Lugares peculiares.

2228 Words
Al salir a la calle, Alice se percató de la presencia de el mismo hombre que había estado en su casa aquella noche del accidente. Al verla, este inmediatamente se acercó para ayudarle con sus cosas, Alice le dedicó una mirada sombría y reparó en la expresión arrogante que aquel sujeto proyectaba. - Suba a la camioneta señorita Lincoln. Le instó él. - Por si no lo había notado, tengo una férula en la pierna. Le recordó ella con desdén. El hombre la miró exasperado y posteriormente le hizo señas a los hombres que le acompañaban, uno de ellos la tomó en brazos para meterla al interior de la camioneta. Una vez dentro, ella observó detenidamente los rostros de los cuatro hombres que ahí estaban, incluído aquel que había visitado su casa semanas atrás. Recordó que su padre le había llamado conde, así que Alice se giró directamente a él. - ¿Es usted un conde?. Le preguntó de repente. El sujeto la miró detenidamente y luego de unos segundos asintió. Alice recorrió con la mirada el rostro de aquel hombre con atención. Era muy atractivo sin duda alguna, debía de tener a lo mucho unos treinta y tantos años, su cabello era muy rubio y lacio peinado en una perfecta coleta en la nuca. Sus ojos eran muy oscuros a pesar de que su piel y cabellos rayaban en el albinismo. - ¿Cómo se llama?. Le preguntó Alice. - Ciril Reverick. Respondió él con voz monocorde. - ¿A dónde me lleva?. - A su nuevo hogar. Alice entonces se cruzó de brazos y se quedó pensando, luego de una pausa decidió seguir con su cuestionario. - ¿Que pasa si yo no quiero ir con usted?. Dijo ella. Ciril se giró de nuevo hacia la preciosa joven y le dedicó una extraña expresión. - Me temo, señorita Lincoln que sus deseos no están a discusión. Su familia le debe a la familia para la que sirvo una mujer. Inicialmente su hermana Anabel estaba contemplada para el requerimiento que se les hizo a los Lincoln. Pero, dadas las circunstancias... No nos quedó más remedio que aceptarla a usted. Lamentablemente no parece contar con las mismas cualidades que su hermana. Cualidades que son requeridas por... Nuestra logia. Respondió él con calma. Alice quedó pasmada ante aquella respuesta, pero la rabia empezó a crecer en su pecho. Estaba harta que siempre la compararan con su hermana mayor, ella sabía mejor que nadie que Ana era perfecta en todo. Era muy hermosa, inteligente, educada, amable, sociable, cordial, refinada, mesurada, determinada y muy talentosa. Si bien Anabel, era alta, rubia, de enormes ojos azules, piel perfecta y cuerpo estético, delicado y femenino... Alice sabía que ella no estaba nada mal. Ella también era alta, su cabello era castaño, largo y lacio. Su piel también era blanca, sus ojos eran verdes, grandes, tenía las pestañas enormes y rizadas, su nariz era pequeña y respingada. Sus labios eran carnosos, su boca era pequeña y su rostro ovalado y mentón afilado. Además su cuerpo era muy atlético ya que desde niña practicaba deportes, a diferencia del delicado cuerpo de su hermana, el de ella era puro músculo bajo la palida piel. Ella siempre se consideró a si misma bastante lista, pero era exageradamente rebelde, iracunda, testaruda, irreverente, mordaz, sarcástica y muy intimidante. Su estilo de ropa era sencillo, en realidad siempre estaba vestida de n***o y usaba ropa ajustada. Ciril observó la reacción de la joven y sonrió con suficiencia. Pero Alice no era de las que se quedaban calladas. - Nadie más que yo lamenta la muerte de Ana, aunque supongo que ella está muy feliz y aliviada de no tener que ir a un puto lugar lleno de gente rara y pretenciosa con fetiches y gustos extraños a hacer sabrá Dios que cosa. Definitivamente mi hermana en estos momentos debe de estar complacida de que haya ido yo en su lugar puesto que sabe perfectamente que soy igual de molesta que un grano en el culo. Respondió Alice. Ciril y el resto de los hombres se quedaron boquiabiertos ante tal respuesta. - Tal vez les convendría bajarme en este puto instante antes de que sea demasiado tarde. Verá señor... Ya se me olvidó su apellido, como sea... Ciril, Como podrá darse cuenta no soy la mejor opción que tienen. Y de una vez le informo que