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¡Prisioneros Del Corazón!

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Blurb

Ella, era una dama nacida en cuna de oro y criada en la flor y nata de la sociedad londinense.

Él, era simplemente un soldado al servicio del Ejército de su nación: Francia. Así que no podía aspirar jamás, a estar con alguien como ella, por mucho que le atrajera.

Ellos, no tenían absolutamente nada en común, salvo la pasión que en sus corazones acrecentaba. Una pasión prohibida, por dos Naciones en guerra, por una clase social que los condenaba a estar separados.

Sin embargo, hacía cuatro años que, Kayla Kennedy, había conocido al Capitaine Francés Adrien Dammartin y desde entonces, no había podido olvidarlo ni mucho menos el beso apasionado que habían compartido.

Él le había robado el corazón aquella noche. Y ella, lo había esperado durante esos cuatro años, dispuesta a desafiar a su familia, a la sociedad y a todo por estar con él.

"Cuatros años paso esperándole, ahora que por fin lo tenía, no renunciaría a él"

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Prólogo
El sonido de las risas y el murmullo de las personas hablando, resonó en la estancia de aquel salón de bailes de manera discreta. La sociedad en general, parecía está disfrutando de aquella velada. Incluyéndola a ella. Lady Kennedy, observo todo a su alrededor bastante atenta. Aquellos eventos sociales eran parte de lo que los grandes Lores y las damas de la alta sociedad acostumbraban a hacer, presentarse y disfrutar de bailes y veladas como la de esa noche para codearse con otros nobles. Generalmente, las damas en edad casadera hacían su debut en sociedad, esperando poder casar un buen partido con quien desposarse. Un caballero joven, atractivo, con una envidiable posición social y un título que heredar a sus descendientes en el futuro. Los caballeros solteros en cambio, asistían a aquellas veladas en busca de una dama dócil y hermosa que pudiera llevar la casa, darle los herederos al título que ostentaban, de manera tal que cumplían con su deber y perseveraban el nombre de su familia a través del tiempo. Pero aún estaban aquellos que ya no eran solteros, es decir, el resto de los miembros de la sociedad, cuyos personajes ya habían conformado una familia y aún así asistían a dichos eventos. Para ella, la única intención de estos últimos, era el poder lucir sus elegantes y costosos vestidos y trajes a los demás, demostrando así su riqueza y poderío. Otros tantos, lo hacían a fin de relacionarse con los demás, hacer grandes negocios o enterarse de lo último del momento, para poder esparcir rumores acerca de eso e incluso arruinar la reputación de otros que, según el criterio de ellos, no merecían estar dentro de la sociedad. La joven suspiro. Aún cuando ella aún no tenía la edad para asistir a dichas veladas, esa noche se le había permitido asistir por primera vez a una de estas en calidad de observante, debido a que pronto, en un año para ser exactos, sería su gran debut en sociedad. Así que su padre, Lord Kennedy, le había permitido asistir aquella noche, a dicha velada, como una preparación previa a su gran debut. Para ser sincera, se sentía emocionada. Ese momento era algo sin duda, que ella estaba aprovechando al máximo, pues podía disfrutar de la velada sin sentirse presionada a escoger un buen partido, al menos no aún. Así que podía disfrutar y gozar durante aquella noche sintiéndose totalmente libre y sin ningún tipo de presión, mientras que al mismo tiempo observaba a los caballeros disponibles aún. Sonrió divertida recordando la cara de Lady Merioneth. Esa mujer, se había horrorizado al percatarse de que señores franceses habían asistido a su velada. Y es que, a pesar de la guerra existente entre una nación y otra, los señores de la alta sociedad, tenían permitido congraciarse unos con otros, sin importar la nacionalidad a la cual pertenecían. Eso le había jugado una mala pasada a la dama en cuestión, debido a que esta, haciendo alardes de grandeza, dejo libre acceso a todo noble que quisiera asistir a su velada, para que pudieran hacerlo. Eso hizo que Lady Merioneth, no pudiera impedir la