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El Señor del viento

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Blurb

"La vida me parece una gran escalera a la que le hace falta bastantes peldaños; uno va subiendo y subiendo y cuando menos te lo esperas, das el paso y te llevas la desagradable sorpresa de que no hay peldaño alguno bajo tu pie y caes. Así era mi vida, una lucha constante por no caer al abismo de la vida misma, siempre buscando desesperadamente algun pasamanos o cualquier cosa a la que aferrarme. Entonces comprendí que en realidad, no se sube la escalera, si no que se baja. Supongo que es un efecto que es parte de la vida misma, no ganas tiempo aquí en la tierra, si no que lo vas perdiendo. Cuando lo comprendí, me sentí bastante inane... La vida no tiene sentido entonces, me dije. Entonces comprendí que mi vida en particular no la tenía, era bastante aburrida en si. Fue así que este hombre me fue encomendado... A mí. Para mí. Entonces ahora me cuestiono, ¿Mi escalera ahora sube o baja?. Cuando miro sus azules ojos y en ellos no logro atisbar otra cosa más que solamente odio, me doy cuenta de que aún con su belleza me resulta desagradable. Pero no por los motivos que uno podría imaginarse, si no que en realidad me hace sentir triste, incomoda y bastante confundida. Pero como bien me especificaron, ahora nos pertenecemos. Y ellos en verdad esperan que entre él y yo algo bueno resulte...¿Como esperan que algo se logre entre este ser sobrenatural y yo?. Ah... No, ellos esperan que me enamore de él...Lo dudo.

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Te lo dije.
Alice cerró muy despacio tras de si la puerta de su habitación intentando no llamar la atención de nadie, estaba escapando igual que siempre. Bajó la enorme escalera de caracol pisando con pie de gato, fue entonces que escuchó pasos tras de sí y al girarse vió a su hermana mayor quien la miraba con desaprobación. Alice inmediatamente cerró los ojos esperando que Ana la evidenciara con sus padres, sin embargo Ana se acercó a ella en silencio y la sujetó del brazo con fuerza, para posteriormente llevarla de vuelta al piso de arriba. - Suéltame Ana... Se quejó Alice. Ana chasqueó la lengua y luego se puso el dedo índice en los labios indicándole que guardara silencio. Alice frunció el entrecejo y luego observó con atención allá donde los azules ojos de su hermana miraban. Entonces vió que en el piso de abajo entraban sus padres seguidos de un hombre muy alto y corpulento. Iba vestido de manera formal pero con una extraña capa de viaje muy pasada de moda. Alice y Ana se pusieron de rodillas y se ocultaron detrás de unas plantas en el pasillo. Luego ambas prestaron atención a la conversación que sus padres estaban teniendo con aquel hombre. - Sinceramente Lord, pensé que para estás fechas ya tendría preparado todo. Dijo aquel hombre con voz grave. - Si, bueno... Verá Conde, en realidad ella todavía no lo sabe. Aún estamos buscando la manera de explicarle la situación en el momento oportuno. Respondió el padre de las chicas. - Recuerde que su majestad no es alguien demasiado paciente, me ha encomendado encontrar a la joven adecuada. Tenga en cuenta que su hija no es la única opción. Haga lo que tenga que hacer, pero que no pase más de esta semana Lord Lincoln. El padre de ambas jóvenes asintió lentamente y apretó los labios, entonces volteo a ver a su esposa quien parecía molesta. - Los veo el fin de semana. Ahora, tengo que despedirme. Les dijo el conde. - Claro, permítanos acompañarle Conde. Se apresuró el anfitrión de manera atenta aliviado de que aquel hombre se marchara. - No hace falta, conozco el camino. Que pasen buena noche. Les dijo el otro, luego se dió media vuelta y se fue de ahí. Ana permaneció en silencio unos segundos más y luego volteo a ver a su hermana, quien ya había emprendido carrera hacia los balcones para escapar trepando por los barandales. Rápidamente le dió alcance y la detuvo antes de que la joven empezara a pasar las piernas por las complicadas formas en espiral de hierro. - ¡Ah no! Señorita... Usted se queda aquí. Ordenó Ana. - ¡Cállate!. Le pidió la jovencita. - ¡Si te escapas bajaré a decirle a papá!. Es en serio Alice, vuelve a tu habitación ahora mismo. - ¡Déjame en paz Ana!. No te metas en lo que no te importa. Espetó Alice con hastío. - ¿Que no me importa?... ¡Yo soy la que siempre termina yendo por ti a quien sabe dónde