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Alejandro

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Blurb

Lo conocí cuando tenía 25 años, ninguna mujer se resistía a su encanto, sus profundos ojos azules y sus casi dos metros de estatura. Yo no era la excepción. Entro al restaurante donde trabajaba como el dueño del lugar, acompañado de dos hombres más que no les llegaban a los hombros. Me hipnotizo con la primera mirada y me enamoro con la primera caricia.

Sabía que era un hombre prohibido para mí, no solo por la diferencia de edad, sino también, porque era casado. Descubrí sus puntos débiles y él los míos, creamos una pequeña burbuja para disfrutar de nuestra compañía, nuestro romance, pero… ¿Me amaba él tanto como lo amaba yo a él? O su fortuna era más importante que nosotros.

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Capitulo 1
Lena  Tenía 25 cuando lo conocí, estaba trabajando como todos los lunes en la mañana, eran solo las 7:30 AM, este lugar parecía un cementerio, cosa que no era normal, pues los ricos siempre venían a tener desayunos productivos a este restaurante y desde muy temprano en la mañana los clientes llegaban y llegaban como una oferta de 2x1 en un supermercado, con sus elegantes trajes y sus zapatos de tacones, no era que los odiaba, Porque nadie en su sano juicio odiaria tener dinero y más cuando se vive en un país como este, tercer mundista y donde no se pagaba lo suficiente a la clase obrera. Yo sabía de eso, pues, llevaba una vida simple en mi patética existencia de adulta Millennials independiente. Sostenía tres trabajos para poder pagarme una maestría, no ganaba lo suficiente, por eso aceptaba todos los trabajos que encontraba, para ayudarme a llegar a fin de mes. Ya guardaba una buena suma de dinero, esperaba ganarme una media beca y entrar en unos meses a continuar mis estudios. Pero me estaba saliendo del tema; entro al restaurante como amo y dueño del lugar, iba con dos hombres mucho más jóvenes que él. Gozaba de una sonrisa de Don Juan. Se soltó el botón de la chaqueta del traje antes de sentarse, en un movimiento fluido y con el que de seguro cautivaba a todos. Tenía el pelo n***o y canoso, una barba perfectamente afeitada y peinada, era alto, tal vez de casi 1 metro con 80, la espalda ancha bajo el traje. Debería de ser de unos 40 y tantos. Me apresure para atenderlo yo, así que cambie de mesa con mi compañera de trabajo Amy, la cual llevaba una resaca de muerte esa mañana, no se negaría a aceptaba cualquier cosa que una le propusiera, con tal de seguir sufriendo su resaca. Me acerque a su mesa para atenderlos, con mi mejor cara. –Buenos días, ¿Cómo podemos servirle? – le sonreí coquetamente a los tres, pero me quedé mirándolo fijamente a él, todavía con los labios extendidos. Los tres me devolvieron el saludo, escanearon el menú en sus celulares. Trate de disimular mi mirada, me fue imposible. Aquel hombre poseía un aura demasiado llamativa. – A mí tráeme un café n***o con leche. – hablo el de mi derecha, llevaba un traje n***o de tres piezas, y una camisa blanca lisa debajo de la chaqueta. Asentí y anoté su pedido. Era guapo no se podía negar, con el pelo corto casi al ras, unos ojos cafés oscuros, de piel canela, labios delgados. Le volví a sonreír antes de voltearme a él, que estaba frente a mí. –Yo pediré un Cappuccino italiano sin crema y sin azúcar. – le dedique una sonrisa de lado y lo mire por encima de la libreta, me mordí lentamente el labio antes de volverme hacia el otro tipo. –Solo un café n***o. – volví asentir y terminé de anotar sus órdenes. El tercero se veía más joven, con el pelo alborotado n***o, ojos verdes, nariz perfilada, labios delgados. –En unos minutos le sirvo. – enfile mi mirada hasta su perfil antes de darme media vuelta e ir hacia la barra. Le pase la hoja con la orden a Juan, el bartender y barrista del restaurante, mire por encima de mi hombro hacia la mesa donde estaban, descubrí que también me estaba mirando, le dedique una sonrisa de lado para luego dirigir mi cara a otra parte. Amy, me