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Blurb

Un corazón frio puede ser difícil de penetrar y mucho más cuando su portador es calculador e insensible, Maximilian era de esa forma, sus ojos color ámbar eran ilegibles, no transmitían felicidad, tristeza y mucho menos amor, el amor era un sentimiento repudiable a sus ojos y el matrimonio un acto banal que delante de la moral de muchos hombres no parecía tener mucho valor, sin embargo para su mala suerte, su tío sanguíneo, Augusto, emperador de Roma, no parecía tener los mismos pensamientos suyos, así que después de su regreso victorioso de la batalla contra las tribus británicas decide que es momento de que un general con su prestigio y riqueza tenga una esposa...Lamentablemente para la afortunada, el camino a su corazón no será nada sencillo.

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PREFACIO
Una ligera nube de polvo comenzó a levantarse, los cascos del caballo chocaban con el suelo seco provocado por el abrazador sol del mes de mayo, el ambiente era inundado por el sonido característico de un cuadriga, la crin de los cuatro enormes caballos que tiraban con fuerza de las cuerdas que lo unían con su carga se movía sin cesar por la velocidad de su carrera, poco a poco ese sonido fue apagado por el vitoreo desmesurado del pueblo romano que se había hecho cita a las entradas del enorme y lujoso palacio imperial, la residencia del Augusto, emperador de Roma. Cuando la cuadriga se hubo posicionada a las entradas del palacio la imponente imagen de Augusto se hizo presente, su cabello blanco y aquel rostro reacio y severo le daban un aire de supremacía que solo era complemento de su título, era un hombre anciano de casi setenta y cinco años quien se había convertido en uno de los emperadores más queridos del pueblo, con una sonrisa en su rostro y acompañado de los líderes principales del senado bajo las escaleras para dar la bienvenida a su sobrino quien descendía con destreza de la cuadriga para caminar en dirección a el único familiar sanguíneo que quedaba con vida. —Maximilian, hijo mío, cuando te marchaste del palacio mi cabello aún era color n***o—No dudo ni un solo segundo en rodearlo con sus brazos y propinarle un fuerte abrazo, habían pasado más de quince años y su pecho no podía estar más lleno de orgullo de lo que estaba ahora. —Ave, Caesar (Ave, es usado como un saludo respetuoso entre los romanos, podría compararse al Alhjamdulila de los saludos arabes)—Saludó el hombre haciéndolo sonreír de gozo, aquel joven que lo había dejado solo con el afán de convertirse en el mayor líder de las legiones romanas y que aseguro regresar después de haber conquistado y traído a su imperio gloria había cumplido su cometido, ahora Cartago era suyo y las tribus de Britania del sur habían caído, haciendo aún más enormes las fronteras del imperio. Después de unos segundos se apartó tomándolo por los hombros para mirar su rostro, piel blanca aunque ligeramente sonrojada por el largo camino, ojos color ámbar, serenos e intraslucidos como los recordaba, su sobrino había cambiado, se había convertido en un hombre sumamente atractivo que le recordaba a su hermano menor, Paolo, mucho más, al mirar esa mata de cabello corto color castaño claro, con los rayos del sol casi pudo confundirse y dar una descripción incorrecta y decir que era rubio. —Vamos hijo, que aun te falta mucho que ver en Roma, después de tantos años todo ha cambiado—Le aseguro tomándolo por el hombro y llevándolo escaleras arriba, al llegar a la cima el recién llegado general se encontró con los ojos calculadores de la esposa de su tío, Flavia y al hijo de esta Adriano—Quiero que conozcan a mi sobrino, Caius Maximilian, Dux de las cinco mejores legiones de Roma. Por medio de cartas Maximilian había podido estar al corriente de la vida privada de su tío, después de la muerte de su esposa hacia ocho años atrás, el emperador había decido unir lazos matrimoniales con una nueva mujer