Arturo

Arturo Siempre fui un niño muy callado, solitario y tímido, recuerdo las conversaciones con mi padre en nuestro patio trasero, principalmente las noches de verano, sentados mirando las estrellas, desde que tengo uso de razón tengo una admiración por ese hombre que nunca llegare a comprender, tal vez fue por la forma en que me educo a mí y a mi hermana menor, o como miraba a mamá, una mirada que lo decía todo: admiración, amor, deseo. Desde que éramos niños, Laly y yo nos escabullíamos y los veíamos bailar cuando se supone que nosotros deberíamos estar dormidos. Mi papá me dijo una vez, alrededor de los 9 años, que Alejandra–Laly para mí– era una niña que iba a comerse al mundo desde que pudiera, tenía un alma libre y con una espiritualidad única, con madera de líder, desde ese momento vi a mi hermanita como la mayor de los dos, ella era quien me aconsejaba a mí en todo. –Hijo, a tu hermana solo tienes que amarla y apoyarla en todo, nunca trates de controlarla ni intentar decirle que hacer, las mujeres saben lo que quieren la mayoría del tiempo, en cambio nosotros, somos todo lo contrario– lo mire tan raro, pero entonces, cuando cumplí 10 años mire de una forma muy diferente a Remy, ella era 2 años menor que yo, pero no había duda de que la perseguiría para siempre. Era la hijastra de una de las mejores amigas de mi madre, nos criamos juntos, fuimos criados como familia y a la familia se respectaba. Como era el único chico del grupo, mi trabajo era ser su criado, me mandaban y usaban como quisieran, yo era feliz haciéndolas felices, también estaba Avril, hija de Jimena, una de mis tías postizas, esta última era un año meno que mi hermana. Entre las tres sabían cómo meterse en problemas juntas y el que terminaba pagando los platos rotos era yo, nunca me importo, porque Remy venia donde mí, luego me tomaba de la mano, me daba un beso en la mejilla y me decía lo mucho que me quería. Cuando cumplí 16 años las cosas cambiaron, ya era un adolescente, pero ella no. las cosas se pusieron complicadas, era un joven con muchas hormonas revoloteando dentro de mí, quería besar chicas y salir con mis amigos, mis sentimientos por ella nunca cambiaron, seguía sabiendo como dominarme, las vacaciones de verano eran las mejores desde que era un niño, todos venían a casa y pasaban meses allí. Las cosas se pusieron locas cuando la enfermedad de papá empeoro, él siempre se despertaba por las noches sin recordar los acontecimientos de los últimos años, mamá siempre se mantuvo fuerte frente a la situación, todo lo contrario, a mí o a Laly, quienes nos escondíamos en mi habitación y bajo las sábanas llorábamos. Después de una trágica perdida, mi camino se vio manchado de oscuridad, deseaba descubrir quién era y que quería ser el resto de mi vida, así que comencé mi camino de descubrimiento, cometiendo uno y otros errores.