El Bebé de mi Vecino

Las puertas blancas de la sala de urgencias del hospital Dr. Honter en Connecticut, se abrieron estrepitosamente dándole paso a una camilla en la que una persona se desangraba por múltiples heridas que llevaba su cuerpo. Un fuerte choque entre una motocicleta y un coche se dio aproximadamente 30 minutos antes, los paramédicos habían sido llamados llegando en segundos al lugar del incidente. El joven motorizado fue quien se había llevado la peor parte de todo, con tantas heridas sobre su cuerpo se desangraba por cada segundo que pasaba. Los paramédicos hicieron lo que pudieron en el camino hacia el hospital, para cuando al fin llegaron al lugar, una ráfaga de enfermeras salieron a recibir la ambulancia. El joven iba inconsciente sobre la camilla mientras que las enfermeras iban atendiéndolo hasta ingresar en el recinto. —¿Qué tenemos?— Pregunta el doctor de turno alcanzando la camilla rodante. —Accidente en moto y múltiples fracturas. Una herida importante en la cabeza. —Muy bien, pásenlo a quirófano de inmediato. —En seguida doctor— Responde la enfermera. —¿Dónde está la señorita Gayla? —En traumatología. —¡Llámela! La quiero en cirugía —Declara el hombre mayor. […] Gayla atendía a un pequeño niño con una fractura en su pierna, la castaña se encontraba enyesando la pierna del joven quien se había caído de un árbol terminando en el hospital y con unos padres muy preocupados. La joven enfermera hacia su labor tranquilamente, cuando de pronto es llamada por el altavoz. Era requerida por el doctor Harker para que lo asistiera en cirugía Ella puso los ojos en blanco. No le gustaba entrar en cirugía, pero ese era su empleo. En seguida otra enfermera entro en el cubículo donde ella se encontraba para suplantarla. Gayla abandono la sala para dirigirse hasta cirugía donde la estaban esperando. Se lavó las manos para luego verse dentro del cuarto del quirófano… —¡Vamos de nuevo! 1, 2,3… —Lo perdemos doctor Harker —Decía Gayla haciendo presión en el pecho del muchacho. —¡Otra vez! Insistía— La castaña hacia presión una y otra vez, intentaba revivir por todos los medios al chico que yacía bajo sus manos… no podía permitir que se le muriera, por esa razón odiaba entrar en quirófano. —Ya no podemos hacer nada más por este chico —Proclama el doctor resignado. —¡No! puedo hacer algo más por él —Decía la chica aun resucitando al muchacho. —¡Gayla! Ya se ha ido —El doctor pone la mano sobre las de ella. La chica deja de mover las manos mirado el pecho desnudo del paciente. El pitido que indicaba los movimientos del latido del corazón del joven se encontraba neutro. Había dejado de respirar, ésta muerde sus labios sintiéndose fatal por no haberlo podido salvar. La enfermera abandona la sala de cirugía, en cuanto llego al pasillo salió corriendo por el corredor. Al abrir la puerta de la salida respiro profundamente. La chica volvió a correr pero esa vez en dirección al estacionamiento donde se encontraba su coche… al divisar el jeep cherokee sintió alivio. Gayla entro en el coche encerrándose en el… lo primero que hizo fue ponerse a llorar. El que un paciente muriera en sus manos no era exactamente lo que deseo para ese día de trabajo. Amaba su trabajo pero no la parte cuando perdía a un ser humano. Eso era demasiado, y no era la primera vez. Ya había tenido muchos casos antes donde lo había pasado tan mal. No estaba segura de si pudiera soportar otra pérdida como esa… ese sentimiento de pérdida era demasiado fuerte para ella, ya no quería perder a nadie más. […] La castaña volvía al hospital un poco más calmada, pero con las emociones a flor de piel. La chica en vez de dirigirse hasta su área de trabajo condujo sus pasos hasta la oficina de su supervisora. En minutos la chica estaba sentada ante su jefa presionando sus manos con evidente fuerza. —Y bien ¿a qué has venido Gayla? Me he enterado lo que ha pasado en quirófano, lo siento mucho. —¿Por qué el doctor Harker me ha pedido? Sabe lo que pienso si la cirugía no sale bien, yo no… —El doctor Harker sabe lo que hace, si te pidió fue porque necesitas vencer ese miedo a perder pacientes. Sabes como es este trabajo, a veces se pierde y otras se gana. —Pero yo… —Gayla, ¿a qué has venido?— La interrumpe la mujer. —Necesito tomarme un tiempo, retirarme un poco de mi trabajo. Es importante para mí, es que no puedo… yo, me siento mal y no estoy nada bien. La mujer aplano los labios al escucharla hablar. Parecía que de verdad no estaba bien, quizás si necesitaba un tiempo para ella. —Muy bien… te daré el tiempo que necesites para ti. Aprovéchalo, espero que te sirva para que puedas superar y aceptar lo que es tu trabajo. ¿De acuerdo? —Si. —Cuando estés lista, regresa. Desde mañana puedes tomarte el tiempo libre. Gayla salió de la oficina respirando profundamente… al levantar la mirada se encontró con el doctor Harker. Quien la miraba severamente, era un hombre bueno, casi como si fuese su padre. —¡Doctor! —¿Piensas retirarte? —Por un tiempo. —Lamento haberte pedido que me asistieras, pero es por tu bien. —Comprendo —Responde deprimida. —Escucha, tengo una casa en Texas. Esta bastante retirada de la cavilación. Es como un rancho pero muy cómodo. Puedes quedarte allí el tiempo que gustes, si lo deseas. — ¿De verdad?— Pregunta esperanzada ya que no quería pasar sus días encerrada en su apartamento. Estar al aire libre le sentaría bien. —Claro, tengo las llaves aquí. ¡Puedes ir cuando gustes! Ella toma el manojo de llaves sintiéndose feliz. Eso le hacía falta, estar alejada de todos y que mejor que en un ambiente libre y despejado. Mordió sus labios, sí que estaba muy feliz. Levanto la mirada para ver al doctor ante ella. Gayla le sonrió abiertamente para luego abrazarlo con fuerza. —De verdad muchas gracias, doctor Harker. No sabe lo emocionada que estoy. —Espero que puedas disfrutar de tu estadía en mi casa. Estoy seguro que te sentara muy bien— Gayla estaba más que feliz por sus vacaciones… pensaba aprovecharlas al máximo.