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Los amantes

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Blurb

Alexa es la hija de un multimillonario del sector inmobiliario, encerrada en una fortaleza, sin conocer que ahí allí afuera para ella, sin amigos, sin interacciones humanas, fuera de las personas que trabajan en aquella casa que para ella es una jaula de oro. Ella ha vivido conforme hasta la noche en que cumplió 22 años y su padre anuncio que tendría que casarse con Ryan, el hijo del mejor amigo de su padre, esto no es lo que ella esperaba, porque da rienda suelta a su fantasía más oscura, a su amor platónico desde que era una adolescente: Oliver.

Oliver es su guardaespaldas persona, la única persona que parece entender a Alex y la única persona que ella considera su amigo, pero luego de su rechazo y la aberración de tener que casarse con Ryan, Alexa empezara a saltarse todas las normas que le han impuesto.

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Capítulo 1
Ha pasado una semana completa que no salgo de la cama, que no me pongo otra cosa que no sea un pijama, me meta bajo las cobijas y me pase el día llorando, intentando ocultar el dolor de mi pecho, por lo estúpida que he sido, porque él me ha hecho esto, mi propio padre. Yo que soy su único familiar con vida... Bueno, también está Ryan, pero él no lleva su sangre como yo... Ryan solo es el hijo de su mejor amigo que murió hace décadas y que mi padre juro cuidar y proteger, se tomó la palabra al pie de la letra, porque en ocasiones... casi todo el tiempo, siento que lo quiere más a él que a mí, que sí soy su hija de carne y hueso. Pero lo entiendo, desde que ella murió, él no quiso nada que se la recordara, aunque tampoco se volvió a casar y era algo que se lo agradecía porque la casa sigue igual de cómo ella la dejo. Soy como una fotocopia de ella que no salió a color y se ve defectuosa, pues ella era más hermosa y esbelta que yo. Con su melena rubia hasta unos centímetros más arriba de su trasero, sus enormes ojos azules y esos labios llenos que ocultaban una sonrisa que iluminaba cualquier instancia donde se encontraba, era una pianista fenomenal, un alma libre, era traviesa y le encantaba el champán, puedo recordar que lo tomaba tomo el tiempo, ella era todo elegancia y glamur, yo a penas le llego a los talones, mi cabello no es tan rubio ni tan largo y tampoco tengo esas caderas y toda esa elegancia, más bien, soy bastante torpe, pero puedo adjudicarle esto a que mi padre nunca me dejo desarrollarme en nada que me guste; no pude ir a la universidad, no tengo amigas porque estudie en casa, solo lo tengo a él... a Oliver, la razón por la que mi corazón late todas las mañanas y una de las razones de que ahora mismo no pueda salir de mi habitación, porque le rogué que me hiciera el amor, le suplique de una manera que nunca había suplicado antes y él me rechazo y eso me destrozo el alma, más de lo que ya la tenía, porque dejando en claro, que aunque se supone que tengo todos los privilegios del mundo por ser la hija de un magnate del sector inmobiliario, que tiene más propiedad y dinero que un millar de gente, que nací en una cuna de oro y fue literal, todavía mi papá conversa mi habitación de niña, donde está mi cuna de oro, hecha especialmente para mí. Nunca he tenido nada, ni el cariño de mi padre, no después de que mamá enfermera y posteriormente muriera, luego de aquellos oscuros días, en lo que es mejor no pensar, mi padre se refugió más en el trabajo, y en Ryan, el hijo que nunca tuvo, y a mí me echo a un lado, me encerró en este castillo, que para mí es una jaula de oro y puso todo a mi disposición, menos que pueda hacer cosas de una gente normal, como ir a la escuela. También, tengo un equipo de seguridad que iba a todas partes como mi sombra, pero de todos ellos, estaba él. Lo asignaron cuando yo tenía 16, se veía lo joven que era y eso lo hizo resaltar por encima de todos, tenía una sonrisa enorme que solo me dedicaba a mí, me traía de contrabando todas las cosas que me gustaban y que estaban prohibidas, como los caramelos y el chocolate. En sus bolsillos siempre, siempre llevaba algo que me sacaba una sonrisa en mis peores momentos, algún dulce, por más pequeño que fuera, sin buscarlo, se convirtió en la única persona cercana a mí, en esa persona que yo necesitaba, pero para mi mala suerte, hace unos cuatro años algo cambio en él, no supe que era al principio, hasta que un día me tendió una barra de chocolate y entonces, lo vi, llevaba un anillo en su mano izquierda, un anillo que significaba que se había casado y no me había informado antes. Está bien, él no tenía por qué decírmelo, pero me dolió que no lo hiciera. Cuando cumplí los 18, Ryan, que era cuatro años mayor que yo, regreso de la universidad, graduado con honores de Harvard, se sentó al lado de mi padre y se volvió todavía más engreído, y su mirada no se apartaba de mí en ninguna comida, me seguía a todas partes, me traía flores, me invita a cenar y solo aceptaba porque era la única forma de salir de aquella jaula y ver el mundo– sí, lo podía salir con Ryan, Oliver y mi padre.