HÉCTOR THOMPSON

1866 Words
Miro a Gonzalo complemente asqueada y horrorizada. —¿¡Me vendiste a un señor que me dobla la edad!? —¡No seas impertinente y respeta al señor Héctor! —me exigió con tono de advertencia. Sabía que hacerlo entrar en razón era imposible y desesperada miré a mi madre, pero ella solo me miraba perdida y con lastima. —¡Di algo mamá! —le pedí a punto de llorar, ella miro a Gonzalo y bajó su cabeza al ver que él la miraba con furia. Negué con mi cabeza complemente decepcionada y miré a Héctor llena de furia. —¿Usted se da cuenta de que puedo ser su hija? —le pregunté. —Pero no lo eres, hermosa, y pues para el amor no hay edades —contestó con una sonrisa. Al escucharlo empuñe mis manos y apreté mi mandíbula tratando de contener el huracán de irá e impotencia que crece dentro de mi. —¡No me venga con eso! Ese refrán se refiere a que no hay edad para enamorarse, no esto. Además que si significara todo lo contrario, de igual forma usted estaría errado, porque entre usted y yo no hay, ¡Ni habrá amor! —aclaré de forma contundente. —El tiempo decidirá eso, y seguramente cuando seas mi esposa cambiaras de opinión —pronunció y yo retrocedí al escucharlo mientras lo miraba sorprendida. —¿¡S-su esposa!? —titubeé en shock. —Así es —afirmó con una sonrisa y luego miró a mi padre— Gonzalo aquí esta el dinero que te prometí, y espero que recuerdes lo que te dije, ¡A mis casinos no vuelvas jamás! —le ordenó con un tono seco y frío. Otro de sus hombres que lo acompaña, le da un maletín a Gonzalo, quien lo toma con una gran sonrisa y cuando lo abre casi llora de felicidad al ver los fajos de dólares. Mi corazón se rompía lentamente mientras la imagen de él recibiendo dinero por entregar a su propia hija, quedaba graba en mi memoria. —Que asco me das, papá —susurré con desprecio pero él me ignoró y volví mi mirada hacia Héctor— Y usted también, es un hombre despreciable, ¿¡Cómo pudo atreverse amenazar con matar con mi madre para que yo aceptara esto!? —Mi bella y futura esposa, yo jamás amenacé con matar a tu madre, solo amenacé a tu padre —aclaró y rápidamente me volteé para mirar a Gonzalo; él levanto la mirada del maletín y me sonrío. —Él señor Héctor no es quién la matará sino haces lo que él diga, hijita —confesó de manera siniestra. Lo miré horrorizada del ser despreciable que era. —¿¡Serías capaz de matar a tu esposa!? —le pregunté mientras los sollozos de mi madre empezaban a escucharse. —¡Ya deja de preguntar cosas que ya sabes y lárgate con tu futuro esposo! —levantó la voz fastidiado. Empuño mis manos por octava o undécima vez, y me volteo para ir a mi habitación, pero Gonzalo me toma del brazo. —¿A dónde crees que vas? —preguntó apretando su agarre para intimidarme. Lo miro desafiandolo y aparto mi brazo bruscamente. —¡Voy por mis cosas! —contesté entre dientes. Al llegar a mi habitación las lágrimas empiezan a salir de mis ojos como un río, mamá entra después mi y de repente se arrodilla con su rostro cerca a mis pies; siento sus lágrimas caer sobre ellos. —Perdóname cariño, perdóneme por no defenderte como una madre debe hacerlo, te suplico que me perdones —lloriqueó desesperada. Es difícil no culparla a mi madre, pero después de tantos abusos que a sufrido por parte de Gonzalo su fuerza física y mental debe ser casi inexistente, solo puedo sentir compasión por ella. Después de secar mis lágrimas, la tomo de los brazos con delicadeza y la ayudo a levantarse. —No te preocupes, mamá, yo estaré bien, ahora lo único que me preocupa es dejarte sola con ese señor. —Yo estaré bien mi niña —susurró  mientras acariciaba con amor mi rostro y trataba de sonreír. —¿Qué vamos hacer para estar en contacto? —No te preocupes, si algún día te necesito me las arreglaré para comunicarme contigo, así tenga que buscarte al fin del mundo, te juro que te voy a encontrar. Asentí sabiendo que ese juramento era lo único que teníamos por ahora. —Está bien —dije con resignación. Termino de empacar y salgo de mi habitación junto con mi madre. Los hombres de Héctor toman mis maletas y antes de irme con él, vuelvo para despedirme de mi madre. —Te voy a extrañar tanto mamá —expresé con lágrimas en mis ojos mientras la abrazaba. —Yo también mi amor, te amo mucho, por favor cuídate —contestó entre sollozos. —Ya, ya, dejen los sentimentalismo baratos —espetó Gonzalo mientras jalaba a mi madre del brazo para alejarla de mi. —¡NO LA TOQUES! —le grité con furia y antes de que pudiera abofetearlo, mi madre se c en medio de los dos. —Ya, cálmate cariño no peleen más por favor —suplicó. Su mirada llorosa hace que me calme. Respiro profundo y tomo su mano. —Adiós mamá, te amo —susurré. —Yo también cariño —respondió. Nos damos un ultimo abrazo y salgo de la casa junto con Héctor, subimos a una limusina y como si tuviese vendas en mis ojos, me voy a un lugar que desconozco. Tiempo después llegamos a un hotel bastante lujoso llamado: HOTEL THOMPSON. Héctor intenta tomar mi mano antes de entrar al hotel y rápidamente alejo mi