sin importarle que esta ya tuviera un hijo y que fuera veinticinco años más joven, lamentablemente la descendencia de Augusto era inexistente. —Es un placer—Dijo de manera contundente y sin ninguna clase de emoción en su rostro el hombre, tenía un don para saber identificar a las personas y la primera impresión con la nueva familia de su tío no le había sentado nada bien. —El emperador nos ha hablado mucho de usted, espero poder conocernos a fondo y que en su estadía en el palacio pueda brindar un poco de su apoyo y experiencia a mi hijo—Los ojos color ámbar recorrieron al muchacho, parecía ser joven de no más de dieciocho años. —Tranquila mujer, no lo agobies con tus peticiones, primero déjalo sentirse cómodo y establecerse en casa nuevamente—Debido al comentario la mujer bajo la cabeza apenada, rápidamente el emperador prosiguió su recorrido hasta llegar al enorme salón del trono, camino con lentitud hasta su aposento para después sentarse en el como era su costumbre antes de comenzar a interrogar a sus visitantes, esta vez estaba más intrigado pues era su sobrino quien regresaba después de muchos años lejos del imperio. —Debo de reconocer delante de los presentes que me siento dolido—Musitó en voz alta delante de los más de treinta presentes entre los que destacaban su familia, miembros del senado y varios guardias reales de alta elite—Después de diez años mi sobrino regresa a su hogar solo por petición mía y no por cuenta propia. Antes las palabras de su tío no dudo en bajar la cabeza y llevar su mano derecha empuñada al pecho a modo de disculpa. —Le pido al emperador que acepte mis disculpas—Se apresuró a decir, a pesar de las palabras su tono era pausado y respetuoso, sabía perfectamente que su tío no hablaba enserio—Debe saber que los cuarteles y el campo de batalla son los lugares que considero mi hogar, traer la gloria a Roma y complacer al emperador es lo único que conozco. —Este palacio es tu casa, de saber que tomarías los cuarteles como tu hogar no habría aceptado que te marcharas hace quince años, el palacio imperial te vio nacer—Le riño casi de inmediato, de cierta manera estaba molesto, el adoraba a su sobrino y que se hubiese marchado y literalmente le hubiera obligado a volver lo ponía de mal humor— ¿Cuáles son tus planes ahora? Maximilian se aclaró la garganta, estaba seguro que su respuesta no le agradaría al emperador. —Volveré en dos meses a Britania, algunas tribus del norte necesitan ser sometidas y estar bajo el mando del César—Respondió sin titubear, Augusto no pudo con la rabia, su mano apretó fuertemente el respaldo del trono antes de ordenar que todos abandonaran la sala, sino podían hablar como emperador y general debían hablar como Augusto y Maximilian, tío y sobrino. —¡Todos salgan de esta sala! —Los pasos comenzaron resonar con fuerza en el suelo de mármol, el último sonido fue el leve chirrido de la puerta principal que se cerraba dejándolo solamente a los dos hombres mirándose, uno con enfado e ira y el otro con total serenidad. —Mande a la hija de un senador a tu encuentro en Britania—Dijo el anciano poniéndose de pie y caminando en dirección a su sobrino, ese había sido su último intento por hacerlo sentar cabeza y después de aquello tuvo que acusar al senador de traición y asesinar a su familia completa para evitar el escándalo que se acrecentaría en el senado romano cuando supieran que el general más temido de roma había asesinado a su prometida—Ahora la chica está muerta, además me he enterado que no te tiembla la mano para asesinar a mujeres, ancianos ni niños, tu sanguinaria fama crece cada día mas en Roma, no quiero que eso siga ocurriendo. —La mujer intento envenenarme el primer día que llego, no pude perdonarle la vida a alguien así—Se excluso encogiéndose de hombros, de no haber llegado en el momento adecuado no quedarían mas que cenizas de lo que era ahora. — ¿Sabes porque lo hizo? —Le cuestionó el emperador inmediatamente. —Desean asesinar a cada