a altas horas de la madrugada! ¡Soy yo la que termina mintiendo por encubrir todas tus tonterías! ¡Y soy yo la que da la cara por ti! Claro que me importa. Ahora, vete a tu habitación por favor. Alice... Te lo imploro. Le pidió Ana aferrándose al suéter de su hermana. Pero Alice deshizo el agarre y logro zafarse, para luego empezar a descender por los barrotes. Ana la observó en silencio mientras la otra empezaba a correr por el jardín a mitad de la noche y trepar por la barda hacía el otro lado. Luego, vió un automóvil deportivo color rojo descapotable para detenerse en la acera de enfrente, Alice saludó al joven que iba de conductor y se fue con él. Entonces Ana volvió a su habitación para quitarse el pijama y luego empezó a vestirse rápidamente. Bajó hacía el garage y encendió su automóvil y fue tras de su hermana. Sabía perfectamente dónde estaría. ****************************************** Alice encendió un cigarro y luego bebió de su cerveza, el joven que había pasado por ella era un muchacho alto, fornido y lleno de tatuajes. Tenía el cabello negr* y corto, sus ojos eran marrones y resultaba bastante atractivo. Todas la chicas querían tener un amorío con él, y como el se sabía deseado, en realidad no dudaba en acostarse con cualquiera que le abriera las piernas a la primera oportunidad. Obviamente Alice desconocía aquello, pero, al igual que las otras jovencitas, estaba deslumbrada por aquel chico malo que ahora tenía frente suyo besándola con insistencia. Mientras ambos intercambiaban besos apasionados, Alice se dió cuenta de que el muchacho tenía un moretón en el cuello, resultado de algún beso bastante fuerte que alguien le dió. Entonces ella lo apartó rápidamente y lo miro algo molesta. - Yo no te he hecho esto. Le dijo la joven. Steve se encogió de hombros restándole importancia a aquella observación. - ¿Quien te hizo esto?. Preguntó Alice cada vez más molesta con él. - No recuerdo su nombre. Se sincero el otro. - ¿Me engañas?. Quiso saber ella. - No... Por qué para engañarte tendríamos que estar saliendo formalmente y y tú y yo no somos nada más que amigos Alice. Le respondió el joven. Alice se quedó boquiabierta, entonces rápidamente se le escabulló de entre los brazos y empezó a caminar hacia la salida de aquel bar gótico. - Oye... ¡Espera! ¿A dónde vas?. Le preguntó el muchacho echando a andar tras ella en el estacionamiento. - Tengo sueño Steve. Me voy a casa. Respondió Alice conteniendo el llanto. - ¡Pero está muy lejos! Y no hay taxis a estas horas... Ven. Le pidió Steve. - No necesito taxi. Dijo Alice cuando tal cual lo esperaba vió el coche de su hermana estacionarse a pocos metros de ellos. Ana bajó echa una furia y al ver a Alice inmediatamente se acercó a ella con paso decidido, pero, en cuanto le vio la cara comprendió que algo le había sucedido, puesto que la conocía tan bien que sabía que su hermana estaba a punto de llorar. - ¿Estás bien?. Le preguntó Ana para luego lanzarle una mirada asesina a Steve. Alice asintió. - Sácame de aquí por favor Ana. Le pidió la chica para luego subirse al Volvo. Ana inmediatamente se subió al auto y lo puso en marcha, dejando a Steve bastante intrigado al verlas partir. Durante el trayecto, Ana quería empezar con su sermón, pero entonces Alice rompió en llanto rompiendo el silencio sepulcral que había entre ellas. Ana no tuvo que ser demasiado inteligente como para darse una idea de lo sucedido, así que se limito a sujetarle la pierna izquierda a modo de apoyo moral. - Es un imbécil... Tenías razón, jamás debí de haber salido con él en primer lugar. Musitó Alice hipando. Ana permaneció en silencio y se limito a asentir para no decirle (Te lo dije). - En fin, tampoco es la gran cosa, de todas maneras es un idiota. Y escupe cuando habla. Dijo Alice, haciendo que Ana echara a reír. - Bueno... Entonces supongo que no vale tanto la pena ¿O si?. Preguntó Ana riendo. - No. Ni un poco. No vale nada la pena... En fin. Gracias por venir por mi. Dijo Alice genuinamente agradecida. Ana sonrió satisfecha. Entonces algo sucedió, unas luces aparecieron enfrente y Ana pudo ver cómo un automóvil se aproximaba a ellas a toda velocidad invadiendo su carril en sentido contrario. Ana viró rápidamente intentando esquivar el automóvil, pero al hacerlo su auto salió disparado fuera de la carretera en dirección al bosque. Alice sintio como todo le daba vueltas, las bolsas de aire inmediatamente se accionaron, entonces