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Entre mentiras

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Blurb

Leah Dusio es la hija menor de un importante empresario, ella ha crecido toda su vida rodeada de lujos, amor y mentiras. Mentiras de aquellos a su alrededor y las de ella misma. Siempre estuvo consciente de las apariencias, lo único y todo por lo que eran juzgados se basaba en lo que los demás creían saber. Palabras ensayadas, sonrisas moldeadas y amabilidad creada a base de engaños, todo cuidadosamente entretejido para soportar la horrible realidad.

"Un precio justo", eso pensó hasta que la vida le demostró que la verdad puede estar frente a nosotros o caer sobre nuestras cabezas.

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Capítulo 1.
—¡Leah, ya es tarde! —gritó mi hermana desde la sala. —¡Bianca ya entendí, deja de gritar! —grité de regreso con una sonrisa. Deslicé el brillo por mis labios y me miré al espejo, la base y el rubor tenían un aspecto natural, mis pestañas estaban cubiertas en rímel y el delineador parecía decente. Pase la vista por mi cuello y hombros desnudos hasta llegar a la tela del vestido que se aferraba a mi pecho. Me fascinaba el dorado y el vestido tan largo como mis piernas me gustaba, pero odiaba tener que usarlo. Odiaba tener que asistir a estos eventos repletos de personas superficiales y preocupados exclusivamente por agrandar sus bolsillos, no era divertido, aunque ya estaba acostumbrada a hacerlo desde pequeña. Sin duda no era de mis cosas preferidas por hacer una tarde de diciembre, tan cerca de la víspera de año nuevo, pero ese no era el verdadero motivo por el cual había estado huyendo de este tipo de cosas las últimas semanas. —¡Ya me harté! —Bianca no era paciente— ¡Caminarás! Sonreí. —Cuanto drama —susurré con una sonrisa—, ¡ya estoy lista! —grite para que pudiera escucharme. Baje las escaleras tomando la seda de la falda con mis manos. El mármol repiqueteaba al compás de mis tacones de doce centímetros, cada paso me acercaba a mi hermana quien me veía con tedio. —Odio esa costumbre tuya de arreglarte quince minutos antes —dijo mientras cruzábamos el jardín donde nos esperaba un auto n***o. Acomodé el chal sobre mis hombros desnudos y le di una sonrisa de superioridad. —Tengo cosas más importantes que hacer, no puedo pasar dos horas frente al espejo —Bianca suspiro resignada. —A veces acabas con mi paciencia, eres una impuntual —rio. —Igual que tú —conteste con malicia y una gran sonrisa. […] El salón de eventos del hotel en el centro de la ciudad de Arglenton estaba saturado con decoración festiva por año nuevo, había meseros caminando hábilmente de aquí para allá entre mujeres en vestidos caros y hombres en trajes a medida. Todo podía parecer alegre, pero para mí era solo la definición de tortura social. Habíamos llegado diez minutos tarde, nada grave, al menos no a mi parecer. —Llegan tarde —regaño mi madre en cuanto nos vio. —Es su culpa —Bianca estaba apuntándome con el dedo como si yo fuera alguna clase de traidora. Sonreí, mentiría si dijera que no me lo esperaba. —Lo siento —fingí estar apenada y mamá ya no se molestó en decir más. Yo siempre hacía lo mismo. Nos dirigió hasta nuestra respectiva mesa, una localizada en una esquina y que compartíamos con otra familia a la que no conocía bien, solo lo suficiente para saber que el padre y la hija eran serpientes venenosas y que la madre era una pobre santurrona, claro, eso no evito que guardara las apariencias, sonriera y comenzara una conversación banal con ellos. Todo transcurrió tranquilo y aburrido, para media noche el ambiente estaba más denso de lo usual y Bianca había desaparecido hacia un buen rato, dejándome sola en la mesa mientras mis padres bailaban por ahí. Mientras tanto yo ojeaba mi celular cada tanto. Un mensaje de Anisa llegó sacándome un suspiro de resignación. Apreté los labios y supe que no vendría. Ella era una de los dos amigos de la infancia que aún conservaba. Esperaba verla esta noche, pero seguramente su novio estaba acaparándola de nuevo. —Hola hermosa. "¿Perdón?". Apreté los dientes y volteé con molestia, a mi lado un tipo de porte erguido me sonreía con una mueca aguda y pretenciosa. Todo un presumido. Quizá lo estaba juzgando demasiado rápido, pero por favor, él decía a gritos que no era nada más que un rico petulante. —¿Y tú eres? —Daniel, Daniel Grieves —su arrogancia era casi palpable. Esboce una sonrisa falsa, pero que seguramente parecía sincera. Esto era lo que odiaba, no podía mostrarme fastidiada, no podía hacer un berrinche y mucho menos despreciar a alguien de buenas a