Tras El Amanecer

1695 Words
- ¡CON UN DEMONIO! - exclamó Marcus gritando - Hasta que, al fin, apareces. ¿Dónde te habías metido? - preguntó este con expresión dura y molesto. Alana sintió, como su cabeza punzaba debido a la embriaguez que, se ocasionó la noche anterior y todo a su alrededor, comenzó a darle vueltas. No tenía ánimo alguno de discutir con él en ese momento. Lo que deseaba, era poder echarse sobre su cama y descansar un poco debido a que, la noche anterior, no logró hacerlo. Pensar en ello, le hizo recordar el momento tan apasionado y placentero que, aquel desconocido, le llevo experimentar. Tenía años saliendo con Marcus, y nunca, en todo ese tiempo, había llegado a sentirse tan satisfecha, plena y complacida por él en la intimidad. ¡Qué pena que, cuando se despertó aquella mañana, él ya no encontraba allí! Todo lo que, Alana había conseguido junto a una mesita de esa lujosa habitación a la que, la llevó, fue una nota con un simple Gracias y con el aroma masculina de su fragancia. Ni siquiera tuvo la oportunidad de preguntarle cómo se llamaba, ni de sí, se volverían a ver, o de explicarle que, no era el tipo de persona que, se iba a la cama con el primero que, se le presentaba. Y tampoco entendía, el por qué, quería aclarar eso. Estaba bien que, había sido una noche increíble, y más aún lo era el hecho de que, no sabía absolutamente nada, ni él de ella, y aun así, él pudiera hacerla sentir tanto y más que, su prometido, con el que, se suponía, tenía planeado casarse. Pero, no era como para querer ahondar en su relación esporádica con él, sobre todo cuando acababan de romperle el corazón. Claro que, eso último, era antes de descubrir que, él y Sophie, quien también se encontraba allí, la estaban engañando y traicionando. Alana los miró a ambos con expresión distante, y cansada. - Ahora, no por favor. - ¿Qué quieres decir con eso? - se enfadó él aún más - ¿Sabes lo mucho que, me he preocupado al ver que, no llegaste a dormir anoche? Seguro que, no demasiado, pensó Alana. Lo más probable era que, él ni siquiera hubiera notado su ausencia hasta ese momento en el cual llegó al apartamento, pues, era evidente que, él también estuvo ocupadísimo y no precisamente durmiendo. - Consideramos el hecho de que, algo, te había sucedido. — dijo entonces Sophie interviniendo - ¿Por qué no nos llamaste para decir que, estabas bien, que no vendrías a dormir? Ella curvó los labios en una amarga sonrisa. No creía en su angustia por su bienestar, no después de saber que, era una falsa amiga que, la traicionaba a sus espaldas. ¡Cuánto tiempo estuvo tan ciega! - Eso es lo de menos. — interrumpió su prometido - ¿Dónde y con quién pasaste la noche? - ¡Marcus! - exclamó esta, en señal de reproche - Seguro que, mi amiga tiene una explicación para ello. ¡Por supuesto que, la tenía! Sentía asco y repulsión de estar cerca de ellos. La sola idea, le producía náuseas. Pero no, no se los confesaría aún. No iba a darle el gusto a ese par de verla destruida y sufriendo por lo que, le hicieron. A cambio de eso, tenía algo planeado mucho mejor. - Pues espero que, sea lo suficientemente buena. No pienso tolerar que, me humilles y trates de esta manera. - Estaba resolviendo algunos inconvenientes con unos pedidos. - ¿De madrugada? - le interrogó Sophie sin creerle - Pero a mí, nadie me llamo informándome de ningún problema. — enfatizó la muchacha. Y es que, ambas trabajaban juntas en un emprendimiento de dulces y pasteles con diseños que, realizaban por encargos. Aunque, la realidad era que, la que, los hacía era ella, mientras que, Sophie solo se encargaba de la parte de relaciones públicas y de interactuar con los clientes para saber lo que, querían y entregarles el producto. Pero habían crecido tanto últimamente que, incluso, alquilaron un pequeño local en el cual llevaban a cabo su trabajo. Siempre que, un cliente quería hacer un encargo, se comunicaba con ellas a través de las r************* o el número telefónico de ambas. Lo que, le parecía extraño, era que, si había surgido algún inconveniente, solo llamaran a Alana por ello. - Es que, les pedí que, no lo hicieran. — sonrió. - ¿Por qué? - indagó esta incrédula. - No era tan grave ni grande como para necesitar que, tú también estuvieras allí. - ¿Vas a decirme que, en eso, pasaste toda la noche? - le espetó él en tono acusatorio. ¡Vaya, descarado! ¿Cómo se atrevía a reclamarle o acusarla de algo, cuando era ella quién debía hacerlo? - ¡Por supuesto que, no! - dijo mostrándose divertida en clara señal de que, eso no era posible - Es obvio que, lo que, no me permitió llegar a casa fue la lluvia. ¿No se han dado cuenta, ninguno de los dos que, no paró de llover en