3. Andy

4258 Words
Todavía no podía creerme lo que mis ojos estaban viendo. ¡Andrés tiene una v****a de silicona cubierta con una toalla…! He hecho uso del papel higiénico, he tirado de la cisterna, me he vestido correctamente y he abierto la puerta para poder salir del baño. Estaba dudando entre volver al salón y hacer como que nada había pasado, o inventarme una excusa y salir de esa casa cuanto antes. Una urgencia en el hospital, por ejemplo. He puesto un pie fuera del baño, pero inmediatamente he vuelto a entrar. He dejado una pequeña rendija abierta, apenas lo justo para poder asomar la cabeza, y he gritado al pasillo. —ELENA ¿ME PUEDES AYUDAR CON LA CREMALLERA DEL VESTIDO, POR FAVOR? —AHORA MISMO VOY —ha respondido ella. He cerrado de nuevo la puerta y me he puesto a pensar. No acababa de estar muy segura de la opinión que me generaba mi reciente descubrimiento, pero una cosa sí que tenía clara: iba a acribillar a Elena a preguntas hasta que estuviese segura de dónde estabas, hasta que no supiese bien en casa de qué clase de chico me había metido mi mejor amiga. Quería saber qué tipo de persona era Andrés, porque lo cierto es que se me estaban pasando muchísimas cosas por la cabeza y no estaba muy segura de lo que debería pensar. Ya no digamos nada de lo indecisa que estaba sobre lo que debería hacer. Elena ha dado dos toques a la puerta y he abierto para dejarla pasar. Ha inspeccionado la cremallera de mi vestido y se le ha puesto cara de póker cuando se ha dado cuenta de que estaba perfectamente subida. Hemos empezado a hablar en susurros para evitar que Andrés nos escuchase: —¿Crees que Andy es un chico rarito? —he preguntado. —No Jacqueline, no lo creo. —¿Tiene algún fetiche, o le va el bondage o algo por el estilo? —he preguntado de nuevo. —No. —¿Le gusta hacer cosas extrañas en la cama? —No, Andy no es de esos. Es un chico de lo más normal y bastante clásico en esos temas. —Bien —he dicjo. La verdad es que me he alegrado mucho de haber despejado mi mayor duda con respecto a Andrés, pero aún había una cosa que quería preguntarle a Elena— ¿Tú le quieres? ¿Te acostarías con él? La cara de mi mejor amiga cada vez expresaba más lo extrañas que le parecían mis preguntas, pero aún así ha seguido contestando con diligencia a todas y cada una de ellas. —Qué va, Jackie. Le quiero muchísimo sí, pero como a un buen amigo. Casi como podría querer a un hermano si lo tuviera —ha contestado Elena—. ¿Pero a qué vienen todas las preguntas que me estás haciendo? —A estas alturas la curiosidad había superado a tu pobre amiga. En ese momento he abierto la puerta del armarito del lavabo y, levantando la toalla que había dejado en su sitio, le he mostrado a Elena la v****a artificial que había dentro. —¡Oh! —Elena se había quedado totalmente atónita. —Entonces ¿Andrés es un tipo normal no? ¿Aunque tenga esto? —he dicho señalando lo que estaba dentro del armarito para confirmar mis propias conclusiones. —Sí, ya te lo he dicho. Es un tipo de lo más normal, amable, bueno, justo, responsable… —Pues si no es un pervertido ni nada por el estilo, creo que estrenaré mis senos bien turgentes con él. —¡Vaya! —ha exclamado Elena. —¿Te parece mal? Si no te parece bien o no estás cómoda con la idea no haré nada de lo que tengo en mente. —No, para nada, me parece estupendo. Pero antes tienes que saber que en el último año Andy y su novia no han mantenido relaciones sexuales. Seguramente esa es la razón de que tenga esto —ha dicho señalando la v****a artificial. —En eso estamos iguales —he dicho encogiendo los hombros. —¿Cómo que iguales? ¿Tú y Juan no manteníais relaciones sexuales siendo pareja? —Elena casi no podía creer lo que le estaba diciendo—. Eso no me lo habías contado