Capítulo 2

1093 Words
Mi padre me llama a su despacho con bastante ceremonia, se ve relajado pero me lanza una mirada intensa que me deja saber que hablará de algo transcendental. Me siento frente a él expectante. —Hija, ayer vino Marcel. —Si, lo vi, él no me vio—reí. Me mira mal y niega con un gesto. —¿Te crees muy graciosa? Alzo los hombros y me sonrió sacándole la lengua. —Dime, si lo vi ¿Qué tengo yo que ver con eso? —Lo quiero a mi lado en la campaña, es un hombre importante, adinerado, respetado en la comunidad, en el país, estarás de acuerdo conmigo. —Sí. Hablan bien de él y lo tienen en alta estima. —Es una estrella de rock prácticamente. Tenerlo a mi lado en la campaña me hará bien. —Está contigo siempre. Parecen siameses—observé con desinterés. —Sí claro, es un aliado, a lo que me refiero es que me gustaría que la prensa nos percibiera más que como aliados, de un modo más cercano. Como familia, eso haría toda la diferencia. —Como familia. —Exacto hija. —¿Qué quieres papá? Exactamente—pregunto sin rodeos. —Que salgas con él. Una salida. Que la prensa los fotografié riendo por allí en un parque, que especulen. No tenemos que afirmar o negar nada. Los rumores sobre ustedes serán suficientes para levantar una matriz de opinión que justo ahora necesito. —A mi me da igual. Si, cuando quieras. —¿En serio? ¿Así? ¿No protestarás?—pregunta pegando sus palmas de la mesa. —¿Me estas vendiendo como esclava? No verdad, así que si, puedo hacer eso por ti, sabes además lo que me gusta salir en la prensa. Él sonríe satisfecho. Mi padre es un hombre alto, guapo y elegante. Su porte no lo delatara jamás. Le importo tanto como cualquiera de los voluntarios de su campaña. Sonrio y asiento como él espera, es muy descarado al querer usarme como publicidad para su campaña pero lo acepto porque tengo mis propios planes, si pudiera hacer que Marcel se enamorara de mí, dependiera de mí y me quisiera a su lado, habría conseguido un buen matrimonio, que además haría infinitamente feliz a mi padre. Marcel Manosalva era el millonario que quería atrapar para mí, para conseguir mi libertad. Ya después vería que hacer con el ciego. —Gracias hija. Serás la hija del presidente ¿Te emociona? —Gana primero esas elecciones, si puedo ayudarte. Cuenta conmigo. ¿No diran algo por qué él es bastante mayor que yo? —Solo te lleva diez años, exagerada. —Sí tú lo dices. Avísame. —¿Cómo vas con las clases de manejo?—pregunta antes de que salga de su despacho. —Eso no es lo mío. No me gusta manejar, no se me da. —Todos deben saber manejar. —Todos deben ser buenos con los demás pero nadie insiste—digo y salgo de prisa de su vista. Ya en el recibidor veo a mi madre con su cara de tragedia mirando mi fotografía de graduación, la coloca de nuevo sobre la cómoda y me dedica una sonrisa fingida. —Tantos chicos guapos de tu edad, en esa foto y ¿Ninguno? Es decir, pudieras ser novia de Álvaro Rochester o de Julián Banderas pero no, sola como una apestada. —Hablas como si fuera una solterona, solo tengo veinte años. —Sí, y ya tú padre te va a emparejar con el minusválido ese, y tú feliz porque en lugar de hacer algo por ti, prefieres que otros lo hagan. —Sí, me quedé esperando que me emparejaras tú con Álvaro o Julián, como no paso, me quedo con el ciego ¿Por qué te molestas? Es billonario. Bufa, niega. —No tiene alcurnia, ni legado, no tiene un apellido valioso para la ciudad. —Tengo entendido que su padre... —Un usurero que vivió de quitarle dinero a los bancos—me interrumpe. —¿Y de dónde sacaron los demás su dinero? Quizás sus ancestros lo saquearon de pueblos donde mataron inocentes, violaron mujeres y arrasaron con todo, ahora son los Bandera, los Rochester—rebufo. Me mira horrorizada. —Eres tan basta como tu padre—espeta y sale del recibidor. Marcel Manosalva valía para la ciudad, para el país la nada modesta suma de dos mil quinientos millones de dólares. Sonreía como tonta al recordarlo. Fui a mi habitación y elegí lo mejor que podría llevar para salir en la prensa. Una braga amarilla amplia floreada y un cárdigan para echarme encima porque esa era mi vestimenta de la hija del gobernador: recatada y con estilo. A diferencia de los Manosalva, los Miller no tenían dinero, mi padre hizo una carrera política importante como fiscal del estado y a partir de allí comenzó su carrera, conoció a mi madre de ese modo, ella era la hija de un importante juez, mi abuelo Elio Macedonia, a diferencia de mi padre, él si poseía riquezas heredadas de sus renombrados e importantes ancestros. Me gusta pensar que el matrimonio de ellos se dio por conveniencia, que si convino, pero la verdad mi madre siempre ha estado muy enamorada de mi padre. Mi padre es alto, moreno de cabello liso, ya cano, ojos miel, rasgos finos pero muy varonil, mirada astuta y sonrisa pícara, era un galán en su época y mi madre cayó como otras tantas ante sus encantos con la diferencia que ella era la hija de un prominente y millonario juez, eso la hizo quedarse embarazada de mí casualmente y fue la razón por la que mi padre se tuvo que casar con ella, por mi y no por quedar al frente de las compañías de mi abuelo, y hacerse de una imagen que más adelante la valió oro para su campaña como gobernador. Mi madre es una mujer hermosa pelirroja y voluptuosa, inteligente, elegante y distinguida, habla varios idiomas y tienes varias maestrías, es médico y ejerce. Mi padre como ella bien dice es basto y ordinario, directo y visceral, ella es la dama delicada y él su galán salvaje y pronto yo conseguiría el mío. Suena mi teléfono y atiendo de forma casual. Es él. —Señorita. El señor Manosalva la recogerá a las 3 de la tarde. —Perfecto—respondo. Solo espero que sea él quien vaya a la cita, es su foto junto a mi que se necesita en la prensa. Suspiro. Debo ser astuta.
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