toda la noche? Aquel par se miró el uno al otro con expresión culpable, pero no de remordimiento. - Que, por cierto, ¿Desde cuándo estás aquí? - preguntó a su amiga - No me irás a decir que, desde anoche, ¿Verdad? Porque, no comprendería cómo llegaste. Sophie sonrió algo nerviosa. - No, claro que, no. Llegue hace poco. Luego de llamar a Marcus y que, este me confirmara que, seguías sin aparecer, me vine inmediatamente para acá. Claro que, de haber sabido que, estabas en el local, habría ido allí en lugar de venir aquí. Alana asintió con una media sonrisa. - Claro. ¿Te puedo pedir un favor? - El que, quieras. - Cancela todos los pedidos de hoy y de esta semana. - Pero… - No. — sacudió las manos frente a ella - No me siento en condiciones de atender ninguno ahorita. De verdad que, el estrés de organizar mi matrimonio, la enfermedad de mi padre, el trabajo, están por hacerme colapsar. - ¿Te sientes mal? - se mostró Sophie preocupada. - Es solo cansancio. Estoy segura de que, luego de unos días de reposo, estaré bien. Su amiga asintió. - Ahora, si me disculpan, quiero ir a darme un baño y acostarme a dormir un rato. - Claro, ve. Yo me encargo de notificar a los clientes de nuestra ausencia. *** Nathaniel se sentía de pésimo humor ese día. Se suponía que, después de haber pasado una noche increíble con aquella hermosa desconocida, debería de sentirse feliz y satisfecho. Pero no le agradó el hecho de que, su padre, lo llamara tan temprano y lo hiciera viajar a Grecia, en un asunto que este, consideraba importante: Madison. Ni siquiera alcanzaba a comprender, ¿Qué demonios estaban haciendo esa mujer y su padre allí? Y lo que, más le irritaba, era que, no pudo despedirse de su dulce y atractiva acompañante. Por supuesto que, había llamado a su hombre de confianza para pedirle que, la buscara y averiguara todo lo que, pudiera de ella. Pues, tenía planeado, no una relación seria con la mujer, pero sí extender su placentera aventura. Mientras, debía de resolver lo que, fuera que, lo había llevado hasta ahí. - Nathaniel. Me alegra que, fueras tan diligente y vinieras cuanto antes. - Dijiste que, era importante. — respondió - Señor, señorita Grant, qué gusto volver a verlos. — les saludó. Estos se pusieron de pie, dejando de lado la merienda por unos segundos. Madison esbozó una sonrisa coqueta y triunfal que, no le agrado a Nathaniel en lo absoluto. - El gusto es mío. No tienes idea de cuán feliz me hace que, estés aquí. - Gracias. — respondió sin saber qué decir y procedió a tomar asiento junto a ellos en la mesa. Su padre hizo señas a una de las criadas para que, le sirvieran a él también la merienda de media mañana. Y cuando lo hubo hecho, dejándolos solos en privacidad, se atrevió a preguntar sin poder aguantar tanto misterio e incertidumbre. - Podría saber, ¿A qué se debe esta reunión tan repentina? No creía que, se tratara de negocios, puesto que, Madison estaba allí presente. Y esta, era tan poco inteligente que, no imaginaba que, fueran a llevarla por asuntos de trabajo. Así que, debía de ser algo más. - Siempre tan impaciente y directo. — se burló su padre seguido del amigo de este. A él, esa situación no le causaba ninguna gracia, aun así, aguardó en silencio hasta que, le aclararan las cosas. - La verdad es que, mi buen amigo y yo, estamos preocupados por ciertos detalles. - ¿Cómo cuáles? - Se acerca la reunión anual con nuestros empleados. Esa fiesta en la que, celebramos su desempeño laboral durante el año y los incentivamos a continuar su arduo trabajo. - Lo sé. - Sin embargo, este año nos preocupa el hecho de que, nuestros empleados, vean a la imagen de la empresa, en este caso tú, soltero o paseándote con una y otra mujer como acostumbras. Nathaniel tosió al sentir que, se atragantaba con el chocolate que, llevaba a su boca justo en ese momento. Desde su punto de vista, vivir la vida de esa manera, no tenía nada de malo. Y menos cuando, muchos de estos empleados que, ellos decían, tenían un estilo de vida similar a la suya. - No comprendo. - Es fácil, estimado Nathaniel. — intervino el señor Grant - Hemos pensado que, este año, podrías presentarte en la reunión de celebración en compañía de mi querida hija. Arqueó las cejas, sorprendido por eso, con una mueca de desagrado en los labios. Aquella idea era estúpida y más aún la razón por la cual la exponían. - Incluso, - continuó este - podrían anunciar un compromiso para darle mayor estabilidad y presentación a la empresa de tu familia y a los negocios que, tengo con ustedes. ¿Qué te parece? Podemos unir nuestras empresas en una sola si ustedes dos se casan, una gran oportunidad para todos.
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