primeras. Nunca se sabía qué tipo de persona podría arruinarte por una estupidez, así que era mejor saber bien quién era antes de fastidiarla. Extendí mi mano, la cual fue tomada en segundos. —Leah Dusio —no dejaba de sonreírme. Fui obligada a recibir un beso en la mejilla izquierda y entablar una conversación que no quería. —Y bien Leah ¿Qué haces aquí sola? Me detuve a mí misma de hacer un comentario sarcástico. —Bueno, disfrutaba del vino —alce mi copa en demostración. "Hasta que alguien llego a fastidiar". —¿Así? Bueno, el vino de aquí es terrible, pero el que mi papá... Luego de un rato estaba por arrancarme los oídos, no escuchaba nada que no fuera: tengo dinero, mucho dinero. Desesperada mire el reloj en mi celular. Suspire. Necesitaba una excusa para dejar de lado a Gabriel Grieves... "¿O era Daniel?" ¿A quién le importaba? Él hablaba tanto que fácilmente había concluido que no era una amenaza para mí. —¿Daniel? —coloqué mi mano sutilmente sobre su brazo, llamando la atención del hombre casi de inmediato— ¿Qué dices de tomar un poco de aire fresco? —le di una de mis mejores sonrisas fabricadas, tan llena de picardía que él no tenía otra opción más que tomarlo como una oportunidad. —Me encantaría. Subí mi mano en un movimiento sugerente. Tomaría el riesgo de dejar a este arrogante en ridículo. Apenas nos habíamos puesto de pie y él ya estaba junto a mí. —Entonces...—me acerque a su oído y susurre las instrucciones exactas para luego alejarme con una risita infantil—¿Te parece bien? Siempre debía confirmar su opinión, a los hombres les encantaba ser tomados en cuenta. "Siempre tan arrogantes". —Es perfecto. Se puso en marcha sin dudar, haciendo su camino hacia la salida. "Eso fue tan fácil". Sonreí. Si mi situación fuera otra, lo hubiera seguido minutos después para dejarlo amarrado y en su traje de nacimiento a las patas de la cama en la habitación que seguro estaba por pedir en recepción. Esperaría casi una hora antes de darse cuenta que yo jamás aparecería. "Ingenuo". Chasquee con la lengua, este no era el momento para jugar a la lista. Muchas cosas me habían salido mal en los últimos meses. Tenía que ser más precavida. Cuando ya no vi más a ese pobre arrogante, caminé por el salón consciente de que ya era hora, habíamos quedado en vernos en la entrada, di un par de vueltas en el mismo lugar hasta que lo vi entrar. —¡Stephano! —grite emocionada. De inmediato sus ojos oscuros se dirigieron a mí. Nos dimos un abrazo en el segundo en que estuvimos cerca. —Te extrañé —acaricié su castaño y colocho cabello. —Y yo a ti —Steph había estado en el extranjero las últimas semanas. Su abuela enfermó así que él y su madre se habían mudado para poder cuidar de ella. Afortunadamente la mujer de casi noventa años era un roble y ya estaba bien. Nos separamos y note que su piel normalmente pálida había adquirido un tono ligeramente bronce en este tiempo. —Dime que ese cretino no está aquí. Sonreí. Él en verdad se preocupaba por mí. —No lo he visto, aunque debe estar por ahí —este tipo de eventos eran casi obligatorios para ciertas personas, aunque el cretino en cuestión no era fanático de estas cosas, con suerte no estaba aquí—. En realidad, dejo de acecharme días después de que te fueras. Paso los dedos por su cabello con aire de diva. —Menos mal, estaba poniéndome de los nervios. Omití el hecho de que en realidad yo había cambiado mis horarios y las cosas que hacía para evitarlo. De la misma manera en la que no había querido venir a este evento o a cualquier otro, no me había movido de mi mesa por temor a topármelo por accidente. Pero él no necesitaba saberlo. —Me alegra que estés de regreso. —Cariño no te desharás de mí. Stephano era ese segundo amigo de la infancia, los tres teníamos la misma edad y eran de las pocas personas en quien confiaba, éramos leales el uno con el otro. Y qué podía decir de él, adoraba a su muy gay persona, yo tenía mucha suerte de tenerlo cerca. Luego de que Steph probara la comida y saludara a algunos conocidos, bailamos despreocupadamente por un rato. El vals no era lo mío exactamente, pero no había nada más que hacer. Dos canciones después fui halada violentamente del brazo hacia atrás, haciéndome perder el equilibrio. Iba a insultar a quien fuera que se hubiera atrevido a ser tan brusco, pero me quedé muda cuando vi el rostro del culpable. —Ryan —esto no podía acabar bien. Ryan Hall era el hombre con el que nadie quería toparse de malas. Y en mi caso ni siquiera de buenas. —¿Me extrañaste? —el odio era mutuo. Seguía tomándome del brazo con tanta fuerza que estaba lastimándome. —Ryan, suéltala —Steph intervino. Ryan se le acerco