CAPÍTULO 2.

1887 Words
Hal. Siempre había imaginado mi vida frente a unos reflectores, los gritos contantes de mis fanáticos y con ese millón de emociones corriendo por mis venas al tener el cuadrilátero frente a mí y empezar con una nueva pelea, pero hace ocho meses esos pequeños pensamientos estaban empezando a cambiar en cuanto aquella chica tocó a mi puerta y al estar ahora en un hospital esperando por alguna noticia solo me llevaba a entrar en la locura. Habían pasado dos días, dos días en los cuales no había abandonado el hospital, no había dormido e incluso ya no sabía que era sentir el sol golpeando a tu rostro. Pasé una de mis manos por mi rostro tratando de tener un poco de calma, pero al ver a la madre de Simone entrar a la sala de espera junto a Gerald la calma fue lo último que quedó en mí ya que inmediatamente me levanté de la silla y caminé hacia ellos. ─¿Qué hace él aquí? ─pregunté. ─Él estaba preocupado por mi hija y ha venido así que por favor controlate y déjalo en paz. Miré a los ojos cafés de Gerald y él me mantuvo la mirada hasta que un carraspeo tras nosotros se hizo presente así que me giré de inmediato para toparme con un doctor un poco mayor. ─¿Familiares de la señorita Beckham? ─preguntó y la madre de Simone respondió. ─¿Cómo está? Dígame que ya esta estable y que puedo entrar a verla ─soltó. El doctor cambio un poco su expresión y en ese momento supe que algo iba mal. ─¿Qué pasa? ─pregunté. ─Tengo dos días en esas malditas sillas esperando por respuestas y no me decían nada ─mi voz se corto un poco al final. ─Señor calmese ─pidió el doctor. ─No, no me pida que me calme ¿Qué ha pasado? ¿Cómo está mi novia? Era más que obvio que mis gritos llamarían la atención ya que algunas personas dirigieron su mirada a nosotros incluyendo a dos seguridades que caminaban hasta a mí, pero el doctor les hizo un movimiento con la mano para que no tomarán cartas en el asunto. ─Desde que llegó la paciente la estabilizamos e hicimos todo lo posible por ella, pero... ─¡¿Pero qué?! ─grité. ─Me temo que esto no es algo que no es corresponde a nosotros ya que ella tiene que luchar para abrir sus ojos ─respondió. ─Doctor, por favor ─murmuró la madre de Simone conteniendo sus lágrimas. ─La chica chocó con el cristal de su auto debido al accidente y como les dije se encuentra sedada, por lo tanto no podemos sacar conclusiones hasta que ella despierte o por lo menos ver como responde a los tratamientos, hicimos lo que pudimos. ─soltó un suspiro. ─Tenía una acumulación de sangre en el cerebro debido al golpe, un vaso sanguíneo se rompió dentro de su cerebro y esa sangre que sacamos de su cerebro estaba haciendo presión en su cráneo ─soltó. Pasé una de mis manos por mi rostro y soltó un suspiro. ─¿Tenemos que esperar a que despierte entonces? ─preguntó Gerald. ─No es que les quiera dar falsas esperanzas, pero la chica puede despertar si lucha por su vida, como también puede quedar en ese situación por un largo tiempo ─respondió el doctor. ─¿Me esta diciendo que puede quedar en coma? ─pregunté y él asintió. Llevé ambas manos a mi cabeza y las adentré en mi cabello antes de darme media vuelta y caminar hacia la máquina dispensadora de café, me detuve frente a ella y pegué mi frente para luego cerrar mis ojos y tratar de despertar de esta jodida pesadilla en la cual me encontraba. Yo más que nadie sabía lo que era estar postrado en una maldita cama sin abrir los ojos, sin moverte y sin tener idea de las cosas que pasaban a tu alrededor y el hecho de pensar en que Simone estaba por permanecer así me volvía loco. Cerré mis ojos y en ese momento las lágrimas empezaron a rodar mis mejillas, no tuve miedo dejarlas salir ya que hace dos días ellas ahora formaban parte de mí. Una mano se hizo presente en mi hombro y en cuanto volteé me topé con el cabello rubio de Pía y su piel canela. ─Estaba trabajando y he regresado ya me contaron las novedades ─susurró. Pasé una de mis manos por mis mejillas para retirar las lágrimas y asentí. ─Por qué no vas a tu departamento te duchas y descansas un poco, te llamaré en cuanto sepamos algo ─agregó. ─Debes estar exhausto tienes dos días aquí y... ─¿Por qué hablas conmigo? ─pregunté con voz fría. ─Ni siquiera te caigo bien. Pía soltó una risa nasal y luego giro su cabeza hacia donde la madre de Simone se encontraba y luego volteó a mí. ─Simone esta enamorada de ti, no puede vivir sin ti y el tiempo que estuvieron separados supe que en realidad están hechos el uno para el otro y yo no me puedo interponer en su relación ─sólo. ─Quiero lo mejor para mi mejor amiga y sí, no me caías bien, pero ahora es diferente. Rodé los ojos y asentí en mi lugar. ─Como digas ─respondí. En cuanto esa frase abandonó mis labios algo dentro de mí se sintió herido y con unas enormes ganas de gritar que nada estaba bien. ─Hazme caso, duchate, descansa y luego regresas ─mostró una sonrisa. ─Las personas a nuestro alrededor pueden temerte en estos momentos. No pude evitar sonreír aunque más bien era una sonrisa triste. No le dije nada a Pía ni si quiera a la madre de Simone ya que empecé a