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Honrar el pasado o perderse en él (Libro #2)

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TERMINADA Y GRATUITA.

Continuación de la novela “Honrar el pasado o perderse en él”.

Dalila Rivas es una estudiante de intercambio en el extranjero, con un aura peculiar que atrae a las personas. En el instituto, encuentra a un joven con las mismas características físicas que su primer amor. Su objetivo principal era acercarse a personas relacionadas con él para crear un camino y alcanzarlo, hasta que conoce a Diego Navarro, de quien se enamorará perdidamente. Con el paso del tiempo, logra conquistar a a Diego e inician una relación.

Todo es color de rosa hasta que un engaño los hará separarse. Dalila experimentará nuevas emociones fuertes que sacarán a la luz su verdadero carácter.

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¿Quién es la víctima?
¿Eh? ¿Qué pasa? Todo se vuelve borroso. No soy buena con las emociones fuertes, y menos si me afectan negativamente. Retrocedo un paso, con la vista al suelo y el ceño fruncido. Mi mente es un enredo, no logro reaccionar después de aquél impacto, tantos pensamientos surgiendo al mismo tiempo, chocando entre sí, me da una sensación de mareo. Siento náuseas y una presión en el pecho, ¿estaré exagerando? ¿Qué significa en realidad una traición? ¿Y qué es este dolor? ¿Es por sentir que me arrebataron lo que me pertenece, o me duele que lo haya hecho la que se supone que es mi mejor amiga? Probablemente no he perdido nada, porque nunca lo he tenido. Debería aceptarlo de una vez, Diego nunca fue ni será para mí. —¿Estás bien? —la voz de Soraya me trae de vuelta a la realidad— Pensé que era mejor que lo supieras, no podría continuar cerca de ti actuando como si no hubiera pasado nada, sería cínico de mi parte —agrega. ¿Y bien? ¿Qué esperas que haga? ¿Quieres que me haga a un lado y te deje el camino libre con él? ¡Demonios! ¡¿Porqué no puedo decírselo?! ¡No puedo hablar! Levanto la mirada y me mantengo observándola, con la lengua entumecida. La imagino besando a quien, por error, creí que era mi hombre. Tenía los ojos húmedos hace un rato, pero no he derramado ninguna lágrima hasta el momento. Mis dedos se mueven solos, pero no estoy temblando. Me palpita el párpado del ojo derecho, creo que es un tic. Los latidos de mi corazón aumentan, respiro con fuerza y experimento unas extrañas puntadas en los músculos de mis extremidades. ¿Qué es este sentimiento? No lo conozco. ¿En verdad no hay nada más que pueda hacer? ¿Solo me quedaré de pie frente a ella en estado vegetativo y escurriendo saliva por la boca como si fuera una demente? ¿Qué tan fuerte soy? ¿Hasta qué punto puedo soportarlo? A la única conclusión que puedo llegar con tanto alboroto en mi cabeza es que necesito desatar esta ira. Ni siquiera recuerdo en qué momento lo decidí, pero cuando me di cuenta, mi mano ya había actuado por su propia voluntad, como si tuviera raciocinio. Le había dado la cachetada más poderosa que di jamás. Era la primera vez que tocaba a alguien de forma tan agresiva, ni siquiera yo sabía que algún día tendría el valor de hacer esto o si habría necesidad de hacerlo; y mucho menos, me habría imaginado que con la primera persona que lo experimentara sería con ella. Me palpita la mano del dolor, así que su mejilla debería estar sintiendo lo mismo, por lo que lleva la suya en la zona enrojecida y sus ojos expulsan un cierto líquido acuoso. ¿Lágrimas? De cocodrilo quizás. Aquello me resulta aún más molesto, así que me acerco a ella sin pensarlo, la tomo del cuello de la camisa y la presiono violentamente contra la pared, golpeando su espalda. ¿Quién es la víctima aquí? ¿Ella o yo? Aún no he dicho nada, pero la expresión en su rostro me da a entender que me ha comprendido. Soraya siempre fue buena para leerme, así que solo basta con que me mire a los ojos para ver mi interior, el cual está inundada más de rabia que de cualquier otra sensación. Su semblante demuestra que mi reacción no era la que esperaba, está muy sorprendida. Es más alta que yo, podría hacerme volar con un chasquido de sus dedos; me pregunto si no se defiende por darse cuenta del daño que me hizo o porque simplemente no logra asimilar mi manera de actuar. ¿Esperaba que siguiéramos siendo amigas después de esto? Ni siquiera puedo mirarla sin sentir náuseas. De pronto, un par de manos se posan sobre mis hombros, apartándome de Soraya con una estirada. —¡Dalila! ¡¿Qué estás haciendo?! —reconozco esa voz, es la de Ámbar. No respondo, pues continúo maldiciendo a Soraya en mi mente, con los ojos clavados en ella, cual toro exhalando fuertemente y preparándose para atacar al capote de brega. Ámbar coloca sus manos sobre mis mejillas y me obliga a voltear la cabeza hacia ella. —¡Dalila! —exclama, el cual me hace brincar del susto. Soraya aprovecha la presencia de Ámbar para huir. Doy unos pasos con la intención de iniciar una persecución como una pueblerina supersticiosa va con antorchas tras una bruja, en lo que Ámbar me detiene. —¿Para dónde vas? ¿Qué te pasa? —cuestiona muy preocupada. Cierta adrenalina circulaba por mis arterias cuando tenía a Soraya frente a mí; sin embargo, ahora que ya no está y que a la que veo es a mi querida Ámbar con una expresión de cachorro asustado, esa sensación de furia se desvanece, llegando la tristeza para tomar su lugar. Me acerco a ella y la abrazo de golpe. —Buaaaaaa —me rompo en sollozos, como una niña de dos años que acaba de caerse y se raspó la rodilla. En este caso, tengo raspado el corazón. Duele demasiado.

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