amenazante y susurro suavemente: —No te metas —pero Steph no se dejó intimidar. —Que la sueltes te digo. —No metas tus narices —remató. Molesta jale mi brazo con fuerza para poder soltarme de él. —No le hables así —mi voz estaba repleta de confianza aun cuando por dentro era un nudo de nervios. —¿Y quién me lo va a impedir? —entrecerré los ojos. —Ryan, lárgate —me esforcé en parecer intimidante por ridículo que fuera, yo debía verme como un ratón al lado de este hombre, fácilmente era dos veces más grande que yo. —¡Vaya! —fingió sorpresa —que valiente. Note que a nuestro alrededor varios pares de ojos se interesaban en nosotros. —Dime de una vez que quieres, no permitiré que hagas una escena. Sonrió fastidiado. —Todo lo que te importa son las apariencias ¿no? —Igual que a ti ¿o me equivoco? ¿Sabes? Es curioso que después del ridículo que hiciste nadie hablara del tema. Su familia era dueña de varios medios de comunicación. Él mejor que nadie entendía las consecuencias de una mala imagen. —Bien, hablemos como personas civilizadas entonces —hizo una pausa y vio de reojo a Stephano—. A solas. —Yo no haré nada a solas contigo —no podía creer que después de lo que había hecho tenía la cara de pedirme algo. —No te estoy dando una opción —la amenaza no funcionaba conmigo y eso él debería saberlo. Apreté los dientes, lamentaba con cada gramo de mi ser haber dejado que tuviera poder sobre mi alguna vez. Y aun cuando reconocerlo me daba náusea, lo conocía bien, Ryan estaba por perder los estribos, podía ver su ira adquirir forma. Odiaba aún más sentir que no podía dejar que eso pasara, seriamos el chisme del siglo. Vi a Steph con desesperación y luego dirigí mi mirada al imbécil que tenía en frente. —Bien, hablaré contigo, a solas —mi mejor amigo tenía cara de incredulidad mientras negaba con la cabeza. Ryan, era mi ex novio, nada cambiaría eso, así como nada cambiaría que le tenía un poco de miedo. La verdad no estaba segura que cruzaba por mi cabeza un año atrás. Había sido tan estúpida, Ryan era arrogante, bebía demasiado y respondía a la menor de las provocaciones. A simple vista con sus ojos miel, cabello rubio y piel bronceada no parecía ser un peligro, es decir, por fuera llevaba esta falsa apariencia de ser amable y relajado cuando la verdad era que, por detrás de eso, solo había problemas. No lo vi a tiempo, caí en sus mentiras como todos los demás. Las cosas solo explotaron en mi cara cuando, cuatro meses después de mi cumpleaños diecinueve, me propuso matrimonio mientras yo ideaba la manera de romper el noviazgo, casi me había reído y llorado en su cara. Fue una locura humillante para él luego de que le dijera que no, en frente de casi cien personas. Esa tarde Ryan estaba tan enfurecido que perdió el control conmigo. Había alzado la mano con la completa intención de hacerme daño, algo que logró al día siguiente. Ni siquiera yo misma podía creer la situación de mierda en la que me había metido. Mi rostro aún ardía de dolor y vergüenza. De eso habían pasado dos meses ya. Me arme de valor cuando salimos al jardín. Esto era ridículo, no tenía sentido que yo estuviera aquí, con él, a solas. No cuando todo lo que deseaba hacer era irme y olvidar que alguna vez lo había conocido. Se detuvo y giro a verme, la luna estaba a sus espaldas, dándole un aspecto macabro y empeorando el peso de sus palabras sobre mi estómago. —Estoy dispuesto a perdonarte la vergüenza que me hiciste pasar —la necesidad de huir fue casi primitiva. —Por Dios ¡supéralo! —alce la voz, ya irritada y casi enojada por sentir mis manos temblar—. No quiero tener nada contigo ¡me golpeaste! —¡Cállate! —su grito me asusto lo suficiente como para dar por terminada la conversación. —Me largo. Para cuando reaccione sus manos apretaban mi mentón con una fuerza violenta, inmovilizando mi cara frente a la suya. No estaba segura de lo que iba a hacerme, pero no esperaría para averiguarlo. Forcejeé como pude, su empeño en no soltarme era angustiante. —¿Quieres jugar a la difícil? Pues lo harás con mis reglas —se abalanzo sobre mí y me arrincono contra un pilar. —¡Déjame! —grite, no sabía que hacer — ¡SUÉLTAME! —¡Cierra la boca! Me beso ahogando mis gritos, su mano toco mi seno y perdí el suelo bajo mis pies. Con la confusión y desesperación alcance a darle un rodillazo en el estómago que lo obligo a soltarme. No pude dar un solo paso antes de que tomara mi brazo y me lanzara contra el piso. —¡Maldita puta! Quede congelada cuando repentinamente Ryan cayó al suelo frente a mí y escupió sangre. No entendía que había pasado, pero lo agradecía.

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