Capítulo 2

1429 Words
10, era el total de días que había pasado desde mi cumpleaños, desde aquella horripilante noche, a nadie le pareció extraño que no me presentara a comer, que no salía de debajo de las sábanas, porque a nadie le importaba y cuando me refiero a nadie, quiero decir que a mi padre no le ha parecido extraño, porque aunque se supone que vivimos en la misma casa, pasamos días sin vernos. Flora, quién era como una madre para mí, quién ha intentado cuidarme y darme algo de cariño, intentaba que comiera algo, venía a mi habitación 4 o 5 veces al día con una bandeja de comida, de la cual solo picoteaba algo. Sabía con certeza que Oliver estaba fuera de mi habitación, en alguna parte del pasillo. Como era de costumbre esperando para que yo saliera y él seguirme como una sombra a donde sea que yo fuera a ir, que no era mucho. No nos habíamos visto desde el momento en que me dejó en mi habitación la noche de mi cumpleaños… cuando le rogué que me hiciera el amor. Cada vez que me recordaba de eso me daba un dolor en el pecho y ganas de empezar a llorar otra vez. Sabía con certeza que si abría la puerta allí estaría él. Me quedé bajo las sábanas dos días más, pero para el domingo en la tarde no sentía las piernas, porque lo que me puse en pie, me di una ducha de sales de lavanda, me lave el cabello y luego me vestí con un vestido de flores hasta las rodillas, me pinte los labios de rosa pálido y escondí mis ojos detrás de unas gafas oscuras de sol. Porque, aunque estaba dolida hasta la médula, quería verlo y sabía que él no entraría a mi habitación. Me tocaba a mí dar el brazo a torcer. Lo vi en cuanto puse un pie fuera, el aire que entraba por las ventanas frente a mí me echó el cabello hacia atrás, Oliver levantó su cabeza y entreabrió sus labios. Cuadré los hombros y di media vuelta, dirigiéndome a las escaleras para salir al patio a tomar mi merienda, sentía su presencia detrás de mí. Podía mirar sobre mis hombros y encontrarme con sus hermosos ojos verdes menta y puede que me dedique una de esas sonrisas que solo me da a mí. –Es bueno verte– susurró tan bajito, que por un momento pensé que lo estaba imaginando, puse de todo mi esfuerzo para no detenerme y girarme– sé que tal vez te hice sentir mal la otra noche… no fue mi intención, pero me tomaste desapercibido… no me gusto eso que hiciste porque tú no deberías de estar rogando por ese tipo de atención, Alex– Dios, me encantaba que me llamara Alex, solo él lo hacía y era algo muy nuestro, algo que me sacaba más de una sonrisa al día, pero en esta ocasión me lleno de dolor. No le respondí porque la verdad no sabía qué decirle, después de aquel bochornoso momento mi enamoramiento debería de haber desaparecido, pero no es así. El aleteo de mi corazón en la prueba viviente de tal cosa. Pasó la cosa más rara del mundo, al doblar a la derecha, el final del pasillo, para salir al patio trasero de la mansión, era el único lugar que no tenía cámara de seguridad, el único espacio muerto de la casa, por así decirlo. Oliver puso su mano sobre mi cintura y me hizo girar entre sus brazos, yo grité por la sorpresa, pero luego caí en cuenta que estábamos tan cerca que hasta la respiración se me detuvo. Levante la mirada encontrándome con sus ojos color verde, ¡Santo dios! Como me encantaba y me volvían loca estos ojos por igual, abrí ligeramente la boca, porque la garganta se me seco y necesitaba aire u otra cosa. –¿No vas a responderme?