Capítulo 3

2592 Words
Alejandro Saludo al valet parking cuando le entregó la llave de mi vehículo. –Buenas tardes, señor – me devuelve el saludo, sonrió educado y me dispongo a caminar a la entrada del restaurante, la recepcionista me sonríe mostrando su fila de dientes. –Buenas tardes, señor Vittini. ¿Desea su mesa de siempre? –Buenas tardes, Giselle. Sí, pero me sentaré en la barra hasta que llegue Henry. –Por supuesto, lo acompañó– teclea para anotar mi visita. –No te molestes, muchas gracias– veo la decepción en sus ojos. –Como desee. – le dedico mi mejor sonrisa, sigo mi camino, recorriendo con la vista el local, no está en su punto máximo, y por primera vez me agrada eso. Siento como las comisuras de mis labios se levanta, se remueve algo primitivo al verla, mentiría si dijera que ella no es la razón por la que estoy aquí un lunes a la hora de almorzar, solo acostumbro a venir en la mañana ciertos días al mes. Las personas llegan a reconocerse con facilidad, no es que me desagrade la idea de ser adulado, es solo que a veces molesta un poco. Los empleados suelen darme tratos de preferencia desde que saben que soy el dueño. Esa misma mañana había pedido las nóminas de los empleados, solo para saber cuál era su horario, me encontré raro que solo trabajara tres veces a la semana por las mañanas. Se encontraba detrás de la barra, sirviendo unos cafés al tiempo que los acomodaba en una bandeja. Se mordía disimuladamente el labio, se le veía concentrada. El uniforme le quedaba más ajustado que a las demás chicas, resaltaba los hombros y sus pequeños senos, la blusa negra se perdía debajo de sus pantalones, los cuales le quedaban lo suficientemente ajustados en el trasero y las piernas. Seguía conservando en mi mente el movimiento de su trasero. Me sentía sucio por aquellos pensamientos, años de que una mujer no me provocara de esa manera, que me trajera con la cabeza en las nubes, no desde principios de mis 20s. Me senté frente a ella, soltando el botón de mi chaqueta. –Buenas tardes– dije, al principio no noto mi presencia, no hasta unos segundos después que se le derramó el café y ensucio la barra. –Lo siento, lo siento– levantó la cabeza y me tope con aquellos ojos almendrados, cafés profundos, llevaba el pelo sujeto en un moño alto, unos mechones rizados le caían en la frente, dándole un aspecto de sofisticación. Me miró sin creer que era yo quien estaba sentado frente a ella. –Hola– me devoró con aquella intensa mirada. –disculpe, Buenas tardes, señor Vittini, ¿cierto? –Sí, Helena– me sorprendí yo mismo al pronunciar su nombre más suave de lo que pensaba. –¿Le puedo servir en algo? – sonrió, mostrando la línea de dientes blancos. No tenía intención de consumir nada hasta que llegara Henry, pero necesitaba una buena excusa para estar allí y entablar una conversación con ella. –Sí, cariño. Un st. Clements, por favor. –En seguida– lo anotó en su libreta y se fue en dirección donde estaba el bartender, vi todos los movimientos que realizó antes de volver al lugar donde estaba. Limpio el desastre que había hecho antes, sentí mi celular vibrar en el bolsillo de mi chaqueta, lo saqué y vi el nombre de Roberta en la pantalla, bloqueé la pantalla y me lo volví a guardar. –Ya vuelvo con su bebida– asentí, se llevó la bandeja con los tres cafés y salió de detrás de la barra. Regreso más rápido de lo que esperaba, fue por mi bebida y la coloque frente a mí. –Gracias. –De nada– me sorprendía que una persona con su talento trabaja de mesera– ese es un trago muy raro– le di un sorbo a la bebida. –¿Por qué lo dices? –Es una bebida para disimular que no bebes alcohol. –¿La has probado? –Sí. –¿Con gin? –Sí, no la he probado sin alcohol. –¿Quieres probarla? no tiene gin. –¿Está seguro? –Claro, no hay problema. – puso sus brazos sobre la barra y se alzó sobre ella, llevé el vaso hasta su boca, dio un trago mirándome por encima del vaso, sonreí. Se alejó pasándose la lengua por el labio superior. Me quede con aquel gesto grabado en mi mente. –Delicioso. Podría convertirse en mi bebida sin alcohol favorita. – no dije nada, mi mente estaba concentrada en aquellos labios carnosos, pintados de rosa claro. –Disculpe– ambos miramos en dirección a la nueva voz. –señor Vittini, el señor Gibson acaba de llegar. –Muchas gracias, Giselle. Voy en seguida. – cuando estuvo lo suficientemente lejos me giré hasta Helena, tomé mi trago. –ya nos volveremos a ver, Helena. –me puse de pie en dirección a mi mesa regular. Salude a mi mejor amigo con