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El rey oscuro

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Blurb

Mía es una simple gerente financiera de una empresa aseguradora, a sus 28 años siente que su vida es tan aburrida como los números que hace para sus jefes. Lo único que le da un poco de entusiasmo es conocer hombres con los cuales pueda despejar su mente, ir de fiesta y terminar en la cama con ellos. Hasta que un sujeto la hace romper todas sus reglas y dos días después la arrestan por un supuesto robo en la empresa donde trabaja.

Ella dice ser inocente, pero fue su tarjeta de aseso que se uso para entrar y cometer el crimen. Ahora, sin trabajo, bajo sospecha decide investigar por su cuenta que es lo que sucedido y cuales fueron las supuestas obras de arte y joyas que se robaron, necesita descubrir quien lo hizo y porque, sin importarle si puede salir herida.

Pero ¿Quién podría hacerle daño a una chica que nunca le ha hecho daño a nadie? En su investigación comienza a descubrir cosas relacionadas a su familia que no tienen sentido para ella y aquel hombre que una noche conoció vuelve a aparecer en su vida con noticias que la dejaran desecha.

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Capítulo 1
A principios del 2000 ser una mujer liberar era mal visto, pero vamos, ser mujer en cualquier época era mal vista. Solo con decir que no querías casarte y formar una familia era un escándalo, yo se los dije a mis padres cuando tenía 15, pensaron que era una fase mía de rebeldía, esa fase, como la llamaron ellos, nunca se me fue, me fui de casa tan pronto como pude. No quería presumir, pero era muy lista, acabe la escuela a los 16 y a la universidad a los 20, hubiera querido que mi vida fuera emocionante, no era nada como me lo esperaba, trabajaba de gerente financiera en una compañía de seguros, no era una compañía cualquiera, aseguramos toda clase de cosas raras para personas ricas, desde joyas hasta obras de artes, éramos casi un paraíso fiscal. Yo de eso no sabía nada, lo mío eran los números. Me fascinaba como nuestros detectives investigaban casos de supuestos robos que terminaban siendo falsos, nuestros clientes muchas veces querían estafar a la compañía. La cual me reservaré el nombre. El caso es que mi vida era muy aburrida, era una persona tan normal, que hasta yo misma me aburría de mí. Lo único que le daba emoción era mi adicción al sexo, desde muy joven descubrí mi fascinación por el sexo opuesto y el no tan opuesto, a los 13 mi primer novio me hizo hacer toda clase de cosas que despertaron esa adicción y desde entonces, no he podido estar con una pareja por más de tres meses, terminaba aburriéndome y buscando algo nuevo, algo emocionante y que le diera un nuevo aire a mi vida. En mis años de la universidad seguí experimentando mi sexualidad hasta más no poder, nunca me he querido etiquetar, por lo que siempre decía que era una mujer de sexualidad flexible. En mis años de adulta descubrí lo fácil que era salir de fiesta los fines de semana y terminar en la habitación de hotel con algún chico lindo y sexy. Hoy era diferente, la noche anterior había conocido a un hombre que me dejó babeando desde que lo vi, nunca pensé que él se fijara en mí, pero después de unos tragos lo invité a mi casa porque había dicho que no era de la ciudad y solo estaba aquí por unas horas y tenía que irse lo antes posible. No quería perder esa oportunidad, por lo que rompí mi primera regla: llevar un extraño a mi casa. Había valido toda la pena, nunca tuve sexo de ese calibre antes, habíamos empezado en la sala, mi loft no era muy grande, por lo que, lo hicimos por toda la casa, y se quedó toda la noche, en mi caso siempre era la que salía corriendo por la mañana, pero cuando abrí los ojos y lo encontré al otro lado de la cama me emocione y me levante para hacer desayuno para los dos, yo nunca cocinaba, mi hermosa y reluciente cocina, en la cual había invertido un dineral, no se usaba nunca, volví a romper otra de mis reglas, hacerle desayuno a un hombre. Hice desde panqueques, tocino, huevos y frutas, con un delicioso jugo de naranja recién