– ya quería yo, pero solo podía pensar que sus manos me estaban tocando, que el calor que emitían me traspasaba la delgada tela del vestido. –Yo…– y no dije nada, bueno, no con palabras, porque sin pensarlo me incline y roce sus labios con los míos, cosa que quería hacer desde que tengo 16. Él no respondió al principio, se limitó a quedarse parado como una estatua, aquello era solo un roce inocente de labios, pero cuando me moví más cerca de su cuerpo dejó salir un sonido que me calentó el cuerpo… entonces, ahora sí nos estábamos besando, un beso de verdad, no como esos que aceptaba de Ryan por piedad, para que él creyera que me gustaba y me dejara tranquila. Podía ahogarme en este momento y no lo notaría, sus labios eran tan suaves, como me había imaginado tantas veces, sus brazos me rodearon toda la cintura, estrechándome todo lo posible con su cuerpo, mientras nuestras bocas empezaban a conocerse, no podía creerme que me estuviera devolviendo aquel beso, y que pareciera que lo estaba disfrutando. Entonces, se apartó de inmediato, casi saltó lejos de mí. Yo estaba jadeando, con los pulmones vacíos y un enorme hormigueo en los labios y en todo el cuerpo, necesitaba más de esos labios. Me miró como si estuviera asustado, di un paso en su dirección. –Oli– susurré, él negó con la cabeza, levantó su mano derecha y la dejó allí, como si fuera una barrera entre nosotros. –No puedes hacer eso– me enojé sobremanera, porque él me había devuelto el beso y por la forma en la que me apretó contra él diría que también lo estaba disfrutando. – Alex, tú no lo entiendes, si alguien nos hubiera visto… si tu padre se entera– volvió a negar con la cabeza– por favor– se me congeló el cuerpo, todo aquel calor que antes tenía se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Abrí la boca para decir algo, pero unos pasos se estaban acercando, el miedo me congeló aún más, Oliver fue rápido me cogió del antebrazo y nos hizo caminar rápidamente hasta llegar a la puerta. –Lo siento– le dije cuando estuvimos afuera, el aire cálido nos golpeó la cara. –Está bien… Tú no tienes la culpa de todo… yo también tengo culpa por corresponder– casi sonrió al escucharlo decir aquello. Después de aquello no volvimos a hablar, él se limitó a estar parada a mi izquierda, con esa expresión en el rostro como si no le importara nada, en cambio, yo lo miraba por encima de mi hombro cada 5 minutos, grabando la línea de su mandíbula, la cual la tenía apretada y miraba sobre mi cabeza a alguna dirección, asintió a algo. –El señor White se acerca– me tensé de inmediato, no había visto a mi padre desde la noche de mi cumpleaños, primero aparecieron sus dos seguridades personales, uno de ellos, Pedro, quien trabajaba para papá desde antes de yo nacer y quien era el padre de Oliver. Me dedico una pequeña sonrisa, que solo yo note y luego asintió con la cabeza a su hijo. El segundo, era Gwen, el nuevo y quien ocupara el puesto de Pedro, estaba en algo así como en entrenamiento. Yo seguía sin entender por qué necesitábamos tanta seguridad, si mi padre tenía una empresa inmobiliaria –Cariño– papá guardó el celular en el bolsillo de su chaqueta a juego con sus pantalones. –Flora me ha dicho que estabas resfriada – le agradecí mentalmente a Flora por eso. Asentí –Me alegro de que ya estés mejor– se inclinó y me dio un beso en la frente y luego se sentó frente a mí y se sirvió una taza de té– ¿Qué planes tienes con Ryan?– me mordí la mejilla por dentro para no contestar algo fuera de lugar–¿Sabes qué? Mejor no me digas nada– intenté mirar a Oliver, quería ver sus ojos, porque ellos siempre me tranquilizaba. Pero mirarlo sería raro delante de mi padre. El silencio volvió a caer sobre nosotros, mis pensamientos volaron a lo que pasó menos de una hora, cuando Oliver me sujetó contra su cuerpo de aquella manera, al sentir sus labios tan suaves sobre los míos. Haría cualquier cosa por volver a besarlo y no me importaban las consecuencias. Iba a volver a besarlo. Necesitaba sentirlo así de cerca otra vez, en aquel momento me sentí viva, como si toda la sangre circulara como era debido por mi cuerpo.
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