un abrazo, conocía a Henry desde los 7 años, todas las locuras que he cometido en mi vida han sido por este sujeto. –¿Cómo estás? –le pregunto mientras nos sentamos, dejó el vaso en la mesa después de darle un trago. –Todo bien, quería comentarte algo... – dice con entusiasmo, pero desconecto de inmediato, Helena viene directo a nosotros y tuerce sus labios en forma de una sonrisa sin mostrar los dientes. –Buenas tardes, señores, seré su mesera este día ¿Cómo puedo servirles? – veo la mirada que le ofrece Henry, un sentimiento de celos me retuerce el estómago, ¿pero qué rayos le pasa a mi cabeza? mi amigo la mira como si fuera un delicioso postre de chocolate, ¿Estaré mirándola yo de la misma manera? –Hola, preciosa– se apresura de decir, ella dirigió su mirada al hombre que le sonríe con malicia. –Hola– le muestra una delicada sonrisa, ignorando la mirada que le da. –¿Están listos para ordenar? –¿Nos das unos minutos? – le digo yo, porque quiero que se quede unos minutos más. –Por supuesto. – se coloca las manos detrás de su cuerpo. Puedo ver su figura completa en aquella posición, su cuerpo está lleno de curvas, su silueta es de reloj de arena, con una delgada cintura, lo que hace que su cadera sobresalte. Dejó de mirarla porque siento como el cuerpo comienza a responder. –Yo ordenare un Angolotti Sureño– Henry se me adelanta, la veo traer sus manos adelante y anota lo que le ha ordenado, luego mira en mi dirección. Nuestras miradas se encuentran por unos segundos y sin dejar de mirarla hago mi orden. –Una ensalada fresh de salmón. –¿Desean algún acompañamiento? – habla mientras escribe. –Unas papas fritas dobles– se me vuelve a adelantar Henry. –¿Algo de beber? –Tráeme otro st. Clements. –¿Con gen? – la miró y sonrió sin mostrar los dientes, como si compartiéramos un secreto. –Con gen. – se voltea a mi amigo. –¿Usted no desea una bebida? –Sí, una piña colada virgen. –En unos momentos vuelvo. –se da media vuelta y nos deja solos, me quedo mirando el espacio vacío que ha dejado. –Hombre, ¿qué ha sido todo eso? – parpadeo y miro a mi amigo. –¿De qué hablas? –lo miro con total ignorancia. –Casi te comes a esa chica con la mirada –doy el último trago de mi bebida. –Pero qué dices, hombre. Si es una niña. –No vas a negarme que tiene un cuerpazo. – no puedo mentirle, pero no me atrevo a hablar de ella con él. –¿Y de qué querías hablar? –Tengo que buscar excusas para juntarme a comer con mi mejor amigo. –Pero si tú eres el que vive más en un avión, nadie puede localizarte. –Bueno, si tú quisieras atender tus negocios en el extranjero no tendría yo que viajar tanto. –Como si eso te molestara. –No me estoy quejando– ambos nos reímos mientras nos seguimos atacando hasta que vuelve Helena con nuestras bebidas, se disculpa antes de inclinarse y dejar las copas en la mesa. Se va y como si mi mirada tuviera vida propia la sigo hasta que desaparece. –¡Dios mío! la miras como si quisieras comértela. –¿De qué hablas? –tomó la bebida y me doy un trago. –De cómo la miras, ya me hacía raro que nos juntáramos aquí a estas horas. –lo miro serio, él no parece inmutarse con mi mirada. –deberías cogértela. –No te expreses así, es una mujer no una cosa. Sabes que no haría algo así. –Esta vez deberías, tiene un culo para morirse– se ríe, pero yo lo sigo mirando fijamente, me molesto por su comentario tan machista. –Por favor, deja de hablar así. –Ya me conoces, no sé de qué te sorprendes. –ella regresa con nuestra comida, trato con todo mi autocontrol por no mirarla, pero se me hace inútil. Al inclinarse un poco cerca de mí puedo oler su colonia, huele a vainilla y coco. Grabo ese olor en mi mente. –Gracias– le digo antes de que se aleje. –De nada, a sus órdenes. – Nos volvemos a quedar solos y comemos en silencio, sé que mi amigo quiere tocar el tema de Helena, cada vez que abre la boca para decir algo le lanzó una mirada seria, sabe que no soy como él. Henry se mueve por las mujeres, desde niño fue así, era popular entre las niñas del colegio, siempre supo cómo tratarlas, como hablarles y complacerlas, nunca se ha casado, menos se ha enamorado de una sola mujer. Esta fue la razón que nos unió desde los 7 años, era el extrovertido, y pues yo, introvertido. Eso nos convirtió en un dúo dinámico. Sabíamos tanto el uno del otro, todo lo que hemos hecho. Podría abrumar a una persona. Realmente no era nada importante lo que iba a decirme, así que después de la comida nos tomamos un café, me contó de cómo iban los negocios en el extranjero, hicimos