CHRISTIAN MILLER

2458 Words
Yo vivía en uno de los barrios mas pobres y peligrosos de New York; y tenía que ir hasta Manhattan para suplantar a mi hermana. Empaqué muy pocas de mis pertenencias, para ser exacta solo tomé las que tienen un gran valor sentimental, también empaqué toda la ropa que me dio Mía y me vestí con uno de sus conjuntos elegantes. Ahora estoy frente a la ¿casa Miller? No, más bien ¡MANSIÓN MILLER! Aquella edificación era tan sorprendentemente grande que sin darme cuenta abrí mi boca impresionada… —Buenas tardes señora Miller —pronunció el hombre vestido con traje mientras abría el portón de rejas. Al escucharlo salí de mi impresión y lo miré por varios segundos sin decirle ni una sola palabra. Sin darme cuenta yo estaba actuando como si él estuviera hablando con otra persona y no conmigo, pero entonces recordé que ahora yo soy la “señora Miller” y por lo tanto me obligué a reaccionar y le sonreí amablemente. —buenas tardes… —respondí e hice una pausa involuntaria, la cual daba a entender que no me sabía su nombre. «Mi hermana solo me dijo como se llamaba el mayordomo y la nana» pensé un poco preocupada. Estaba nerviosa y trataba por todos los medios posibles de ocultarlo, pero para hacerlo debía salir de esta situación, así que le sonreí al hombre un poco incómoda y decidí preguntarle. —¿Me recuerdas tu nombre? Él me miró un poco sorprendido y rápidamente trató de disimular su estado con una sonrisa. —Lucas, señora Miller —contestó. Le sonreí, —Bueno Lucas un gusto verte nuevamente y por favor no me digas señora Llámame Mya solamente. Lucas frunció el ceño ante mis palabras, parecía irremediablemente confundido. —Señora… ¿Le pasa algo? —¿Eh?, no, ¿Por qué? —le pregunté extrañada. —Disculpe señora, es que usted nunca a hablado conmigo más de dos segundos —dijo un poco incómodo. —Bueno espero cambiar eso —expresé con una sonrisa— ¿Puedo pasar? —le pregunté. —¡Claro! —respondió haciéndose a un lado. —Gracias —le dije entrando a la propiedad. Continué caminando por el hermoso jardín hasta que llegué a la puerta principal; luego levanté mi mano para tocar el timbre pero antes de que lo hiciera la puerta se abrió. El hombre que me recibe lleva un traje blanco con n***o muy formal y de inmediato imagino que es el mayordomo. —¿Ben? —dije su nombre en forma de pregunta sin tener la intención de hacerlo y le sonreí a Ben esperando que lo haya notado, sin embargo, él asintió lo cual significa que si lo había hecho. —Bienvenida a casa señora —pronunció con un tono formal. —Muchas gracias Ben, ¿Cómo estás? —le pregunté. Ben frunció el ceño por unos pocos segundos y al igual que Lucas rápidamente disimuló su expresión y recuperó su compostura recta, sin embargo, me queda claro que le extrañó mi pregunta. —Muy bien señora ¿Y usted? Le sonreí, —Muy bien Ben, pero no me digas señora llámame solo Mya. Ahora si puedo notar por más tiempo su incomodidad y confusión. Ben decidió ignorarme y me siguió hablando igual de formal mientras me llevaba a mi supuesta habitación. Sinceramente no puedo creer que mi hermana tratara tan mal a sus empleados hasta el punto de que un; ¿Cómo estás? Que venga de ella, o bueno de mi, hacia ellos, hace que se sorprendan. Yo no puedo ser así, ellos notarán que algo extraño está pasando y tarde que temprano me descubrirán, creo que fue un grave error aceptar hacer esto. Mía me dijo que ella y su esposo dormían en habitaciones separadas; al entrar a la habitación lo confirmé ya que a plena vista no hay ni una sola pertenencia de hombre, pero a pesar de ser una habitación para una sola persona es demasiado grande y muy lujosa, sin embargo oculté lo mejor que pude mi impresión para que Ben no lo notara. —Señora ¿Quiere que le pida a una de las empleadas que desempaque su maleta? —me preguntó Ben y yo volteé hacia él. —No, muchas gracias, lo haré yo misma —le informé. Ben me mira nuevamente extrañado y luego asiente. —Como usted guste señora, con su permiso. —Espera un momento Ben. —Dígame señora. —¿Sabes en dónde está Christian? —le pregunté. —Si señora, el señor está en su habitación —contestó. —¿Podrías llevarme? Asintió, —Con gusto señora. —Gracias, solo iré al baño un momento, espérame por favor —le dije. Ben asiente y miro a mi alrededor tratando de adivinar cuál de las dos puertas, si la de la izquierda o la derecha es el baño. Le sonrío a Ben tratando de disimular mi ignorancia y por fin decido dar un paso hacia la puerta de la derecha, rogando que sea esa. Al abrir la puerta suelto un suspiro de alivio al ver que es el baño y entro en éste un tanto apresurada. Al cerrar la puerta camino hacia el lavamanos y suelto otro gran suspiro pero esta vez tratando de liberar tensión. —No puedo Mía —susurré mirándome al espejo— Yo no puedo fingir que soy tú, yo no soy tan cruel y lamento decirte así pero tú mejor que nadie sabes que no miento; me descubrirán y seguro me mandarán a la cárcel por “suplantar” tu identidad, así que será mejor que diga toda la verdad ahora mismo. Con esa determinación salgo del baño y luego sigo a Ben hasta la habitación de Christian la cual está dos habitaciones hacia la derecha de la de mi hermana. Al detenernos frente a la puerta, Ben la golpea suavemente. —Señor su esposa acaba de volver a casa y quiere verlo —anunció levantando un poco la voz. Pero la puerta no se abre y cuando creo que posiblemente él no esté ahí, una voz endemoniadamente sexy y varonil con un tono de enojo y amargura se escucha. —¡Dile que se vaya! Es más, me haría un gran favor si vuelve a irse de viaje. Al escucharlo empuñé mis manos con enojo. Por un momento me olvidé que estaba fingiendo ser Mía, y sentí la misma rabia que sientes cuando un extraño te habla mal. Pongo mi mano en la manija y abro la puerta dispuesta a decirle cuatro verdades a ese idiota, sin embargo, me detuve repentinamente al ver a un hombre guapo y sin camisa, jugando con una hermosa niña. Cuando la niña voltea hacia mí y me mira con esos ojos grandes y hermosos, siento mi cuerpo estremecerse. Es Morgan, es la hija de mi hermana, es mi sobrina… —¿¡Qué haces aquí!? No tienes derecho a entrar de esa forma —dijo Christian con un tono marcado de rabia, pero mi mirada no se apartó de Morgan ni un segundo e ignoraba sin querer sus palabras. —¿Mami? —me dijo con un tono de pregunta confundida tal vez por la forma en la que yo la miraba. Mis ojos se llenan de lágrimas y su voz pequeñita diciéndome “Mami” se repitió en mi cabeza. Desde los 20 sé que no puedo ser mamá y conocer a ese angelito que aunque no es mi hija es mi sangre, me da mucha alegría. Dejándome llevar por mis emociones me arrodillé y extendí mis brazos hacia ella. —Morgan, te extrañé —expresé con una sonrisa. —¿Qué te pasa? ¿Ahora que estás tramando? —escuché a Christian preguntar pero nuevamente lo ignoré. Morgan mira mis brazos extendidos, sonríe, corre hasta mí y la abrazo fuerte en cuanto llega. —Moría de ganas de verte, te vez hermosa princesa —expresé emocionada. Morgan aparta su cabeza de mi hombro para así mirarme. —¿Estás feliz de verme, mami? —preguntó con sus ojitos un poco llorosos y sentí mi corazón romperse. Le sonreí ampliamente mientras las lágrimas recorrían mis mejillas. —Si, muchísimo, no te imaginas cuánto. —¿Entonces ya me quieres? —me preguntó entre lágrimas y el dolor en mi pecho se incrementó mientras mis manos empezaban a temblar. «¿Hermana como pudiste ser tan cruel con este angelito?» Me pregunté mentalmente al mismo tiempo que secaba con delicadeza las lágrimas de Morgan. —Siempre te he querido mi princesa, solo que a veces estoy molesta, pero te juro que no vuelve a pasar —afirmé. Morgan me abraza fuerte con una gran sonrisa en sus labios y cierro mis ojos disfrutando de su cariño, sin embargo cuando vuelvo abrir mis ojos veo la mirada furiosa e intimidante de Christian. —Ben lleva a Morgan con Rosa —ordenó con un tono demandante. —Si señor, vamos niña Morgan. —Pero papá yo quiero jugar con mamá —reclamó. —Después cariño, por ahora ve con Rosa, la vi haciendo tus galletas favoritas, seguro las hizo para ti —dijo Christian tratando de convencerla. Morgan parece emocionarse cuando su padre le dice aquellas palabras y me mira emocionada. —Ya vuelvo mami, traeré una galleta para ti también. —Muchas gracias princesa, te esperaré —le dije con una sonrisa. Morgan toma la mano de Ben y ambos caminan hacia la puerta, yo sigo arrodillada viéndola irse con una sonrisa y cuando la puerta se cierra, de repente Christian me toma del brazo derecho con firmeza y me obliga a levantarme rápidamente. Lo miro con una mezcla de asombro, rabia y un poco intimidada. —¿¡A que estás jugando!? —preguntó entre dientes mientras sus ojos me miraban con furia; inmediatamente pude detectar el