entrada de los franceses. Y lo peor para Lady Merioneth, había sido el ver a tantas jóvenes hermosas en aquel baile, pues aquella mujer, no deseaba que ninguna otra resaltara por encima de su hija, quien además de no ser tan bonita, se le había pasado ya la edad adecuada para casarse. Y justo cuando ella llegó y la dama la miro con disgusto. Soltó incluso una exagerada exclamación de fastidió ante su presencia, pero sobre todo su belleza. Y es que, sin duda, lo que más molestaba a Lady Merioneth era su belleza. Porque todas las Kennedy destacaban ante todos por su gran belleza, siendo tan solo unas niñas, y ella no era la excepción. Estaba segura que, a esas alturas, Lady Merioneth, se había arrepentido de darle libre acceso a su velada a toda la sociedad. Y si echarlos de su velada no generara un escándalo, o enemistad con algunos miembros de la sociedad, ella estaba totalmente segura que la mismísima dama, los habría sacado de allí, tanto a los franceses que habían asistido como a ella. Después de todo, el fin de aquel baile era casar un marido para su hija, así que todo aquello que la opacara, incluyéndola, o representara prospectos indeseados, sin duda alguna sería un obstáculo para su objetivo, que sabía muy bien, a la mujer le gustaría mucho poder eliminar. Observo de un lado a otro suspirando. Todos allí estaban concentrados en sí mismos. Tal vez podría aprovechar el momento para alejarse por unos momentos de allí, puesto que sentía que le hacía falta un pequeño descanso de tanto alboroto Ya había saludado a los miembros más importantes de la sociedad, así que no creía que su padre ni nadie en aquel salón notara su ausencia durante un par de minutos si se perdía. *** Tanto Adrien Dammartin como Sébastien Le Pen, se habían colado en aquel baile de la alta sociedad, haciéndose pasar por miembros de esta en su nación. Y aunque uno de ellos de verdad pertenecía a la nobleza francesa, el otro no solo no era m*****o de la nobleza, sino que además nunca antes se había congraciado con los miembros de esta ni en Francia ni mucho menos en Londres. Sin embargo, ambos, habían quedado sorprendidos por la calidad de la velada y la cantidad de damas que asistían a estas en busca de un marido. Nunca antes, ninguno había tenido la oportunidad de asistir a un evento como ese, ni él noble ni mucho menos el que no lo era, pues ambos eran soldados al servicio de su nación y no estaba bien visto que un soldado se codease con miembros de la nobleza. Y aunque Sébastien Le Pen perteneciera a la clase Burgués de Francia, desde muy niño había abandonado dicha sociedad y los placeres que esta les proporcionaba a sus miembros para alistarse en el ejército. Por lo cual nunca antes, había asistido a una de sus veladas. Aun así, esa noche ambos habían decidido que lo mejor para su misión era codearse con la sociedad inglesa. Pues estaban en Londres haciéndose pasar por miembros de la clase alta en busca de información, y no sería bien visto que siendo así, no asistieran a esa velada que había dado libre acceso a todo aquel que quisiera asistir. Además de que, muchos nobles tendían a tomar hasta el punto de irse de lenguas y soltar información que estando en todos sus sentidos no darían. *** Como soldado que era, sabía muy bien que fijar su mirada y atención en cualquier dama de esa velada, no le llevaría a ningún lado. Sin embargo, por más que se lo repitió una y otra vez, que intento controlar su mente y cuerpo, y lo que aquella dama estaba haciéndole, no logro evitarlo. Sabía quien era, o por lo menos, de que familia era proveniente, pues en el pasado, tuvo la oportunidad de conocer un poco a su familia. Esta era una dama muy bonita y con facciones delicadas. Y no es que él por ser soldado no hubiese visto nunca damas tan hermosas y finas como ella. Porque vaya que las había visto, incluyendo a Ashley, la esposa de Arnaud, ella era una de las damas más hermosas que él hubiese visto jamás, con unos ojos y una mirada impresionante, que cautivarían a cualquier hombre que supiera apreciar la belleza física. Pero para él, aquella dama en particular, tenía algo especial que lo tenía totalmente hipnotizado. No era una debutante más del montón. No. Lo