– Deje que Ryan me siguiera cortejando, porque eso hacía feliz a mi padre y el día que intento besarme se lo permití porque moría por saber que se sentía que un hombre te besara... pero no fue como yo pensaba, porque mientras los labios se Ryan se apoderaban de mí, en mi cabeza solo había una persona, Oliver, en ese momento me di cuenta de que me gustaba, que lo amaba y que me moría de celos cada vez que él se despedía de mí porque tenía que regresar a su casa. Mi cabeza se llenaba de toda clase de imágenes, de él en la cama con su dulce y adorable esposa que de seguro lo esperaba con los brazos abiertos y con la cena lista. Me sorbí la nariz una quinta vez y recordé como de horrible fue su rechazo, como me arrastre por el piso para que me tomara y me besara, que deslizara esas manos grandes de dedos largos por mi cintura, como Ryan siempre intentaba hacer, como quería que me desnudara y me hiciera suya, como me he imaginado que lo haría desde que tengo 16 años. Porque ahora, que hace una semana cumplí los 22, mi padre hizo una fiesta de la cual yo no sabía nada, con personas que nunca había visto en mi vida y donde me presento a medio mundo, personas de edad no apta para el cumpleaños de alguien de 22. Al reloj dar las 10 de la noche, mi padre hizo que bajaran la música, un cuarteto de violín, para según él, darme mi regalo de cumpleaños, ¿Cuál era mi regalo de cumpleaños? Pues que él daba su bendición para que Ryan y yo nos casáramos. Los ojos se me llenaron de lágrimas que mi padre asumió que eran de felicidad, pero que fueron todo lo contrario, estaba horrorizada, furiosa, dolida y quería morirme allí misma. Cuando la gente volvió a sus conversaciones y Ryan por fin quito su mano de mi cintura, me escapé de aquella horrorosa fiesta, encontré a Oliver fuera del salón en su habitual traje, con el ceño fruncido mirando por la ventana al enorme patio trasero de la mansión. Tome su mano y lo empuje en el primer armario que encontré, él parecía sorprendido y asustado por lo que acaba de hacer, pero no me importaba, no me importaba nada después de la blasfemia que mi padre dijo delante de toda aquella gente. Le pedí que me besara, que me quitara el vestido morado que llevaba puesto y me hiciera el amor en aquel cuarto oscuro, cuando se negó, pase a la súplica. –Por favor– fue la pena y miserable suplica que me salió en aquel momento, pero en serio, necesitaba esto, porque de lo contrario, yo... cerré los ojos y negué con la cabeza. No, no, no. –Lo siento, no puedo– susurro, poniendo una mano sobre mi boca– ¿Por qué quieres hacer esto? Tú no eres así. – aparte su mano de mi boca. –Tú mejor que nadie sabe por qué quiero hacer eso, por lo que me están obligando a hacer. – él suspiró. Quería ver aquellos ojos verdes que tanto amaba. –No puedo hacerte esto, lo siento. ¿Sabes qué me pasará si alguien me ve aquí adentro contigo? –Sí que lo sabía, pero no me bastaba, porque lo quería a él, era esto o dejar que otro hombre pusiera sus manos sobre mi cuerpo. –¿Por qué no? –Porque no eres mi pareja y aparte eres mi jefa– bufé. –Por supuesto que no soy tu jefa, trabajas para mi padre, no para mí. –Pero sabes que tu bienestar es mi trabajo, lo más importante. –Pues has esto por mí. Cuídame como te lo estoy pidiendo– él volvió a suspirar y me envolvió en un abrazo, poso sus labios sobre mi frente y los dejo allí por un largo rato. Nos quedamos en silencio por unos minutos que parecieron eternos. –Yo siempre voy a cuidar de ti y no porque sea mi trabajo, sino porque me importas. Pero, no puedo hacer esto, Alex. –Por favor, me enferma la idea de que alguien me ponga las manos encima, tener que estar con alguien que no quiero y que me ve como si solo fuera un trozo de carne. Su trozo de carne personal. – las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, me sentía como una niña. Una niña haciendo un berrinche por algo estúpido. –Tu primera vez debería ser con alguien a quien ames. –Pues yo te amo a ti. – él volvió a poner su mano sobre mi boca. –No vuelvas a repetir eso nunca, ¿Me escuchas? Nunca, nadie puede enterarse de eso. Tú no puedes sentir eso por mí, Alex. –Pero es verdad... yo te amo y no quiero casarme con Ryan, odio como me mira, no puedo... no quiero ni imaginar las cosas que tendré que hacer cuando me casé con él. –Yo estaré a tu lado y te cuidaré... y sí él te hace algo, lo mataré lentamente. –Entonces, dame lo que quiero, lo que necesito. A ti. –Hablaremos de esto luego, ahora salgamos de aquí antes que alguien nos vea. No quería salir de allí, era la primera vez que estábamos tan cerca, que él se atrevía a tocarme, necesitaba ese abrazo como ninguna otra cosa en el mundo, porque lo amaba, aunque él y todo el mundo me dijeran que no podía hacerlo. Moria por esos ojos verdes, su ceño fruncido y la forma en la que siempre me salvaba de mí misma, como había sido más un amigo para mí que mi simple guardia personal, pero aquel anillo en su dedo me llenaba de envidia y celos, porque aunque no conocía a su esposa, sabía que él la quería tanto que se casó con ella, es lo que hacen la gente que vive allí afuera, en el mundo fuera de las reglas de mi sociedad, de la sociedad que no me permitía elegir ni lo que iba a ponerme, ni muchos menos a quien podía elegir como esposo. Oliver, me tomo de la mano, entrelazo sus dedos con los míos y tiro de mí, mientras abría la puerta de aquel pequeño cuarto de blancos a donde lo había empujado a entrar, para intentar persuadirlo, para que me hiciera suya, porque no deseaba a nadie más que a él.

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