exprimido. Estaba muy contenta ese día, era lo de menos después de aquella maravillosa noche. Estaba vestida con su camisa y nada más debajo. Quería sentirme sexy para cuando se despertara, serví el desayuno en mis relucientes platos que nunca usaba y los dejé en el desayunador, me quedé allí, porque qué error llevarle el desayuno a la cama. Fui comiendo a lo que él se despertará, lo escuché en el baño, luego sus pasos en la habitación y cuando sus pasos se fueron acercando me puse nerviosa. –Buenos días– lo miré sobre mi hombro. –estuve buscando mi camisa. – sentí que las mejillas se me calentaban. –Fue lo primero que encontré para ponerme esta mañana. –Ya– me quede mirando como loca su torso desnudo, la curva en V que sus pantalones escondían y lo que había allí debajo. –¿Gustas desayunar? – fingí que todo aquello no lo había hecho por él. –Debería irme, pero no puedo hacerte el desaire. –sonriendo se sentó a mi lado y se sirvió comida. –Nunca me dijiste tu nombre – ahí estaba otra vez rompiendo otra de mis reglas: preguntar nombres. –Tú tampoco me dijiste el tuyo. – levantó las cejas mientras se llevaba el tenedor a la boca. –Mia. – le respondí, jamás le había dicho mi nombre a un hombre con el que acaba de acostarme. –Hermoso nombre. –Realmente no lo es, pero te agradezco el gesto– se río a carcajadas. –Me llamo Gabriel. –Un gusto– le sonreí coquetamente. –El gusto ha sido mío, anoche fue una noche que no olvidaré. – apartó su plato y se puso en pie– Lástima que tengo que irme, fue un placer conocerte, Mia. –Lo mismo digo– me puse en pie y me quité su camisa blanca, él se quedó mirando lo que estaba haciendo sin dar crédito, se pasó la lengua por los labios y acepto la tela. Me quedé allí de pie desnuda, él no aparto la mirada mientras se ponía la camisa. –Bueno… si regreso a la ciudad sé dónde encontrarte. –Te estaré esperando. – Asintió, seguía mirándome. Antes de irse se lanzó y cuando pensé que iba a besarme, cosa que no había hecho en toda la noche, puso sus labios sobre mi mejilla y luego los acerco a mi oreja y susurro. –Nos vemos, preciosa y traviesa Mía– me giré para verlo marchar, tomó su chaqueta del suelo y antes de salir por la puerta, me dedicó otra mirada lasciva. Solté el aire cuando la puerta se cerró a su espalda. Lo había dejado ir, al único sujeto que no quería que se fuera a la mañana siguiente. Resignada me metí a la ducha y me lavé el cuerpo, pasé los siguientes dos días encerrada en mi casa, mirando televisión y mensajeando con mi mejor amiga sobre el sexy hombre que había dormido en mi cama. El lunes en la mañana me alisté y me fui al trabajo a la hora de siempre, si tenía algo que resaltar de mi persona, era lo puntual que era. Llegue a mi hora de siempre a la oficina, no me sorprendió encontrar docenas de policías, era normal. No era la primera vez que intentaban robar en nuestras cajas de seguridad. Como dije antes, aseguramos cosas carismas y rarísimas. Subí por el ascensor sola y al llegar a mi planta vi que había policías por todas partes, allí estaba Henry, el CEO de la empresa en mi oficina hablando con un sujeto. –Buenos días– dije tímidamente, todos los hombres se giraron al escuchar mi voz. –Es ella– dijo mi jefe señalándome. Me puse nerviosa, tragué con dificultad cuando todos los hombres allí adentro me miraban. –¿Soy yo? – me encogí de hombros asustada. –Señorita Mía Rivera, está usted arrestada por el robo de piezas de artes y joyas que suban al menos 1,000,000 de dólares. –¿Que yo qué? Henry, no crees esto, ¿verdad? He trabajado aquí desde hace cinco años, me conoces perfectamente. –mire finamente a mi jefe, esto no podía ser cierto, jamás me había robado nada en mi vida, ni un chicle en una tienda. –Tan poco lo creo, Mía. Pero tu tarjeta de seguridad se utilizó anoche para acceder a las oficinas y a las cámaras de seguridad– abrí la boca. –No, no. Tengo mi tarjeta conmigo. No puede ser cierto. –Señorita, tiene que acompañarnos a la estación. –madre mía, estaba en un lío del que no sabía cómo salir. Los policías me esposaron y me sacaron del edificio, leyéndome mis derechos.

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