CAPÍTULO 02 | Contrato |

1138 Words
Uno de los lacayos del Boss se inclina, desatándome finalmente. Suavizo mis muñecas, levantándome. ─Tengo una petición ─manifiesto, llamando la atención de todos. ─Tú no hablas ─demanda Donovan o mi nuevo dueño. ─Solo quiero decir que deberían de dejarme ver a mi hermana, para que sea justo ─ pido, escuchando cómo el Boss resuena sus dientes. ─¡Agatha! ─Grita molesto el jefe de la mafia, encojo mis hombros, apretando mi mandíbula. ─Te estamos dando la oportunidad de que tu hermana esté viva al igual que tú, a pesar de que has desatado una guerra y nos has traicionado ¿Hablamos de justicia? ─Insinúa, saliendo del lugar apestoso. Suelto un bufido pensado «a esto les hace falta algo de diversión, mucha amargura los envejece» ruedo los ojos, siguiendo la figura de Donovan. Mis pasos resuenan al igual que mi estómago. ─Tengo hambre ─murmuro a su espalda. ─No me importa, no soy tu niñero ─suelta, en un gruñido. ─Quiero ver a mi hermana ─insisto. Su figura se detiene de golpe, girándose para mirarme, abriendo sus fosas nasales del enojo. Noto el color llamativo de sus ojos, y trago con dificultad. ─¿Un baño? ─Inquiero con dudas. Él resopla, tronando su cuello. ─Solo porque apestas ─recalca, olisqueo mi ropa, notando lo que dice. Rueda los ojos, siguiendo el camino largo por los pasillos oscuros, giro mi rostro, vislumbrando cómo el Boss y los lacayos se van hacia la otra dirección. ─Tengo muchas preguntas ─comento, escuchando cómo gruñe. ─No me interesan ─reitera, cruzando el pasillo. ─Son muy buenas ─murmuro, suspirando, pensando en la manera de que me dejen ver a mi hermana de nuevo. ¿Hacerles caso es una opción viable? «Me frustraría esperar pero haciendo lo que mis sentidos me dictan, es el motivo principal por el cual estoy atrapada en este lugar» observo las paredes, con algunas escrituras. De repente, cambia el ambiente y todo es de un blanco inmaculado. ─Nunca estuve dentro de este lugar ─explico, sin que nadie me lo hubiera preguntado. ─Tienes que dejar de hablar si vas a estar conmigo o me encargaré de arrancarte la lengua ─amenaza, dándose la vuelta y encarando mi semblante. Abro los ojos, relajándome con una sonrisa. ─Así nunca sabrán dónde están los diamantes… además, no tienes que ser tan agresivo, si me lo pedías de manera decente lo habría hecho ─digo rápidamente, pasando de él. De repente, me detiene, tomándome del brazo. ─Estoy notando que serás un dolor en el trasero para mí ─comenta ante la obviedad. Chasqueo mi lengua. ─Conozco unos remedios caseros para en el trasero ─digo con gracia. ─¡Arg! ─Gruñe, dando pisotones para seguir el camino. Encojo mis hombros, vislumbrando finalmente la puerta del baño, él la abre con fuerza, mostrándome lo elegante que es. ─¿Me darás ropa y jabón o algún truco de magia para esto? ─Cuestiono incrédula. Él, renegando, abre un gabinete, entregándome lo que pedí. Empujándomelo en el pecho, provocando que dé un paso hacia atrás. ─Date la vuelta, pervertido ─demando, cuando decide quedarse dentro junto a mí. Resoplo, dejando las cosas en el mesón del lavamanos, mirándome los ojos en el espejo. Notando lo desgarbada que me veo. Hago un mohín de dolor al ver la herida en mi comisura. Él gruñe, resoplando. Para cruzarse de brazos mientras se da la vuelta. Comienzo a quitarme la ropa, dejándola a un lado. Poco me importa que me vea desnuda, quizás muchos hombres lo han hecho y por unas cuantas libras. Sonrío, negando con la cabeza, recordando los buenos tiempos, antes de estar de esclava de un gruñón con aspecto a semidiós. Abro la ducha, colocándome debajo de ella, dejándola caer desde mi coronilla hasta la punta de mis pies en cascada. Hago burbujas en mis palpas, restregándome la mugre y la sangre seca de los brazos. Suspiro, al sentir la frescura del agua renovarme. ─¿Me puedo tocar? ─Inquiero sugestiva, al sentir una mirada en mi nuca. Giro sobre mis talones, esbozando una sonrisa, para encontrándome con sus ojos observando mi cuerpo. Noto cómo su pecho sube y baja, sus fosas nasales se abren. Pero es una combinación de enojo y excitación ¡Justo lo que me gusta! Pienso. ─Pensé que eras rubia natural ─destaca, bajo mi vista hasta mi monte de venus. Resoplo, rodando mis ojos al ver cómo se burla de mí. ─Creo que ves mucho porno ─recalco ─. Obvio no soy rubia en todos lados ─agrego, enjuagándome, y lavándome el cabello. Súbitamente, siento su respiración en mis hombros, él posa su mano alrededor de mi cuello, provocando que el jabón se resbale de mis manos. Mantengo mis músculos apretados ante la fuerza que ejerce. ─No me hace falta ver porno, ya que si quiero coger, pido una basura como tú y abre su boca para meterse mi v***a, disfrutándola como golosina ─gruñe, soltándome. Paso mi mano en mi cuello, tomando una bocanada de aire y tosiendo. ─Termina rápido, falsa rubia ─suelta con cierta jocosidad. Coloco mis ojos en los azulejos blancos de la pared, apretando mis manos en empuñaduras, al punto de clavarme las uñas en la piel. Cierro la ducha, secándome, él se gira… como si ya no me hubiera visto completo. Suelto un bufido, vistiéndome. Mis ojos se encuentran con mi reflejo en el espejo, notando la ropa que me ha proporcionado, pareciendo de combate. Presiono mi cabello en la toalla, secándolo para lanzarla. ─Lista para la guerra ─manifiesto con gracia, abriendo la puerta y saliendo. Él me toma del antebrazo, deteniéndome. ─Nunca te me adelantes o caminas a mi costado o no lo haces ─explica, apretando sus facciones. ─Ustedes lo Alemanes son unos… ─hago una pausa, sonriendo ─… холодные задницы ─Pronuncio en ruso. Él arruga el cejo, desconcertado. ─¿Qué mierda dijiste? ─Cuestiona, apretando sus dientes. Doy un salto, caminando delante de él. Miro encima de mi hombro con una sonrisa. ─”Traseros fríos” ─traduzco. ─hmm… ─pronuncia sin más. De repente, me jala del brazo, colocándome a su costado. Miro su perfil, notando lo guapo que es, al igual que sus tatuajes, que cubren gran mayoría de su cuerpo. Mis ojos se colocan en lugar, entramos a lo que parece un salón común, donde hay muebles victorianos, una chimenea gigante y muchos cuadros, la decoración es sombría, como si estuviera entrando al castillo de Drácula pero habitado de mafiosos sanguinarios. Seguimos caminando, en silencio, entrando a una oficina. Él cierra la puerta detrás de mí. Arrugo mi entrecejo con desconcierto. Inesperadamente, toma asiento, colocando sus piernas en el escritorio envejecido. Sirviéndose un poco de un licor cobrizo en un vaso de cristal. Me da una fría mirada, arrastrando un papel hacia mí. Me acerco, fisgoneando por encima. ─¿Qué es eso? ─Cuestiono, él saca un cigarrillo y lo quema. Tomando una calada. ─Tu contrato de vida ─explica.
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