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CUANDO LLEGUES A AMARME

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Blurb

Cuando Arabelle Yazar se casó con Kerem Gurkan supo que aquel matrimonio estaba destinado al fracaso desde el primer momento. La familia Yazar poseía un poderoso conglomerado financiero en el que Kerem podia facilmente lavar su dinero sucio, dinero que obtenía de los negocios ilícitos que como líder de la temida mafia turca llevaba a cabo, por lo que pensó que casarse con una Yazar sería la solución a sus problemas, sin embargo, la linda y tierna Arabelle nunca había sido su favorita para comprometerse, pero la muerte de la mayor de las Yazar, lo arrastró a los brazos de aquella dulce y tierna mujer que se había enamorado de él desde que le había conocido cuando apenas tenía dieciséis.

Luego de un matrimonio que para Arabelle fue la mayor decepción, ya que para su marido parecía ni siquiera existir, llegó el mayor de los problemas, la muerte de su padre, Alp Yazar, una muerte que anunciaba el final de su matrimonio pues era únicamente lo que Kerem esperaba, la muerte de su suegro para hacerse de las propiedades de su esposa a quien consideraba un eslabón débil y pedirle el divorcio. Arabelle tenía una cosa segura, no pensaba divorciarse de él y someterse a esa humillación pública, por lo que sujetándose a uno de los mayores códigos de la mafia turca decide seducirlo para embarazarse de él antes de que le obligará a firmar los papeles.

Para Kerem, Arabelle era solo una herramienta para lograr sus objetivos, para ella, él era el amor de su vida.

¿Podrá lograr atarlo a ella para buscar una segunda oportunidad? ¿Podrá Arabelle apartar la frialdad de su marido y lograr que él se enamore de ella? ¿Logrará lidiar con la crueldad de Kerem y hacer que el corazón de hielo del hombre se derrita?

