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Aprendíz de Amante

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Blurb

Alma tiene cuatros años de casada con Marcel, pero algo parece ya quebrado en su matrimonio, hasta que conoce a Pía, quién la llevara a explorar su sexualidad para redescubrir el amor y ver si salva o no su matrimonio.

Advertencia: +18

Contenido erótico.

Romance lésbico.

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Episodio 1
Alma estaba esperando fuera del consultorio del terapeuta, era la segunda vez que cambiaba de profesional en un mes, su marido insistía. Tenían 4 años de casados y todo parecía que había llegado a su fin, el problema de Alma sobre el asunto era que Marcel insistía en la terapia para ella, nunca la acompañaba, él no era el del problema y no la necesitaba, decía. Sin darse cuenta, eso lo alejaba más de Alma, era una pareja joven, él estaba por cumplir los 30 años y ella tenía 28. Hacía dos años que ya no tenían sexo. Alma había pasado por un proceso depresivo que se agravó cuando tuvo una pérdida, sería su primer hijo, pero no solo no se concretó ese embarazo si no que descubrió que mantener cualquier otro le iba a resultar difícil. Marcel era el director ejecutivo de su propio negocio, una startup que desarrolla juegos de simulación social, toda la idea del negocio estaba basada en la inteligencia artificial y de cómo cada vez más iba creando personas virtuales que parecían reales en un mundo virtual que se volvía adictivo para los consumidores. El mercado se había ampliado, fruto de sus ahorros y algunos inversionistas puntuales, el negocio comenzó a crecer. El slogan de la compañía era: Tú le pones la cara, nosotros el alma, Alma siempre lo consideró estúpido y seguro que a los miembros del equipo de trabajo de Marcel también, pero como él era el jefe, les tocaba aguantarlo, en teoría si le ponían el alma, la compañía procuraba que el avatar terminara desarrollando su propia personalidad con modelos predictivos, al punto de que cuando morían sentían que perdían el alma, podía luego reencarnar en el juego en otro cuerpo. Una locura, algo absurdo, pero a Marcel le iba bien. Aima, era el nombre de la compañía y les permitía un estatus de vida por encima de lo cómodo, y en el último año, bastante más cómodos. Aunque se llevaban bien, y Marcel la amaba incondicionalmente, la ausencia de intimidad era un elefante blanco que estaba en la habitación y del que nadie hablaba. Marcel decía que no le importaba, que él le tendría toda la paciencia del mundo. Alma estaba segura de que el único destino de su matrimonio era el divorcio. Ella lo urgía a tener encuentros sexuales con otras mujeres, él se negaba de forma tajante. Alma había visitado a muchos sexólogos, terapeutas y especialista, ahora estaba por visitar a una que aplicaba métodos poco usuales según le dijeron, el objetivo era que recuperara la libido y mantuviera relaciones íntimas de nuevo con su marido. Llegado el turno de Alma, camino hacia el consultorio, tocó la puerta y abrió con cautela, se asomó con timidez. —¡Bienvenida Alma! —saludó la mujer castaña delgada al verla. —¡Hola! —se limitó a contestar. —¡Soy Pía Campestre! Sexóloga, terapeuta, tu terapeuta si te decides—dijo.  —He visitado muchos, esta fue la última recomendación que le hicieron a mi marido —respondió secamente. —Ya leí el expediente Alma, todo el caso completo, acá no me tienes que contar nada ahora, te voy a explicar en qué consiste mi método más radical y ahí me dirás si te animas —le explicó. —¡Bien! —respondió cortante. —Puedo atenderte en una terapia convencional, pero para casos extremos recomiendo algo más radical, sería como entrar en una escuela de sexo y erotismo en la que te vamos a guiar, dar soporte siempre que te sientas cómoda, me refiero a que incluye enseñarte o guiarte en la masturbación, en el descubrir que te gusta en la cama, que no te gusta del sexo, cómo llegas al orgasmo y eso es con contacto físico con otro ser humano en un ambiente controlado —explicó. Alma se sintió mareada, no podía creer lo que oía. —¿Cómo prostitutos? —preguntó. La mujer rió con gracia y la miró de arriba abajo con una expresión indescifrable que parecía denotar curiosidad. —¡No! Lo que hacemos es legal, No ocurre aquí, no lo practico yo como terapeuta, es otra gente que yo supervisó y asesoró. Estás hoy en mi consultorio porque tú marido lo pidió así para que estuvieras cómoda y yo hice la excepción —dijo. —¿No entiendo cómo funciona? ¿Qué es? —preguntó Alma. —Se te asignará un compañero o compañera s****l, para que te guíe, no tienen que tener sexo con penetración. Solo estimulación física —dijo. —Suena muy loco, ¿Marcel sabe esto? —preguntó —Sí, de hecho él me pidió también que fuera yo tu compañera s****l, teme que te enamores de algún otro hombre, evidentemente quiero que tú elijas, ignoremos los miedos de tu marido, si quieres hacer esto, que sea a tu manera —dijo. —¡Quiero! Y yo también quiero que usted sea mi compañera —confirmó Alma. —Eso implicaría hacer otra excepción, tengo tiempo que no lo hago yo desde que entrene a un equipo pero está bien, tu marido es un hombre importante que comienza a tener influencia en el mundo de la tecnología y de verdad me cuesta negarme —confesó sincera. —Si el empieza a ser importante, yo también quiero sentirme así —dijo. Y era verdad, ella se relegó al hogar con gusto pero de alguna forma era parte del negocio de su marido.  Alma conversó con Marcel sobre las terapias, él le aseguró que seguiría teniendo paciencia, que ese asunto le importaba pero no era lo más prioritario. Ella igual sentía una presión invisible sobre sus hombros, disimulaba Esa noche Alma casi no pudo dormir, no entendía bien de qué iba todo aquello con la terapeuta, parecía que estaba contratando los servicios de una prostituta pero todo era frío y profesional, más que sus terapeutas anteriores. Pía era una mujer hermosa, era delgada y pequeña, llevaba el cabello castaño ondulado hasta los hombros, tenía los labios carnosos y la nariz no tan fina más bien lo justo para equilibrar las facciones de su rostro y hacerla una mujer hermosa de tez blanca. Se sintió cómoda en su presencia, a diferencia de otros terapeutas, Pía le trasmitió confianza.

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