sabía muy bien. En realidad, esta joven era una acompañante. Pues al parecer, según lo que había entendido entre las habladurías de los demás asistentes, algunos nobles le, permitían a sus hijas asistir a dichas veladas en calidad de observantes cuando ya casi estaban listas para debutar en sociedad. Pero eso era lo de menos. Lo verdaderamente impresionante para él, era que, a pesar de su corta edad, ella era realmente hermosa y espléndida. Su sonrisa, era tan dulce y angelical a la vez. Y el sonido que emitía de sus labios cuando hablaba, era como el canto de una sirena, el cual lo atraía como una presa a su destino, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Lo sabía porque llevaba toda la noche prestando atención a cada uno de sus movimientos, permaneciendo lo suficientemente cerca, que fue consciente del momento justo en que la joven se alejó del salón, introduciéndose en los oscuros jardines de aquella mansión, los cuales tenían una forma peculiar de laberintos. Y estaban como puestos allí para los amantes, que solían escapar y esconderse tras los rincones de este para dar rienda suelta a la pasión. Sin que pudiera si quiera evitarlo, sus pies adquirieron vida propia y echaron a andar en la misma dirección que ella, siguiéndola a una distancia prudencial, para evitar ser visto por ella y acusado de ser un acosador. *** Lady Kennedy se había alejado lo suficiente del resto de las personas, con la única intención de estar a solas y disfrutar de un instante de paz y tranquilidad. Sabía que aquello no era correcto y no era que no le gustará la velada o no estuviera disfrutando el estar rodeada de todos esos nobles que halagaban su belleza. Pero tenía que admitir que aquello también era algo agotador, por lo que unos instantes a solas no le vendría nada mal a nadie y mucho menos a ella. Pensó en lo que le esperaba. La próxima temporada sería su presentación en sociedad y estaba segura que para ese momento no tendría la oportunidad alguna de escabullirse como lo estaba haciendo en ese instante pues, tendría toda la atención encima de sí. Además de eso, tendría la presión de tener que escoger un marido que estuviera a la altura de su familia, que fuera honorable, respetable y gozara de una muy buena posición ante la sociedad. Pero eran muy pocos los caballeros que su padre consideraba dignos de emparentar con los Kennedy. Por lo que iba a ser una tarea muy difícil elegir al caballero adecuado y que al mismo tiempo agradara a su padre y el resto de la familia. Suspiro de cansancio mental de solo pensar en ello. Físicamente se sentía cansada. Se encontraba completamente agotada de tener que lidiar con tanto. Por un lado, las madres de las debutantes con la mirada puesta en ella, queriendo comérsela viva; las debutantes celosas y envidiosas ante su belleza; y los caballeros demostrando interés en ella, aunque no estuviera en pleno debut. Todo eso contribuía a que se sintiera cansada. Solo un par de horas más y volvería a casa, pensó. Entonces, podría refugiarse en las cuatro paredes de su habitación y bajo las cobijas de su enorme cama. Solo allí encontraría la tranquilidad y seguridad que le daba el no tener a todos al pendiente de ella. Camino hacia el laberinto que representaba aquel jardín. Era tan hermoso y llamativo, que no pudo evitar la curiosidad de ingresar en este y observarlo más de cerca. Solo esperaba no perderse entre el, y tener la oportunidad de disfrutar de tan majestuosa creación. *** La observo ingresar al jardín y siguió sus pasos a una distancia bastante considerable. La joven aún no se había percatado de su presencia y él no quería espantarla, pero tampoco perderla de vista. Lo único que él deseaba era poder observarla, aunque fuera por unos instantes, poder disfrutar de su radiante belleza, aunque solo fuera de lejos. Eso era todo lo que él quería y pedía. Entonces, se dio cuenta de que, ella estaba tan absorta en la estructura de aquel majestuoso jardín, que parecía no prestar atención al camino que estaba recorriendo, sin darse cuenta que mientras más se adentraba, más complicado le sería escapar de ese laberinto. ¿Cómo haría para volver sino lograba recordar el camino de regreso? ¿Era