Capítulo 1

1650 Words
Parte 1: La familia, los amigos y la adolescencia.  Arturo –Rey, mírame– no quería ver a mi mamá a los ojos, ella siempre, siempre se daba cuenta cuando mentía. Me asustaba que las niñas se metieran en problemas, yo soportaba cualquier castigo que mamá o papá me pusieran, mientras no fueran ellas las perjudicadas. Me mordí las uñas, con la mirada fija en el piso. – Cariño, si no me dices la verdad, tendré que castigarte y voy a hacerlo por la mentira, no por lo que dices que hiciste. Yo sé la verdad, ¿crees que no conozco a las niñas? –se me acelero el corazón, no, no, no.   –No, mamá. Te juro que he sido yo, estaba jugando y lance la pelota muy alto y se ha roto la ventana. Te lo juro– la mire, con los ojos llenos de lágrimas. Las niñas estaban jugando en el patio trasero mientras yo leía, lanzándose piedras y rompieron la ventana del estudio de mamá. Estaba asustado, Laly me había dicho que, si mamá supiera que eran ellas las culpables, se llevaría a Remy y a Avril, y que nunca las dejaría volver. –Lo siento.   –Yo lo siento, Rey– ella se agacho para quedar a mi altura, ya tenía 10 años, pero parecía menor por mi baja estatura. –Eres demasiado bueno para este mundo tan cruel– me abrazo y quise llorar, me contuve, Laly siempre me decía que no podía estar llorando por todo.   –No lo soy– la quise corregir, aunque ella rio a carcajadas.   –Tengo que castigarte por decirme mentiras, ¿estás de acuerdo? –asentí. –¿No vas a llevarte a las niñas? –le rogué.   –¿Quién te ha dicho eso?   –Laly… ella me dijo que si tú lo supieras te ibas a llevar a Remy y Avril y que nunca más volverían. No por favor, ponme todos los castigos que quieras, pero no te las lleves– la agarre por los brazos mientras le suplicaba, con los ojos llenos de lágrimas.   –Rey, amor mío, Laly te ha mentido, yo nunca haría eso. – estaba furioso, sentía como el rostro se me calentaba. –ve a casa de tus abuelos y ayúdalos en todo lo que necesites, ese será tu castigo. – asentí y me marché de la cocina. Al salir al patio, Laly corrió en mi dirección. Trate de ignorarla.   –Rey. Rey– me llamaba, continué caminando en dirección a la casa de mis abuelos, estaba enojado por sus mentiras. Me agarro por el brazo derecho y presiono con fuerza para que me detuviera. –¿te han castigado? – asentí.   –Eres una mentirosa, mamá no va a llevarse a las niñas. Ya no me meteré en problemas por tu culpa– me solté de su agarre y corrí lo que faltaba del camino. Encontré a mis abuelos sentados en su terraza. Llegué a los brazos de mi abuela y me puse a llorar.   –¿Qué sucede, cariño? –entre llanto le conté lo que había pasado, que estaba castigado por mentirle a mamá, ella simplemente me dijo que me sentara a su lado. No hicimos nada, porque mis abuelos nunca hacían nada por las tardes, me pase todo el rato con ellos, mi abuelo intentaba enseñarme a tocar la guitarra, pero a mí se me daba fatal tocar Fa.   –No te sale por que tus dedos son pequeños, cuando tengas 10 y crezcas más podrás hacerlo a la perfección– sonreí a mi abuelo, yo quería crecer tanto como él o como papá. Proseguimos intentándolo hasta que se hizo de noche, fue entonces, cuando vi la silueta de mi padre, sonreí al verlo y me puse de pie para alcanzarlo.   –Papá… papá– lo llame, él se detuvo y se agacho para sostenerme en sus brazos.   –Hola, Rey– se había vuelto costumbre que todos me llamaran de esa forma, la primera en decirme así fue Laly, luego mamá, los abuelos, las niñas y ahora mi papá. –Tu mamá me ha contado lo que paso esta tarde– lo mire asustado.   –¿Vas a castigarme? – lo mire a los ojos, él desde muy niño me decía que uno siempre debe de mirar a la gente a los ojos cuando se está hablando, me devolvió la mirada con sus ojos azules.   –Claro que no, pero tenemos que hablar. ¿Qué tal si después de la cena nos quedamos en el patio leyendo? – se me ilumino toda la cara.   –¿En serio? – estaba emocionado, adoraba los días que nos quedábamos fuera y leíamos para el amanecer.   –Sí y mañana puedes venir conmigo al trabajo– asentí frenéticamente. Él me llevo en brazos hasta la casa, yo protestaba porque ya estaba grande para que me cargaran, aunque papá siempre me decía que iba hacer su pequeño rey toda la vida, me puso sobre mis pies antes de entrar a la casa y se lo agradecí. Nos encontramos a mamá y a las niñas organizando la mesa para la cena, era su último día aquí, mañana vendrían las tías por ellas y se las llevarían, no sería hasta navidad que volvería a verlas, para mí todas eran mis hermanas y yo debía cuidarlas y amarlas. Aunque Remy era diferente para mí y ella lo sabía, me miro con sus ojos cafés claros y se me encogió el estómago, algo me pasaba con ella y no sabía que era, quería hablarlo con papá o mamá, pero me daba miedo. Me senté a su lado en la mesa y ella agarro mi mano por debajo para que nadie pudiera vernos. Entrelace mis dedos con los de ella y comimos agarrados de la mano, mi mamá nos miró toda la noche, aunque no dijo nada. Luego de la cena nos sentamos en el gran sofá de la sala de estar, mis padres nos dejaron ver televisión, por supuesto que Laly eligió que íbamos a ver. Los mayores de la casa habían desaparecido en la cocina y cuando las niñas se quedaron dormidas en el mueble, mi padre vino a buscarme y llevarme fuera, traía consigo un libro, era El principio, hasta ahora era mi libro favorito, lo releímos toda la noche, al momento que salió el sol mamá nos fue a buscar y nos trajo té de manzanilla a mí y café para el adulto. Decía que era muy joven para enviciarme, al principio no sabía que era esa palabra, así que tuve que buscar en internet su significado, entonces lo entendí, yo amaba el té de manzanilla.   Papá y yo nos fuimos a la cama a las 6 de la mañana y despertamos justo a la hora de comida, para irnos a su trabajo. Yo adoraba ir, ver la playa, me dejaba con su asistente cuando tenía reuniones, ella me llevaba a recoger el hotel, el cual era precioso, podía bañarme en la playa, comer todo lo que quisiera, todos eran amables conmigo. Al volver a casa ya las tías se habían llevado a Remy y Avril, me sentía horrible por no poderme despedir de ellas, iban a pensar que estaba enojado, esa noche robe el celular de mamá y llama a la tía Clara para que me dejara hablar con Remy, sabía exactamente que ella se lo contaría a mamá luego, en ese momento no me importaba nada.   –Hola–dijo con su dulce voz del otro lado del teléfono.   –Hola, Remy– le conteste, el corazón me palpitaba a gran velocidad en el pecho.   –Te has ido y no me te despediste de mí– estaba llorando y mi corazón se me estrujo.   –No llores por favor– le rogué, se me aguaron los ojos–o también llorare. –Está bien–dijo al final– el próximo verano tendrás que recompensarme.   –Trato hecho– nos quedamos hablando por un rato, hasta que mi madre entro a mi habitación y me encontró con su celular. Le sonreí tímidamente.    –¿Con quién hablas? – me miro desde su altura, sostenía el celular con fuerza.   –Con Remy–confese.   –¿Y por qué tomaste mi celular sin permiso?   –Pensé que no ibas a prestármelo. – ella respiro hondo y se acercó a mí, se senté a mi lado en la cama y me quito el celular.   –Buenas noches, cariño– saludo a su sobrina, se quedó callada a escuchar su respuesta– está bien, te quiero, me saludas a tu madre– colgó la llamada y luego me miro–¿Qué voy a hacer contigo? – me encogí de hombros, compartíamos los ojos, el color de piel y el amor por el arte, a partir de ahí mi personalidad tímida y reservada la heredé de papá. Iba a decir algo, pero un sonido nos interrumpió. Me tense porque sabía a qué se debía, papá había perdido el control otra vez. Mis padres trataban de escondernos su enfermedad a Laly y a mí, en una ocasión me desperté y los escuche hablar, luego volví a mi habitación y busque en internet todo lo que ellos dijeron, eso fue hace dos años, desde entonces he guardado el secreto. –Quédate aquí, cariño– se puso de pie, me quede en mi lugar, odiaba ver a papá perder la conciencia, que los recuerdos próximos se le olvidara y que mamá tendría que ponerlo en contexto de todo.   Esa noche soñé un montón de cosas, con mis padres, con Remy y desde entonces, conté los días para volver a verla, por desgracia, su padre se la llevo a Irlanda, de donde eran para que pudiera ver a su verdadera madre, tuve que esperar otro año para poder verla. Aquel fue mi peor verano.          
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