conmigo va a tener bastantes problemas, y si para lo que sea que me quieran no les voy a servir. Si me piensan a amenazar con matarme o lo que sea, le digo de una vez que a mí no me da miedo morirme. De hecho en este instante no deseo nada más que ir a hacerle compañía a mi hermana en el más allá. Ella era la única persona que me gustaba, amaba y comprendía en este puto mundo de mierda. Los demás se pueden ir al carajo... Incluído usted. Así que... Así las cosas. Añadió Alice con sinceridad, para luego recargar la frente en la ventana y cerrar los ojos. Ciril observó a la joven absorto en sus pensamientos, luego de una pausa sonrió con satisfacción. - Alice... Definitivamente eres perfecta para lo que te queremos. Le dijo él sonriendo de oreja a oreja. Alice abrió los ojos y luego lo miró con interés. - ¿Ah sí?. Preguntó ella. - Si, ya verás por qué... Ah, espero que no te asustes con facilidad. Mencionó Ciril. - ¿Y eso?. Quiso saber Alice. - Pues... Cuando llegue el momento entenderás a lo que me refiero. Tal vez todo lo que vas a presenciar sea lo tuyo, de hecho siento que definitivamente tu eres por mucho la mejor opción. Tal vez tu hermana no era la indicada para esta tarea. Afirmó Ciril. Al cabo de una hora, habían llegado a una impresionante mansión Isabelina de dimensiones absurdas, Alice por primera vez en su corta vida se había quedado impresionada ante una construcción. A pesar de que ella había nacido en una familia acomodada y de clase alta, vivió y creció llena de lujos, jamás había visto una mansión de ese tamaño, teniendo en cuenta que su propio hogar era bastante grande y ostentoso. Fue entonces que una vez dentro la instalaron en una habitación enorme y hermosamente decorada con mucho detalle. Todo en el lugar era muy hermoso a la vista, extremadamente ordenado y bien pensado. Mientras exploraba su lujosa habitación de un tamaño exageradamente grande, se dedicó a contemplar el lugar fascinada. Incluso tenía una sala en el dormitorio y un bar. Fue al vestidor y lo que vió la dejó sin aliento, en él ya había ropa. Muchos vestidos de diseñador y algunos de ellos parecían haber sido hechos única y exclusivamente para ella, puesto que al probarse uno de ellos, este le quedó como una segunda piel. Luego de una hora llegó una mujer bastante entrada en años, regordeta y expresión severa quien al verla le dedicó una mirada de desaprobación. - Usted debe ser Alice... Yo soy Charlotte, la ama de llaves. El conde me ha enviado para ayudarle a arreglarse, esta noche habrá una cena muy importante y usted debe asistir. Veamos que será lo más apropiado para ponerle... Tome un baño mientras busco vestidos. Le dijo mientras se dirigía al vestidor. Alice se encogió de hombros y accedió por primera vez a obedecer a alguien, así que se dirigió al cuarto de baño y se metió a la ducha. Al salir con el cuerpo envuelto en una toalla ya que no logro encontrar una bata de baño, la mujer se le quedó viendo la pierna con la férula - Bueno, supongo que la mejor opción es un vestido que cubra esa horrorosa cosa que lleva en la pierna. Ah... Le quedó cicatriz. Observó la mujer. Alice se fue a sentar en el banquito del tocador y se puso desodorante. - ¿Y?. Cuestionó ella a modo de respuesta. Charlotte la observó detenidamente y vió los muy bien definidos músculos de la chica. - Imagino que debe sentirse bastante frustrada con esa cosa puesta, al parecer usted se ejercita regularmente. Respondió la mujer. - Si, de hecho antes del accidente me ejercitaba a diario. Explicó Alice. Charlotte entonces sacó un precioso vestido color beige en corte sirena. - ¿Que le parece este?. Le preguntó ella. Alice alzó la vista y vió el vestido. - Pues... No es algo que yo vestiría pero me parece bonito. Accedió la joven poniéndose en pie con dificultad. Charlotte entonces sacó un bastón y se lo ofreció. - Es mejor que esas incómodas muletas, y por lo que veo usted ya puede más o menos andar por su cuenta. Le dijo. Alice asintió y tomó el bastón con cabeza de ternero. Decidió que le gustó. - Bueno... Primero el maquillaje. Le informó la mujer. Alice inmediatamente sacó su neceser de la maleta y luego una cosmetiquera. Optó por un maquillaje