–¿Qué te pasa? ¿Por qué caminas tan rápido? –Me preguntó Naomi tratando de alcanzarme, después de que salimos de la casa de Carolina.
–Quiero llegar rápido a la casa. –Le respondí dejando atrás a Omar y otros del grupo que habían salido con nosotras cuando la fiesta pareció terminar.
–Estoy muy mareada para caminar rápido, ve más lento, por favor, Ema.
Como vi que se atrasaba, le tomé la mano y la obligué a seguir mi ritmo. Me sentía perseguida, acosada por la Ema que dejara atrás, en aquella casa, en aquel cuarto.
Naomi no refutó más y caminó junto a mí hasta que llegamos a mi edificio. Entonces nos despedimos, ella siguió y yo subí. Subí como una autómata, subí sin dejar de pensar en lo que había pasado, subí temblando, muerta de miedo, de nervios y de emoción. ¿Qué había hecho? ¿Qué había dejado que me hiciera Fernando?
Antes de abrir la puerta de la casa, respiré profundo. Si mamá notaba esto en mí me descubriría, así que respiré y respiré y entonces abrí. Olía a comida, cocinaba.
–¿Ema? –Preguntó desde la cocina.
–Sí, mamá, ya llegué. –Creo que soné muy normal.
–¿Cómo te fue? –Fui hasta allá sintiendo que ella vería en mi rostro lo que me había pasado. Que en mi frente, en mis ojos, en mi boca diría que ya yo... –¿Tomaste?
–Sí. –Le sonreí para que viera que estaba muy sobria. –Un poco, nada exagerado.
–¿Y Naomi?
–Ella si se pasó un poco, pero ya va rumbo a su casa. –Sonó mi celular, lo tomé con algo de nervios de mi bolsillo. –Ah, es ella, ya llegó.
–Bueno, ve a bañarte y cenamos ¿te parece?
–El baño si, la cena no creo. Comí mucho allá y lo que quiero es dormir.
Mamá me miró por unos segundos.
–Bueno, si te da hambre avísame.
–Sí, mamá. –Me fui al cuarto, calmada, sin levantar sospechas de lo que mis piernas apenas podían soportar.
Cuando entré tranqué y me quedé contrala pared de mi cuarto mirándolo todo. ¿Si había pasado? Metí la mano por entre mi pantalón, luego mi ropa interior y sentí lo húmedo. Si, había pasado, la prueba estaba ahí, un poco de semen, un poco de sangre.
Tenía que lavarme pronto, pronto.
–¿Quieres que vuelva a besarte? –Cuando hizo esa pregunta no sonreía para nada. Estaba muy serio, me miraba a los ojos sin aparenta tener ninguna duda de lo que quería hacer.
–Sí. –No había que saber besar muy bien para besarlo a él. Apenas sus labios tocaron los míos correspondí al sonado beso. No se apartó como las veces anteriores, se quedó a unos milímetros de mi boca y repitió el beso.
Después del segundo se arrimó un poco más y me tomó por el cuello, mis manos estaban sobre mis piernas, quietas, casi muertas. No podía moverme. Me ajustó un poco y vino de nuevo, esta vez introdujo su lengua dentro de mi boca. Me gustó. Mi lengua reaccionó ante la suya como si estuviera acostumbrada a que la tocara y poco a poco giró a otro lado la cara para besarme de otra manera y hundir más la lengua dentro de mi boca.
Poco a poco los cuerpos se fueron acercando más y sentí la mano que tenía antes en el cuello, en mi cintura. Él me seguía besando, me soltaba, miraba mi boca y volvía a besarme. Poco a poco me fue llevando atrás y ahí moví mi cuerpo y mis manos hasta su rostro. Lo toqué, podía tocar su cara, su cabello, mientras él se acomodaba sobre mí con todo su peso, hasta poner entre mis piernas su erección.
Me preguntaba si debía detenerlo, si podía detenerlo, pero no, no podía, quería que siguiera besándome. Con solo sus besos me sentía extraña, fascinada, caliente.
Escuchaba como respiraba cuando hundió la mano por debajo de la franela y atrapó mi seno izquierdo. Lo agarró completo, sentí pena y traté de incorporarme pero él me detuvo con la otra mano y volvió a bajar, pensé que para besarme otra vez pero lo que hizo fue subirme la franela y el seno que había sacado se lo metió en la boca. Yo lo veía incrédula, mientas pasaba la lengua por mi a*****a osada y chupaba el pezón que se atrevía a estirarse para irse tras su boca. Se frotaba sobre mi pantalón, me chupaba el seno, me miraba como nunca me había mirado, me sacó un quejido involuntario que lo detuvo y después se levantó. Se iba, hice algo mal y se va.
Cuando se levantó quedé sobre la cama tendida con ambos senos afuera y seguramente cara de estúpida. Pensé que se iría, pero no, lo que hizo fue comenzar a desabrocharse el pantalón y bajarse el cierre. Bajó hasta mí y puso las manos sobre el botón, creo que le temblaban.