desprecio que siente hacia mi hermana y ya que piensa que soy ella, podría decir el desprecio que siente por mí— ¡No la ilusiones diciéndole que la quieres! Tu y yo sabemos que lo único que te importa es el dinero y tus amantes. Empuñé mis manos tratando de canalizar mi ira y suspiro diciéndome a mí misma que no debo enojarme y que debo recordar que él piensa que soy Mía. —Por favor suéltame —le pedí con tranquilidad, pero eso pareció enojar más a Christian y ahora me toma de los hombros y me sacude. —No te dejaré que juegues con los sentimientos de Morgan así que dime ¿¡Qué mierda estás tramando!? ¡RESPONDE! —me gritó haciéndome perder la paciencia y luego lo empujé para después darle una bofetada. —¡Vuelve a jalonearme y te juro por mi alma que te va peor! —le advertí. Christian me mira con un desprecio desmedido, empuña sus manos y levanta el mentón. Sin darme cuenta doy un paso hacia atrás, pero no por intimidación o tal vez si hay algo de eso, pero no es del todo la razón. Creo que retrocedí porque este hombre es realmente sexy, sus pectorales y bíceps están perfectamente definidos, su rostro y su cuerpo parecen tallados por los mismísimos ángeles y podría jurar que sentí mi entre pierna humedecerse… Involuntariamente agaché mi cabeza sintiendo como mis mejillas se sonrojan y cuando vuelvo mirarlo él continua mirándome con la misma expresión. —Te lo advierto Mía, si la lastimas vas a conocer lo peor de mi —amenazó con un tono intimidante. —No lo voy hacer, te lo aseguro —dije con firmeza. Christian sonríe burlonamente causándome una profunda irritación. —¿Y qué cambió? ¿Acaso terminaste con uno de tus amantes y te sientes necesitada de afecto? —preguntó en un tono ofensivo y lleno de sarcasmo. No lo pude evitar, me sentí humillada por sus palabras y sin pensarlo dos veces le di otra bofetada. —¡A mi me respetas carajo! Y si hablamos de amantes hay que incluir a tu secretaria —contraataqué. Christian levanta una ceja en cuanto esas palabras salen de mi boca, se me acerca a mí y me toma de la cintura pegando mi cuerpo contra el suyo. —¿Y quién me orilló a eso? ¿Quién comenzó a engañarme primero? —preguntó con una mirada de rabia y a la vez de deseo mientras que sutilmente la pupila de sus ojos bajaba a mi escote— Eres tan traicionera, mi amor —agregó y empezó besar mi cuello. Me paralicé por completo y mi mente empezó a gritarme; “¡Estás fingiendo ser tu hermana pero la realidad es que él es un desconocido, ¡Aléjate de él” pero a pesar de eso mi cuerpo parecía no responder, al contrario de ello parecía derretirse. Cerré mis ojos buscando reunir toda mi voluntad, empuñé mis manos y al volver abrirlos, me aparté de Christian mientras respiraba agitadamente. —Sé que no tengo excusa, yo te traicioné, reconozco que me equivoqué y tal vez nuestro matrimonio es una mierda pero quiero recuperar a mis hijos, mi hija quiero decir mi hija —me corregí mientras me maldije mentalmente por haberme equivocado. Christian de repente soltó una carcajada. —¿¡Tus hijos!? Nunca viste a mis hijos como tal, ¿y ahora los llamas así? —preguntó mofándose. Lo miré con enojo, ya mi paciencia estaba llegando al límite y no iba soportar que se estuviese burlando de mí en mi propia cara. —¿¡Cuál es tu problema!? Quiero redimirme y hacer las cosas bien, ¡Déjame hacerlo y ya! —Le hiciste mucho daño a esta familia ¿Y ahora quieres redención? ¡Por favor! —se burló. —Déjame demostrarte que estoy arrepentida sinceramente —dije tratando de convencerlo. —Jajaja, en dos días estarás de compras e insultando a todo el mundo otra vez —sentenció. Trato de controlar las profundas ganas que siento de golpearlo pero cada vez me cuesta más. —¿Sabes qué? Piensa lo que quieras —dije y salí de la habitación dando un portazo. Respiro profundo y exhalo tratando de soltar todo lo malo que me ha causado emocionalmente este día. Me arrepentí, claro que lo hice. Después que vi a Morgan y la tuve entre mis brazos ya no pude pensar en decirle la verdad a Christian y que después me obligara irme de esta casa y que nunca jamás pudiera volver acercarme a mi sobrina. «Voy a seguir aquí, cumpliré con la promesa que le hice a mi hermana y espero que todo salga bien, aunque si quiero que eso pase, debo enfocarme en los niños y alejarme de Christian, ese hombre puede hacerme perder la cabeza…»
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