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La Venganza de Atlas

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Esta novela es extremadamente gráfica, incluye s3xo, violencia explícita, temas sensibles, controversial y puede ser inadecuada para ciertas audiencias, se recomienda discreción.

‼️ Esta es una obra de ficción al igual que los personajes, cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.

Esta es la segunda parte de "El secreto de Atlas".

Sinopsis:

Atlas está enojado, a pesar de que Jaques recibió su merecido, aún le falta encontrar a quienes asesinaron a su familia.

Ahora que está de vuelta en Italia, recibe una invitación para unirse a la mafia de su familia.

Lorraine intenta acercarse más a él y hace lo que puede para entenderlo, pero parece ser que a pesar de todo lo que han pasado, aún les falta mucho más para poder ser felices juntos.

Aún hay muchas interrogantes y Atlas necesita respuestas, deberá elegir entre el amor o la sed de venganza que lo consume poco a poco.

Y más aún, cuando alguien más está interesado en Lorraine, poniendo en riesgo su relación ya que Atlas no sabe manejar los celos.

Lorraine deberá decidir entre lo que es moral y civicamente correcto y el amor, pero no puede darse el lujo puesto que tampoco es la única que tiene sentimientos hacía Atlas.

Si no pone en orden sus sentimientos, podría perder al amor de su vida.

