En la oscuridad

Al día siguiente volví y lo vi ahí leyendo, sentado en el césped verde junto a su madre, su hermano jugaba futbol con un hombre que me imagine que era su padre y pensé que si tal vez yo tuviera familia leyera un libro con mi madre y jugara con mi padre. Al otro día también volví, pero esta vez no había nadie así que solo atendí las flores como veía a su madre hacerlo. A la semana siguiente todavía no había nadie y las flores junto conmigo morían, ellas por falta de agua y yo por falta de comida. Pero hice a lo que venía todos los días, a cuidar de ellas, de esas hermosas rosas. No sé en qué momento me quede dormida sobre el pasto, pero la voz de alguien me despertó. –Laurel–me estrujé los ojos con la palma de mi mano izquierda y di una vuelta para quedar con mi estomago sobre del césped y lo vi ahí parado, sonriéndome. –Hola–salude sonriendo. –Hola–me respondió y se sentó en frente de mí con una sonrisa encantadora. De verdad que era el niño más dulce que había conocido en mi corta mi vida y eso me agradaba. – ¿Dónde has estado? – volví hablar mientras me sentaba para estar a su altura. –Estábamos de viaje–me respondió, llevo su mirada por todo el jardín y su sonrisa creció–veo que has vuelto. –Te dije que no te librarías de mi tan fácil–sonreí cuando volvió su mirada a mí. –Mi mamá te da las gracias por cuidar de su jardín. –Dile que de nada. Ya te dije que me gustan las flores y estas son hermosas. –Mi mamá quiere que vengas a cenar con nosotros–puse mis ojos como plato. – ¿En serio? – él asintió. –Pero tienes que venir conmigo primero–volvió a hablar y se paró de un salto, me extendió su mano y yo la acepte. Me llevo dentro de la casa, me hizo seña con su dedo para que no haga ruido y yo asentí. Cuando pensé que me llevaría a la cocina tomo el pasillo junto a la puerta principal y subió las escaleras. – ¿Dónde me llevas? –susurre. –No hagas ruido– susurro y siguió caminando, tirando de mi hasta que llego a una puerta, la cual abrió en silencio, entro y tiro de mí con cuidado. Cuando estuvimos dentro cerró la puerta en silencio. Me quede observando la habitación, era muy linda, las paredes de color azul oscuro, una cama junto a la ventana, un escritorio en color caoba igual que la cama, un librero con algunos libros en él, sin querer comencé a caminar y pase mis dedos por los libros llegue a leer algunos nombres antes de que Alex pusiera sus dedos sobre los míos. –Nada de tocar mis libros–me dijo, me di media vuelta y lo miré con el ceño fruncido. – ¿Ten han dicho que eres un niño muy raro? –él asintió y volvió a tomarme la mano y tiro de mi nuevamente. Entramos al baño y él puso sus manos sobre mi blusa desgastada y sucia, lo miré horrorizada, le di una cachetada por impulsó y él dio unos pasos atrás acariciando su mejilla. – Pero… ¿qué te pasa? –me dijo mirándome con los ojos como platos. – ¿Qué te pasa a ti? –le pregunte y camine para irme, él me agarro por la cintura. –No, no, solo quiero que te bañes–me dijo con su voz más tranquila, lo mire sin entender–solo no te vayas. – ¿Y para qué quieres que me bañe? –me plante en mi lugar y cruce mis brazos sobre mi pecho, donde aún seguía medio plano. –Porque te he comprado algo. –Vale, vale–le dije y baje la guardia–pero no quieras volver a desnudarme nunca–asintió y levanto sus manos en son de paz–ahora sal del baño. –Está bien–dijo y salió del baño. Me quede allí parada por un rato mirando la puerta cerrada, pensando ¿en qué diablos? Pero de verdad necesitaba un baño. No podría decir cuando fue la última vez que me bañe en un baño como este y de verdad apestaba horrible. Me desvestí con mi ropa sucia y la deje a un lado y me entré a la ducha. El agua estaba caliente y se sentía bien, tenía mucho tiempo sin recibir un baño con agua caliente, lave mi cabello tan bien con shampoo de olor a arándanos, que olía delicioso. Dure más de media hora en el baño quitándome toda la mugre de encima, al estar satisfecha: limpia y olorosa, salí de allí, tendría que ponerme mi ropa sucia de nuevo, así que tome una toalla que estaba doblada en un armario de baño y me tape, recogí mi ropa del suelo y abrí la puerta del baño en silencio. Primero saque mi cabeza y mire toda la habitación hasta que mis ojos dieron con los de Alex, quien se encontraba sentado en su cama. –Por fin, pensé que te habías ido por el inodoro–sonreí y salí por completo del baño. – ¿Fue un chiste o qué? – dije tratando de no reírme. –Soy malo con los chistes –se defendió. –Ya lo veo–sonreí sin mostrar los dientes. –Te he comprado algo–dijo, se levantó de la cama y camino hasta su armario. Me quede mirándolo sin saber que pensar, cuando se dio la vuelta en su mano derecha tenía un vestido. – ¿Para mí? –pregunte asombrada, él asintió y camino de regreso y me paso el vestido no dude en tomarlo, era color rosa pálido. Sin decir nada salió de mi campo visual y sentí como una lágrima recorría mi mejilla izquierda y la limpié rápido, luego sonreí de oreja a oreja. Hacía tiempo que no me ponía otra cosa que no sea esos jeans, esa blusa sucia y rota. Y este vestido estaba hermoso. –Se me olvido, se me olvido–me di vuelta y lo vi entrar a la habitación, volver a su armario y sacar una bolsa de alguna tienda. Se paro frente mío, tomo mi mano derecha y puso la bolsa–mamá dijo que ibas a necesitar esto–sonreí, beso mi mejilla y luego tan rápido como entro salió. Sonreí como tonta y abrí la bolsa, había unas bailarinas negras y ropa interior. Me cambie rápido y seque mi cabello que era de un color medio raro, pero a mí me gustaba decir que era color chocolate. El vestido fue hecho para mí, me quedaba perfecto y cuando me mire en el espejo no parecía la chica que se despertó esta mañana en el suelo de un orfanato. –Te quedo genial–la voz de mi amigo me hizo volver a la realidad y me di vuelta para mirarlo. –Gracias–susurre casi sin poder hablar, con la voz frágil por el nudo que se estaba formando en mi garganta por las lágrimas–gracias de verdad, me encanta el vestido. –No fue nada– me dijo y metió sus manos en sus bolsillos –vamos ya es hora de cenar– asentí y comencé a caminar hasta estar junto a él.