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MAFIOSO

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Blurb

Demian Morgan era catalogado como un ser despreciable, frió de corazón y carentes de sentimientos para con cualquier persona. Era un asesino y codicioso. Pero todo eso le valía un carajo.

Su lema era, mientras mas cruel seas con las personas mas rápido caerán tus enemigos. La piedad estaba fuera de su diccionario junto con el amor. Pero todo podía cambiar con tan solo un chasquido de dedos, o simplemente una simple confusión en la parada de autobús.

Cuando este mafioso le encarga a sus empleados secuestrar a una chica en la estación de autobús y estos le llevan a la mujer equivocada, es allí cuando Demian Morgan se da cuenta que tendría muchos problemas con la llegada de esa joven a su mansión y desolada vida. Notando que al final era un hombre sumamente celoso, obsesionado pero sobre todo posesivo.

La vida de Aurora no sera nada fácil cuando caía en las manos del Mafioso.

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El Pedido esta hecho
Prefacio Personas iban y venían, caminaban de un lado para otro… algunos se bajaban de autobuses, y otros subían a estos con maletas en manos. La expresión de agotamiento de estos viajeros indicaban que llevaban largas horas de viaje, sin el debido descanso. Otros parecían un poco perdidos, preguntando y buscando direcciones. La estación de autobús de Oregón era un completo caos… Mientras que dos hombres esperaban sentados en la banca de la estación de autobús, atraviado con lentes oscuros y trajes fúnebres aguardaban en la espera de encontrar las descripciones de una  joven mujer que les había sido encomendada a buscar, o bueno mejor dicho a secuestrar. —¿Cómo es la chica que buscamos? Pregunta la voz de uno de estos vigilantes. —Baja, contextura delgada, bonitas piernas y cintura estrecha. Pechugona, de piel canela y cabello castaño oscuro. —Suena a una chica bastante común. —¡Lo es! Pero es la que ordenaron buscar. —¡Mira! ¿No es esa? Su compañero voltea en la dirección que se le señala el otro. —¡Esa misma es! Sonríe. —  Justo a tiempo. —Vamos a por ella… hace amago de ponerse en pie. —Calma, eres un novato. Las cosas no se hacen así. Observaron a la joven bajar de un autobús, con una pequeña maleta morada. Y como el más experimentado de los dos hombres sospechaba, la mujer se dirigía al baño. Después de pasar tantas horas sentada era más que obvio que necesitaría ir al baño de damas. Y esa sería su oportunidad de actuar. La siguieron, sin que ella o alguna otra persona se diera cuenta. Aunque lo segundo no era importante, ya que nadie se metía con ellos. Todos los habitantes de Oregón (Estados Unidos) conocían a la perfección quien era su jefe y a que se dedicaba. La joven caminaba de forma distraída hacia el baño, ajena al asecho al que estaba siendo encaminada. Entrar al servicio de damas seria su maldición. Para su mala suerte, el baño solo contaba con dos ancianas que se lavaban las manos. La chica entro a un cubículo y se dispuso hacer sus cosas. Por otro lado, los vigilantes entraron en el baño haciéndoles una señal a las ancianas de que guardaran silencio y salieran del baño. Estas asintieron de inmediato completamente asustadas abandonando el baño. Los sujetos esperaban a que la joven terminara y saliera. Una vez que escucharon el pestillo de la puerta de metal abrirse, la joven salió. La chica quedo estupefacta al ver a un hombre ante ella con expresión intimidante. Inmediatamente el más experto en el trabajo cubrió su boca con un pañuelo húmedo, adormeciéndola, mientras esta caía desmayada en brazos de su captor. —Lo ves, fue fácil a mi modo. —¡Tengo mucho que aprender! —Idiota… morirás muy rápido en este trabajo.    [...] Sentado en su escritorio, revisando una cantidad de documentos que tenía pendiente. Cada vez que Demian Morgan salía de viaje por asuntos de trabajo se le acumulaba una suma de papeles exorbitante en su escritorio. Algo de lo que su ineficiente secretaria no se podía encargar. Solo continuaba trabajando para el porqué le daba buen sexo en la oficina, o al menos cuando lo necesitaba, del resto, ya estuviera tres metros bajo tierra la hija de puta. Porque como secretaria era un asco. Frustrado por tener que leer tanto tiro los documentos en su escritorio mientras se frotaba el puente de la nariz. Unos toques en la puerta lo sacan de sus pensamientos, la puerta se abre y luego le da paso  a unas largas piernas blancas. Ver a su secretaria ataviada con esa mini falta podría llegar a ser un delito, calentaría a cualquier hombre con sangre en las venas. Si, esa era la razón del por cual aún continuaba siendo su secretaria. —Señor Morgan, sus hombres han llegado. Anuncio con voz seductora. —¡Ah sí! Has pasar a esos idiotas. Contaba con que hubieran hecho bien su trabajo, la última vez lo único que pudieron hacer fue un completo desastre. Que al final tuvo que arreglar el mismo. Al cabo de un segundo entraron en su oficina, como siempre vestidos con ropa de marca. Jamás entrarían en su empresa mal vestidos. —¡Jefe! Saluda uno de ellos. —Lárgate Gabriela. —¡Si señor! —Jefe, el trabajo está hecho. —¿En serio? Pregunta con sarcasmo. —Eh, sí señor. Está en la casa ahora mismo. —¿En la celda? —Sí señor. —¡Muy bien! Espero que no la hayan cagado malditos, porque los matare. Les respondió serio. Los hombres tragaron saliva en el acto, mientras que guardaban