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1.
Atlas observó con atención aquel documento, y luego decidió firmar. Al alzar la vista reparó en la mirada de Lorraine quien se mostraba en desacuerdo. - No debiste firmar... Es tu casa. Le dijo ella un tanto molesta. Sin embargo Atlas encogió los hombros y decidió entregar los documentos al vendedor. - Grazie, signor Riviello, lo comunicherò ai signori D'acchille. Dijo aquel hombre. - Buon viaggio. Ci terremo in contatto. Respondió Atlas sin dejar de sonreírle. Aquel vendedor salió de prisa mientras Lorraine permanecía sentada en el sillón. - Mi familia fue asesinada en esa propiedad Woods. ¿Tú podrías quedarte en un lugar sabiendo y recordando que la gente que amas fue masacrada en aquel sitio?. Ten un poco de sentido común. Le pidió Atlas. Ella asintió comprensiva. - Bien, tienes razón. Ayer vino Ekrem, cuando fuiste a la plaza... Creo que está algo deprimido. Le contó ella mientras se sentaba en las piernas del joven. Atlas contempló los preciosos ojos marrones y almendrados de Lorraine y sonrió. - Hablaré con él más tarde... Ahora lo que más me interesa es hablar con tu padre de una vez por todas... Había quedado muy formal en conocerle y de repente desaparecí de Dungeness. Así que... ¿A qué hora llega?. Preguntó él algo nervioso. - A las seis, llegó a Palermo hace unas horas, dijo que tomaría el tren. Le comentó ella. Atlas se puso de pie tan rápido que casi tira a Lorraine al suelo, pero la alcanzó a sujetar antes de que ésta cayera. - Hay que preparar algo de comer. Es más, yo cocino. Le dijo el joven para luego plantarle un apasionado beso, dejando a la chica sin aliento. Ambos fueron hacia la cocina de la preciosa casa Siciliana. Lorraine se sentó en el antecomedor y se dedicó a contemplar al hermoso joven italiano. Le gustaba muchísimo. Admiró la increíble altura del muchacho, que pasaba del metro noventa y tres. Su cuerpo atlético y muy bien trabajado le ocasionaba un constante hormigueo en el estómago; desde que habían llegado a Sicilia, Atlas había vuelto a broncearse ligeramente luego de haber pasado tantos meses en el sempiterno clima nublado y frio de Dungeness. Cómo el joven se seguía ejercitando todos los días al menos durante casi tres horas, éste había mantenido la impresionante musculatura que había ganado estando en Washington trabajando en el aserradero de William Kendrick. Pero, lo que más le gustaba a Lorraine físicamente de aquel impresionante ejemplar masculino, era por mucho su perfecta nariz recta, sus gigantescos ojos verdes y su espesa cabellera tan oscura que como la tinta negra. Atlas se sintió observado y se giró para ver a la chica pelirroja quien lo miraba embobada; entonces le dedicó una deslumbrante sonrisa. No. Lorraine decidió que lo que más le gustaba de Atlas era su perfecta dentadura y su radiante sonrisa enmarcada por sus hoyuelos en las mejillas. Ella observó los carnosos labios en forma de corazón y sintió que algo parecido al desmayo le estaba empezando a dar. - ¿Que?. Preguntó el muchacho sin dejar de sonreír y mirarla divertido. - Nada. Se limitó a responder ella rápidamente. Atlas meneo la cabeza divertido y se dispuso a ponerse a picar ajo. Lorraine se puso de pie y se le quedó viendo los muy bien definidos brazos y luego las pronunciadas venas que surcaban la piel hasta llegar a las manos. - Me gustas. Le dijo ella. Atlas se giró y le lamió el labio inferior a la joven quien se echó a reír. - ¿Que fue eso?. Preguntó ella riendo. - Eres muy deliciosa... Me dan ganas comerte. Respondió Atlas mirándola fijamente con un aire malévolo. - Iré a bañarme y arreglarme, quiero verme linda cuando llegue mi papá. Le dijo ella echando a andar hacía el pasillo abóvedado de mampostería. Luego de un rato, mientras Atlas sacaba los ravioles del agua hirviendo, le llegó un mensaje de Victor. "Logramos dar con Izan Bernardeau, Ekrem y yo lo capturamos y lo tenemos en la bodega". Atlas eliminó el mensaje rápidamente y volteó atrás para cerciorarse de que no viniera Lorraine. Entonces cubrió los ravioles con una tela y luego salió al jardín trasero que daba al huerto y los cultivos. Inmediatamente llamó a Víctor. - ¿Que hay?... ¿Vas a venir?. Le preguntó Víctor apenas respondió la llamada. - No puedo... Horace no tarda en llegar, Lorraine está bañándose. Deja atado a Izan y pon a Antonio a vigilarle... También tráete a Ekrem, los estoy invitando a cenar. Le ordenó Atlas al otro. - Okay "jefe". Sirve que hablamos de otros asuntos bastante importantes. Llegamos en una hora... ¿Llevo vino?. - No hace falta, hay bastantes botellas en la cava. Si acaso compren pan, ya no me queda tiempo para ponerme a hornear. También traigan Occeli y Taleggio. Le pidió Atlas. - Pan y quesos... Copiado. Nos vemos en un rato. Atlas finalizó la llamada y permaneció unos segundos pensando. Entonces escuchó los pasos de Lorraine y se giró rápidamente, al verla sonrió satisfecho. Lucía preciosa, su blanca piel resaltaba con el tono frambuesa de su vestido, llevaba la rizada melena cobriza sujeta en una coleta alta y muy apretada, y su maquillaje a pesar de ser muy discreto, le hacía ver muy tierna. Lo que más le gustaba