consciente aquella dama de eso? ¿O acaso era posible que conociera perfectamente el camino que recorría aquel laberinto? A pesar de estar hipnotizado por ella, él estaba logrando mantener sus sentidos de soldado alerta. Sin saber cómo, pero pudo mantener la cabeza fría y pensar con claridad. Así que aún a pesar de su interés por la muchacha, era consciente de que debía hacer algo para marcar el camino sino quería terminar perdiéndose allí dentro. Así que comenzó a dejar pequeñas huellas sobre ciertas rosas que parecían perfectamente cuidadas. Arranco una hoja de la rosa azul y la incrustó sobre la rosa de color blanco. Eso sería suficiente para poder salir de allí en cuanto así lo quisiera. *** Una vez que había andado bastante camino dentro de aquel jardín, se dio cuenta de que un caballero la estaba siguiendo. Trato de no ponerse nerviosa ni asustarse. Debía mantener la calma, pues nada ganaría con alterarse, ponerse histérica y entrar en pánico. Eso solo la perjudicaría a ella, pues si llegaba a armar un escándalo, cualquiera podría oírla y encontrarla allí con aquel caballero, lo que, mancharía su reputación incluso antes de su presentación como dama de sociedad, mientras la de él, quien sea que fuera, quedaría intacta seguramente. Pues los hombres podían hacer y deshacer cuanto quisieran, la sociedad lo olvidaba. Cosa que no era el caso con las de su sexo. Pensó calmadamente las cosas. Quizás solo eran imaginaciones suyas y ese caballero no la estaba siguiendo a ella, era posible que él solo pasara por allí, por casualidad, o que iba al encuentro con cualquier otra dama como se rumoreaba que hacían algunos amantes clandestinos: escabullirse de las veladas para tener encuentros amorosos. Aunque si era sincera consigo misma, le parecía muy raro que él ingresará a aquel jardín justo detrás de ella y recorriera precisamente el mismo camino que ella andaba. Pues había muchas opciones de cruce en aquel laberinto y él solo escogía las que ella andaba. Para salir de dudas, decidió que solo había una forma de hacerlo. Debía enfrentarlo, aunque le parecía algo arriesgado. Puesto que no sabía quién era ni que quería de ella. Pero no tenía elección. No podía demostrarle miedo. Probablemente si le hacía saber que estaba al tanto de que la estaba siguiendo y le hacía frente, aquel hombre desistiría de cualesquiera que fueran sus intenciones. Con eso en mente, apresuro el paso, dio vuelta a la izquierda en los próximos cruces y se quedó allí de pie esperando. *** La observo andar con pasos firmes pero rápidos y desaparecer en el siguiente cruce. ¿Se habría dado cuenta de que estaba siguiéndola? ¿Se había asustado y salido huyendo él? Se detuvo, dudando en si debía seguirla o no. Si ella se había percatado de su presencia y estaba huyendo de él, ¿Seguirla no empeoraría las cosas? Podía hacer que se introdujera más y más en aquel laberinto y que la perdiera de vista a la vez que ella misma se perdiera allí adentro, haciendo que viviera una experiencia y momento desagradable. Sin embargo, sino la seguía, su alma no estaría tranquila ni en paz consigo mismo. Siempre se estaría preguntando si no se había perdido, si había logrado salir de allí o no. Y eso no le dejaría estar en paz, pues sentiría que, si lo había hecho, si se había perdido, era en parte culpa suya por seguirla. Así que, siguiendo su sentido de responsabilidad, decidió que lo mejor era buscarla y si se ponía histérica ya vería la forma de calmarla sin que nadie se percatara de ello. Retomando su andar, también apresuro el paso para darle alcance antes de que la joven se adentrará más y terminará perdiéndola de vista en aquellos pasadizos. Pero cuando llegó al siguiente cruce, se detuvo de golpe sorprendido al encontrarse a la joven de frente y con los brazos en las caderas, mirándolo con expresión de reproche. Admiro su valentía y la determinación que había tenido para querer enfrentarlo, en silencio. No cualquiera haría algo como eso. Por lo general, las damas solían asustarse, ponerse histéricas y trataban de huir. Sin embargo, aún si saber quién era él, o si tenía alguna mala intención para con ella, esa muchacha había decidido hacerle frente. -¿Quién es usted?