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2159 Words
Observaba como su madre desaparecía a la distancia, aunque gritará, pataleara, le pidiera que no la abandonara, esta no detenía sus pasos. Entonces abrió los ojos abruptamente, sintiendo sus mejillas húmedas por las lágrimas, maravilloso, hace años no soñaba con su madre. Observo la habitación donde se encontraba y al no distinguirla, se puso de pie inmediatamente y al sentir un frío en sus piernas, bajo su mirada lentamente encontrándose con que ¡No tenía sus pantalones! Los busco con su mirada, aterrada, se los puso de manera torpe y salió como pudo del enorme apartamento. Definitivamente estaba loca, no recordaba lo que había sucedido la noche anterior y eso que no había bebido ni una sola gota de alcohol, corrió por las calles de la ciudad, encontrándose en un barrio demasiado apartado de donde vivía con Julián ¡Perfecto! Tendría que caminar hasta llegar a casa. Lydia Florez. 20 años. Alfa recesiva. Básicamente esa era toda la información que podía decir sobre si misma. No tenía familia, no asistía a la universidad, mucho menos tenía un hogar. Cuando cumplió la mayoría de edad pudo huir de casa de su padre y desde entonces se alegra de no habérselo encontrado en las calles de su ciudad. La historia de su madre es cuento aparte, aquella que la abandono por irse con un hombre más adinerado que su alcohólico padre, era un tema difícil de hablar para la rubia, algo que prefería guardarse para si misma. En la vida solo contaba con una persona, Julián Bermúdez. 23 años. Alfa. El pelinegro había sido su amigo desde el instituto, luego de graduarse le ofreció vivir juntos en el apartamento que sus padres le habían obsequiado y le había parecido una grandiosa idea, Julián era sin duda alguien curioso, era alto, de cabello n***o, sonriente y alguien trabajador, que al contrario de Lydia, se encontraba asistiendo a la universidad. A Lydia no le hacía falta, no era su sueño después de todo, si le preguntan cual era su sueño definitivamente respondería ¡Casarme con un omega adinerado y que me mantenga! Esa sería la respuesta más sincera que puede dar. Pero no era para nada atractiva, su cabello rubio lacio caía por encima de sus ojos almendrados; color miel, sus labios gruesos y rosados, su estatura baja a comparación de otros alfa y su delgado cuerpo ¡Era una farsa de alfa! Eso lo sabía. — H-Hueles demasiado bien... Lydia detuvo sus pasos ante aquel recuerdo ¿Qué diablos fue eso? Se preguntó. — Y dices que no eres un omega —bufó. ¿Qué hice? Su cuerpo se tambaleó hasta chocar con la pared y todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a su cabeza. ¿Por qué le había pedido eso a ese alfa? Su cabeza se movía de un lado a otro de manera rápida. Entonces recordo algo, necesitaba ir al hospital y con urgencia. [...] — Al parecer si hubo un error —el doctor comento apenado— Esto es un error poco común, al parecer se ha presentado formalmente como omega —miro apenado a Lydia— ¿Quiere que le comente sobre las recomendaciones? — ¡No! —grito— ¿Soy una omega? — Le recomiendo que consiga supresores que vayan de acuerdo a su cuerpo o de lo contrario no servirán para nada, recuerde usar protección sino podría quedar en embarazo y por ultimo, cuidarse en las etapas de celo, para los omegas recesivos es difícil de controlar. — ¿Embarazo? —preguntó perdida. ¿Podía quedar embarazada si no se cuidaba? Parecía ser el fin del mundo para la rubia. Presentarse como omega a los 20 ¡Porque tuvo ese destino tan cruel! De manera lenta, casi agonizante, se puso de pie y camino hacia la pared del consultorio. No aceptaba su realidad. — ¿Señorita Florez? Sus pequeñas manos palparon la pared, llevo su cabeza hacia atrás y tomando aire, tomo impulso y golpeo su cabeza con la pared de manera violenta. — ¡Señorita Florez, qué diablos hace! —el doctor se puso de pie y corrió hacia Lydia, quien yacía tendida en el suelo. — Quiero morir... —se lamentaba. — Déjeme curar esa herida —suspiro, ayudando a poner de pie a la rubia. — ¿No hay algún procedimiento para volverme un alfa? —pregunto lagrimeando— Por favor, doctor. No quiero ser una omega. — Tal procedimiento no existe —le sonrió que dulzura— Pero puedo darte libros con toda la información sobre omegas recesivos ¿Qué te parece? También puedo regalarte supresores, ser omega no es tan malo, además es maravilloso, eres una señorita joven y hermosa. Podrás formar una familia fácilmente. ¿Una familia? Pensaba. — Lo dice porque es un beta ¿cierto? —preguntó al borde del llanto— ¡Estoy arruinada! — No exagere, señorita. De manera adolorida se sentó en la silla y espero pacientemente a que el doctor pusiera una curita en su frente, ya sentía el gran chichón que tendría en su frente más tarde. ¿Una omega? Suspiro, debía adaptarse a su nueva vida. Agradeció algo avergonzada al doctor por la escena bochornosa que había dado en el consultorio, pero es que vamos, no todos los días te enteras que no eres alfa, sino una omega ¡Una gran sorpresa! Y salió rumbo al apartamento que compartía con Julián, esperaba que no tuvieran inconvenientes en compartir su hogar, sino estaba aun más arruinada. [...] — ¿Una omega? —preguntó sorprendido el pelinegro. — ¿Crees que pueda seguir viviendo aquí contigo? —pregunto cubriéndose con las sabanas. — No te preocupes por eso, Ly —Julián le sonrió— Este sigue siendo tu hogar también. Además ¿A donde irías si no te quedarás aquí conmigo? — Puedo pagar una habitación —respondió dudosa— Él dinero que he ahorrado trabajando... — Pero eso no será suficiente —comento el pelinegro— Quedate aquí, prometo que te cuidaré, como siempre. — Juli —los ojos de Lydia brillaron— Eres como un sol, enserió gracias... Cuando sea millonaria, te pagaré todos los viajes que desees. — Ya lo dijiste. Lydia se lanzó a los brazos del pelinegro de manera cariñosa. Su relación de amistad había sido de esa manera desde el momento en que se conocieron, pues Julián era como él hermano que nunca tuvo y siempre la cuidaba, porque a pesar de ser una alfa en el pasado, siempre fue el foco de las burlas y los problemas, su vida en el instituto tampoco fue muy divertida que digamos. Y para ser claros, nunca hubo una atracción entre ellos. Suspiro en medio del abrazo y sintió como el sueño empezaba apoderarse de su cuerpo, ahora era Lydia Florez, la omega recesiva y aunque le costará debía aprender a vivir de esa manera. — Debo conseguir un trabajo rápido —murmuro entre el cuello de Julián. — No te preocupes por eso, tengo dinero suficiente para pagar este lugar y nuestras comidas —dijo acariciando el cabello de la rubia. — Quiero devolverte el favor —respondió adormilada— No quiero que tú mamá vuelva a regañarte por mi culpa... Aunque su mejor amigo fuera un sol, la madre de este, una alfa también, no era alguien agradable y siempre había visto a la rubia como un parásito que quería arruinar la vida de su único hijo. El mundo de los sueños parecía bastante cómodo, soñaba entre montones de billetes, mientras tomaba un baño en su inmensa bañera. Pero entonces, de pronto sintió como si alguien la estuviera observando, los billetes se habían esfumado y sintió el miedo invadir su cuerpo. Un golpe seco hizo que abriera los ojos asustada. La casa se encontraba a oscuras y Julián no se encontraba a su lado. Escucho voces en la sala y como pudo se puso de pie y camino despacio hasta encontrarse con la figura de la madre de su mejor amigo. ¿Qué hacia la mujer a esas horas en la casa? — ¡No puedes quedarte con esa mocosa en esta casa! —gritó furiosa— Te lo prohíbo, Julián, sobre mi c*****r. — Lydia no tiene donde quedarse —respondió de igual manera el pelinegro— Prometí ayudarla, te guste o no —su mejor amigo parecía molestó. — ¿Crees que puedes hablarme de esta manera? —preguntó mirando por encima a su hijo— A mi, tú madre. Y diablos, no quería que su amigo tuviera problemas con su familia por su culpa, por eso aunque sus piernas temblaran y se sintieran como