saludo con mala cara al pasar por mi lado, le devolví el saludo, guiñándole un ojo. –Gracias, Juan– tomé los cafés, lo puse en una bandeja y fui directo a la mesa, me incliné un poco para dejarles su pedido. –Muchas gracias, señorita– me agradeció el hombre de mi derecha. –De nada– le respondí coqueta, de vez en cuando me gustaba coquetear con los clientes, la mayoría eran educados y no pasaban de ahí, pero había otros que eran puro machito. Una vez me toco llamar a una seguridad para que me quitara las manos de encima de un señor. –¿Cuál es tu nombre? Si se puede saber– volvió hablar, me enderece y lo mire de reojo. –Por supuesto, me llamo Helena– no le di mi apellido, porque no lo vi conveniente. –Un gusto, Helena. –Igualmente, señor. – le sonreí educadamente y me marché de allí, moviendo mi trasero más de la cuenta. Al volver a la barra, me quise desplomar al suelo suspirando. Tuve que recomponerme porque en ese momento habían llegado otros clientes y me tocaba atenderlos, aunque ni tonta ni perezosa caminé alrededor de la mesa donde ellos estaban. …. Unas semanas después seguía soñando despierta con esos ojos, profundos, ese cabello canoso, se me dificulto concentrarme en otra cosa que no sea él, para mi desgracia no volvió al restaurante en mis turnos. Sin embargado, dos domingos después de ese furtivo encuentro el mundo me sonrió, debía de agradecer que Santo Domingo no era una ciudad tan grande, estaba caminando por los pasillos de un supermercado, con mi celular sujetado en mi oreja izquierda y dos paquetes de Tostitos en la derecha, necesitaba encontrar queso ricotta y crema para unas salsas, mis amigas me estaban apurando para que llegara a su casa. –Jimena, tranquilízate, ya solo me falta el queso. Llego en unos 30 minutos… – me interrumpí al levantar la mirada– te llamo cuando vaya en el taxi– colgué sin esperar su respuesta, me quede de pie entre el pasillo de los quesos y los congelados. –Pero tío Ale, yo quiero chocolate no vainilla– estaba paralizada con la escena que se daba frente a mí, era él, de eso no podía equivocarme, esta vez no vestía traje, iba informal con jeans azules, botas y una camina de rayas negras y blancas con las mangas dobladas hasta los codos, un carrito de supermercado estaba frente él repleto de productos y había una niña sobre el carrito, sentada en la parte de arriba, movía sus piernas en el aire, tenía el pelo castaño claro, de piel clara, debía de ser de 5 años o menos. Lo agarro por los brazos y lo atrajo hasta ella, sonreí sin pensarlo, esa niña podía dominarlo a su antojo. –¿Quieres que tu mamá te deje salir conmigo nuevamente? – puso sus grandes manos a ambos lados de su cabecita, ella sonrió ampliamente. –Por favor, por favor, por favor– paso unos minutos antes que respirara profundo, se enderezo y se volviera a la nevera, saco un bote de dos litros de helado de chocolate, la pequeña aplaudió emocionada. Sin pensarlo mucho me acerque a ellos. Mi boca cobro vida propia. –Buenas tardes– ambos se dieron media vuelta y me miraron, Sí, era él, sonríe mostrando mi fila de dientes –¿Podría por favor pasarme un bote de helado de chocolate? –Por supuesto– hablo el hombre, quien le paso el helado a la niña, lo tomo sonriendo. –Esta frio, esta frio– grito. –Ya va, Karen– su voz cambiaba al hablarle a ella, era más dulce y afectuosa. Tomo el helado extendiéndolo hacia mí –¿Te he visto antes? –Creo que sí– medio mentí porque por supuesto que me has visto antes, me mordí un poco el labio inferior, poniendo cara de que estaba pensando. –Ah sí, creo que vas al restaurante donde trabajo. –Sí, trabajas en el Juliete, Helena ¿cierto? – asentí, agarré el helado. –Sí, esa misma. Muchas gracias – realmente no quería helado, pero no se me ocurrió nada más en ese momento. – estoy en desventaja, usted sabe mi nombre, dado que yo no el suyo– lo mire a los ojos fijamente. –¡Oh claro! mi nombre es Alejandro Vittini– jamás en mi vida había escuchado ese apellido, así que tenía que ser alguien muy importante y rico. –Un gusto señor Vittini. –Por favor, nada