discreto y natural. Luego, con la ayuda de Charlotte se puso el vestido y fue a contemplarse en el espejo. - Me parece que se ve muy bien. Es una pena que no pueda usar zapatillas, imagino que ya vió la cantidad de opciones que tiene en el vestidor. Le preguntó la mujer. Alice asintió. Para cuándo llegó la noche, Alice despertó sobresaltada puesto que se había quedado dormida en el sofá y fue Charlotte quien la despertó sacudiendola con frenesí. - Perdón... Que me he quedado dormida. Le dijo la joven bostezando. - No deberíais ser tan perezosa niña, que llegará el día en que se te pagarán los párpados. Ya lo veréis. Le aseguró ésta Alice rápidamente fué tras la robusta mujer, no sin antes echar un ojo a todo lo que le rodeaba a su paso. Fue entonces que llegó a lo parecía ser un larguísimo andador y luego a una enorme estancia extrañamente decorada con muchas extrañas flores blancas parecidas a las rosas. Así pues, Charlotte se detuvo frente a una gigantesca puerta de roble con un elaborado tallado en ella. - Callaos bien y no habléis a no ser de que os lo soliciten. Ordenó la mujer para luego irse. Antes de que Alice hiciese cualquier cosa, apareció Ciril quien al verle sonrió satisfecho. - Bueno... Tal parece que Charlotte tiene buen gusto. Ahora... ¿Puedes seguirme por favor?. Le preguntó él. Alice asintió lentamente y procedió a acompañarle. Entonces al abrir la puerta, la jovencita se quedó muda de asombro al ver lo que había del otro lado. Entró a un enorme salón repleto de estatuas de mármol blanco ataviadas en finas y elegantes ropas de peculiar diseño estilo victoriano con extravagantes colores chillones y algunos más de tonos oscuros. Todas las estatuas eran distintas entre ellas y también de diferentes tamaños extremadamente realistas. Alice se acercó con muchísimo cuidado a una de ellas y observó fascinada el detalle en el rostro. Pero había algo espeluznante en el semblante de la estatua, ya que ésta parecía observarle hasta el alma. Ciril reparó en que la chica se había quedado atrás y carraspeó para llamar su atención. Alice dió un respingo e inmediatamente se giró para verle algo avergonzada. - Wow... Se limitó a decir la joven. Fue entonces que llegaron al centro del salón y vió una larguísima mesa de al menos treinta plazas con un estupendo banquete para muchísimas personas. - Tome asiento por favor... Y disfrute de la cena. Le dijo Ciril para luego darse vuelta y dejarla ahí, pero antes de salir del lugar éste se giró y agregó - Ah... Y pase lo que pase, no importa lo que vea o escuche, no se levante de su asiento. Si es que no quiere ir a hacerle compañía a su hermana en el más allá. Apenas dijo eso, Ciril salió y cerró la puerta con llave desde el exterior. Alice sintió que un extraño hormigueo empezaba a recorrerle desde la coronilla hasta los pies y segundos después reconoció que era miedo aquello que sentía. De repente una extraña música proveniente de sabrá Dios dónde, empezó a sonar por todas partes como si hubiese una orquesta en vivo ahí mismo. Alice contempló la comida y estiró la mano para tomar una copa de vino. Luego de unos minutos que ella percibió eternos, escuchó el suave roce de ropa moverse y giró la cabeza hacia donde provenía el sonido. Fue así que impactada, espantada y totalmente perpleja vió que todas las estatuas se habían girado en su dirección mirándola fijamente con sus blancos ojos vacíos. "Esto debe ser una puta broma". Pensó ella y le dieron ganas de ponerse de pie y salir inmediatamente del lugar, luego recordó la advertencia de Ciril y se aferró a los reposabrazos de su asiento. Enfocó la mirada al plato que estaba frente a ella y escuchó pasos acercarse, levantó el rostro y vió que las estatuas se hallaban ahora más cerca de ella. Un grito se quedó atorado en su garganta ya que ella rápidamente cerró la boca y también los ojos. Más pasos de muchas personas por todas partes y luego escuchó las sillas arrastrarse y gente tomar asiento a su alrededor. Alice presa del pánico abrió los ojos y vió a todas las estatuas sentadas en las sillas y todas, absolutamente todas le miraban solamente a ella.
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