brazo de su alcance mientras lo miro con odio. Él me mira con seriedad, empiezo a caminar ignorandolo y siento sus presencia seguirme de cerca. Cuando caminamos por el Lobby varias personas que parecen ser empleados del hotel y los que parecen ser residentes, saludan a Héctor mientras yo me mantengo al margen. Luego subimos al ascensor, Héctor presiona el número mayor de los botones y este empieza a ascender entretanto que ambos vamos en silencio Poco tiempo después entramos a lo que parece ser un penthouse en vez de una suite. Ciertamente el lugar es bastante lujoso pero mis pensamientos en este preciso instante están enteramente en mi madre. «Debe existir alguna manera de mantenerla con vida y salirme de todo esto» pensé al mismo tiempo que ideaba alguna estrategia. —¿Y que te parece? —preguntó Héctor interrumpiendo mis pensamientos. Lo miro, luego observo mi alrededor y continúo sin chistar ni mistar palabra. De repente Héctor me toma del brazo y me jala hacia él pegando mi cuerpo contra el suyo— Esto va ser así, en dos días serás mi esposa y te iras a vivir a mi mansión, conmigo y junto con mi familia; cumplirás con todas tus funciones de esposa, me respetarás y acatarás mis órdenes, ¿Entiendo? —preguntó con un tono severo. Trato por todos los medios posibles de aguantar mis ganas de quitarmelo de encima y decido hablarle amablemente para ver si así entra en razón. —Señor, ¿Usted se da cuenta de lo que esta haciendo? Por favor deje volver a mi casa —le rogué al borde de las lágrimas. —Tu voz es tan seductora, y mucho más cuando hablas tan calmada —susurró. Héctor mordió su labio inferior, apretó mi cintura pegándome más a él y cuando empezó acariciar mi rostro, no soporté más su cercanía y me alejé de él con una expresión de repulsión, y él me miró con tanta furia que me causa escalofríos. —¡Esto pasará quieras o no! —exclamó haciéndome retroceder— Y espero que sea la última vez que me dices señor o usted, quiero que me llames Héctor y quiero que te comportes de manera obediente. Tú aún no sabes quién soy Scarlett, pero poco a poco me irás conociendo, mientras tanto te diré que soy un hombre muy poderoso, este y muchos otros hoteles son míos, soy dueño de los mejores casinos de los mejores casinos del país y tengo empresas en muchos países, puedo asegurarte soy uno de los hombres más importantes del país, al cual jamás querrás traicionar o desobedecer. Lo observo con desdén, —¿Creé que por ser dueño de todo eso, puede venir a comprarme y a intimidarme? —le pregunté fingiendo valentía, pero por dentro se sentía muerta del susto. —Primero que todo, ya te compré, y segundo, no quiero que me temas, pero si eso hace que entiendas perfectamente bien la situación en la que encuentras, y me obedezca, entonces témeme; porque me he enamorado de ti, y te escogí como mi esposa —manifestó con superioridad. Sus palabras parecían más una sentencia que cualquier otra cosa. Sin darme tiempo para alejarme, Héctor se acercó y me besó de manera intensa y brusca. Forcejeo con todas mis fuerzas hasta que por fin logró zafarme de su agarre y alejarme de él mientras que limpio mis labios y lo miro con repudió. —¿¡No entiende que me da asco!? —le pregunté entre dientes de forma retórica. Héctor nuevamente se apresura hacia mi sin darme tiempo de huir y me agarra fuerte de la cintura acercándome a él. —¿Es por mi edad? —preguntó mirándome como un maniático— Porque si es por eso, seria ridículo, a pesar tener 53 años me veo muy joven y vigoroso, hasta puedo demostrarlo —mencionó mientras intento alejarme de él con todas mis fuerzas, pero no puedo hacerlo; la sonrisa en su rostro manifiesta que esto lo hace para demostrar su punto, que a pesar de su edad me sobrepasa por mucho en fuerza. Pero tampoco pienso rendir tan fácilmente y al seguir forcejeando caemos al suelo; aún sigo intentando escapar de él pero de repente Héctor, sostiene mis muñecas contra el piso con muchas fuerza y empieza a besarme. Desesperada por defenderme muerdo su labio inferior y el gruñe alejando su boca de mi. —¡Ah, mierda! ¿¡Acaso crees que estoy jugando!? —preguntó con furia mientras una gota de sangre salía de su labio. Héctor estaba sobre mi con firmeza para no dejarme escapar, de repente se quitó el chaleco y continúo con su camisa desabrochandola de un solo tirón; haciendo que los botones de esta salgan volando. —¡Ya déjame en paz! —le exigí apretando mi mandíbula. —Te voy a demostrar que soy más hombre de lo que crees —mencionó. Héctor toma mis manos obligándome a tocar su pecho y abdomen totalmente tonificados; aprovechandome de eso empiezo a golpearlo, sin embargo mis golpes ni siquiera consiguen desestabilizarlo. —¡Quítate! ¡Ya quítate! —le insistí, él negó con su cabeza y agarrando con fuerza mis muñecas para mantenerme inmóvil, se acercó a mi oído. —Esto apenas empieza mi amor —susurró y mis ojos se abrieron de par en par y llenos de pánico cuando sentí su erección rozar mi abdomen.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD