro que no importaba lo que le dijera, Lord Kennedy no accedería a darle más tiempo. La verdad es que había sido muy generoso al darle esos tres meses de plazos. Y para todos era bien sabido que, ese Kennedy en especial, no tenía nada de generosidad y compasión en cuanto a negocios se trataba. Lamentablemente, sus negocios no habían dado frutos en el tiempo que había esperado, lo que lo ponía en un grave aprieto a la hora de saldar su enorme deuda con el Duque de Northumberland. ¡Maldita fuera la hora en que el futuro Marqués de Normanby había decidido marcharse al campo junto a su esposa y dejar a cargo a su hermano de todos los negocios suyos y de su primo! Otra fuera la historia si, su Excelencia, Lord Blake, siguiera al frente de los negocios del Duque. Estaba seguro que este, si le daría más tiempo del acordado para saldar su deuda. -No querida. Lord Kennedy es conocido entre todos por ser letal en cuanto a negocios se trata. -Pero ya te dio tres meses. Seguro que no tendrá problemas en extenderlo un poco más. - Tú no lo conoces. Su mujer lo miró con desolación ante sus palabras. -Lord Kennedy fue claro al respecto. O pago la deuda en el plazo establecido, o embargará lo poco que me queda, se encargara de quitarme mi título y me enviará a una cárcel de deudores. -¡Por Dios querido! Algo se tiene que poder hacer. No podemos permitir que eso pase.-replico Lady Carrick llorando. El Conde la abrazo, tratando de consolarla. No sabía que haría, pero no podía permitir que Lord Kennedy le quitará lo poco que le quedaba y lo encarcelara. Su esposa quedaría en la calle, sin ningún sustento para vivir, junto a sus dos sobrinas, que habían ido hasta allí, tras la muerte de sus padres, en busca de protección. El sonido de la puerta los hizo separarse. -¿Se puede?-pregunto Keith asomándose al despacho. -Keith querida.-saludo su esposa limpiándose las lágrimas y acercándose a ella-Pasa, pasa. Decidme, ¿que quieres? El Conde observó a la muchacha atentamente. Era una joven alta, de veinte años, piel blanca y tersa. Delgada como la mayoría de las jóvenes pero con un busto del tamaño adecuado, no exageradamente grande ni pequeño. Tenía las curvas exactamente en su lugar y del tamaño perfecto. Su cabellera, aunque no era tan larga como la de la mayoría de las damas de sociedad, la llevaba a nivel de los hombros y estaba muy bien cuidada, era sedosa, de un color plateado y brillante. Sus ojos eran grandes y llamativos, de un color amarilloso, como los de un felino. Era una joven sumisa y obediente, con una sonrisa cálida e ingenuidad atrayente. -¿Me preguntaba si nos permitirían a Isa y a mi dar un paseo por el Hyde Park? He escuchado decir que es un hermoso lugar e Isa está algo cansada de tanto encierro. El tono de su voz era dulce y tranquilo. Lleno de esperanza y optimismo. Y entonces, el Conde se dio cuenta de algo. Keith Wembley, era la solución perfecta a sus problemas. Sólo debía convencer a su esposa de ello. Si bien era cierto que la joven aún no estaba preparada para enfrentarse a la sociedad, tenía edad casadera. Y lo más importante aún, la belleza para atraer a cualquier hombre. Sólo debía buscar un noble acaudalado y sin un título importante, que estuviera dispuesto a hacer a un lado los prejuicios y casarse con una joven de origen americano. Pero sobre todo, que estuviera dispuesto a ayudar a su familia política económicamente. Y sólo tenía un mes para ello. *** Dave Kennedy se paseó por el despacho de su padre, tratando de adivinar que seria tan importante para hacerlo llamar con tanta urgencia. -¡DAVE! El grito de su hermana pequeña lo hizo volverse hacia ella en el tiempo justo que la rubia se lanzaba sobre sus brazos en un efusivo saludo. -Nicolle. -¿Has venido sólo?-pregunto buscando con la mirada por todas partes. Dave sabía perfectamente que era lo que buscaba, o mejor dicho a quien. Para nadie era un secreto que Nicolle, estaba prendada de su amigo Nicholas. Solo bastaba que él hiciera acto de presencia y su hermanita lo acosaba persiguiendolo a todos lados. Y aunque ese no fuera el comportamiento digno de una dama, a ella eso parecía importarle poco. Tan poco, que había expresado abiertamente ante todos, incluso ante el mismísimo Vizconde, su deseo de casarse con él una vez que estuviera en edad casadera. Este hecho sin duda aterró a su amigo al punto, de que Cox, tomó la decisión de no volver a ningún lugar donde estuviera la pequeña, con la esperanza de que se le pasará y se olvidara de él, desistiendo de esa absurda idea. Algo que Nicolle aún no sabia. Asintió como única respuesta. No le diría a su hermana que Nicholas, nunca más volvería por allí. Dejaria que el tiempo se encargara de ello. La desilusión se reflejó en aquella carita angelical y sus ojos celeste se aguaron. Hacia más de un mes que Nicolle no veía a Cox. Y aunque le dolió ver el sufrimiento de su hermana, Dave tenía que reconocer que la decisión de su amigo era la correcta. Con el tiempo, se le pasaría, esa ilusión infantil que tenía. Y además, ya venía siendo hora de que Nicolle y todas las Kennedy, aprendieran que no todo se podía tener en la vida. Así seguro evitarían futuras situaciones como la ocurrida hace poco con su prima Alexandra. -Dave hijo. -saludo su padre ingresando al salón. -Padre. Se acercó a este para saludarlo con un abrazo y un beso en la mejilla, como era su costumbre. -Me alegra que estés aquí. -¿Y cómo no estarlo? Si dejaste un recado indicando la urgencia de que viniera. El Marqués de Normanby sonrió ante las palabras de su hijo. Sin embargo, fue el rostro triste de su pequeña hija el que capturo su atención. -Nicolle, mi niña. ¿Sucede algo? -Nicholas no vino hoy tampoco.-respondió la niña entre lágrimas. -¡Nicolle! ¿Cuántas veces he decirte que no es correcto que llames a Lord Cox por su nombre? -¡Oh padre!-exclamó llorosa. Dave los observo silenciosamente discutir, cuando se suponía que Nicolle debía aceptar sumisa los dictados de su padre. ¡Oh, cuanto trabajo tendría el Marqués con la niña! Pues para todos en la familia, era bien sabido que Nicolle Kennedy París, a su corta edad, ya tenía serios problemas para seguir las reglas de la sociedad. Y él, estaba seguro que su pequeña hermana, llevaría eso mucho más lejos y sería un verdadero desastre al momento de ser presentada ante todo londres. Nicolle paso de la melancolía a estar molesta. Y tras un bufido nada correcto, se dió media vuelta y echó a correr. -¡Oh!-se lamento su padre-¿Será posible tanto descaro en una sola persona tan pequeña? -Deberías enviarla a un colegio de señoritas. -Me temo que sería una perdida de tiempo. ¡La expulsarían en un par de días!-exclamó. Y Dave tenía que reconocer que esa era la posibilidad más alta. -¿Te imaginas?-se horrorizo el Marqués-Suficiente tendrá con las manchas que su carácter dejará sobre su reputación para además añadirle que es echada de uno de los mejores colegios. Ningún noble la aceptará. Su padre negó cabizbajo ante la idea. Y lo cierto era que su hermana, tenía más posibilidades de quedarse soltera y cuidando gatos, que pescando un buen marido. -Aún no entiendo cómo es posible que dos seres que surgen de la misma entraña, puedan llegar a ser tan diferentes. -Anthony no es precisamente del todo correcto. -Aún así, tiene más posibilidades de sobrevivir en sociedad que su hermana. Eso era cierto. Anthony, el hermano gemelo de Nicolle, tenía un carácter similar al de su hermana. Sin embargo, el ser hombre le daba ante la sociedad ciertas libertades que a ella no les eran concedidas. Y eso, sin contar que Anthony conocía bien el comportamiento digno de un caballero y podía cumplir con ello si se lo proponía. Algo que Nicolle no parecía entender si quiera en su caso. -Pero dejemos de hablar de ello. Y vayamos al punto por el cual te cité. Dave asintió a la espera de conocer la urgencia que su padre tenía. -Me ha surgido un negocio importante a las afueras de londres. -¿Quieres que vaya en tu representación padre? -No. Iré yo. -¿Entonces? -Lo que si necesitaré es de que te encargues de la presentación en sociedad de tu hermana Kayla. Dave miró a su padre horrorizado. ¿Encargarse de la presentación de Kayla? Su padre no podía estar hablando en serio. Hacerlo, implicaba soportar el acoso de las madres con hijas en edad casadera y de las mismas debutantes.
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