posible sucesor al trono. —Exacto, la misma razón por la que mataron a tu padre y a toda tu familia—Le recordó haciéndolo rememorar el rostro pálido de su madre y el cuerpo cubierto de sangre de su padre en el suelo, aquellos traumas eran la razón de su sadismo, sin embargo el sabía que había algo más profundo que un simple deseo por terminar con dinastía real...y por algo mucho más oscuro y retorcido. —Por esa misma razón no debo quedarme en Roma por mucho tiempo—Le repitió haciendo que la vena del cuello del emperador palpitara lleno de cólera, parecía realmente interesado en dejar el palacio—El palacio imperial es un lugar más peligroso que la guerra, quien parece tu amigo se vuelve tu enemigo y cuando menos lo esperas tienes una daga traspasándote el cuello. —Es por ello que te necesito a mi lado, si no lo haces como mi sobrino hazlo como el general de las legiones que eres—Uso su último recurso para hacerlo entrar en razón, solo deseaba tenerlo cerca para que llegado el momento de ser necesario pudiera sentarse en el trono, su lugar como emperador no estaba asegurado pero haría lo posible para que la última voluntad de Paolo se cumpliera—A menos que algo ocurra en Britania deberás quedarte en Roma hasta que yo así lo decida. Maximilian no pudo evitar apretar la mandíbula conteniéndose de responder, sabía que no podía negarse y que debía cumplir las instrucciones a como diera lugar aunque eso le causara incomodidad y descontento. —Se hará como el emperador ordene—Dijo casi en tono derrotado, no deseaba quedarse en Roma, solo deseaba volver y alejarse de un lugar como el palacio, le desagradaba estar allí debido a la ola de malos recuerdos que lo invadían—Solo que tengo una condición. —Dímela. —No deseo vivir aquí—El emperador sonrió, el palacio era solo un lugar temporal para él, pues los planes que guardaba para su querido sobrino eran completamente diferentes. —No lo harás, tengo planes para ti ahora que estas en suelo romano, la vida de un soldado no es sencilla, la guerra nos priva de las necesidades que como hombre tenemos—No pudo evitar sonreír al detectar el tono lascivo con el que hablaba su tío, no era del tipo de hombre romano promedio que se dejaba seducir por un par de curvas voluptuosas—Así que necesitaras una esposa, que este en casa y que haga a mi sobrino disfrutar los placeres de la vida de un hombre y no la de un general. —No deseo casarme y lo sabe—Augusto rió, no era una pregunta, si su sobrino ascendía al trono algún día iba a necesitar una emperatriz e hijos, ahora no podía mencionarle que planes tenia para el pero sin duda debía a atarlo de alguna manera a Roma porque si de algo estaba seguro era que Maximilian no desea ser emperador. —Ya he ordenado a la familia de la elegida que se presente en el palacio en una semana, no debes manchar tu honor pasando por arriba de las órdenes del César—Augusto golpeo levemente la hombrera de la armadura de metal de Maximilian haciendo que un sonido tintineante rompiera la tensión del momento—Y mucho menos por respeto familiar desobedecer las instrucciones de tu tío, ve, es momento de que tomes un baño y te instales en tus aposentos. Sin poder refutar una palabra el castaño le dio la espalda, conocía el palacio a la perfecciona así que no necesitaba guías, las paredes de mármol con incrustaciones de oro y piedras preciosas eran las que acaparaban todo el esplendor de tan hermosa construcción, su tío no había perdido el tiempo. Augusto no pudo hacer más que dejarse caer en el trono, en aquel momento un severo dolor en el pecho lo golpeo como si cayera de un caballo y su cuerpo impactara en un montón de rocas, no pudo evitar llevar las manos a aquella zona mientras que en su rostro se dibujaba una mueca de dolor. —Algún día sabrás mis objetivos al traerte a este palacio y espero que llegado ese momento yo esté muerto y tu estés sentado en el trono como el nuevo emperador de Roma.

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