TRES

1000 Words
Falté a la primera clase del día, debido a que me levanté tarde en la casa de Aisha. No sólo por trasnochar, sino también por el colchón ortopédico que tenía la cama de mi amiga, el cual hacia mi sueño más pesado. Descansé como una reina, envuelta en cobijas de algodón calientes y almohadas suaves, que se hundían al peso de mi cabeza. —Te veo muy animada, Amelly, ¿algo pasó ayer que no me enteré? —preguntó mi hermano, en cuanto nos encontramos en la cafetería del campus para desayunar. Tenía los ánimos altos. —Dormí en la cama de Aisha. —Ya veo, por eso no llegaste para la primera clase. Debe ser sabroso dormir ahí. —Uh, si lo es —pedí mi desayuno, que solo constaba de dos empanadas de carne y un vaso de avena fría. Como postre, una chocolatina. Mi hermano por otro lado, pidió una ensalada de frutas y una botella de agua. No estaba haciendo ejercicio, ni hacia dietas, solo que era vegetariano y la variedad en la cafetería le impedía disfrutar de algo que de verdad le gustase. Normalmente desayunaba eso y almorzaba arroz, patacones, una que otra cosa y no podía faltar su ensalada. Para la comida, pedía una hamburguesa vegana sin salsas y jugo natural. No lo molestaba con eso, le perdí importancia. —La tia Marissa me llamó ayer, se me olvidó contarte. —¿Y que dijo? —Quiere que vayamos a visitarla este fin de semana, mis abuelos se irán de viaje y necesita compañía. —Bueno, mientras no tenga cosas pendientes, podré acompañarte. —Si, pero prefiero que vayas, está un poquito obsesionada con buscar una pareja, para que cuide de ella y su bebé. Me vuelve loco con sus conversaciones —nos sentamos en una mesa. La cafetería estaba un poco llena, era la hora típica de los desayunos, donde no habían clases, solo las ganas de probar un bocado mañanero que llene estómagos hambrientos. Era como aventura, que aveces se ponía muy estresante. —Me imagino, la pobre ha estado sola por mucho tiempo. Se merece convivir amorosa e íntimamente con alguien. Tuvo que aguantarnos por once años. —Si, aunque preferiría que no lo hiciera conmigo. ¿Por que nunca le respondes sus llamadas? —Por que tampoco quiero ese tipo de conversaciones —le di un mordisco a mi empanada, en el momento en que veía como mis amigos entraban a la cafetería buscándonos—. Uno ya no puede comer en paz. —No seas mala, Amelly, son nuestros amigos. —¿Que tal, chicos? —saludó Ro, tomando asiento al lado de Toby, mientras los demás cogían sillas de otras mesas para acomodarse a nuestro alrededor. —Bien, Ro. ¿Y tu? —respondió por los dos, mi hermano. —Bien, aunque un poco estresada. —Si, hoy está muy negativo el día. Con eso del trámite de divorcio de la madre de Aisha y la desición de mandarla a los Ángeles con su padre, es un comienzo realmente fatal —comentó David, llamando la atención de todos, pero más que nada la mía. Estaba sorprendida y confundida, no sabía de que hablaba. Aisha no me había comentado nada de eso, ni siquiera me llamó después de salir de la casa. Podía jurar que había estado rara, pero no imaginaba el por qué y menos tan grave. —¿Como sabes eso, David?, ¿Ella te lo contó? —cuestioné insistente. —No, ¿como crees?, lo escuché en el pasillo del dormitorio de ustedes, mientras recogía a Ro. Estaba la madre de Aisha y ella. Iban a hablar con un abogado que es profesor aquí, para llevar el divorcio. —¿Por que no me dijo? —Quizás por qué es un tema muy delicado y le está afectando —dijo Toby, como si en culauqir momento me fuese a dar algo por lo que me estaba enterando. —Si, quizás sea eso, pero igualmente, no me hubiera llevado anoche a su casa, para apoyarla si lo necesitaba. Ahora resulta que se divorcia la señora Steel y que piensa mandar a Aisha lejos de San Diego, y sin mi. —Deberías ir a buscarla, quizás esté en su dormitorio —miré a Ro, tomando su palabra. —Puedes comerte mi empanada, Julián, nos vemos al rato —despedí, para salir corriendo por las calles de la universidad, con rumbo a los dormitorios. Tenía el corazón bombeando a mil, deseando salir de mi pecho y escaparse para siempre. La presión en mi cuerpo aumentó, me sentía desfallecer. Con cada paso, corto o largo, veía lejos a Aisha, apartándose de mi lado por obligación, mientras en ese futuro me sentía sufrir en silencio, por qué ya no estaba conmigo. Se perdía. Me olvidaba. Hundida en mis pensamientos, llegué casi derribando la puerta, para ver a la chica que me había hecho compañía por largos años, llorar en el rincón más lejano de su cama. Escuchó la puerta y levantó la cabeza, pero ninguna pudo hacer nada, las acciones se congelaron. Solo las dos, suspendidas en el infinito mientras lágrimas goteaban de nuestros ojos. Su mirada azul brillante, estaba desaparecida, dando campo a la tristeza y párpados medianos, inchados. Tragué saliva, cerrando la puerta lentamente a mis espaldas, lo que pareció hacerla reaccionar. Me abrazó tan fuerte, que por un momento sentí que se me iban a salir los pulmones, pero no me importaba. El dolor se expresó en llanto fuerte y abrumado, oculto en el cuello pálido de Aisha, y ella en el mío. Tantas sensaciones juntas, solo podían cansarnos, agotar la mente y el cuerpo, quedando perdidas entre el silencio y el calor corporal. Nos tiramos al suelo a la misma vez, como si telepáticamente nuestros cuerpos se hubieran puesto de acuerdo, para descansar con los ojos cerrados y sufrir en el silencio. No podía creer cuanto dolor me provocaba saberlo. No podía creer que eso estaba pasando.
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