Capítulo 2

1282 Words
Trataba de entender lo que aquel hombre me decía, pero no podía concentrarme en una idea, él quería que yo fuera su novia falsa para los medios. Era rico y hermoso, parecía un  buen trato, era una  locura. —Yo… —Lo sé ¿Qué ganarías tú? —preguntó él. —No… —Entiendo que esto será estresante para ti, yo te pagaré. —¡No! ¿Cómo a una prostituta? Yo no, no claro que no… —No, Amanda, no haremos nada, no como una prostituta como mi novia para los medios, yo podré continuar con mi relación y… —La mujer, es aquella mujer que casi me tumba en la arena ¿cierto? El afirmó con un gesto y miró a Anne. —Haremos un contrato, firmarás una cláusula de confidencialidad y fijaremos un monto para que luzcas como la novia de un hombre millonario —dijo Anne. —Claro debo lucir como la mierda. Él rió y negó con la cabeza. —La gente está esperando que uses Gucci y Balenciaga. No es nada malo con tu estilo y tu forma de vestir. Espero que entiendas porque esto lo estoy necesitando mucho —dijo Don. —¿Puedo pensarlo? —Claro, tomate tú tiempo pero considera que mañana cuando vayas al trabajo quizás, bueno de hecho quizás no puedas ir, habrá paparazzis, siento mucho esto pero quizás debas renunciar o pedir un permiso extendido. —¿Qué? —chille. —¿Hablaste con tus jefes? —preguntó Anne. —No, yo, me han escrito, pero me ha escrito tanta gente. —Necesita hacer esto Amanda —aseguró Anne. —Quédate a comer conmigo, revisa acá el acuerdo, llama a un abogado de tu confianza, tomate tu tiempo —dijo Don. Anne hizo que me sentara y sacó unos documentos que coloco sobre el escritorio, me pidió que los leyera, ella me explicaría todo, Don me miraba con una sonrisa amable, parecía un buen hombre. Después de pasar horas leyendo y aclarando los términos del dichoso contrato, acepte, firme todo y confié en ellos. Me aseguraron que al día siguiente tendría en mi cuenta una suma considerable para que gastara o hiciera lo que quisiera considerando que no volvería al trabajo pronto, Don me pidió tres meses de mi vida. —¿En tres meses terminarás con tú verdadera novia? —pregunté. Él rió a carcajadas. —En tres meses podemos terminar, en un mes más podré revelar mi relación con ella sin problemas y solo entonces. Ayudarás a que la espera sea segura. —No entiendo nada. —No tienes porque. Un asesor de imagen te ha traído piezas de ropa para que elijas, ve con él y nos vemos para la cena —salió del despacho sonriendo. —Yo te llevó con él, tiene un gusto exquisito. Quedaras como una reina —aseguró Anne. Llegamos a una habitación de la plata superior de la mansión, no era un dormitorio, había muchos escaparates y ropa colgada por todo el lugar y sofá rojo en el centro. Anne me dejo sola con el hombre, quien era bajito, panzón con el cabello morado y un bigote exagerado, había también una chica delgada que lo acompañaba. —Querida, prueba esto y esto —me tendió el hombre una muda de ropa. Estaba aturdida, confundida y asustada, él debió notarlo, tomé la ropa temblando, me miró con una sonrisa paternal. —No te preocupes, sé que no eres su novia, entre Don y yo no hay secretos, siempre le ayudo, quédate tranquila, solo sirves a los propósitos de gente muy rica. —¿Siempre hace esto? —No, pero los demás sí, es muy común, él se lo ha exigido a algunos actores algunas veces para dar promoción a sus películas, cuando hay mucha química entre los actores en pantalla y ambos son solteros, la gente se vuelve loca, comienzan a inventar teorías de amoríos —rió de forma exagerada —. Para él, es la primera vez. —¡Y para mí! —reí y él me acompaño con su risa sonora. —Eres linda, delgadita con tu piel pálida, cabello castaño claro, ojos cafés, eres muy linda. La prensa te va a amar. Corrijo, por lo que he visto, ya te aman. Elegimos varios conjuntos de ropa, zapato y cartera, me explicó miles de truco para resaltar mi figura delgada, de senos pequeños, como resaltar mis piernas, decía que tenía el cuerpo de keira knightley con el rostro de Teresa Palmer. Sonreí. Para cenar, me hizo lucir una falda verde con una abertura en la pierna derecha, un top blanco que dejaba al descubierto mi estómago y sandalias, baja con el cabello amarrado en una cola de caballo baja. —Tomaremos algunas fotos, Don quedará complacido —dijo Marlon, el estilista. —¿Cuántos años tiene él? No recuerdo de la búsqueda que hice. —31 años. —Joven, muy joven. —¿Y cuál es el misterio con esa mujer? —Aspiras saber mucho querida, eso lo sabrás con el resto de la humanidad en tres meses, solo te aseguro qué el mundo va a enloquecer —sonrió con malicia. —Estoy metida en esta locura imposible, quiero saber, sí. —Disfruta la fortuna de haberte cruzado con él en esa playa y de que la prensa haya tomado esa foto —suspiró. —¿Tiene mucho tiempo con ella? —Sí, ha sido un amor tormentoso pero parece que por fin podrán estar juntos. —Los ricos y famosos con sus extravagancias —dije sonriendo. —No son tan diferentes Amanda. Viven en el lujo, pero sufren, aman y pierden como todos. Me encogí de hombros, no creía en esa filosofía barata de que los ricos también sufren, lloran. Los ricos compran cosas, compran de todo, y ahí estaba yo, también comprada, me hacía ilusión mirar mi cuenta al día siguiente, serían 100.000 $ dólares americanos. Bajé las escaleras junto con Marlon, iba de su brazo, cruzamos el comedor donde ya me esperaba Anne y Don, los dos me miraron sin decir nada con un gesto de sorpresa en su rostro, pensé que después de todo si andaba como andrajosa siempre, pues me había colocado ropa linda y me miraban como si fuera muñeco de feria. —Estás preciosa —dijo Don. —Te ves muy elegante Amanda —completó Anne. Marlon se pavoneo con suficiencia y saludo a Don con un gesto cariñoso, sentí mariposas en el estómago porque mientras saludaba a Marlon no dejó de mirarme, me puse nerviosa, busque sentarme. ¡Debo estar loca! ¿Cómo voy a hacer esto? Me cuestionaba. —¿Todo bien Amanda? —preguntó Don con interés. —No, la verdad no, esto será incómodo y raro y yo… —Tranquila, podrás con esto, serán sobre todo fotos. Ahora tomaremos unas y las colgaremos en mis r************* , confirmaré la noticias que los medios se apresuraron a inventar. —Ahora es perfecto —dijo Marlon. Sacó un teléfono y tomo un selfie con todos en la mesa, Don me tomó la mano y miró a la cámara, pensé que se le daba muy bien la falsedad, sonreí ligeramente más por nervios que por posar para la foto, Anne sonreía ampliamente y Marlon también, alzó una copa y tomo la foto. Marlon la subió a sus redes con un mensaje. Cena de domingo con amigos, esos que te reciben con hermosos bronceados después de una escapada romántica a Punta Cana ¡Salud! —Las redes van a explotar —rió Marlon. Don se giró a mirarme y me sonrió, su rostro era hermoso. —Gracias —susurró.
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