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Una Esposa Odiada

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Blurb

Annelise jamás imagino que amar a Edward le traería tanto dolor y sufrimiento. Pero en medio de todo eso, un rayo de luz iluminaria su vida, una pequeña esperanza que nacía dentro de su ser. Solo que para conservarla, debía hacer frente al desprecio y el odio de Leonel Metaxis, un rico, poderoso y cruel empresario.

Leonel, odiaba a aquella mujer más que a nadie en el mundo pues, ella, era la razón por la cual, los últimos días de su hermano, habían sido un verdadero infierno. Sin embargo, ella tenía algo muy valioso para él y su familia, en especial, para su madre quien estaba gravemente enferma, así que, para hacerse con ello, solo podía hacer una cosa: casarse con la ex mujer de su hermano y llevarla a vivir a la casa familiar.

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Prólogo
Embarazada. Annelise no podía dejar de ver la prueba de embarazo, la cual había comprado en una farmacia y que tenía entre sus manos. Había comprado unas tres pruebas de diferentes marcas, después de tener un mes de retraso en su ciclo menstrual, y todas, habían salido positiva. No había duda alguna. Definitivamente, estaba esperando un hijo del desgraciado de Edward Metaxis, el hombre quien, después de conseguir una noche de sexo con ella, la había abandonado. Y hasta había hecho que la echarán de su piso de alquiler y trabajo en el cual estaba entonces cuando lo conoció. Pero aquello, no debió de haberla sorprendido en absoluto. Bien que había escuchado rumores acerca de que este, era un Don Juan que se pasaba la vida jugando con una y con otro, y cuando ya no le complacían, entonces se deshacía de ellas como si nada. Pensó en lo tonta que había sido al creer en el él, en el amor que decía tenerle y en sus falsas promesas de amor. Aún cuando al principio, para Annelise, entregarse a él fue una muestra de su amor puro y sincero hacía él, cuando le había dado algo tan valioso e importante como lo fue su virginidad, para Edward, eso no había sido más que un simple acto carnal con el cual se había satisfecho. Sexo y solo sexo, no existía nada más en el corazón de él que ofrecerle a ella. Ahora, ella lo odiaba. Lo odiaba con todo su ser por lo que le había hecho, el como había jugado con ella y sus sentimientos, el como había destruido toda su vida. Y pensar en la sola idea de tener un hijo de ese hombre al que tanto estaba odiando y aborreciendo, no era para nada agradable. Al contrario, solo de pensarlo, le daba asco y rechazo. Se dejo caer sobre el suelo de cerámica del baño, y apoyándose en el inodoro, comenzó a llorar con desesperación sin saber como enfrentar su destino y su vida, con aquella carga tan grande. ¿Qué se suponía que iba a ser ahora? Un hijo en ese momento de su vida, cuando por fin estaba a punto de obtener el trabajo de sus sueños, ese puesto de diseñadora de modas en una de las boutiques más importantes de Houston, la Tootsies, cuyas prendas y joyas pertenecían solo a diseñadores de renombre, solo ponía en riesgo todo por lo que había luchado, su oportunidad de ser una diseñadora de renombre y conocida mundialmente. Uno de los requisitos que la administradora de la boutique, a quien le habían encantado sus diseños, había interpuesto, había sido precisamente que no quería mujeres con hijos para ese puesto de trabajo, pues, no quería que sus diseñadores, los cuales estaban iniciando, se vieran afectados por distracciones. ¿Cómo se suponía que le iba a decir ahora, después de haberle dicho que no tenía hijos ni pensaba tener, que acababa de descubrir que estaba embarazada? Sintió el sabor amargo en su boca, producto de la rabia que sentía por dentro. Edward Metaxis, no solo le había arrebatado su virginidad, se había burlado de ella y la había herido en lo más profundo de su corazón, sino que además, seguía arruinándole la vida aun después de haberla abandonado de manera tan infame. ¿Cómo demonios iba a hacer ella con un bebé? Ella no tenía un trabajo ni un ingreso estable, no tenía familia allí cerca, ni a nadie que pudiera ayudarla cuidando del bebé cuando este naciera mientras que ella trabajaba para hacerse cargo de los gastos que este le generaría. Sus padres, vivían en Arlington, lejos de allí. Y si los llamaba para pedirles ayuda, o contarles si quiera lo que le estaba sucediendo, sabía que estos la mandarían a hacerse cargo y resolver sus problemas ella sola como pudiera. Así eran sus padres, poco amorosos y afectuosos con ella, quien era la única hija que tenían. Y siempre dejaron claro que si les salía con una sorpresita de esas, ellos no le ayudarían en nada. Y la única amiga que tenía, apenas y podía con su propia vida, como para cargarla con algo más. Estaba sola, completamente sola en el mundo. Y lo peor de todo, era que, no podía y no tenía ni los recursos ni la madurez necesarias para hacerse cargo de un niño en ese momento, cuando aun no tenía nada en la vida. Todo se le complicaba con aquel inesperado embarazo. Tampoco era como si pudiera llevarlo a donde su padre, una vez que naciera puesto que, dudaba demasiado que él, por mucho dinero que