planes para vernos el fin de semana, para luego despedirse y marcharse, no sin antes decirme que debía follarme a Helena o lo haría él, me daba la impresión de que no era de esas chicas, se fue con una sonrisa en los labios. Estuve esperando que el chico del valet parking me trajera mi auto cuando divise su presencia a mi lado, me volví a ver, pensando que mi mente me estaba jugando sucio, realmente estaba allí de pie, con unas gafas de sol bloqueando sus ojos. –Es extraño cómo funcionan nuestras mentes– hablo mirando a la calle, por un momento pensé que estaba hablando sola, sonrió, quería ver sus ojos. –¿Como? – respondí, si alguien nos viera no se imaginaría que estuviéramos manteniendo una extraña conversación. –Como cuando nos percatamos de que algo existe nos aparece en todas partes, como haciéndonos recordar que siempre estuvo allí. – sonreí, porque yo tenía ese mismo pensamiento. –Como cuando te das cuenta de la existencia de un vehículo y desde ese momento lo ves en todas partes, de diferentes colores. –Exacto. Eso es justo lo que me acaba de pasar– susurro. Se levantó las gafas y al fin le pude ver los ojos. –¿Ha terminado tu turno? –no necesitaba responderme, ya tenía memorizado sus horarios. –Sí, trabajo medio tiempo. –asentí, el chico se estaba tardando más de la cuenta. Me alegre que se tardara. –¿Vas a alguna parte? – me arrepentí en el momento que esa pregunta salió de mi boca. No era una persona espontánea, todo tenía que hacerse con una planeación extremadamente antes de que yo hiciera algo como esto. –Realmente, solo tengo que ir a casa. Pero nada importante, ¿tienes algo en mente? – me puse nervioso, hacía más de dos décadas que no coqueteaba con una mujer. –No, solo hablo por hablar. –No lo parece, pero…–hizo una pausa dramática–si te invitara a algún lugar, ¿aceptarías? –Puede que no, aunque suene muy estúpido, siempre estoy ocupado. –quise golpearme por decir eso. –Eso es lo que pasa con ustedes… –¿Con quienes? –la interrumpí. –Con ustedes los ricos, siempre están trabajando, para que sus hijos gasten todo ese dinero, mientras ustedes están estresados por todo. –Gracias a Dios no tengo hijos, no tengo que preocuparme de que ellos gasten mi dinero. –¿Y cómo te gastas tu dinero? –me quede analizando esa pregunta por unos minutos, pues hacía tiempo que no disfrutaba de nada. –Ahí está la respuesta. Ustedes hacen todo el dinero a costilla de la clase media y baja quieres tratamos de disfrutar con lo poco que tenemos. –-Cuando lo pones así me hace sentir una persona horrible. –ella sonrió de lado. –No dije que lo eras, sino la forma en la que te ganas la vida. –No obligo a nadie a que trabaje para mí. –Pero si los explotas. –Bueno, eso no es cierto, todo el que trabaja para mí puede decirte todo lo contrario. ¿Te tratan mal tu gerente? dímelo y ahora mismo entro allí y lo despido. Odio que las personas aborrezcan su trabajo, por eso siempre estoy buscando la manera de mejorar. Por algo mi empresa está en el número uno de todo el Caribe. –me miró boca abierta. –Entonces, eres mi jefe –fue una afirmación más que una pregunta. –Técnicamente sí, aunque no lo digas tan fuerte. –Bueno, ya no podría llevarte a donde pensaba, es prohibido salir con el jefe. –Tu jefe puede hacer excepciones. –Se vería mal que me vieran yendo contigo. –Eso sí. –También podría irme yo delante y esperarte en la próxima esquina, claro si estas aceptando mi invitación. –volví a pensarlo, ¿Sería tan malo que saliera con una persona que no conozco? –Está bien–el chico al fin volvió, Helena hizo un gesto de despedida y cuando me paso las llaves le agradecí y me subí a mi Mercedes Benz Clase GLE 43 AMG n***o del año, no iba a mentir y decir que no me gustaba ser rico, porque a quien en su sano juicio no le gustaría, se tenía ciertos privilegios y más en un país como este. El corazón me retumbaba en el pecho, a una esquina exactamente estaba esperándome, ella dudó un rato, pero luego se subió. –No te arrepentiste–dijo al cerrar la puerta. –Soy un hombre de palabras. ¿A dónde vamos? – la miré de reojo, puse el vehículo en marcha pues el semáforo cambio de color a verde. –Sigue derecho, cuando te diga doblas a la derecha. –¿Vas a secuestrarme o algo? – quise bromear, aunque se me daba fatal. –¿Darían mucho dinero por tu rescate? –Según una famosa revista que no diré su nombre, valgo unos 20,000,000 millones de pesos. –No es tanto, no es bastante para arriesgar mi libertad.
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