espagueti, dio un paso adelante, cayéndose vergonzosamente, llamando la atención de ambos alfas. — ¿Lydia? — Juli —rápidamente se incorporo, poniendose de pie totalmente avergonzada— Me iré —musito. — No le hagas caso a mi madre, tú puedes quedarte el tiempo que necesites —respondió apenado. — Tengo ahorros —comento nerviosa— Así que puedo conseguir un lugar para dormir —quiso sonar convincente. — Quedate esta noche —pidió— Aunque sea quedate esta noche. La pelinegra observo a su hijo de manera seria y asintió, dándole permiso y abandono el apartamento. Aunque no había cruzado mirada con la señora Bermúdez, su sola presencia hacia que el pequeño cuerpo de Lydia temblará. — Lo siento Julián. — Discúlpame tú a mi —murmuro avergonzado— Prometo que mañana te ayudaré a encontrar un sitio donde puedas dormir ¿De acuerdo? Ahora regresemos a la cama. Algo que le sorprendía de Julián era lo diferente que era de su familia, todos alfas dominantes, de presencia temible, violentos. El pelinegro no era así o eso percibía la rubia, su amigo era como un sol y dulce como un algodón de azúcar, era alguien cariñoso y raramente decía malas palabras, no como ella, que insultaba a todos por gusto, Julián Bermúdez era un alfa diferente y por eso era su mejor amigo. Agradeció que no la echarán a la calle a las 11 de la noche, pues no encontraría un sitio donde dormir y esperaba tener suerte al día siguiente encontrando un buen lugar, también esperaba que sus ahorros fueran suficientes. Siguió al pelinegro hacia la habitación y quiso llorar del enojo que sentía, a buena hora venía a presentarse como omega y daba problemas. — ¿Crees que encuentre un buen sitio mañana? —pregunto tapándose con las sabanas. — Hablaré con un amigo para que te ayude ¿Qué te parece? Creo que este chico del que te hablo, es como una especie de mejor amigo de una familia adinerada y tienen varios edificios a nombre de la familia, espero pueda conseguir algo para ti. — Eso suena genial —comento sonriéndole a su amigo— Gracias por siempre ayudarme, Juli. No se que hubiera hecho sin ti todos estos años de mi vida. — Somos mejores amigos ¿no? — Si, casi hermanos —le siguió el juego. — No me agradezcas más y descansa. Has tenido suficiente con todo el asunto de ser omega, iré a darme una ducha, tú deberías descansar. Y fue como una orden, porque los ojos de Lydia empezaron a cerrarse, escucho los pasos de Julián alejándose y luego el sonido del agua caer, un buen sonido para dormir como bebé. [...] Flashback — Debes sentirte aliviada de ser una alfa —su padre hablaba— Sino ya te habrías marchado con cualquier hombre como la asquerosa de tu madre. Sus brazos ardían y por sus mejillas se deslizaban dos lágrimas cargadas de dolor. Si era una alfa ¿Por qué su padre la trataba de esa manera? No tuvo tiempo de pensar en una respuesta porque sintió un fuerte ardor en su espalda. Uno tras otro, los golpes con el látigo se habían convertido en los favoritos de su padre, siempre que bebía en casa, siempre le pegaba a Lydia. ¿Por qué no huía? Se preguntaba aquello a veces, pero siempre le ganaba el pensamiento, ¿Por qué sigo con vida? Aún continuaba en el instituto, no podía simplemente escapar. Tenía la esperanza de graduarse e irse, pero debía esperar un poco más, debía soportar todo ese dolor unos meses más y podría ser libre del hombre con quien su madre la abandono, dejándola en una prisión sin salida, dejándola a su suerte. — Incluso te pareces a ella —su padre acaricio su cabello— Su cabello rubio, lacio; precioso, su pequeña y delicada espalda, incluso su maldito olor —otro golpe— Tienes la mala fortuna de parecerte a ella. Las lágrimas caían por sus mejillas de manera inmediata y aunque los golpes quemaran en su piel, ya no le quedaba voz, ya no le quedaba energías para gritar de dolor, para gritar por su vida, porque sabía que al día siguiente, su padre actuaría como si nada hubiera ocurrido, como siempre hacía.
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