- la escucho preguntar con esa dulce voz que le parecía la más hermosa melodía que hubiese escuchado jamás y llevaba gran parte de la noche fascinándole. Pero en vez de responder como se esperaba, él solo se limitó a mirarla en completo silenció, y a detallarla bien ahora que la tenía a escasos centímetros de sí. La joven llevaba el cabello largo y suelto, con ondas que lo hacían lucir espectacular. Era de un color castaño claro. Sus ojos de color marrón claro, tenía un brillo y una luz que irradiaba e iluminaban completamente su rostro. Poseía una nariz perfilada, mejillas coloradas y unos labios carnosos y de color rosados. Traía puesto un vestido color rosa pálido y de mangas cortas que dejaba ver la piel de sus brazos totalmente desnudas, algo poco peculiar entre aquellas damas pues a estás no solo no les gustaba mostrar su piel, sino que además lo consideraban indigno e indecente. La piel de la joven era totalmente de color blanco y tersa, a simple vista parecía tan suave, que pedía a gritos ser acariciada. El escote en su busto dejaba ver lo pequeño que este era. Pero para él, tenían el tamaño perfecto. Todo en ella era perfecto a su parecer. -¿No va a contestarme?- insistió ella, algo molesta al percatarse que él tenía la mirada fija en su busto. ¡Que, falta de educación y respeto la de él de hacer algo como eso y ni si quiera disimular! Con aquella pregunta, él sintió su cara enrojecerse de la vergüenza que experimentó, algo inusual en él que no solía avergonzarse con tanta facilidad. Pero la joven, lo había pillado observándole el busto. -Disculpe usted My Lady.- comenzó a decir usando el título inglés, pero se detuvo al verla arquear las cejas. Ella lo miró detenidamente. No lo había visto jamás. Aunque tampoco era como si hubiese visto a muchos caballeros antes de ese día. Ella no solía salir de la casa de su padre, salvó para ir a la casa de campo, a donde él solía llevarlos una temporada cada año. Además, si lo hubiese visto con anterioridad, estaba segura que no la habría olvidado. Puesto que ese hombre era muy apuesto. Demasiado, a decir verdad, y eso que, con la oscuridad de la noche y el lugar, no lograba apreciar todas sus facciones a plenitud. Aun así, podía distinguir que era alto y fornido, con piel bronceada, algo que era un poco inusual entre los caballeros de cuna noble, los cuales no solían trabajar para nada bajo el sol y por ende no solían broncearse. Ese color de piel, era más común en la clase baja, pero no se imaginaba a un hombre de bajo nivel social, codeándose entre la sociedad. Su mirada tenía un brillo especial, podía verlo, pero en medio de tanta oscuridad, no supo determinar con exactitud el color de sus ojos. Pero lo que más le llamo la atención de ella, fueron sus palabras o más bien el acento en su voz al momento de expresarla. Y es que, aunque había usado las palabras en inglés, su acento era notablemente diferente. ¿Era francés? Sabía bien que había franceses en aquella velada, pero como ella tampoco era que había mantenido comunicación con ningún francés en toda su vida, no sabía exactamente como era el acento de estos. Pero si noto, que su acento, no era para nada inglés, pues sonaba muy diferente a este. Y hasta donde ella sabía, no había ningún m*****o de otra parte que no fuera de Londres o de Francia en esa velada. Así que debía de ser un francés. -Usted no es de aquí, ¿verdad? Él la miró sorprendido. Había usado las palabras inglesas y tratado de ocultar su acento lo mejor posible, para que ella no se diera cuenta de que no era inglés. Y aun así, esa joven mostró audacia y perspicacia al no dejarse engañar por él. Aparte de hermosa, ella era inteligente. Debía tener cuidado con ella, sino quería que terminara descubriendo quien era realmente. -¿Se me nota?