caminar hasta la puerta de salida y al llegar a los estacionamientos y subir a mi auto mis ojos se llenaron una vez más de lágrimas. «Nunca podría estar con alguien como tú, con alguien que prueba y fracasa» Sus palabras taladraron mi cabeza llevándome al punto de apretar el volante frente a mí, pegué mi frente a este y cerré mis ojos dejando que las lágrimas siguieran su curso. Sus ojos, su sonrisa, sus lágrimas y luego el accidente frente a mí. Empecé a golpear el volante ocasionando que el claxton sonará unas tres veces y luego decidí encender el auto para salir de los estacionamientos hacia mi departamento. # Al estar en la ducha y dejar que el agua cayera sobre mi cuerpo me hacia sentir un poco mejor o quizás quería pensar que me restaba cansancio y que mis músculos empezaban a relajarse, pero era imposible ya que lo único que se encontraba en mi cabeza era que me dieran la noticia de que Simone estaba despierta. «¿Eres un tonto sabes?» Cerré el grifo y salí de la ducha para rodear una toalla en mi cintura y en cuanto estuve frente al espejo pude apreciar las pequeñas ojeras que llevaba bajo mis ojos y que inclusive se encontraban rojos y eso solo me recordó a mis noches de insomnio. Apoyé ambas de mis manos en el lavamanos y mis ojos dieron al tatuaje a un costado de mi cuello de la golondrina, ese mismo tatuaje que Simone ahora llevaba en el lado contrario de su cuello. De tan solo pensar en que ella se había convertido en la primera persona con la cual me había tatuado me hacía feliz y me hizo feliz de igual manera al estar aquella tarde ese estudio de tatuaje. «El tatuaje puedo significarse nuestro como digas» Salí del cuarto de baño y me dispuse en vestirme para hacer eso que Pía me había mandado a hacer. Descansar. Y aunque no tenía ganas de hacerlo me obligue ya que de hoy en adelante quería pasar todos las horas necesarias en esa sala de espera para ser el primero que escuchará al doctor decir que Simone había despertado. Llevé mis manos a mi nuca y me mantuve observando el techo sobre mí tratando de dejar mi mente en blanco y pensando que las cosas solo se debían a un sueño profundo y gracias a eso logré cerrar mis ojos y descansar. Pude dormir cinco horas como mucho y al despertar me cambie de ropa y regresé al hospital en donde Pía, la madre de Simone y Gerald permanecían en la sala de espera. Pía me dedicó una sonrisa mientras que los otros dos no dijeron nada. Tomé lugar en una de las sillas del fondo y encendí mi teléfono ya que lo había cargado en el departamento. Algunas notificaciones se hicieron presente incluyendo llamadas de Oliver sobre el viaje a Las Vegas para el campeonato y de igual manera llamadas de Roben, pero decidí dejarlas de lado. Me mantuve observando el reloj a casi cinco metros de mí, un reloj que se encontraba sobre la puerta de la sala de espera. Ese reloj que se convirtió en el punto que lograba alejarme de la realidad en la cual me encontraba y deseaba dejar de lado. Ese reloj que cada día observaba una y otra mientras las manecillas le daban vuelta, mientras Pía se acercaba con una taza de café y algo de comer, mientras la madre de Simone salía de la sala de espera y luego regresaba con otra ropa y fue cuando descubrí que los días estaban pasando aún más deprisa en cuanto el doctor se acercó nuevamente a nosotros. ─¿Cómo está mi hija? ─preguntó la madre de Simone. ─Ha tenido dos convulsiones, las máquinas que tiene con ella son lo único que la mantiene con vida ─informó el doctor. ─Ha sido una semana dura y... Una semana, ya había pasado una semana desde aquel accidente y para mí seguían siendo horas. ─Creo que es momento de que estén conscientes de que quizás ella nunca despierte ─continuó hablando el doctor. La madre de Simone soltó a llorar mientras que Pía trataba de consolarla. Quizás podía aparentar que las cosas que acaban de soltar no me habían herido, pero al no dormir bien, ni comer mi cerebro no estaba procesando las cosas y más allá de eso solo me mantenía en una nube en donde solo escuchaba las cosas a mi alrededor. ─No puedo perder a mi hija también ─soltó la madre de Simone sin dejar de sollozar. ─Todo irá bien, ella es fuerte ─indicó Pía. Caminé hasta mi silla y tomé lugar nuevamente en ella, observé el reloj a metros sobre mí y me mantuve admirando nuevamente las manecillas una y otra vez. Tic, tac. Tic, tac. Ese sonido estaba conmigo, ese sonido repiqueteaba en mi cabeza aunque no lo escuchará y ese sonido era el único que me mantenía en esa silla aún con la esperanza de que ella despertaba. Pero... No fue así. Lo que comenzó con un accidente en menos de dos segundos, luego en horas, días y semanas terminó convirtiéndose en meses. Meses en dónde ya no podían estar presentes los familiares en una sala de espera en esa grandiosa espera para que un ángel volviera a la luz, meses en donde empecé a estar en una oscuridad sumible, meses en donde me distancia de todas las personas que formaban parte de mí círculo y meses en donde me importó muy poco mi sueño de llegar a ese campeonato.
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