nunca. —Pues no, sólo tres veces. —¿Qué? ¿Tres veces en dos años y medio? —Sí, dos fueron por su cumpleaños y una cuando nos licenciamos en la carrera, después de la fiesta de graduación. Por eso decidí operarme el pecho, para gustarle más a Juan. Pensaba que tal vez el motivo de que no se acostara conmigo era que no le atraía sexualmente, o al menos no lo suficiente. —Una vez más te digo que Juan no te merece. Si no le gusta esto —Elena ha señalado mi cuerpo en un solo gesto que ha abarcado de mi cabeza a mis pies— una de dos: o está ciego o es gay. Perdóname por lo que te voy a decir, pero menos mal que ha terminado contigo antes de que os casarais. —Sinceramente, ahora mismo Juan es en lo último que estoy pensando —he dicho absolutamente convencida. —Ah, otra cosa —ha continuado diciendo Elena—. También tienes que saber que Andy no quiere ninguna relación sentimental seria ahora mismo con ninguna mujer. Me lo ha confirmado esta misma mañana en el trabajo. —Pues perfecto, porque yo no quiero nada serio ahora mismo con ningún hombre. Hoy sólo quiero sexo. —Guau Jacqueline, me dejas de piedra. Me parece estupendo que pienses así —ha dicho Elena. —Sí, sólo me quiero divertir un poco. ¿Me ayudas con la cremallera? —Jaja, ¡ahora entiendo lo de la cremallera chica! ¡Por supuesto que te ayudo! —Elena te baja la cremallera del vestido que tienes en la espalda. —¿Y te importaría…? —Tranquila Jackie, le diré a Andy que me tengo que ir y que os acabeis vosotros la botella de vino que acaba de abrir tranquilamente. —Gracias. Elena ha salido del baño pero, antes de que me haya dado tiempo a cerrar la puerta, ha puesto la mano en el marco para impedirlo. —Pero mañana quiero todos los detalles —Me ha guiñado un ojo. Elena va ha ido a despedirse de Andrés con una excusa mientras yo acababa de quitarme toda la ropa. Me he quedado desnuda a excepción de los zapatos de tacón y he sacado la v****a de silicona del armarito del lavabo. En ese momento me he alegrado mucho del hecho de que hace seis meses decidí hacerme la depilación láser. Lo cierto es que lo hice para poder estar siempre lista para el momento en que surgiera una oportunidad de intimar con Juan y para poder sorprenderle, pero hoy estoy lista para lo que pretendo hacer. Elena ya se había ido y solamente quedabamos en la casa Andy y yo. Me he sentado sobre la mesa del salón aprovechando que Andrés había ido a la cocina, y me he colocado de cara a la puerta con las piernas abiertas y la v****a de silicona encima de la mía propia. —He sacado otra bandeja de aperitivos —Andrés venía hablando por el pasillo con una bandeja en las manos— para pasar mejor el vino, que ahora que se ha tenido que ir Elena va a ser mucho vino para solo dos personas. Ahora que con el estómago lleno es otra… Cuando Andy ha entrado en el salón y me ha visto se ha quedado boquiabierto, totalmente paralizado. Yo he dirijido una rápida mirada a su entrepierna y me he dado cuenta de que empezaba a adivinarse un pequeño bulto. —¿Qué estás…? —ha preguntado incrédulo. —¿Cuál de las dos crees que te dará más placer? —he preguntado seductoramente a su vez para que dejase de hablar. En ese momento he soltado la v****a de silicona sobre la mesa y he abierto aún más las piernas para dejar al descubierto toda mi desnudez. Andy estaba visiblemente nervioso, incluso le caían gotas de sudor por la frente. —Ehm... Bueno... esto... pues… —ha balbuceado el pobre. Rápidamente me he levantado y le he quitado la bandeja de aperitivos que traía de las manos. —Dejemos esto aquí —he susurrado— nos van a hacer falta después. Al soltar la bandeja con los aperitivos en la mesa me he inclinado hacia atrás, de tal manera que he rozado ligeramente mi trasero