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Aviones de papel

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Blurb

Creo firmemente que el amor de tu vida no necesariamente es quien estará presente para el resto de tu vida, ni la persona con la que te casaras y tendrás hijos. El amor de tu vida es quien se adueñó de tu corazón y por más que se fue físicamente, sigue estando presente emocionalmente, en cada pensamiento, con cada canción, en los sueños. Quien por más que se quiera olvidar, no se consigue.

Lily, es una chica de 18 años, quien ha vivido bajo el ala de sus padres toda su joven vida, al llegar a la universidad se encuentra en una ciudad sola, sin padres y sin amigos. Esta chica es inocente, ingenua y le gusta cumplir las reglas. Hasta que llega Alfred, con todo eso que ella había soñado; dulce, inteligente, de buenos modales, detallista, amable, en fin, el hombre perfecto para Lily. No todas las parejas están destinadas a estar juntas por más amor que haya. Cuando este chico se marcha y termina su relación casi perfecta, destroza a un corazón que nunca había sufrido aquel dolor.

¿Qué le pasa a un corazón cuando ha sido destrozado en mil pedazos? Refugiarse en todo lo malo que piensa que lo ayudara. Nadie vuelve hacer el mismo después de experimentar tanto sufrimiento.

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Capítulo 1: Ex de verdad
2015 Aquella mañana la alarma no dejaba de sonar, mi situación no era como en los libros o películas que leo, donde los pájaros cantan y la bella protagonista se levanta risueña y hermosa. Era la tercera vez que mi alarma sonaba, así que, calculando mentalmente, tenía 30 minutos para levantarme, alistarme, meditar, beber café y salir de casa hacia el trabajo. Pero lo único que quería era quedarme en la cama todo el día. ¿Cuál era la necesidad contaste de uno querer crecer para convertirse en adultos? Si alguien me dijera que mi vida iba a llegar a este punto de frustración no se los hubiera creído. Yo fui una persona llenada de vida, sueños, metas, energía. No quiero amargarles su momento con todo mi odio hacia la humanidad, porque tengo que contarles lo que me paso aquel día, esa fecha 12 de febrero del 2015. Seguí lamentándome mientras hacia toda mi rutina mañanera que les describí más arriba. Tampoco tenía vehículo, ya que era muy miedosa para conducir en una ciudad donde las personas se creían Dominic Toretto escapando de los policías. En pocas palabras, las personas manejan como si estuvieran en una carrera de autos chocones. En ese caso me toca tomar transporte público, y justo ahí, en el metro de Santo Domingo a las 7:30, media hora para llegar al trabajo que usualmente llego en hora y media. Vi su reflejo en la ventana del tren. No me podía creer aquello. El corazón me dio un vuelco descomunal, como si fuera la primera vez que lo veía. Cuando caí rendida a sus pies. Me quedé mirando su imagen por unos segundos, recordando toda nuestra historia. Hacía cinco años que no lo veía, que no llegaba apreciar el café de sus ojos. En ese momento, en ese justo segundo mi corazón se abrió y resurgieron todos esos sentimientos que llevaba tiempo guardados. Bajo llave. El metro se detuvo de repente y maldije porque no iba bien agarrada y choqué con él. Porque así es la vida. Iba a hacerme la que no lo había visto, la inocente. El mundo me odiaba aquel mañana, se dio media vuelta, con intención de disculparse, pero al reconocerme vi sus labios curvarse y darme aquella media sonrisa de lado que hacía que mi parte íntima se humedeciera. Joder. Le sonreí lo más tranquila que podía, con toda mi intensión de que aquella situación se diera lo mejor que pudiera. ¿Han escuchado esa canción de Ha-ash que se llama ex de verdad? ¿Dónde mencionan que quisiera que su ex no fuera buena gente y no las saludara? Eso quería que sucediera, que no fuera una persona con modales y buen corazón, que fuera un idiota de mierda y se volviera a voltear e ignorarme. Pero no, se balanceó sobre mí y me abrazo, envolviéndome en su aroma varonil, a su perfume ligado con jabón y shampoo para hombre. Yo a chepa alcance para peinarme aquel día. Maldije muy en lo profundo, por cómo me vestí esa mañana. Jamás volveré a levantarme tarde y que el tiempo no me diera para salir hecha una reina de mi casa, porque cuando te ves como un vagabundo te encuentras a tu ex que se ve como el hijo de Apolo, en una camisa de rayas azules y negras, con pantalones de vestir oscuros y zapatos finos, en el metro de la ciudad. Cuando al fin me dejo de abrazar y yo pude recobrar la cordura, sequito sus enormes audífonos rápidamente. Aquí venia. Respira Hondo Lily, respira; inhala, exhala. Llena tus pulmones de aire y guanta todo lo que viene. —Lily, ¿Cómo estás? — pronunció eufórico, ¿por qué tenía que ser tan condenamente perfecto? Todavía me pregunto cómo se fijó en mí, que eran tan insignificante, ordinaria. Él era todo lo contrario a mí, era alto de casi dos metros, cabello n***o y abundante, de piel clara, nariz respingona, labios delgados y rosa pálido, ojos cafés claros. Esos ojos me hicieron adicta al café. Por su culpa tengo el hábito de ingerir ese líquido como loca.  ¿Por qué hoy, en mi tranquilidad si es tan grande esta ciudad, hoy te tuve que encontrar? Las letras comenzaron a aparecer en mi cabeza automáticamente, verlo allí de pie, en el lugar que jamás, ni en un millón de años pensé en encontrármelo. ¿Por qué tu sonrisa despertó sentimientos que guardé con candado en un cajón (¿Por qué?) —Hola, Alfred. – hice todo mi esfuerzo para no mirarle los labios, sonreí como una lunática. – Estoy genial. – mentí, porque que asco decirle que me arruino la existencia, que después que me voto he ido cayendo en pedazos, que mis manos aún recuerdan cada centímetro de su piel, que mis labios saborean el dulce sabor de su boca, que en mis sueños sigo aferrada a su cuerpo. No podía decir nada de eso, era más fácil decir que tenia una vida genial y que hacia tiempo que no lo recordaba. Eres el peor amor que he conocido tan perfecto que no te olvido piensa en mí, ayúdame a odiarte. Haz las cosas que hacen los cobardes, no me trates bien, ni sonrías más pues mi alma sigue sufriendo. Sé un ex de verdad y trátame mal. Ayúdame con eso. —Me alegro muchísimo. – la voz que anunciaba las paradas del metro lo interrumpieron.  Respira, solo te queda una estación para salir de aquel lio. – ¿Me das tu número de celular? Ya casi me quedo y me gustaría que no habláramos de vez en cuando. – M A L D I T A S E A, ¿Cómo podía negarme a eso? ¿Por qué era tan perfecto? —Sí, claro. – conteste de inmediato, porque mi cerebro y mi corazón estaban en disputa y ninguno quería razonar, de lo malo que seria tener contacto con él después de tanto tiempo. – 809-559-2624 – le volví a sonreír, el anoto los dígitos en su celular me detuve a mirar sus largos y delgados dedos. ¡Ay! Esos dedos, quise gemir al recordar todo lo que esos dedos podían hacer. C O N C E N T R A T E Liliana Rojas, no pienses, no recuerdes. Enfócate en el ahora, en este momento. —Perfecto, cuando salga del metro y tenga cobertura te hablo, así también puedes tener mi número. — claro que sí, por supuesto que quería tener tu número para poder seguir espiándote como lo he estado haciendo los últimos cinco años, pero tú al ser una persona tan reservada y con poca vida actividad en internet no me permites disfrutar de mis desgracias. Opte por sonreír y asentir, era todo lo que me quedaba. —Sí ­— mi voz salió más baja de lo que pensé, escuché el sonido para abrirse la puerta y supe que era mi hora de escapar. – nos vemos. – me despedí, tratando de parecer casual, le puse la mano en el hombro para despedirme, que gran error. Sus músculos se sentían fuertes debajo de su ropa, se había ejercitado. No quedaba nada de aquel delgaducho chico que yo solía conocer. Delante de mí, estaba todo un nombre. Un hombre que mi cuerpo seguía deseando con cada fibra, con cada locura. Salí del vagón, hacia las calles llenas de Santo Domingo. Cuando la brisa choca con mi rostro, sentí que volvía a respirar después de una larga caminata. Los ojos se me llenaron de lágrimas, parpadee para hacerlas regresar, pero me fue imposible. Ahora voy a ponerlos un poco en contesto, aquel chico que acaba de encontrarme había sido el amor de vida, o, mejor dicho, es el amor de vida, la persona que yo había esperado encontrar toda mi adolescencia, el hombre perfecto para mí: educado, guapo, sentimental, inteligente, amistoso, cariñoso y un sinfín de cualidades que lo hacían parecerse un dios. Parece mentira, pero no lo es.  Nuestra relación había sido como de cuento de hadas, desde el principio pero que con el tiempo se convirtió en historia de demonios. Habíamos pasado de ser ingenuos e inocentes, a convertirnos tóxicos. Aun así, yo seguía amándolo como loca, lloraba con cada canción que me recordara a él, con cada película romántica, con cada pensamiento. Sabia que estaba enferma, que no era normal todo aquello, pero mi corazón se negaba a olvidarlo, yo intentaba e intentaba olvidarlo, mientras más intentaba, menos lo lograba. Esta historia de amor me convirtió en lo que soy hoy, en una persona fría, llena de agujeros negros, con el corazón partido, con sueños y metas desechos, ansiosa, desconfiada, que llevaba una melancólica en su interior que se negaba a abandonar, era como si los hijos gemelos de Ares, Fobos y Deimos se estuvieran alimentando de mi dolor. Allí, de pie en la acera, sentía el dolor expandirse por todo mi ser, los recuerdos me llenaron la mente, las lágrimas los ojos, a mi corazón se lo había tragado uno de mis agujeros, no percibía nada, solo quería llorar y comer montones de helados y chocolate durante veía por decima vez los capítulos de las Chicas Gilmore. No lo pensé dos veces, agarre mi celular, me llame un taxi y volví a casa, le escribí un mensaje rápido a mi jefe de que me encontraba enferma y no podía ir a trabajar ese día. En teoría no era mentira, estaba enferma. A la mierda todo.      

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