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CAPITULO 1| EL DIVORCIO
¿Cómo era posible que todo se fuera a la mierda en tan poco tiempo? ¿Cómo pudo su vida dar un giro tan radical de esa forma? Arabelle Yazar lloraba de forma desconsolada mirando el retrato de su padre en sus manos. Hacía dos días que su padre, la única persona que le quedaba en el mundo que compartía su sangre había muerto. Un infarto fulminante le había llevado a la muerte y con él una parte de su alma. Su madre había muerto cuando tenía diez, solo había quedado con su padre y su hermana mayor, Dilay, pero ella había muerto en un accidente de auto, dos meses antes de su boda, su boda con Kerem Gurkan. ¿Cómo podría describir a Kerem? Sádico. Agresivo. Frío. Dominante. Hermosamente cruel. El hombre que debió casarse con su hermana en vez de ella, era el arquetipo de un hombre que lograba lo que deseaba a como diera lugar. Era malévolo y no había nadie en Estambul o Esmirna, e incluso en toda Turquía, quien se colocara delante de él y se negara a cumplir alguna orden suya. El apellido Gurkan era el más temido de toda Turquía, tal vez porque era el apellido de los “Mudur” como eran llamados los jefes mafiosos de la familia, el cargo más alto dentro de la jerarquía. Sus negocios ilegales eran tan numerosos como el dinero que guardaba en los bancos turcos y en bancos de Suiza. Las lágrimas de Arabelle no eran solo por su padre, si no también porque tenía miedo. Llevaba un año casada con aquel hombre, un año en que lo mucho que había logrado conseguir era una mirada frívola y un par de palabras. No más. Su matrimonio era una fachada, una falsa y notoria mentira porque si bien estaban casados bajo las leyes del islam, Kerem no había consumado el matrimonio con ella. Su noche de bodas fue un infierno, presenció cómo su marido tomaba una navaja y cortaba ligeramente la palma de su mano para manchar las sábanas. —No pienso acostarme contigo, Arabelle, ni esta noche ni ninguna otra. Este matrimonio no es para mí, con Dilay las cosas hubieran sido más sencillas, pero contigo simplemente no puedo. No me causas ninguna emoción como hombre, ni siquiera sé si te miro deseable. Esas palabras resonaban en su cabeza, ninguna mujer debía escuchar esas palabras nunca en su vida porque sin duda, rompían el corazón. Ella lo había comprobado. Kerem estaba comprometido con Dilay, su hermana mayor, ambos se llevaban apenas cinco años de diferencia y la mayor de las Yazar era atractiva, como una diosa de rubios cabellos y unos ojos grises que seducían a cualquiera. No era que ella no fuera bonita, solo que su hermana lo era más. Arabelle había quedado enamorada de aquel hombre desde que lo miró por primera vez cuando tenía dieciséis años, pues Kerem había sucedido a su padre, Ibrahim Gurkan, luego de que este muriera en un atentado cuando él tenía treinta y uno. La diferencia de edad era notable, pero la belleza y el porte del hombre también lo era. Alp Yazar había sido socio de los Gurkan desde antes que Kerem tomará posesión como sucesor, pues la importante familia turca invertía su dinero sucio en las empresas de inversión de los Yazar para convertirlo en dinero lícito y limpio. Alp les lavaba dinero y necesitaba confianza de que no habría traiciones y Kerem necesitaba saber que sin importar nada, los Yazar seguirían lavando dinero para él, por lo que Alp propuso la mano de Dilay al mafioso turco quien no dudo en tomarla, pues Dilay era una dama preciosa. Nadie esperaba que Dilay Yazar muriera antes de ser nombrada “Kralice” como se denominaba a la esposa del líder de la Turk (Como es llamada la mafia de Kerem), y que Kerem tuviera que asistir al funeral de su prometida. Desde que su hermana murió Arabelle tuvo que afrontar que a pesar de la pérdida, debía tomar el lugar de su hermana, aunque eso significaba casarse con el prometido que ella había dejado. El sonido de la puerta le alertó de la presencia de una persona. Los sirvientes de la gran mansión siempre se anunciaban y cuando no lo hacían solo quedaba una persona quien visitaba su habitacíon dos veces a la semana—eso claro—, cuando no daba algun pretexto para evitar saltarse la visita marital, que no era mas un engaño para todos, porque de sexo no había nada. —Arabelle—la imponente voz varonil de su marido la alertó. Arabelle permanecía dentro de las sábanas, miró su reloj, eran cerca de las diez de la noche—. He pensando en que debería tener al menos un poco de consideración con tu pérdida y por eso te he dado un par de días para procesar la pérdida de tu padre. —Agradezco tu condescendencia. Su voz no salió entrecortada y lo agradeció, porque había estado llorando. Las luces estaban apagadas y ella con la cabeza fija en la almohada. La luz no tardó en ser prendida y una última lágrima resbaló de su mejilla. Dejó la foto de su padre dentro de las sábanas. Sabía o más bien sospechaba a lo que venía. —Necesito hablar contigo, mi visita será breve porque… —Porque tienes cosas más importantes que atender, no tienes que decirlo, me ha quedado claro, llevas diciéndome lo mismo desde hace un año—replicó secándose sus lágrimas y sentándose sobre la cama para poder hacer contacto visual con él. Nunca le miraba a la cara, siempre la mantenía gacha porque los hombres como Kerem odiaban la desobediencia, pero ese día no pudo evitar conectar sus ojos con la mirada gris verdosa de su esposo. Esposo, que raro llamarlo de esa forma, él era un desconocido para ella a pesar de estar casados. ¿Cómo había podido conformarse con verlo a ratos durante las comidas y seguir amándolo igual? Le amaba igual o más fuerte que cuando se había casado hacía doce meses atrás. Kerem no tenía tacto, así que soltó a lo que venía rápidamente. Ni siquiera la miró con lástima, era frialdad pura. Acababa de perder a su padre y él no le había dado un abrazo o palabras de apoyo. Solo silencio, un abrumador silencio. —Quiero el divorcio, Arabelle. Mi trato con tu padre ha muerto junto con él. Firmaré un contrato contigo donde se me asegure que tu eres mi aval para que tu empresa siga trabajando para mi familia. Te compensare por este año de matrimonio y tu firmaras el divorcio para mí. Sus palabras claramente no fueron una petición sino más bien una exigencia. Arabelle apartó la mirada de los ojos de su marido de