Víctor y Ekrem estaban supervisando que los trabajadores subieran con cuidado los barriles con aceite de oliva y cajas con muchas jarras de vidrio para envasar.
Fue entonces que apareció Atlas y este tenía cara de pocos amigos.
Al verlo de mal genio, aquellos dos optaron por ignorarle hasta que esté decidiera hablarles.
Últimamente el joven tenía repentinos cambios de humor y se portaba de manera hostil sin provocación alguna.
Así pues, tanto Lorraine como Víctor y Ekrem decidieron dejarle despotricar a la nada y de vez en cuando hacer como que el joven era invisible.
Luego de un rato de pie mirado el horizonte Atlas pareció sentirse de mejores ánimos y se les acercó sonriendo como si nada hubiese sucedido.
Al fin de cuentas, él nunca se había portado grosero con ninguno de sus amigos y novia y mucho menos les había ofendido de ninguna manera.
- ¿Ya está todo listo?.
Les preguntó a verlos anotar el total de barriles, litros de aceite y jarras para exportar en el iPad.
Ekrem asintió y luego apoyó todo su peso en la pierna izquierda y cruzarse de brazos.
- ¿Vendrás esta vez?.
Le preguntó Víctor.
Atlas asintió.
- Lorraine se quedará aquí con Horace, así que tengo libre el fin de semana.
Le respondió en voz baja.
- ¿Todavía no lo sabe?.
Preguntó Ekrem.
Atlas negó.
- ¿Cuando piensas decirle?.
Quiso saber Victor.
Atlas entonces se mordió en labio inferior con fuerza y luego se encogió de hombros.
- Debes decirle... Merece saber lo que haces y en lo que estás involucrado.
Comentó Ekrem mientras Víctor asentía frenéticamente.
- Lo sabrá en su momento, por ahora solo quiero enfocarme en lo que sucede.
Les dijo.
- Bien. Cómo quieras, entonces... ¿Nos vamos?.
Le preguntó Víctor.
Atlas asintió, poco antes de subirse a la camioneta, Lorraine salió corriendo de la casa en dirección a ellos.
Atlas se volvió y extendió los brazos para recibirle y la estrechó con fuerza.
- Cuídate... Y... Portate bien.
Le dijo tras darle un beso en los labios.
Atlas asintió y empezó a reír.
- Yo siempre me porto bien Woods. Cualquier cosa me avisas, despideme de tu papá, no alcance a hacerlo porque se fue a dormir.
Le dijo este.
Lorraine asintió.
- Salúdame a tus tíos y sobretodo a tu abuelo.
Le dijo ella para luego echar andar de vuelta a la casa.
Atlas asintió y esbozo una sonrisa fingida, luego se giró mirando a Víctor quien de igual manera le miraba con el ceño fruncido.
- ¡Con cuidado chicos! ¡LOS QUIERO!.
Gritó Lorraine desde la entrada.
Victor y Ekrem alzaron las manos y le mandaron besos al aire.
- Me hace sentir mal ocultarle cosas a Lorr.
Dijo Víctor muy apesadumbrado a nadie en particular.
Ekrem asintió dándole la razón y Atlas puso los ojos en blanco con hartazgo.
- Sólo denme tiempo para arreglar todo y le contaré después. Mientras tanto necesito que quiten esas putas caras de arrepentimiento y falsa pena.
Bien... Ahora vamos por Izan Bernardeau.
Les dijo aparentando los dientes.
Victor asintió y asi pues se puso a conducir la camioneta mientras otras cuatro camionetas con cargamento les seguían de cerca.
Luego de media hora llegaron a un almacén muy grande en las afueras del pueblo, y al meterse varios hombres al ver a Atlas se pusieron de pie.
- ¿Dónde está?.
Les preguntó Atlas muy serio.
- Allá al fondo jefe... ¿Quiere verlo?.
Le preguntó uno de ellos llamado Antonio.
Atlas lo pensó unos segundos y luego negó.
- Llevenlo a la embarcación, nos vamos a Nápoles. Antonio, Piero y Leonardo ustedes vienen con nosotros. Ovidio, tú te quedas a cargo en nuestra ausencia.
Ve a la finca y cuida a Lorraine, que Niccolo se quede aquí con los demás.