desnudo con su entrepierna, notando que el bulto de su pantalón aún había crecido mucho más. Y así es justamente como me encuentro ahora. Espero haber eliminado esa imagen de primera escena de película con contenido para adultos de las baratas que había dado al principio, y haber explicado como es debido el por qué he actuado así. Pero bueno, sigamos con la historia, tampoco voy a dejarlo así, pues yo misma estoy deseando saber lo que va a pasar a continuación. Reconozco que no tengo ni idea de dónde ha salido mi valor, pues nunca fui una chica tan deshinibida. Atrevida sí, pero no deshinibida. Seguramente las copas de vino que he bebido están ayudando en el proceso. Yo simplemente estoy haciendo lo que de verdad me apetece por primera vez en mi vida. He bloqueado mi cabeza y mi corazón para dejarme llevar, y únicamente estoy haciendo lo que pide mi cuerpo. Permanezco unos segundos en esa postura, con mi trasero en su entrepierna. Lentamente, me incorporo, agarro las manos de Andy estando aún de espaldas a él y las sitúo sobre mis senos. —¡Guau! —exclama Andrés. —¿Te gustan? —pregunto ronroneando con una voz de lo más seductora. De verdad necesito saberlo, pues él es el primer hombre que toca mis pechos desde que me operé, y el primero que los ha visto. —¿Estás de broma? —pregunta él— ¡Me encantan! ¡Son espectaculares! Suspiro por su respuesta, totalmente satisfecha, sintiéndome aún más segura de mí misma. Andy masajea mis pechos con suavidad, los aprieta firmemente y pellizca mis pezones con ambas manos. Gimo de placer pero quiero más, mucho más. Sujeto su mano izquierda sobre mi pecho para que no la quite y bajo su mano derecha lentamente a mi entrepierna. Él va pasando los dedos por mi abdomen, por mi ombligo…, hasta que aterriza obedientemente justo dónde yo le pido. Allí comienza a trazar suaves círculos. —¿Así te gusta? —pregunta Andy. —Sii... Echo la cabeza hacia atrás y él empieza a besar y mordisquear mi cuello. Mis gemidos son cada vez más seguidos, más rápidos. Con mi mano empujo la suya suavemente a mi interior y, cuando su dedo entra en mí, gimo de placer. Arqueo la espalda en respuesta. —¿Quieres más? —pregunta Andy susurrando en mi oído. —Sí, quiero mucho más —respondo agitada. Andy me empuja suavemente para que ponga mis manos sobre la mesa, que coloco a ambos lados de la bandeja de aperitivos que acabo de soltar. Se quita el pantalón sin sacar los dedos de mi humedad, que ahora son dos, y yo ni quiero ni puedo parar de gemir. Él se acerca más a mí para volver a tener acceso a mis senos de nuevo. Noto su dureza en mi trasero, a través de los boxers. —Andrés… por favor… quiero más… —digo entre gemido y gemido. —¿Sí Jacqueline? ¿Qué quieres? —Yo… Te quiero dentro. Le necesito dentro de mí. Necesito tenerle en mi interior. Necesito sentir cada centímetro de su cuerpo pegado al mío. Necesito el contacto piel con piel, tanto como un bebé recién nacido necesita el contacto con la piel desnuda de su madre. Andy se quita los boxers sin parar de introducir sus dedos en mi interior, se incorpora para estar en el ángulo correcto y, lentamente, retira sus dedos de mi cuerpo. Suelto un suspiro desesperado como protesta pero, acto seguido, él me penetra muy despacio. Mis gemidos pasan ahora a ser gritos de placer que escapan de mis labios con cada una de sus embestidas. —SI, ASÍ… ASÍ… —grito. Andy ha ido acelerando el ritmo de sus embestidas progresivamente y estoy a punto de terminar. —Ahora Jacqueline —susurra Andy en mi oído— pídemelo. En un primer momento no sé qué es lo que quiere que le pida, pero enseguida me doy cuenta de lo que es. —Sí, Andy, ahh… —digo sin parar de gemir—. Termina conmigo, ahh… Por favor… Andrés se inclina hacia delante para