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El Rostro Del Amor: Historia de una Noche.

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Después de descubrir el engaño de su prometido, Alana, se siente herida y traicionada.

Buscando un poco de consuelo en medio de tanto dolor, se encuentra con él. Un desconocido de ojos claros y grises, los más llamativos e hipnotizantes que, hubiese visto jamás, y de los cuales se siente atrapada al instante. Es el hombre físicamente más perfecto y atractivo que, hubiera conocido nunca, incluso que, su ex.

Sin ninguna clase de remordimientos por lo que, hace, Alana pasa la noche más apasionada en brazos de este. Sin embargo, al despertar, descubre que, este ha desaparecido sin dejar rastro alguno y sin darle la oportunidad de saber siquiera, quién es.

Pero el destino, los había unido con un lazo que, nunca podrían romper. Y tres años más tardes, Alana se reencuentra con un hombre, cuyos rasgos físicos, son idénticos a los de su pequeño de dos años.

¿Cómo enfrentarán ambos está nueva realidad? ¿Podrá el amor, surgir entre estos dos seres que, ahora comparten lo más valioso de la vida?

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El Engaño Revelado
Era una noche fría y lluviosa cuando Alana se encontró con la devastadora verdad. Ella había llegado temprano a casa, esperando sorprender a su prometido con una cena romántica. Sin embargo, en lugar de encontrarlo solo, lo halló en brazos de otra mujer. Alana se llevó las manos a la boca tratando de ahogar el gemido de dolor que, le ocasionaba el encontrarse a Marcus, en la cama con su mejor amiga. Aún no podía creer lo que, sus ojos estaban viendo. ¿Cómo era posible que, Sophie y Marcus, estuvieran haciéndole eso? Ella confiaba en los dos. En él, porque era el hombre de su vida, con quien se suponía que, se casaría en dos meses. Y en Sophie, debido a que, había sido siempre como una hermana para sí, su compañera y confidente de toda la vida. ¿Desde cuándo ocurría aquello? ¿Hace cuánto que, esos dos, la estaban engañando? ¿Y cómo es que, estuvo tan ciega para no darse cuenta de ello? Sintió un profundo dolor causado por la decepción que, le generaba el saber que, los seres que, más amaba, la habían traicionado de esa forma. - Aún no puedo pensar en que, vayas a casarte con Alana. — le escucho decir a Sophie a la vez que, realizaba pucheros con su boca, tal cual una niña caprichosa que, deseaba hacer su voluntad. - Ya te lo he explicado antes. Con Alana tenemos la seguridad económica que, necesitamos. La chica se sentó sobre la cama cruzándose de brazos. - Ni siquiera es que, sea rica. Además, no me gusta engañarla de esa forma. - No lo es, pero sin duda, posee la estabilidad que, nosotros no. Casa, trabajo propio, un carro que, ahora, me pertenece. — se burló él. Y entonces Alana comprendió el por qué de muchas de sus actitudes. Marcus no era que, no consiguiera trabajo. Él simplemente no lo buscaba, pues esperaba que, fuera su persona quien sustentara el hogar mientras él, disfrutaba con otra, lo que, tanto trabajo, le costaba a ella. Sin poder soportarlo más, se dio media vuelta en completo silencio y se alejó de allí, saliendo del que, siempre, había considerado el nido de amor de Marcus y ella. Estaba tan conmocionada. No pudo contener las lágrimas que comenzaron a caer por sus mejillas. Era como si su mundo se hubiera desmoronado en ese momento por completo. Caminó por las calles mojadas, sin saber a dónde ir. Se sentía herida, traicionada y sola. Lo único que, deseaba en ese instante, era alejarse lo más posible de aquella cruel y devastadora verdad, olvidarse de todo. Finalmente, luego de tanto andar, encontró un pequeño bar en una esquina oscura. No era el tipo de sitios al que, solía acudir, pero tampoco era como sí, descubriera la traición de su prometido y su amiga todos los días. Se armó de valor e ingresó al lugar. Tomó asiento en un taburete y pidió un trago fuerte. Tal vez, eso era lo que, le hacía falta para olvidarse de Marcus y de Sophie. *** Nathaniel Grey se encontraba sentado en un taburete de aquel sencillo bar, observando a la multitud que se movía alrededor de él. Había acudido ahí buscando un sitio donde ninguno de sus guardias, amigos o familiares pudieran encontrarle. Quería estar solo y distraerse un rato de tanta tensión por la cual pasaba en esos momentos. Por un lado, su mente estaba enfocada en los negocios, tratando de hallar una solución para un problema que, se había presentado en los últimos días en la empresa. Y por el otro, se encontraba Madison, hija de uno de los empresarios, amigo de su padre. A pesar de ser un hombre acostumbrado a tener a las mujeres a sus pies, Madison Grant no es una de ellas. Ni con toda su belleza física, esa mujer lograba llamar su atención. Y es que, Nathaniel no veía en ella el carisma y la personalidad que tanto le atraía de una mujer. Al contrario, todo lo que, podía percibir de Madison, era lo interesada y egoísta que era, lo cual le dejaba claro que, solo iba tras su riqueza y su posición social. No obstante, a menudo, Madison lo ponía en situaciones incómodas debido