inmediato. Era despiadado. ¿Cómo podía pedirle eso cuando acababan de enterrar a su padre hacía poco tiempo? —Quiero escuchar tus motivos. Una sonrisa divertida apareció en sus labios al escucharla decir aquello. Había demasiados motivos. —Me case contigo porque necesitaba a tu padre, él necesitaba verme parte de su familia, saber que nunca le iba a traicionar y yo pensaba hacerlo con Dilay, pensaba unirme a su familia a través de ella, pero las cosas salieron mal, Dilay murió y luego fue reemplazada por ti quien no tiene nada en común conmigo. Eres casi una niña por Dios, yo no puedo Arabelle. —Tengo veinte, Kerem, soy una mujer. —Yo tengo treinta y seis, fácilmente podría ser… —¡No! No lo digas, no pongas esos pretextos estúpidos porque sabes que en nuestra cultura es común un matrimonio así. No faltamos a ninguna ley, soy joven, pero no soy una niña o algo similar. He intentado tolerar tu rechazo sin fundamento . —Mi fundamento es que no te deseo ni lo más mínimo y yo necesito un heredero, uno que no me darás porque dudo desear tocarte alguna vez. Arabelle tragó saliva. No era fea, no lo era, era bonita, de caderas anchas, pechos prominentes y rostro angelical. No era delgada como Dilay, era de complexión grande, pero curvilínea, demasiado sexy en verdad, pero ocultaba cualquier clase de pensamiento obsceno con recatadas vestimentas que como mujer casada debía llevar. No cortos y seductores vestidos, si no largos y elegantes, una moda demasiado diferente a la de su hermana. —Nunca lo has intentado. Kerem la aniquiló con la mirada. —No quiero intentarlo—exclamó levantando un poco la voz—. ¡No quiero intentarlo! Está decidido, en cuanto pase un mes luego de la muerte de tu padre yo espero que puedas firmar los papeles del divorcio. Él imán (Nombre del rabino de la cultura musulmana) no se opondrá a nuestro divorcio religioso, pues le diré que no lo hemos consumado. Arabelle sintió que el mundo se le caía en pedazos. ¿Habría alguna humillación más grande para ella? Los ojos de Kerem eran enfado total, detestaba tener que dar demasiadas explicaciones a su esposa, solo deseaba que ella aceptara su orden y colocará su firma en los documentos, nada más. Arabelle no iba a permitirlo, no iba a tolerar esa humillación pública. Además, el matrimonio era para toda la vida. Kerem buscaría la manera de adueñarse de una parte de su empresa, porque en caso de querer comprarla ella no estaba dispuesta a venderla y era lo que él más añoraba poseer. Se habían casado por bienes mancomunados y una parte de la empresa de su esposa le pertenecía una que obtendría con el divorcio, aunque Arabelle también saliera beneficiada con varios millones. Su padre había muerto y con él la protección que ella tenía. La empresa ahora pasaría a manos del segundo accionista mayoritario a quien le quedaba el cargo por derecho y ella solo se limitaría a ser un fantasma. No deseaba eso, había sido un fantasma toda la vida, pues su hermana siempre ocupó todo. En Estambul todos conocían a la hermosa Dilay Yazar, pero pocos siquiera recordaban el nombre de su hermana menor. Sin su padre ahora estaba sola y Kerem era su única salida. A su lado era alguien, tenía una enorme casa, empleados que la trataban con respeto y un marido, aunque este último la desconociera como tal. Durante un año se había sometido a las exigencias de lo que pensaba a Kerem le agradaría, una esposa recatada, callada, que se mantenía detrás de él y atendía a cada una de sus exigencias, sin embargo, ahora con su padre muerto y él deseando sacarla de su vida, era hora de cambiar eso. Mientras fuera su esposa tenía derechos que él tenía que aceptar y ella estaba en toda posición de negarse a firmarlo. No lo firmaría. No pensaba perder su posición como “Kralice” y menos sus empresas. Su padre se removería de su tumba si le miraba firmar esos papeles sin pelear. Bajó de la cama y se paró delante de él. Su imponente altura la obligó a mirarlo hacía arriba y entonces plagada de decisión le miró a los ojos. —No voy a darte el divorcio, Kerem. Observó cómo su marido soltaba un suspiró agobiado. Enfadado, Kerem la sujetó fuertemente de la barbilla haciendo que su cuerpo impactara contra el dosel de la cama. Arabelle intentó no temblar cuando los ojos de su marido se oscurecieron con enfado. —Llevamos un año casados, Arabelle, se que no pasó mucho tiempo contigo, pero ya en este punto debes de saber que lo que más me molesta es que la gente me desobedezca. Has sido sumisa todo este tiempo, pensaré que es porque estás dolida por la muerte de tu padre por lo que te has vuelto temeraria. No me retes, Arabelle porque entonces conocerás una parte no agradable de mí, una que llevo ocultando de ti, desde que nos casamos porque no me has replicado nada y te has comportado. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas al escucharlo mucho más porque sabía de lo que su marido era capaz. En todo ese tiempo le había mirado matar a quien le desobedeciera, manchando sus costosas alfombras persas de sangre sin miramientos. —¿Porque quieres el divorcio? ¿Acaso piensas casarte con alguna de tus amantes? Crees que no se que metes a tu cama a diferentes mujeres en cuanto tienes la oportunidad. —Correción, mi querida Arabelle, ninguna está en mi cama, porque no le tengo permitido a ninguna mujer dormir en ella. Si me follo o no a una mujer no tiene nada que ver contigo. —Soy tu esposa Kerem… —Dejarás de serlo pronto. Soy un hombre, uno que necesita cubrir ciertas necesidades y como veo que estás enterada de mis movimientos, solo puedo decir que busco fuera lo que no tengo dentro de mi casa. Sí, Arabelle, una que me divorcie contigo, pienso casarme con Feray Demir. Arabelle sintió una corriente de dolor traspasarle el cuerpo. ¿Su prima? ¿Pensaba casarse con su prima? Un nudo se instaló en su garganta. —¿Qué pasa si me niego a darte el divorcio? —Entonces encontraré la manera de obligarte a firmarlo—murmuró de forma amenazadora—. ¿Cuantos minutos de tortura crees que puedas soportar antes de colocar la firma en esos papeles? No me obligues a descubrirlo. Vendré la próxima semana a mi visita marital de costumbre y espero que tengas una respuesta afirmativa para mí o tendrás problemas. Ese ultimátum marcaría su vida para siempre.

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