volver a sujetar mis senos y me levanta de la mesa sin salir de mi interior. Una sensación agradable de calor me invade mientras terminamos juntos y llegamos al clímax. Andy me deposita de nuevo en el suelo con delicadeza para poder salir de mi interior. Besa suavemente mi espalda y mi cuello. —Ha sido espectacular —digo al girarme para poder mirarle a los ojos. —¿De verdad lo crees, Jacqueline? —dice sonriendo. —Sí, por supuesto. Juan, mi ex, nunca me hizo disfrutar así. Nunca antes había disfrutado tanto en una relación s****l. Nunca me había dejado llevar de esta manera, haciendo únicamente lo que me apetecía en el momento y dejándome llevar. En las tres ocasiones en las que estuve con Juan únicamente me había centrado en complacerlo a él. —¿Quieres más? —pregunta Andy. —Por supuesto. Andy toma mi mano y me conduce al baño, donde hace un momento he dejado mi ropa colgada tras la puerta. Me quita los zapatos de tacón de aguja negros que llevo puestos y nos metemos juntos en la ducha. Tras abrir el grifo pone su lengua sobre mi punto más sensible y la mueve lentamente para, poco a poco, ir acelerando. —¡Guau! ahh… mmm… Nunca antes ningún hombre me había hecho disfrutar poniendo su lengua en esta parte de mi cuerpo. La sensación es estupenda: cálida, húmeda, suave… Andrés sabe que me gusta porque arqueo mi espalda para darle un mejor acceso a mi intimidad y no paro de gemir. Él introduce la lengua en mi interior y succiona mi pequeña protuberancia con sus labios. —Mmm… sigue... Agarro su pelo para que siga como está y, cuando por fin llego al clímax, tiro de su cabello para que se detenga. —Ahora yo —susurro mirando sus ojos. —¿Tú? Estoy decidida a hacerle disfrutar de la misma manera que él me ha hecho disfrutar a mí. Beso su pecho, su espalda, su cintura… Me agacho y beso la punta de su pene. Voy alternando besos con lametones mientras acaricio la base del mismo con la mano. —Buff —gime Andy. Con la mano en la base de su m*****o viril introduzco la punta en mi boca, intentando que me entre todo lo posible, y muevo la mano y la boca al unísono. Al oír cómo gime, sé que está disfrutando con lo que hago y el placer que siento al hacerle disfrutar es indescriptible. —Sigue Jacqueline —pide él. Sigo haciendo lo mismo, cada vez más rápido. De pronto, Andy me levanta suavemente para que le suelte y termina. Su semen cae sobre mis pechos. —Impresionante Jacqueline. Mi novia nunca me dio tanto placer. El agua de la ducha limpia mis senos, haciendo que el líquido blanquecino resbale con el agua. Con la esponja enjabona mi cuerpo y yo enjabono el suyo. —Jacqueline, la v****a de silicona… —No importa, no pasa nada. Ambos estamos aún sofocados por la reciente actividad y jadeamos por la excitación. —Yo no quiero nada —dice Andy. —Yo tampoco, solamente quiero divertirme. Andy cierra el grifo y salimos de la ducha sin secarnos, dejando las huellas mojadas de nuestros pies en el pasillo. Me conduce hasta el sofá y ahí veo que su pene vuelve a estar erecto. No lo dudo un instante: me siento a horcajadas sobre él para que su hombría se introduzca en mi interior y muevo mis caderas arriba y abajo. —¡Dios! —gime Andy. Pone las manos en mi trasero para ayudarme con los movimientos e introduce mi pezón en su boca, que succiona con los labios. Yo empiezo a gritar de placer. —Un segundo —susurro. Me levanto y me giro de espaldas a él, vuelvo a introducir su dureza en mi interior y me inclino hacia delante para cambiar ligeramente el ángulo de penetración. La sensación es increíble. –¿Has terminado? —pregunta Andy, que acaba de alcanzar el clímax. Por un momento he estado tentada de decirle que sí, para no hacerle sentir mal. Pero si algo he aprendido de las dos veces que he