a sus constantes llamadas y mensajes e incluso apariciones sin avisar. Sin embargo, no importaba cuanto se esforzara esta, por atraparlo, Nathaniel no se dejaba. Siempre había sido muy hábil para manejar a las mujeres. Así que, se vale de ello para manejar las cosas de manera sutil, tratando de evitar situaciones incómodas y cortando conversaciones con Madison de manera educada, dejando claro que, no está, interesado en ella. Sin embargo, a menudo se encuentra topándose con la mujer en eventos sociales y en el mundo empresarial, donde Madison lo busca y acosa constantemente. Incluso, en una ocasión, la muy descarada, tuvo la osadía de colarse a su apartamento de soltero en busca de que, él se metiera a la cama con ella. Todo cuanto deseo, en ese entonces, fue rechazarla de manera brusca, pero sabía que, no podía hacerlo debido a las consecuencias que, eso, acarrearía en su relación con su padre y sus negocios. Por lo que, se veía obligado a ser amable y educado con esta, debido a que era hija de un empresario muy amigo de su padre y uno de sus socios más importantes. Claro que, estaba a nada de mandarlo todo por un tubo. Se tomó el trago que, tenía entre sus manos de un solo golpe cuando, de repente, su mirada se detuvo en una mujer sentada en una mesa cercana a la suya. Ella estaba sola, con un vaso de cierta bebida no tan suave para una dama frente a ella, pensó él. Tenía una expresión triste en su rostro. Y Nathaniel no podía apartar la mirada, algo en ella lo atraía inexplicablemente. La joven, no llevaba maquillajes ni joyas. De hecho, vestía de manera sencilla, pero poseía una belleza natural que, resaltaba y captaba la atención de quienes la veían Con un rostro ovalado y unos rasgos delicados. Sus ojos eran grandes y expresivos. Sus labios suaves y bien definidos, con un tono rosado natural, pidiendo a gritos el ser besados y probados. Y su piel, suave y tersa a la vista, con un tono cálido. Llevaba su largo y sedoso cabello, color castaño oscuro recogido en una simple y sencilla coleta. Sus pensamientos comenzaron a vagar, imaginando cómo sería tenerla en su cama esa noche, sintiendo su cuerpo cálido y suave contra el suyo. Ver esa mirada triste, llena de pasión y satisfacción, con sus brazos, rodeándole y exigiéndole más. Sí, definitivamente, quería a esa mujer en su cama esa noche y haría lo que, fuera necesario por conseguirla. Sin pensarlo dos veces, Nathaniel se levantó de su taburete y se acercó a ella. Con una sonrisa en su rostro y una voz suave, dijo: - Perdona mi atrevimiento, pero vi que estabas sola y parecías un poco triste. ¿Te importa si me uno a ti? Alana lo miró con sorpresa antes de asentir y señalar la silla vacía junto a ella. Él se sentó y pidió un trago al camarero antes de volver su atención a la mujer. - Entonces, ¿Qué te trae aquí esta noche? ¿Problemas con tu novio? - preguntó intentando comenzar una conversación. Alana suspiró antes de responder. - No tengo novio. Acabo de descubrir que, me engaña con mi mejor amiga y estoy tratando de superarlo. — confesó con tristeza en su voz. Nathaniel asintió comprensivo. - Lo siento mucho. No puedo imaginar cómo debe de ser. Pero si quieres hablar de ello o simplemente olvidarte de él por un momento, estoy aquí. Alana curvó los labios en lo que, intentaba que, fuera una sonrisa. - Gracias. Y sin comprender por qué, ella comenzó a contarle lo ocurrido, desahogando un poco tanto dolor que, llevaba por dentro. Antes de que, ambos se dieran cuenta, ya era más de media noche y el bar estaba a punto de cerrar. Nathaniel, no estaba dispuesto a dejarla marchar tan pronto. Su único deseo seguía siendo el llevarla a la cama y disfrutar de una gran noche de pasión a su lado. Además, creía que era justo lo que ella necesitaba para superar su tristeza. - ¿Te gustaría venir a mi apartamento a tomar una copa y continuar esta conversación? Es tarde y podríamos seguir hablando allí. — le preguntó de manera sugerente. Alana lo miró con cierta incertidumbre y sorprendida, sabiendo que, él podría tener otras intenciones más que, platicar con ella. Sin embargo, también se sentía atraída por él y a esas alturas, cuando había bebido lo suficiente como para que, el alcohol nublara su capacidad de razonar, ya nada le importaba. Así que, con una sonrisa tímida, aceptó su invitación. Inmediatamente, Nathaniel se puso en pie, sacó dinero de su billetera y pagó la cuenta indicándole al Batman que, se quedara con el cambio. Entonces, ambos salieron del bar y se dirigieron a su apartamento. Alana estaba tan nerviosa que, ni siquiera se dio cuenta de que, ingresaron a una zona lujosa llena de apartamentos carísimos. Por otra parte, a medida que subían en el ascensor, Nathaniel no podía dejar de pensar en cómo sería tener a Alana en su cama esa noche, sintiendo su cuerpo cálido y suave contra el suyo, sintiendo su pasión desenfrenada. Sin embargo, también sabía que debía ser cuidadoso y respetar sus deseos y límites. Ninguno de los dos, imagino nunca que, ese encuentro marcaría sus vidas para siempre y los uniría con un lazo imposible de romper.

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