a Atlas de Lorraine era su cerebro, le fascinaba que ella fuera tan inteligente. Pero lo segundo era que ella media a penas el metro sesenta, era muy bajita para él. Aún a pesar de que ella usará tacones altos, jamás podría llegarle más allá del hombro con la coronilla. Vió sus voluptuosas curvas en aquel diminuto cuerpo, contempló la fragilidad que tenía la jovencita y recordó cuando él mismo la agredió y la golpeó estando en New York por culpa de Jaques Mason, había logrado hacerle disociar luego de pronunciar unas palabras gatillo y le ordenó matarla. De no ser por qué Lorraine logró tomar aire mientras el la estrangulaba para decirle que el miserable de Jaques había abusado de ella, haciéndole volver en si por la rabia, muy probablemente ella se encontraría muerta a manos suyas. Rápidamente se llevó las manos a la cabeza y la miró aterrado. Lorraine entendió que algo había invadido la mente de su amado y había logrado perturbar su calma, así que inmediatamente se le acercó y le abrazó con fuerza por la cintura. - Tranquilo... Tranquilo, no pasa nada. Cálmate... Respira. Le dijo ella sin soltarlo. Atlas la abrazó con fuerza y se aferró a ella. - Casi te mato... Woods... Yo... Dijo él con voz entrecortada. - No eras tú en ese momento. Al final pudiste volver y me salvaste la vida. Respondió ella. Atlas asintió y se arrodilló ante ella, sujetándole las manos. - Te prometo, te juro... Que jamás te haré daño otra vez. Al menos no físico, emocional intentaré hacer lo mejor que pueda. Sabes que a veces no puedo controlar mi ansiedad o cambios de humor. Le dijo el con sinceridad. Ella sonrió. - Ya estoy acostumbrada a tus cambios repentinos, cuando te pones insoportable simplemente te ignoro. Le dijo ella muy tranquila. Atlas se puso de pie y la abrazó. - ¿Cuando tienes cita con tu terapeuta?. Le preguntó ella. - Dentro de tres días. Aunque sinceramente, creo que no hay nada más terapéutico que matar a esos hijos de puta que me vendieron a los Mason. Respondió Atlas con ironía. Lorraine le dedicó una mirada llena de desaprobación. - No es bueno que estés pensando en la venganza todo el tiempo. Jaques está muerto, al igual que su asqueroso padre y el desgraciado de Aurelio Costa. Olvídate ya de esos hombres... Le pidió ella. Atlas entonces la soltó y se le quedó viendo detenidamente. - ¿Olvidarlo?... No tienes idea de lo que hablas Woods. Iré a bañarme. Le dijo el joven para luego meterse a la casa. Lorraine chasqueo la lengua y se cruzó de brazos. ******************************** Lorraine escuchó los neumáticos en la grava y el rugir del motor de la camioneta de Ekrem. Rápidamente salió corriendo al exterior y se topó con la grata sorpresa de que su padre se hallaba de pie a un lado de Víctor. Ella inmediatamente saltó a sus brazos y empezó a llenarle las mejillas de besos. - Mírate... ¡Estás hermosa!. Dijo Horace muy contento. - ¡Te extrañé mucho papi!. Chilló ella conteniendo las lágrimas por la emoción. Horace observó con atención la impresionante arquitectura de la enorme residencia siciliana y sus verdes jardines en los amplios terrenos de la propiedad. - ¿Aquí vives?. Le preguntó él bastante sorprendido. - ¡Si!. Esta es la casa de Atlas... Desearía que hubieses tenido la oportunidad de ver la otra propiedad de su familia, pero ya la vendió... Era fantástica, pero... Pues fue en aquel lugar donde asesinaron a sus padres y hermana... Y a su abuela. Le dijo ella muy triste. Horace asintió comprensivo. - Lo mejor es deshacerse de lo que nos trae malos recuerdos. Le dijo este. Entonces Atlas salió del interior de la casa y se aproximó a Horace con paso decidido y le extendió la mano derecha. Iba vestido con un pantalón de vestir color blanco, una camisa de lino color beige en corte "V" en el cuello y de manga corta. Con unos zapatos mocasines color camello. Su cabello muy corto desvanecido peinado hacía atrás, le dejaba el rostro despejado haciendo que sus oscuras y bien definidas cejas, enormes ojos verdes y sus gigantescas pestañas negras llamaran más la atención. Horace alzó las cejas impresionado por aquel joven, le había visto en la televisión, periódicos y revistas durante los juicios contra la familia Mason, pero jamás en persona. Definitivamente nunca en la vida había visto un hombre así de apuesto, atractivo y elegante como aquel muchacho italiano. La seguridad y gallardía que desprendía Atlas eran en verdad impresionantes. - Señor Woods, un placer conocerlo al fin. Le dijo el joven. Horace le estrechó la mano con animosidad y sonrió al detectar en él, cierto acento italiano mezclado con francés. - Al fin te conozco en persona... ¿Giulio?... O ¿Prefieres Atlas?. Le cuestionó el hombre. - Como usted guste, Víctor y Lorraine me siguen llamando Atlas así que supongo que ya me resigné. Respondió Atlas sin dejar de sonreírle. - Tu acento es muy peculiar... Por un momento definitivamente te escuchas muy italiano, y de repente suenas muy... Francés. Le dijo Horace. La sonrisa de Átlas se desdibujó gradualmente al recordar el motivo por el cual su acento francés se hacía bastante evidente. Un remanente de Jaques que permanecería a su lado toda su vida. Horace reparó en la