Relatos que nunca debieron de escribirse

Dejó salir el humo lentamente, sintiendo el sabor de la nicotina. Su corto vestido dejaba ver sus largas y esbeltas piernas, levanto la mirada al cielo oscuro. La noche era menguante, pocas estrellas esparcidas en los lugares adecuados, la luna había desaparecido. Un cielo triste, una noche triste para una persona triste. Volvió a darle otra calada a su cigarrillo, esta vez aguanto todo lo que pudo el humor, quería que sus pulmones ya no resistieran más y terminarán por acabar con aquella agonía. Sabía que no iba por el camino adecuado, aunque para esas alturas era el menor de sus problemas. Las lágrimas saladas mancharon sus mejillas, dejo que el tiempo pasará lento mientras contemplaba el silencio de la noche acompañada de soledad. Desea que la oscuridad la consumiera, no tener que volver a pensar, no recordar sus días de gloria ni muchos menos los dolorosos, los amigos que una vez juraron lealtad, los que ya no estaban, los que seguían y los que no se consideraban amigos. Permaneció allí, en medio de la nada, observando las olas. Y, pensó en ello, así acabaría su agonía de una vez por todas, mas no tenía el valor de hacerlo. Era una cobarde, toda su vida lo fue. Solo quería poder regresar el tiempo atrás y cambiar algunas cosas, tal vez fuera más amable, más inocente en aquel mundo lleno de mal. Sí tuviera el poder de volver el tiempo atrás, tal vez, solo tal vez, hubiera podido amar como nunca lo hizo. Cuando el cigarro se consumido lo tiro junto a sus pies descalzos, se fijó que la marea, cada vez subía más. Evoco la primera vez que fue a la playa, el ruido que las personas emitían recordó como le encantaba hacer viajes largos y mirar por la ventana, escuchando música triste y pensar en las personas que dejaba atrás. La marea llego hasta sus pies y los arropo, y pensó en cuando fue la primera vez que alguien la toco de esa manera, las cosas que sintió en aquel entonces. Le llegaron millones de pensamientos, pero ninguno le dijo cuando su vida se volvió una miseria, solo recordaba los gritos y los estallidos de las cosas al romperse, su mente se embotello de retratos, figuras, luces, música, olores, se interrogo desde cual momento su corazón estaba así de roto y si algo podía volver a pegarlo. Antes del amanecer se levantó, sus pies se hundían en la arena. sonrió por la sensación maravillosa que eso le provocaba, su sangre se había convertido en humo para ese tiempo. Ella era un desastre que ya no tenía remedio. Camino hasta que el agua no la dejará respirar, sabía que lo que obraba era un pecado, pero para ese entonces sería el menor de sus pecados. Permitió que el agua limpiara lo que ella no podía con lágrimas, su cuerpo se congelaba con el frío de esta y deseo poder volver a sentir unos brazos a su alrededor para que la calentara, ya era tarde, eran demasiados pecados y no tenía fuerzas para seguir pidiendo perdón. Y, dejó que el agua acabará todo, por primera vez iba a ser valiente, eso era lo que pensaba ella... entonces, el agua se llevó su último respiro y cometió su último pecado.