–¿Lo suelto? –No sé porque asentí, debí decir no y todo se hubiera acabado. Pero pensé, en ese momento pensé, o mejor dicho no pensaba. Solo veía como esto pasaba tan irrealmente y por eso asentí.
Antes de soltarlo fue a la puerta y pasó seguro, cuando volvió, podía ver como su m*****o hacía lo posible por escapar de su pantalón y entonces soltó el botón del mío, bajo el cierre, y comenzó a forzarlo para sacarlo de mis piernas. ¿Cuánto tiempo llevábamos ahí?
Cuando sacó pantalón y bikini me miró. Subí las piernas para entrar más en la cama. Estaba desnuda frente a sus ojos y él no me miraba como el Fernando indiferente de siempre.
Vino hacía mi rápido, cuando se bajó los pantalones evité verlo girando la cara hacia otro lado, cuando me di cuenta estaba sobre mí, apoyado en los codos, ojos en los míos.
–Abre las piernas. –Me pidió y con torpeza lo obedecí. Todo en mi latía, todo era un reloj al que le dieron cuerda para que sonara sobre una mesa como alarma y cuando entró fue como si parara de sonar.
Me dolió, me dolió mucho. Me quejé y él me tapó la boca con las manos mientras no paraba de moverse, arriba y abajo haciendo un sonido como si le faltara la respiración, como si corriera un maratón. No dejaba de doler, de arder y de incomodar, creo que hasta se me durmieron las piernas y la entrepierna dejó de sentir.
Comencé a quejare, incómoda, pero él no estaba incómodo, él le daba arriba y abajo y solo cuando solté un quejido de dolor paró, paró y respiró cansado sobre mi boca.
–¿Qué pasa? –Preguntó. No quería quedar mal pero...
–Me duele. –Le dije.
Trató de controlarse, respiró con calma y puso la frente casi sobre mi pecho, sentí que lo sacaba un poco y volvió a arderme.
–No podemos tardar más aquí. –Dijo. Sentí pena, era como que por mi culpa nos descubrirían.
Nuevamente pensé que se detendría, pero no podía, él no podía dejar de estar dentro de mí. Lo sacó un poco y comenzó a moverse en vez de arriba y abajo, adentro y afuera. Más lento, podía sentir, poco a poco, lo que entraba y salía de mí que vía pegado a su cuerpo.
–¿Así? –Preguntó haciendo un esfuerzo, tenía la cara roja.
–S-sí. –Apenas pude responder ante un ataque en la parte superior de mi entrepierna que se calentó y comenzó a fluir.
Parece que algo hacía yo bien, porque sonrió y después se mordió el labio inferior cambiando el ritmo a más velocidad. Sus manos tomaron mis nalgas y las apretó para pegarme más a él, entonces todo su cuerpo, completo estuvo pegado al mío y se movió más rápido, y yo comencé a moverme más rápido. Ya no me dolía solo quería moverme rápido, rápido, rápido, rápido y gritar, gritar por lo que sentía adentro, gritar por lo que me quemaba adentro, gritar por cómo se movía él adentro, como me miraba mientras se movía adentro y después como se retorcía tenso cuando algo en mí explotó y clave mis uñas en su espalda para que no se alejara, ni dejara de moverse. Estoy segura que floté sobre la cama segundos antes de escucharlo quejarse en mi oído y detenerse lleno de espasmos que lo hacían sentir indefenso.
Paró. Siguió entre mis piernas unos segundos y después se levantó, sacando un m*****o que tampoco me atreví a ver.
–Levántate. –Dijo subiéndose el pantalón rápido. –Vístete. –Lo obedecí. Cuando me levanté, con los pies en medias en el piso de mi entrepierna escapó un líquido rojizo y él lo miro, después a mí. Todavía estaba cansado, con la boca abierta para poder respirar. Se arregló el cabello con las manos y sin mirarme a los ojos me habló. –No te tardes en salir. –Y salió él dejando entrar la música, luego cerró.
Claro que me vestí rápido, a pesar de que sentía un leve dolor en los muslos y entre las piernas, metí las piernas en los pantalones acomodé mi franela, calcé a los golpes y salí del cuarto.
Fui directo al baño, entré y cerré para verme en el espejo del baño. Para ver lo que él vio cuando... ¡Dios!
Salí del baño y la fiesta continuaba sin mí en ella. Naomi me vio y vino hacia mí para tomarme de la mano y bailar una bachata, yo le seguí el juego. Pero mientras giraba, lo buscaba. No estaba en la sala y cuando vi al jardín no estaba ahí tampoco.
–¿Viste a Fernando? –Le pregunté al oído a Naomi mientras bailábamos.
–Creo que se fue. –Me dijo. –Lo vi parado en la puerta y creo que se despedía.
Sentí mucho calor, calor frío. Se fue. Se fue sin decirme nada más.