silencio. Demian Morgan no se andaba por las ramas con nadie. Ni mucho menos, nadie se jugaba o burlaba de él. —Pueden irse. Termino la conversación retomando la pila de documentos pendientes. —¡Si señor Morgan! Demian Morgan influenciaba miedo, temor, pavor a quien lo conociese. No era calificado por ser simplemente un magnate  empresario. Todo aquel que habitaba en Oregón, sabía que Demian era un mafioso. Era la ley, un asesino, y se hacía lo que él así decidía. Había eliminado la mayor parte de sus enemigos, y la otra parte prefiero unírsele que estar en su contra. Aunque él no confiaba ni en su propia sombra, bajo su gran imperio de empresas, existía una gran oscuridad oculta. Asesinaba sin piedad, y no le interesaba quien pudiera ser, solo lo hacía. Su control estaba fuera de sí, su mente trabaja por si sola y era la gobernante de sus acciones. Aun si él no quisiera matar a alguien igual lo hacía, porque estaba en su naturaleza, en sus genes, en su sangre. Su abuelo lo era, y su padre también, ¿Por qué el seria la excepción? El mundo estaba lleno de ratas, que debían ser eliminadas. Personas que no merecían la pena del perdón o la piedad. Personas podridas por dentro, que provocaban el asco de cualquiera. El odiaba a ese tipo de gente, y por eso los mataba. Lo hacía sentirse bien, pero no completo. Por alguna razón algo faltaba en su vida, y no sabía el que. Matar le daba satisfacción pero había algo más. Negó mentalmente, no había nada más. Solo la muerte de todo aquel c*****o que se interpusiera en su camino. Levanto la bocina del teléfono. —Dígame señor Morgan. —¡Ven! Solo tenía que decir esas palabras para que Gabriela entendiese que necesitaba un buen sexo, aplacaría todos sus absurdos pensamientos de que le faltaba algo más. De momento se conformaría con follarse a la secretaria, y después resolvería el asunto de su puto cliente molesto. Gabriela apareció en la entrada cerrando la puerta detrás de ella. Camino con pasos decididos hacia él mientras se quitaba la ropa, y no es que tuviera mucha puesta. Ella era alta, rubia, ojos azules de labios carnosos, típica prototipo de secretaria. Una vez desnuda  sabía bien lo que tenía que hacer, lo que le gustaba y lo que no. Estaba al tanto de que a ella no le gustaba follar con él, pero no tenía otra opción con una hija de dos años a quien mantener gracias a que la embarazaron y luego la dejaron. Le toco trabajar, y como él le pagaba una buena pasta, para lo poco que hacía, acepto acostarse con él a cambio de darle una buena vida a su hija. Era grandioso poder manejar la vida de alguien, sobre todo el de las de las mujeres. Mancillaras y domarlas era su especialidad. Gabriela le daba buen sexo, aunque ella nunca lo disfrutara.  Pero eso le valía  a Demian. […] Un tanto desorientada y aturdida se sentía Aurora Deverux, la cabeza le daba vueltas y su estómago era un revoltijo líquido que sospechaba que expulsaría en cualquier momento. Se incorporó un poco y logro abrir los ojos ¿Dónde estaba? Después de despertarse, se fijó que se encontraba en el suelo de una… ¿celda? —¿Qué fue lo que me paso? Se dijo para sí. Intento levantarse pero una cadena con grillete la tenía tomada del tobillo. La desesperación comenzó apoderarse de ella, lo último que recordaba era que se había bajado del autobús para ir al baño y volver a subir al tedioso transporte para llegar a su destino. Pero cuando salió del cubículo, había un hombre alto e intimidante delante de ella, y luego algo cubrió su boca y nariz adormeciéndola. ¿La secuestraron? ¿A ella? ¿Por qué? Si no tenía un centavo, ni familia adinerada. ¿Qué estaba pasando? Todo estaba tan oscuro que apenas y si podía ver la luz por los barrotes de la celda, ¿estaría detenida? ¿Pero porque? No hizo nada malo. La celda en la que se encontraba parecía a las de las prisiones, pero entonces ¿Por qué la durmieron? No era necesario para detenerla. Cielos, estaba asustada. Pensó miles de cosas, los peores escenarios del porque se habían llevado a una joven de veintitrés años de una estación de autobús. La respuesta era fácil, “prostitución” “tráfico de órganos “prostitución” era lo único que pensaba. La iban a prostituir. Los nervios hicieron mella en su alma, su cuerpo se congelaba y no era precisamente del frio. Sino del terror, temblaba como un flan. Había escuchado tantas historias de chicas que las raptaban para prostituirlas, y le hacían una cantidad de cosas tan asquerosas. Se asustó aún más, porque ella… Ella, era una chica virgen. ¿Qué pasaría cuando el causante de su secuestro se enterase de eso? La venderían como el objeto más preciado por ser virgen, y luego sería una de las miles de chicas abusadas sexualmente. —¡Mierda! Aurora tienes que dejar de leer esas malditas novelas joder. Sentada agarrándose las rodillas, comenzó a idear un plan. Tenía que salir de esa, primero no demostraría miedo. Si lo hacía estaría perdida, lo más probable es que el jefe sea el primero en ir a verla. Claro tiene que cerciorarse del producto que venderá. Detestaba llamarse así misma producto pero eso era lo que era. Y como siempre, desde que pasaba por algo realmente malo nunca lloraba. Podía ser terrible la situación pero desde que tenía siete años no había llorado ni una sola vez. Desde esa fatídica noche, Aurora no había vuelto a llorar más. Era como si hubiera reprimido todos sus sentimientos de la noche a la mañana.

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