Le ordenó el joven para luego darse media vuelta de regreso a la camioneta.
Todos asintieron y fueron por el hombre que tenían cautivo.
Una vez a bordo, Atlas fue al interior de la gran embarcación y esperó a que llegaran Víctor, Ekrem, Piero, Leonardo y Antonio con el tal Izan Bernardeu.
Luego de unos minutos todos ingresaron arrastrando a un hombre de al menos cuarenta años quien se hallaba bastante golpeado en el rostro.
Al ver a Atlas el hombre le miró con curiosidad.
- ¿Me recuerdas?.
Le preguntó Atlas.
El hombre negó rápidamente.
- Claro que no... Nunca recuerdan los rostros de las personas a quienes les joden la vida.
Me llamo Giulio Riviello... Soy el nieto de Giorgio Valastro... Y el hijo de Giovanni Riviello.
Dijo Atlas muy tranquilo.
El hombre abrió mucho los ojos y se le quedó viendo asustado.
- Atlas.
Dijo este en un susurro.
El joven sonrió satisfecho.
- Así que sabes quién soy.
Dijo con voz queda.
- Sí. Ya me acordé de ti... Me sorprende bastante verte tan... Crecido, pero más me sorprende saber que el imbécil de Jaques Mason no se animó a matarte cuando tuvo oportunidad.
Escupió el hombre.
Atlas hizo una mueca de disgusto al escuchar el nombre de Jaques.
- Como sabrás está muerto.
Respondió Atlas con calma.
El hombre asintió.
- Se que es lo que quieres Riviello... No importa lo que me hagas, no te diré nada.
Le aseguró Izan.
- Ya veremos... Retirenlo de mi vista.
Les ordenó a los demás.
Tras quedarse solamente Ekrem y Víctor con él, los tres fueron a sentarse en los sillones de la sala.
- ¿Que fue lo que te dijo?
Le preguntó Víctor.
Atlas reparó en que sus amigos no hablaban español y tampoco italiano.
- Nada. Dijo que no me dirá nada no importa lo que le haga.
Le respondió éste.
Ekrem resopló exasperado y decidió ir a servirse un trago.
- Bueno, ¿Y ahora?.
Le preguntó mientras abría la botella de whisky.
Atlas entonces encendió un cigarro y se quedó pensando.
- Bueno, no me deja más remedio que utilizar la persuasión.
Respondió mientras estiraba la mano para tomar el vaso de whisky que le ofrecía Ekrem.
- ¿Cómo piensas persuadir a ese grandísimo hijo de puta?.
Quiso saber Víctor quien también aceptaba un trago.
- En cuánto lleguemos a Nápoles quiero que vayan por su esposa y sus hijos.
Les ordenó a aquellos dos.
Ekrem le dio un sorbo a su vaso y asintió a igual que Victor.
- Después de que los llevemos ante él, ¿Quieres que los matemos?.
Preguntó Victor muy tenso.
Atlas lo meditó unos instantes y luego de inhalar profundo y exhalar negó.
- No. Confío en que Izan hablará a verles ahí, pero si no... Entonces yo creo que lo mejor será ultimar a toda su asquerosa familia. ¿Que edad tiene el menor de sus hijos?.
Le preguntó Atlas a Ekrem.
El joven sacó su celular y luego de verificar sonrió.
- Tu edad. Tiene veintidós, también tiene un par de gemelos de veinte años... Y te va a encantar saber que el mayor de ellos se dedica a exactamente lo mismo que su padre.
Hasta donde tengo entendido, se va a los clubes nocturnos y bares, engatuza a las chicas turistas y luego de convencerlas de que vayan con él, las entrega con Izan y su gente.
Le informó Ekrem.
Atlas asintió comprensivo.
- ¿Y los gemelos?.
Preguntó.
- Ellos solamente se dedican a estudiar y trabajan en una carnicería. Ellos están al margen, sin embargo la esposa... Ella es otra cosa.
Es la que se encarga de regentear a las chicas con los locales de Nápoles y alguno que otro político.
Respondió Víctor.
- Bueno... En cuanto lleguemos lleven con ustedes a unos cuantos para que les ayuden.
Dudo que vaya a ser cosa fácil.
Ordenó Atlas entrecerrando los enormes ojos.