- sonrió él. Y ella sintió que su corazón se derretía. Él tenía la sonrisa más hermosa y perfecta que ella hubiese visto jamás en ningún caballero. Aunque la verdad era que las únicas sonrisas que ella había visualizado en toda su vida, había sido solo la de los miembros de su familia, así que, no era que tuviera mucho con que comparar. Pero la verdad era que su sonrisa, hacía que el brillo que se traslucía en su mirada aumentará su intensidad. ¡Dios! ¿De dónde había salido semejante caballero tan atractivo? Le hacía experimentar una serie de emociones que hacían que su corazón palpitara a millón y que su estómago sintiera un cosquilleo revoloteándole. ¿Era eso lo que sentían las damas enamoradas cuando el caballero de sus sueños les sonreía? Ella nunca antes había tenido contacto con los miembros del sexo opuesto, así que nunca antes había experimentado ningún tipo de emociones hacía estos, no conocía lo que era el amor ni mucho menos el cómo se sentía. Y entre las damas de su familia, sus hermanas para ser exactas, solo Claire estaba casada. Y no se veía preguntándole a ella sobre que debía sentir por el hombre de su vida. Faltándole todavía un año para que se convirtiera en una debutante más, Claire la reñiría diciendo que aún no estaba para ese tipo de conversaciones. -¿Francés?-volvió a insistir en vista de que él parecía no querer responder a su pregunta. Y aquel caballero asintió sin dejar de sonreír. A criterio personal, no tenía caso mentir. Ella ya había notado que no era inglés y en vista de que solo se habían colado uno que otro francés a aquella velada, hacerlo solo llevaría a que ella lo tildara de mentiroso. -Un gusto conocerla Mademoiselle Kennedy. El que usara su nombre, o mejor dicho el de su familia, le asombró. ¿Él sabía quién era ella? ¿Cómo era que lo sabía y ella no tenía ni la más mínima idea de quién era él? ¿Significaba eso que si la estaba siguiendo? ¿Acaso la había estado vigilando? Si era así, ¿Durante cuánto tiempo? -Usted...¿me conoce?-se atrevió a preguntar. Pero él negó con la cabeza. Si saber su nombre significaba conocerla, entonces se podía decir que sí. Pero para él, conocer a alguien implicaba mucho más que solo saber su nombre. Implicaba conocer lo que le gustaba y lo que le disgustaba, saber cuáles eran sus sueños y miedos más profundos, y conocer detalles de una persona que no cualquiera sabría. Así que no, él no la conocía o no consideraba que lo hiciera. -Tranquilícese Mademoiselle. No es como si la conociera. Pero es usted la sensación del momento. -¿Perdón? -La gran mayoría de los asistentes están impresionados con su belleza. Por lo que no pueden parar de hablar de usted. Los caballeros alaban su hermosura y las damas envidian su posición. -Y usted, ¿Cree lo que los caballeros dicen? ¿Me considera usted hermosa? No sabía por qué lo había preguntado, pero lo había hecho. Como si de una fuerza sobrenatural se tratara, ella sintió el impulso y el deseo de saber lo que él pensaba respecto a ella. Si la consideraba hermosa o no. Y él no supo por qué, pero acercó una mano a su rostro y le apartó un mechón de cabello que caía por este. Dejando que su cuerpo cobrara vida propia y actuara por sí mismo. -Usted Mademoiselle, es una de las mujeres más hermosas que mis ojos han tenido el gusto de ver alguna vez. Y solo con esa confesión, ella sonrió satisfecha, sintiendo como su corazón se ensanchaba de alegría. No le importaba el cómo la consideraba el resto de la sociedad, pero por alguna razón que no lograba comprender del todo, aunque no sabía quién era él, quería que la considerara hermosa, quería sentir que le gustaba, aunque solo fuera un poco. Porque lo que era él, le había encantado a ella en cuanto lo vio. Ella no sabía explicar que era lo que sucedía con ella, pero sentía como, si entre ellos existiera una clase de conexión que les unía. -Usted también es muy apuesto.-se atrevió a confesarle devolviéndole el cumplido. Por lo general, no solía ser tan osada y atrevida con nadie. Pero por extraño que fuera, un lazo de confianza y soltura se creó, entre ellos. Era como si se conociesen de toda la vida. -¿De verdad lo piensa?