noto dolor en todos lados y un fuerte sonido metálico se escuchaba por todas partes, vidrios romperse y más golpes y volteretas. Luego silencio. Alice despertó por la luz de alguien que le apuntaba con la linterna, entonces abrió los ojos y quiso moverse, pero no pudo. - ¿Está bien?. Le preguntaba alguien. Alice giró su cabeza hacia su hermana y lo que vio la dejó sin aliento, Ana estaba cubierta de sangre y parecía inconsciente. - ¿Ana?. Preguntó Alice con voz entrecortada. Quiso estirar su mano izquierda para intentar despertarla, pero un fortísimo y agudo dolor le cruzó por el pecho haciéndole gritar. - Ana... Repitió ella, entonces un dolor aún más fuerte que el físico empezó a invadir cada célula de su cuerpo, el dolor del miedo ante la perdida. - Anabel... ¡ANABEL!... Chilló Alice. Pero no obtuvo respuesta. Escuchó más voces acercarse y el ruido de un motor, luego tuvo que esperar por lo que ella percibió una eternidad para que lograrán sacarlas de ahí, pero se desmayó por el dolor y no pudo presenciar dicho rescate. Cuando despertó estaba en una lujosa habitación de un hospital privado y vió a una enfermera suministrándole analgésicos por vía intravenosa. - Disculpe... ¿En dónde está mi hermana?. Le preguntó Alice. La enfermera la miró unos instantes y luego se acercó un poco más para después tomarle la mano derecha. - Su hermana... Falleció. Lo lamento mucho señorita Lincoln. Le explicó ella con cautela. Alice parpadeó muchas veces intentando aullentar las lágrimas, luego empezó a respirar bastante agitada y quiso ponerse de pie. - Quiero ver a mi hermana. Le dijo ella intentando incorporarse, pero la enfermera la detuvo. - No puede levantarse señorita, está muy herida y su estado es delicado. Tuvieron que operarla de la pierna derecha y tiene puestos fijadores. Le explicó la mujer. - Me importa una mierda los malditos fijadores. Debo ir a ver a mi hermana. Insistió Alice cada vez más molesta. - Señorita... No puede. Además, ya enterraron a su hermana hace varios días. Usted acaba de salir del coma apenas hoy por la noche Le informó la mujer. Alice empezó a hiperventilar. - ¿Hace cuántos días?. Preguntó ella agitada. - Pues enterraron a su hermana hace veinte días. Lo lamento mucho, iré a informarle al médico que ya está despierta y también a sus padres. Le explicó ella. Alice quería gritar, estaba desesperada y de repente la impotencia empezó a invadirla. Luego de unos minutos entraron sus padres con dos médicos. Alice vió que su progenitores parecían haber envejecido diez años, se les veía demacrados y cansados, pero peor aún, se les veía increíblemente tristes. - Que bueno que despertó señorita Lincoln, por poco no logra sobrevivir. Tuvo mucha suerte. Le dijo uno de los médicos. Alice observó a su padre y vió que este parecía estar aguardando a estar a solas para hablar con ella. Los médicos procedieron a hacerle varias pruebas físicas y cognitivas, luego tomaron nota a sus observaciones para después salir de la habitación. Apenas se hubo cerrado la puerta, James Lincoln se acercó a su hija y la miró con rabia. - Por tu culpa ella se fue... Le dijo, mientras su esposa rompía en llanto. - Fue un conductor el que invadió nuestro carril... Empezó Alice a explicar, sin embargo James alzó la mano para indicarle que guardara silencio. - No, fue culpa tuya. Si no te hubieses escapado como siempre tu hermana no habría tenido que salir de casa en la madrugada para buscarte. Es culpa tuya... Y solamente tuya. Espetó James. Alice palideció al escucharle, entonces reparó en que su padre tenía razón. Si no fuese tan rebelde, si no hubiese sido desobediente su hermana no habría muerto. - En cuánto salgas de aquí, irás a Kansgton. Le dijo él. Alice frunció el ceño totalmente confundida. - ¿Por qué?. Preguntó ella mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. - Por que irás a vivir con la familia Roschmint. Y por qué tu madre y yo no queremos verte de momento. Explicó James, para luego salir de ahí seguido por su mujer. Alice entonces rompió en llanto por la perdida de Anabel. - ¡YO TAMBIÉN LA AMO!. Gritó ella con todas sus fuerzas para que sus padres la escucharan- Yo también la amo... Ojalá hubiese sido yo quien hubiese muerto y no ella... No ella... Ella era tan buena y tan perfecta, tan hermosa y tan... Ay Ana...Anabel... Perdóname Ana... Perdóname. Sollozó Alice devastada.

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