Capítulo 4

1529 Words
El día del estreno llegó. Anne me informó que personal de Don pasaría por mí a las 18:00, ya debía estar lista para entonces, lo que no me sería difícil, Marlon, una estilista, una maquilladora y personal de una joyería supervisaban mi apariencia. Yo no hacía nada, solo estaba sentada frente a un gran espejo, escuchando música y bebiendo té helado, me sentía como una modelo antes de entrar a una pasarela. —Me acostumbraré  a esto, lo sé —sonreía a Marlon. —¿Ya miraste tu cuenta de bancos? Casi podrás vivir así —susurró en mi oído, y le di la razón. El mismo lunes de esa semana había 200,000 dólares en mi cuenta, 100,000 para mí y el resto también pero para que lo gastara en ropa, accesorios, zapatos, lo que quisiera, donde la gente me viera. Era el mejor puto trato de la vida. A medida que pasaban los días, me sentía más cómoda en el papel, claro, sin Don, pero no hacía falta, escribía muchas cosas en las r************* que pronto se hacían virales. Me escribieron de revistas de moda, de programas de televisión, me ofrecían desde portadas, sesiones de fotos, entrevistas, hasta mi opinión sobre el cambio climático y las políticas de los gobiernos para ocuparse del asunto. Me sentía una celebridad y lo mejor era que tenía tiempo para atender todo eso y me gustaba. —Voy a extrañar esto —señale el celular a Marlon. Se acercó a mi oído. —Una ex novia también es apetecible para la prensa. Aún más creo yo. Sonreímos como tontos. Cuando estuve lista y me miré al espejo casi arruino el maquillaje, me veía muy elegante, muy bonita, casi no me reconocí en el espejo. Todos aplaudieron, subí una foto solo con un adelanto de mi maquillaje para las r************* , mis seguidores enloquecieron. Entendía porque algunas relaciones en el medio del entretenimiento eran tan falsas y convenientes, se colgaban de la fama de unos y otros. Yo me estaba colgado de la fama de Don Messina. A las 18 de forma puntual recibí la llamada de Anne, debía bajar de inmediato, vi el auto aparcado en el estacionamiento, me subí a la parte de atrás y casi me caigo para atrás de la sorpresa, ya Don estaba allí, me sonrió ampliamente y mis piernas tambalearon. —¿Todo bien? —Sí —fue lo único que atine a decir. Él concentró su atención en el teléfono y Anne me explicaba cómo funcionaba todo, me mostro en una pequeña Tablet el recorrido que haríamos, donde  debíamos parar, que haría la prensa, como debía sonreír, no parecía algo que pudiera disfrutar, había muchas instrucciones que recordar. Levantaba la mirada de vez en cuando para mirar a Don, pero él estaba absorto en sus cosas, ni me miraba. Al final de todo entendí que me colgara del brazo de él, que sonriera hasta que mis dientes se congelaran, que no dijera nada, pestañeara mucho. —Ya sabes, para evitar cometer una imprudencia, mejor no digas nada, limítate a decir: no lo sé, es relativo, tal vez, quizás, si, no —me instruyó Anne. —¡Fácil! Puedo con eso —respondí. Llegarnos frente al teatro donde se estrenaría la película, Don bajó primero y solo entonces dio señales de notar que yo existía, me tendió la mano y se la tome, baje del auto con mucha elegancia y delicadeza, sentí los flashes de las cámaras, toda la prensa acreditada gritaba, coreaban mi nombre y él de Don. —¡Amanda! —repetían todos. Don sonrío complacido, me colgué en su brazo y camine sonriente junto a él, estaba muy nerviosa, no creía poder recordar todas las instrucciones de Anne, pero caminar aún sabía, así que eso hice. Don debió darse cuenta. —Estás temblando. No estés tan nerviosa, verás que no es nada, pronto estarás viendo la película y después de eso, todo será sencillo. Asentí y permanecí en silencio, sus palabras me calmaron, íbamos pasando ya por la mitad de la alfombra, recordé todo, media vuelta, sonreír, posar, para mi sorpresa y la de Don, por la cara que puso, después de posar con él, los fotógrafos me pedía posar sola, lo hice, todos gritaban mi nombre y  Don me veía sonriente. Estaba muy nerviosa, pero había pasado la dura prueba de la alfombra roja. —Lo hiciste muy bien, realmente te aman —sonrió Don. Llegamos hasta donde estaban las cámaras de televisión, los periodistas, oí a Don repetir una y mil veces lo mismo, asuntos sobre la película, los actores, la temporada de premiaciones, los próximos proyectos. Casi todos, algunos querían saber más que de sus proyectos profesionales. —Por fin sabemos quién es la chica qué se robó el corazón de Don Messina, cuéntanos Amanda estás emocionada por la película. —Sí —respondí automáticamente. —¿Cuál es tu personaje favorito? Don hizo un gesto de que nos iríamos. —La teniente Smith, su personaje es muy profundo, espero ver cómo avanza en esta secuela —respondí. Don se mostró sorprendido, solo sonrió. —Eres una fan. —La he visto, como todos —dije y seguí con Don. —Debiste hacerle caso a Anne, limitarte a decir lo que te dijo que dijeras —dijo Don con seriedad. —Pero salió bien. —Pudo salir mal, o pensarán que te he pedido que digas algo de eso. Para la próxima vez limítate a hacer lo que se te pide. Me entraron ganas de llorar, debí respirar profundamente, yo creí que él era amable, fue muy rudo conmigo, solo respondí una pregunta, es una tonta película que había visto mucha gente, podía responder. No me sentí igual a partir de entonces, no hable más. Sentados dentro del teatro, él se levantó a saludar a varios, otros se nos acercaban y él me presentaba como su novia, me limitaba a asentir y sonreír, cuando alguien me preguntaba algo, lo miraba a él primero antes de responder. Odie eso, me maldije por aceptar ese absurdo. Terminó la película, todos, tenían palabras de alabanzas para él y lo actores, a quienes me presentó aparte, iríamos a un after party. A mí la película no me pareció gran cosa, se lo dije. Me miró con cara desencajada pero no respondió. De algún modo me quería vengar de él aunque mi opinión no le importara nada. Para mi sorpresa, había más gente de la prensa dentro de la fiesta, así que debíamos, posar, sonreír, me limite a sentarme junto a él, la gente que me hablaba debió pensar que yo era una petulante, solo asentía, decía: si, no, quizás, tal vez, no lo sé. —Don Messina y compañía —dijo un hombre alto rubio muy apuesto. —Marcel —Lo saludó él. —¿Tienes chica nueva? Me entero por la prensa, mi amigo es incapaz de llamar e invitarme a su mansión o a un paseo en yate a presentarme a su nuevo amor —dijo mirándome. —Ella es Amanda, es reciente lo nuestro, es la prensa la que se ha vuelto loca —explicó Don. —Ya veo. Un placer Amanda, los voy a invitar a mi casa, tengo que contarte muchas cosas de Don para que no te engañe —bromeo. Yo solo sonreía. Se acercó un fotógrafo y pidió una foto. Posamos los dos y disparó el flash. Negó con la cabeza e hizo un gesto pidiendo un beso, Don me miró y asentí rápidamente, él poso sus labios sobre los míos de forma superficial, su boca estaba tibia, el peso de su boca me causo excitación, abrí la boca y dejé que él fuera más dentro con su lengua, fue suave, sutil y delicado pero era un beso con lengua, me aferre de su hombro y lo apreté ligeramente allí, detuvo el beso. Sentía mis labios hinchados, baje la mirada y miré alrededor, todos hacían lo suyo, nadie estaba particularmente pendiente de nosotros, el fotógrafo se marchó y Don regreso a su vaso de whiskey sin mirarme. —Lo siento —dijo. —Está bien, alguno habrá que darle. —Ese en particular era importante, irá a alguna revista en exclusiva, evento privado, nosotros besándonos —explicó. —Entiendo. —Siento si me ofusque más temprano, me aterra que esto no salga bien, perdí un poco la cabeza, lo siento, lo has hecho muy bien. —No me gustó que me tratarás de esa forma, agradezco sinceramente no ser tu novia real, no aceptaría ese trato. Él abrió los ojos como platos, intentó decir algo para defenderse pero desvió la mirada y siguió concentrado en su bebida. —Más bien te traté como a una empleada, lo siento mucho. —Pues eso soy, quizás la desubicada soy yo, pero no aceptaré esos tratos. —Me queda claro. Terminó la fiesta y ya era hora de irnos, la brisa de la noche arrastraba su perfume hasta mis fosas nasales, olía y se veía muy bien, su beso fue cálido, agradecí que hubiese sido un patán al tratarme porque hubiese estado pérdida por él al final de la noche.
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