expresión de tristeza en el rostro de Atlas e inmediatamente se disculpó. - Lo lamento, no fue mi intención recordarte a ese hombre. Le dijo muy triste. Atlas asintió y luego sonrió de nuevo. - ¿Que tal el viaje?. Por favor, pase. Le indicó el muchacho para luego ayudarle con el equipaje. Victor y Ekrem le ayudaron con el resto de maletas. - Largo, odio hacer tantas escalas. Pero, en verdad a valido la pena. Es bastante hermoso Sicilia, jamás había venido a Italia. ¿Sabías que la madre de Lorraine era italiana?. Le preguntó Horace. - Si, Woods me habló de Matilde. Respondió Atlas. Horace vió fascinado el interior del lugar, todo era muy sofisticado, aún así la decoración en su mayoría era bastante italiana al igual que el resto de los muebles. - En verdad le agradezco que haya aceptado quedarse aquí para ayudar a Woods a terminar la universidad profesor Woods. Le dijo Atlas. - Es mi niña, por supuesto que no me molesta viajar al otro lado del mundo para ayudarla. ¿Que tal van las clases en línea Lorrie?. Preguntó Horace mientras tomaba asiento en la silla del comedor. - Bien, tengo exámenes dentro de unas semanas, supongo que me vendría bien que me des unas clases particulares antes papá. Horace sonrió. Luego de que Atlas y Ekrem sirvieran la comida y ya hubiesen tomado asiento, el padre de Lorraine volvió a centrar su atención en la situación actual de los cuatro jóvenes que estaban frente a él. - ¿Y bien? ¿Cómo se ganan la vida aquí en Italia?. Les preguntó. Vitor y Ekrem se dedicaron miradas de complicidad y esperaron a que Atlas hablara por ellos. - Los tres trabajamos para mi abuelo. Se dedica al comercio de aceita de oliva, como también en la elaboración de vino, ya que tiene viñedos entre otras cosas... Yo me encargo de la plantación de olivos y aquí se procesa el aceite, luego Víctor y Ekrem me ayudan a exportarlo fuera de la isla. Le explicó este. Horace asintió comprensivo. - Deben de ganar bastante bien, teniendo en cuenta las camionetas y carros que están allá afuera. Observó Horace. Atlas asintió. - ¿Que hay con la actuación Víctor?. Le preguntó el profesor al joven. - Perdí el interés en ella luego de todo lo ocurrido. Además, gané cierta popularidad por los motivos equivocados. Expresó el joven bastante desanimado. - Ya veo. ¿Así que has decidido hacer tu vida aquí?. Quiso saber Horace. Victor asintió con vehemencia luego de lanzarle una rápida mirada a Ekrem. Atlas observó a aquellos dos e inmediatamente supo que había algo entre ellos. Sonrió disimuladamente y se dedicó a cortar un poco de queso. - ¿Le sirvo más vino profesor Woods?. Preguntó Ekrem. - Ah... No, muchas gracias Ekrem. Así estoy bien. Todo esto está delicioso, ¿Quién lo cocino?. Pegunto Horace. - Atlas. Respondieron Víctor, Lorraine y Ekrem al unísono. - ¡Ay! ¿También cocinas?. Preguntó el hombre sorprendido. Atlas asintió algo azorado. - Wow... Vaya estuche de monerías que te has conseguido Lorrie. Observó Horace genuinamente sorprendido. Atlas se ruborizó levemente tras el cumplido, en cambio Lorraine alzó la barbilla muy orgullosa de su prometido. - Profesor Woods, aprovecho este momento para pedirle la mano de su hija de manera formal. Le dijo Atlas muy serio. Horace alzó las cejas sorprendido ante la seguridad del joven. - ¿Que te ha dicho ella?. Preguntó. Lorraine alzó su diminuta mano izquierda y le mostró el precioso y enorme anillo de diamantes de compromiso. - ¿Enserio eso es realmente lo que quieres?. Preguntó el hombre. - Obvio. Respondió Lorraine. - La pregunta es para Giulio. Aclaró Horace muy serio. Atlas asintió. - No hay nada que deseé más en este mundo que convertir a su hija en mi esposa. Se que ambos somos muy jóvenes todavía, pero... Le juro, desde lo más sincero de mi corazón que amo a Lorraine más de lo que usted o cualquier otra persona podría llegar a comprender. Ella es mi mejor amiga, mi confidente... Es la persona que más amo en este mundo, lo más importante en mi vida. Mi compañera, mi todo. Lo primero que pienso cuando abro los ojos al despertar y lo último cuando los cierro para dormir. No existe palabra alguna que pueda describir lo que yo siento por ella, puesto que el amor que hay en mi no se puede expresar con palabras que logren significar la magnanimidad de mis sentimientos. Es tan necesaria en mi vida como el aire en mis pulmones. Se que cualquiera pediría un mejor hombre para su hija que esté que soy yo, soy consciente de que no merezco tal mujer a mi lado. Pero le juro que jamás le faltará nada a su hija, dedicaré mi vida entera en hacerla feliz, llenarla de amor, respetarla y hacerla sentir dichosa hasta donde Dios me lo permita. Contestó Atlas con voz firme y mirando a Horace fijamente a lo ojos. Aquel hombre quedó boquiabierto. - Vaya... Si solamente me hubieses dicho que si, bastaba. Pero, ahora sabiendo lo que me has dicho... Giulio, apruebo tu relación y compromiso con mi hija. Solo te pido de favor que jamás la vuelvas a secuestrar como hiciste en New York el año pasado. Le pidió Horace. Atlas asintió y luego le dedicó una mirada intensa a Lorraine, quien tenía los ojos cristalinos por las lágrimas.

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