Venganza por amor: Infiltrado

Prefacio

Observo el cuerpo desnudo de Helena enredado entre las sábanas, con marcas inequívocas de lo que habíamos hecho toda la noche. Odiaba darle solo pequeños momentos robados, pero mi trabajo me impedía tener una vida completa a su lado. Esa era la principal razón por la que acepté participar en la última misión que me fue encomendada y luego de eso sería un hombre absolutamente libre.

—Voy a desgastarme si continúas mirándome de esa manera—el sonido perezoso y excitado de su voz me estremece hasta el último rincón del cuerpo. Estoy enamorado.

—He tomado una decisión, Helena. Amo lo que hago, pero te amo mucho más. Esta será la última misión que llevaré a cabo y entonces seré completamente tuyo. Seremos felices y comeremos perdices — susurré a su oído dejando que mi lengua acariciara el lóbulo de su oído, sé cuán sensible ella es.

La escucho reírse. Ese sonido hermoso que me impulsa a continuar todos los días y que me invita a mantenerme vivo en cada misión. Ella, mi adorada Helena.

—No voy a hacerme ilusiones Alex. Esperaré paciente para que ese día llegue y hasta que no te vea con la baja firmada, no voy a creerte.

—Te llevarás una gran sorpresa, agápi mou —(mi amor) le susurro en griego. Sé cuánto ama que le hable en mi idioma natal.

—Entonces…. Voy a esperar por ese día —sonríe de nuevo y mi corazón explota en la más completa felicidad.

Luego de un rápido desayuno la invito a pasar el día fuera, conocer un poquito más de Málaga… caminamos tomados de la mano como dos recién casados por la Calle Larios. Un día de compras para consentirla.

—¡Alex, mira eso! —la escucho decir y giró para ver de lo que la emociona tanto, pero no logró siquiera ver de lo que se trata cuando los primeros tiros se escuchan y a través del vidrio del escaparate veo la razón. Maldigo para mis adentros, mientras trato de sacarla del lugar, pero antes de que pueda dar dos pasos nos vemos atrapados en medio de lo que podría ser un ajuste de cuentas entre mafias.

—Alex —la escucho susurrar, su rostro escondido contra mi pecho y su cuerpo pegado al mío. Ella tiembla como si fuera una hoja mecida por el viento y su miedo me llena de impotencia, mientras busco una manera de escapar.

Disparos vuelven a escucharse y gritos de la gente que corre despavorida buscando ponerse a salvo. Arrastro a Helena conmigo cubriéndola con mi propia humanidad, las balas no son nuevas para mí, pero hoy me causan un profundo terror.

—¡Corre Helena! —le pido al sentir como la bala se abre paso por mi carne y el líquido caliente y espeso de la sangre corre por mi espalda.

—¡Alex!

—¡Corre Helena! ¡Corre y no te detengas! —grito tratando de hacerle entender el peligro en el que estamos.

—¡No voy a dejarte! —la escucho decir y la impotencia se adueña de mí, no puedo permitir que salga herida por mi culpa y como último recurso disparo sin saber exactamente a dónde o a quién. Lo único que deseo es poder sacarla con vida de todo esto, el intercambio de tiros es ensordecedor, las sirenas se escuchan en la distancia y entonces todo sucede en cámara lenta.

El cuerpo de Helena cae al piso y de su pecho borbotones de sangre se derraman, corro a ella ignorando mi propia herida. La tomo en mis brazos, mientras sus ojos derraman gruesas lágrimas.

—Helena, mi Helena —sollozo sin poder evitar que las lágrimas corran por mi rostro.

—Te amo Alex, te amo —murmura en un tono tan suave que sé que la estoy perdiendo.

—¡Una ambulancia! ¡Llamen una ambulancia! —grito sintiendo como el dolor se abre paso por mi cuerpo. Mi garganta se seca y siento que perderé el conocimiento a causa de mi propia herida.

—Es tarde, Alex —me dice y siento que estoy muriendo con ella.

—¡No! ¡No es tarde! La ambulancia está llegando —le digo, pero ella niega ligeramente.

—Te amo, te amo —susurra una y otra vez, mientras sus ojos se cierran frente a mí.

—¡Despierta Helena! ¡Despierta! —le grito y repito las palabras como un mantra, pero ella no se mueve, ella no respira y yo siento que estoy muriendo con ella.

—¡Noooo! ¡Helena!

—¡Helena!