tuviera, quisiera arruinarse la vida con un bebé y encargarse de él. Así que, no tenía más opción que aceptar y enfrentar que estaba sola en ello. Y Annelise, no tenía idea de qué o cómo iba a hacer de ahora en adelante pues, sentía como todo su mundo se desmoronaba sobre sus hombres sin que pudiera hacer nada por evitarlo. *** Leonel Metaxis deambulo de un lado a otro completamente irritado y molesto con su hermano pequeño. Aunque ni tan pequeño ya pues, Edward, era un hombre de veintitrés años. Sin embargo, no se comportaba exactamente como un hombre sino más bien, como un niño al que acababan de quitarle su dulce. ¿Cómo podía ser posible que se echara a morir por una mujer? Debía de ser un delito el ser tan estúpido e ingenuo en la vida. ¿Qué acaso en sus años de vida, no había conocido lo suficiente a las mujeres como para darse cuenta de que estás, erna frívolas y crueles? ¿Que a estás lo único que les interesaba era el dinero y lo que podían comprar con este? Tantas veces que se lo había dicho, que disfrutará de la vida y de las mujeres, que las complaciera y se satisfaciera con sus placeres pero no se enamorara de ninguna. Entonces, ¿Cómo era qué se dejó engatusar por una? ¿Cómo es que creyó en el amor de esta hasta el punto de enamorarse loca y perdidamente de ella? Por no ser lo suficientemente precavido, por no haberlo escuchado, Edward, estaba ahora sufriendo una desilución amorosa, que solo estaba agravando su estado de salud. - Leonel. - lo llamo su madre desesperada - Tienes que hacer algo con tu hermano. Está depresión puede llevarlo a la muerte y lo sabes. Leonel se volvió a mirar a la mujer mayor, con ojos penetrantes. Por supuesto que lo sabía, no necesitaba que se lo recordarán. Pero, ¿Qué podía hacer él? Él no era cupido, ni podía obligar a la chica de la cual su hermano se había enamorado a corresponder a sus sentimientos. Y la verdad, tras saber que está, lo había abandonado después de que su padre le dijera que Edward tenía una grave enfermedad que lo llevaría a la muerte y que, sin importarle eso, lo desheredaria si persistía en estar con ella, no podía querer menos que se mantuviera lejos de su hermano y de su familia. Aquello, solo había sido una prueba que su padre había hecho, para demostrarle a Edward que, la mujer de la cual él se había enamorado, una simple chica sin clase ni apellido, no era amas que una oportunista, interesada en su riqueza. Y lamentablemente, su padre no se había equivocado. Aquella mujer era exactamente todo lo que él había pensado que era, y no solo eso, sino que hasta más, pues, había tenido el descaro de exigirle a su padre, una gran suma de dinero, a cambio de alejarse y desaparecer para siempre de la vida de su hijo y de no hacerle daño. Algo que ya era inevitable. Dado que su madre, compartía la misma enfermedad del corazón de su hijo menor, ni su padre ni él, habían querido contarle la verdad de lo que ocurría con Edward. Suficiente tenía ya la pobre con ver a su hijo en el estado en el cual estaba, como para además hacerle ver que una mala mujer lo había herido al punto de querer morir. Y además, ya les bastaba a ellos con Edward decepcionado del mundo y de las personas, como para que su madre estuviera igual. Claro que, no era que las personas merecieran un poco de su consideración si quiera. En general, las personas solían ser interesadas, ambiciosas, crueles y cínicas. Sin embargo, para su madre, que todo le parecía color de rosa, enfrentarse a esa realidad sería un golpe duro. - ¿Y qué se supone que haga ya? Sabes bien que Edward puede ser tan obstinado como nuestro padre. - Pero, ¿Qué le pudo haber pasado como para que cayera en ese estado depresivo? - pregunto su madre angustiada. Y Leonel solo pensó en ella: Annelise Riordan. No la conocía en persona, ni si quiera en fotos, solo de nombre y las referencias que tanto su hermano como su padre le habían dado de ella, y con eso le bastaba. Porque, si de algo podía estar seguro, era de que: esa mujer, debía de ser una mujer muy hermosa e impresionante si, Edward, quien siempre había sido un Don Juan y tenido miles de mujeres hermosas y despampanantes en su cama, había terminado perdiendo la cabeza por ella. - Supongo que, darse cuenta de la grave enfermedad que te heredó, no debe de ser nada fácil. - mintió para no tener que decirle la verdad. Aunque la realidad era que, odiaba el tener que hacerlo, mentir, y más aún cuando lo hacía con su madre. Hubiera preferido decirle la verdad pero, su madre, no estaba preparrada aun para ello. No lo estuvo Edward tampoco. - Pero, puede vivir años con ello. Mírame a mi. - Eso él lo sabe madre. Solo que por ahora, lo mejor será dejjarlo solo y quue asuuma la realidad de su vida. Una vez que lo hagga, estará mejor preparado parra continuar su vida. Su anciana madre lo miro con preocupación y tristeza. Y él sabía muy bien lo que esttaba pensando. ¿Podría Edward superar todo eso y seguir adelante? Sino lo hacía pronto, posiblemente su corazón no lo resistiría y eso terminaría por acabar con su propia vida. Pero Leo, confiaba en que lo hiciera, en que pronto dejara atrás a esa mujer y la olvidara por completo.

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