de señor, solo Alejandro. –Claro, Alejandro. –Tío mi helado se derrite. –Ya nos vamos, Karen. –No lo detengo más– mi voz sonó melódica, comencé a caminar, pero su voz me detuvo. –¿Helena? – me mordí el labio antes de darme media vuelta. –¿Sí? –No me dijiste tu apellido. –¡OH! Lo siento, Martínez, Helena Martínez, aunque todos me llaman Lena. –Un gusto, Helena– me quede allí parada por más tiempo de la cuenta, hasta que desapareció de mi campo visual. Eso me hizo que llegara más tarde de la cuenta a la casa de Jimena, aunque valio toda la pena, llegue sin queso, pero con Helado. Al final terminamos pidiendo pizzas por delivery. No les conté sobre Alejandro, quería guardarme todo lo relacionado a él para mi sola. Tampoco era que tenía mucho que contar en ese momento. Mientras Jimena y Clara hablaban, yo me concentre en mi celular, entre a ** y puse su nombre en el buscador, no conseguí ninguna respuesta, pase a f******k y fue igual, nada. Entre a Linkedin, si no tenía perfil aquí me daría por vencido, escribí su nombre, solo esperaba estar escribiendo su apellido correctamente, se me ilumino el rostro al ver un perfil con una foto suya, era la típica foto de empresario, su perfil no era muy activo pues solo daba la información básica: Alejandro Vittini, ingeniero industrial, maestría en inteligencia y digitación de negocios, maestría en negocios internacionales, CEO del grupo Vittini y Asociados. ¡MADRE MIA! me quede mirando el celular con la boca abierta, agrande su foto con los dedos, observe la imagen, en sus ojos parecían de un intenso color oscuro, aunque no podría afirmarlo, en la foto el cabello se le apreciaba más corto y n***o, su barba era apenas visible, deduje que la foto debía de hacer de algunos años atrás. –Tierra llamando a Lena– levante la mirada a mis dos mejores amigas. –¿Qué? – les dije con la voz ronca, me aclare la garganta– que diga… sí –¿En qué rayos estás pensando? – me hablo Jimena. –En nada, solo estaba viendo algo aquí. –Ok, estábamos hablando sobre las protestan que se realizaran en la plaza de la bandera, nos gustaría que fueras y tomaras algunas fotos, quedarían perfectas en el perfil de Bonhomía, que nos relaciones más con la situación que está pasando el país, tal vez Cristian nos puede ayudar con un video documental y explicar la situación, entrevistar a algunas personas. –Sí, claro que me anoto, también he trabajado en algunos diseños para la identidad visual de la cuenta. –Yo he ido creando el plan estratégico y todo– seguimos hablando al respecto, entre las tres estábamos montando una especie de agencia digital, Jimena era la cara, porque ella estudio comunicación y relaciones públicas, además de que hablar frente a la cámara era lo suyo, lo disfrutaba más de la cuenta, Clara era la mercadóloga y estaba especializándose en Marketing digital, quedaba yo, que estudie diseño gráfico y fotografía. Queríamos que nuestra agencia se enfocara en la imagen visual y estratégica en medios digitales, darle una identidad diferente y que llegaran a nuevas generaciones, pues vivir en un país tercermundista no generaba una confianza ni comunicación entre las empresas y las nuevas generaciones. En los últimos días el país estaba pasando por una crisis política, pues el gobierno actual llevaba 12 años en el poder, los jóvenes queríamos cambiar eso, para poder tener mayores oportunidades, ya que era algo casi imposible, se estaba viviendo una crisis también económica, muchos de los altos mandos del gobierno eran denunciados por corrupción, pero nada llegaba a concretarse. El pasado 18 de febrero debieron ser las elecciones, a mitad del proceso se cancelaron, era la primera vez en la historia que se paralizaban unas elecciones, se había denunciado fraude, esta vez eran realizadas totalmente digitales, desde ese día miles de jóvenes nos presentamos en la plaza de la bandera de la ciudad para protestar, estábamos siendo apoyados por algunos medios y figuras públicas, queríamos hacer más, necesitábamos un cambio.

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