-le preguntó él divertido. Le parecía gracioso que una dama de alcurnia como ella, se hubiera atrevido a decir algo así. Las damas de sociedad solían ser algo más recatadas, tímidas, e incluso bastante frías y rígidas en cuanto a mostrar sus sentimientos. Desde su punto de vista, estas solo solían buscar un marido que les permitiera seguir gozando de los beneficios que les daba pertenecer a la nobleza. Pero estaban muy lejos de entender lo que era vivir una verdadera pasión y disfrutar de ella. Era por eso, que él siempre había preferido a las humildes jóvenes del pueblo. Ellas en su pobreza, sabían disfrutar de los placeres de la vida y del deseo carnal, sabían cómo hacer que un hombre disfrutase con ellas, muy diferente a las damas de la clase alta. Sin embargo, ella le había dicho que era apuesto, y no parecía para nada ni fría ni rígida. ¿Era posible encontrar en una dama una pasión arrolladora como las que se encontraba entre las jóvenes de condición humilde y de clase baja? Se acercó a ella, atrayéndola hacía así. Fue despacio dándole el tiempo a rechazarlo si así lo quería pues no quería hacer nada que ella no estuviera dispuesta hacer. Sin embargo, la joven no lo aparto de sí, y entonces él lo tomo como un permiso para besarla. Cuando él por fin unió sus labios a los de ella, esta acepto su beso dejándose llevar por su pasión y enrollando sus manos alrededor de su cuello, al tiempo que jugueteaba con su cabello. No era una experta en ese tipo de cosas, pero se dejó guiar por él. Y cuando el mordisqueó suavemente sus labios, succionándolos, ella lo imitó. Enredo su lengua con la de él, cuando la de él se abrió paso buscando la suya. Y durante unos minutos, ambos dejaron que la pasión que estaban sintiendo y viviendo los envolviera y el fuego que acrecentaba dentro de ellos los quemara avivando la llama viva del deseo. Y solo cuando les faltó la respiración, se separaron el uno del otro. Entonces él descubrió que las damas de sociedad si podían ser apasionadas, quizás solo dependía de que el hombre con el cual estuvieran, las hiciera sentir de verdad. Se había engañado diciendo que solo la había besado para probar eso, pero la verdad era que la había besado porque le había provocado hacerlo. De repente, escucharon la voz de Lord Kennedy en la distancia, llamándola y buscándola, lo que quería decir que, se había entretenido más de la cuenta con él. Se asustó al pensar que la descubrieran allí con él. Su padre pegaría el grito al cielo y era muy capaz de retar al caballero a un duelo. Y ella no podía si quiera considerar algo como eso. -No se preocupe Mademoiselle.– le dijo él al percibir su miedo - Me iré de aquí y nadie notará si quiera que estuvo usted acompañada. Era lo único que podía hacer por ella, por aliviar su angustia. Así que, comenzó andar para alejarse de allí, pero entonces ella lo llamo. -Espere. Se detuvo por un instante y la miro con una sonrisa algo nostálgica. -¿Lo volveré a ver? Aquel soldado dudo que fuera así. Ellos pertenecían a mundos diferentes y no solían frecuentar los mismos lugares. Además, que, no sería correcto ni apropiado para ella. Qué triste que su primer y único beso con aquella dama, fuera también su despedida, pensó en silencio. -Por lo menos, me dirá su nombre.-pidió ella al ver que no respondía. Pero ni si quiera eso lo obtuvo. -Mi nombre es lo que menos importa ahora Mademoiselle Kennedy. Y tras decir esto se alejó de ella, ocultándose en el próximo cruce de aquel laberinto. Ella se quedó observando a la nada por el camino que él había desaparecido, queriendo ir tras él y sin poder hacerlo. -Aquí estás. ¿Se puede saber qué haces aquí?-le recriminó su padre molesto -¿Qué no sabes las especulaciones que pueden darse si alguien sabe que viniste aquí? Ella volvió el rostro a mirar a su padre. ¿Cómo era que su padre había sabido que debía buscarla allí en aquel laberinto? ¿La había visto alguien ingresar allí? ¿Lo habían visto ingresar a él detrás de ella? -Perdón padre. Solo quería ver el jardín y no me di cuenta que me había adentrado mucho en este. -¿Estás sola? Ella se volvió a mirar en la dirección que él se había marchado y asintió. No podía decirle a su padre la verdad y con ello generar una desgracia. -Aun así, no es correcto que hagas este tipo de escapadas. ¿Sabes lo que podría pensar y decir la sociedad al respecto? -Lo siento padre.-se disculpó agachando la cabeza. Y Lord Kennedy asintió. -Será mejor que volvamos.-le dijo. Y ambos se alejaron de allí, mientras que desde la distancia, él la observo marcharse con su padre, sabiendo que esa era su despedida definitiva.

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