llegado hoy al climax con él, es que nunca más volveré a ocultar lo que siento o lo que me apetece a la persona con la que esté, por lo que niego con la cabeza. Él me recuesta en el sofá para con una mano acariciar mi pequeña protuberancia y con la otra introducir sus tres dedos en mi interior. No puedo evitar volver a arquear mi espalda mientras vuelvo a gemir. —No pares —pido. Súbitamente termino. Agarro su mano para que pare, beso su pecho y le abrazo. —Gracias Andy —susurro mientras lágrimas de felicidad caen de mis ojos. —No, —responde él— gracias a tí Jacqueline. Voy al baño a por mi ropa para volver a vestirme, pues aunque en la casa de Andrés no hace frío ya no tiene sentido que esté más tiempo desnuda. No puedo evitar la tentación de mirarme en el espejo. A la mujer del espejo le brillan los ojos de vitalidad, su pelo n***o está enmarañado por la reciente y placentera actividad, con todos los mechones rizados y aún por secar. Sonrío mientras me visto y me atuso el cabello. Pues es una suerte que Elena me haya convencido para venir, y que al final haya decidido quedarme tras preguntar a mi mejor amiga por Andrés, esta noche de sexo desenfrenado ha sido insuperable y si no hubiese venido o me hubiese ido me la habría perdido. —Por los solteros —Brinda Andy entregándome mi copa en cuanto vuelvo al salón. —Por los solteros —Hago chocar nuestras copas. Nos bebemos lo que queda de vino y nos comemos los aperitivos mientras charlamos, como si fueramos unos buenos amigos que se conocen de toda la vida. Después me voy a casa sintiéndome dichosa y plena. ***** Es sábado por la mañana y hoy no tengo que ir al trabajo. Mañana me toca turno de guardia por la tarde en el hospital, por lo que tendré que volver a ver a Juan. No sé cómo voy a sobrellevar ese momento ni lo que voy a sentir, pero hoy no quiero pensar en ello. Elena ha venido a verme a casa en cuanto se ha hecho de día para que le cuente con todo lujo de detalles lo que ocurrió anoche en casa de Andrés. —¿En serio hiciste eso? —pregunta asombrada. —Sí, y le pregunté si le daría más placer la v****a artificial de silicona o yo. —Jaja, vaya Jacqueline. ¿Y él que hizo? —Pues no supo reaccionar, pero no importa. Le quité la bandeja de los aperitivos que traía y al agacharme para depositarla sobre la mesa puse mi trasero en su entrepierna. —¡Guau Jacqueline! No creí que fueras así de... —¿Descarada? —pregunto riendo— Yo tampoco lo sabía, la verdad, pero fui totalmente natural. Me salió así. Supongo que el vino también influyó en mis actos. »¿Sabes? Siempre que he estado con un hombre he hecho todo lo posible para complacerle, olvidando por completo que yo también podía disfrutar, que yo también debía disfrutar. Ayer por primera vez en mi vida empecé a escuchar a mi cuerpo para satisfacer sus necesidades, dejando a un lado a mi cabeza y a mi corazón. —Jackie, no está bien que sólo pienses en satisfacer a tu compañero s****l en lugar de disfrutar también tú con el acto. Las mujeres tenemos exactamente los mismos derechos que los hombres. —Supongo, pero de alguna manera siempre creí que hacer peticiones a la otra persona me haría parecer demasiado fresca a sus ojos. Casi como si fuera una furcia. —No pienses así —dice Elena—. Ninguna mujer debería pensar así. Tener sexo no hace que una mujer sea automáticamente una furcia por definición. Las mujeres somos libres de hacer lo que queramos con la persona que queramos sin temor a ser juzgadas. —Pero a las mujeres nos juzgan Elena. —Pues las personas que nos juzgan no nos tienen que importar, ni sus comentarios nos tienen que afectar en lo más mínimo. —Tienes razón Elena, pero yo hasta ayer por la noche no me había dado cuenta de ello. Cuento a Elena la manera en la que Andy masajeó mis pechos. —Y me dijo que le encantaban, que eran espectaculares —digo con orgullo. —No me extraña Jacqueline, ya te he dicho que son alucinantes. —Ahora lo sé. Ya sé que tú ya me lo habías dicho, pero después de la poca atención que recibí por parte de Juan necesitaba que fuera un hombre el que me lo dijera. Y, en cuanto me lo dijo, subió rápidamente mi autoestima y aumentó la seguridad que tengo en mí misma. Le cuento a Elena todo lo que hicimos en la mesa del salón, soltando un suspiro cuando menciono el momento en el que ambos terminamos al mismo tiempo. Continúo el relato con el momento en el que fuimos a la ducha, diciéndole todo lo que Andy me hizo con sus labios y con su lengua. —Eso suena genial —dice ella. —Jamás pensé que pudiera sentir tanto placer. Fue mi primera vez y fue increíble. —¿Cómo que tu primera vez? —Con el sexo oral, sí. —¿Nunca habías practicado sexo oral? —pregunta Elena incrédula. —Lo había practicado a otros, pero nunca antes lo había disfrutado yo. Continúo detallando lo acontecido la noche anterior mencionando lo que hice a Andy con tu boca en la ducha y todo lo que hicimos después en el sofá. —Cuánto me alegro de que hayas disfrutado así —dice Elena—. Cuando salimos anoche de tu casa... —Cuando salimos anoche de mi casa estaba destrozada. Juan me acababa de dejar y me sentía muy inferior a cualquier otra mujer sobre la faz de la tierra —explico—. Por Dios, si incluso íbamos a casarnos... En seis días seríamos oficialmente marido y mujer, aunque aún no hubiésemos pisado la iglesia… »El lunes es mi día libre y lo iba a utilizar, entre otras cosas, para hacer una de las últimas pruebas del vestido de novia con la modista. —Jackie, cariño, —te regaña cariñosamente Elena— tú no eres inferior a ninguna mujer. —Lo sé, pero yo ayer me sentía así. Aunque después de la noche que he pasado con Andy ha cambiado drásticamente mi forma de pensar. —Entonces Andy no sólo es un as en la cocina ¿verdad? —No sólo es un as en la cocina, también es un portento en la cama. Aunque la cama ni la vimos —digo riendo. —¿Eso significa que ya has olvidado a Juan? —pregunta Elena. —No Elena, el amor no se borra por una noche de sexo desenfrenado. Aunque tengo que reconocer que me siento realmente bien. —Cuánto me alegro de que todo fuese estupendo. —En realidad no, hay una cosa que me preocupa. Ninguna de las dos veces que terminó en mi interior utilizamos preservativo. —¡Jacqueline! —exclama Elena— ¡Cómo se te ocurre no usar preservativo! ¡Podrías haber quedado embarazada! —Eso no es posible, me puse el DIU hormonal al poco tiempo de empezar mi relación con Juan. Lo que realmente me preocupan son las enfermedades de transmisión s****l… —Ah, —suspira Elena aliviada— me habías asustado. ¿Recuerdas que te dije que Andy pilló a su novia con otro hombre en la cama in fraganti? Pues se hizo análisis de sangre y de orina, y le colocaron un hisopo en el pene para descartar cualquier tipo de ETS. Todo dio negativo. —Uff, menos mal. Yo el lunes tengo que hacerme una citología, si veo algo raro se lo diría rápido, pero no lo creo. Como sabes mis relaciones sexuales han sido prácticamente nulas últimamente. »Cambiando de tema. Esta noche vamos a nuestra discoteca favorita. Ya he llamado a Mónica para que venga con nosotras, y me ha dicho que en cuanto salga de trabajar del hospital se da una ducha y viene para acá. Mónica es nuestra amiga. Solíamos salir las tres juntas a bailar después de pasarnos las horas muertas mirando embobadas a todos los tíos buenos que hubiera desde el mejor lugar disponible. —Oh, ¡genial! —Aplaude Elena—. Por fin me llevo a mi mejor amiga a la discoteca.
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