En pijamas

1101 Words
– ¿Y qué quieres ser cuando crezcas, Oliver? Me preguntó Tulio mirándome fugazmente y después el camino. –Quiero ser piloto de carrera. –Respondí–Pero tengo miedo de decírselo a mamá. Creo que me dirá que no. –¡Vaya! Es emocionante. ¿Y por qué eso? ¿Qué hizo que quisieras conducir a alta velocidad? –¡Me encantan los carros de carrera! Le pedí a mamá que me enseñara a conducir y ya he tenido mi primera clase, quedó sorprendida de lo bien que lo hice. –Pero sabes que eso es muy arriesgado ¿verdad? Muchos pierden la vida en ese deporte, no es por infundirte miedo. –No lo haces. –Le dije muy seguro–Sé cuáles son los riesgos de ese deporte y estoy dispuesto a entrenarme muy bien. –¿Y piensas hacerlo profesionalmente o como un hobby? Por qué me imagino que Yvana querrá que te hagas de una profesión –La complaceré entonces y mientras perfeccionó mi aprendizaje. Tulio rió fuerte, tanto que la canción de Mecano en la radio dejó de escucharse. –Me gusta tu seguridad, Oliver. Mis hijos aún no saben que harán y ya uno tiene 17. –Les falta orientación. Oye, ¿me dejarías cerca de la casa, a una cuadra? Es que quiero hacerles creer que viajé solo en un taxi, todos ellos son mayores que yo por un año y siempre andan llamándome niño. –No sé Oliver, no creo que sea buena idea. –Tulio miró en varias direcciones. –Esto está muy solo. –Mucho mejor. –Saqué la cabeza por la ventana. –Mira, una pareja pasea sus perros. Aquí, detente aquí y me podrás observar entrar, esa es la casa. –Le señalé la casa blanca donde vivía Geral, ya había venido unas tres veces con mi madre, a sus cumpleaños. –Caminaré derecho hasta allá y gritaré si veo algo extraño. Todavía era temprano, era una zona segura. Mamá dice que las zonas seguras son aquellas que no salen en las noticias y cuyos habitantes se resguardan en sus casas en cuanto anochece. –Está bien, pero caminaras rápido. –Muy rápido. –Me solté el cinturón en cuanto frenó pegado a la acera de enfrente a la casa de Geral. –Enrollaré el ruedo de la pijama para que tropiece con nada. –Bien, te estaré viendo. Una vez enrollé los ruedos de mi pijama verde botella, diseñada por mamá, bajé del carro, abrí la puerta de atrás, saqué mi morral, la siguiente bolsa y cerré. –Gracias, Tulio. –Le dije y crucé la calle `para seguir por esa acera. Él había apagado las luces pero el motor seguía encendido. A unos metros ya estaba en el portón de la casa de Geral, volteé a verlo, de hacerlo mis amigos, que de seguro estaban esperándome no me creerían el cuento del taxi. El bolso me pesaba un tanto, me detuve para arreglármelo en el hombro cuando... –Oliver. –Me llamaron de entre un arbusto en el jardín grande la casa. –¿Sí? –Me tomaron por los hombros, mi cara la cubrieron con un trapo y tuve que buscar aire. Frente a mí se acercaba alguien con una máscara de Freddy Krueger, horrible y con la mano me daba entender que me calmara, pero no podía respirar y al mismo tiempo respiraba agitado hasta que mi mente quedó inconsciente. Desperté de golpe. ¿Dónde estoy? La cama está fría, hace frio y mucho silencio. Me senté, estaba un poco mareado. –¡Sáquenme de aquí! –Grité. No había que ser muy inteligente para saber que me habían secuestrado. –¡Sáquenme de aquí, mi madre no tiene dinero para apagar lo que valgo! Nada. Ni un sonido. ¿Era de noche o de día? Me perdí la pijamada, mi primera pijamada. –¡Mamáaaaa! ¡Mamáaaaa sácame de aquí! Miré alrededor. No había ventanas. Solo una mesita y sobre ella mis juegos. Mi bolso en el piso a un lado de esa mesa y un televisor en la pared. Me levanté y lo encendí. Toda la habitación era blanca y noté una puerta. Fui corriendo y la abrí, un baño, tampoco ventanas. Necesitaba el baño para el número uno. Cuando salí estaba parado, frente a mí, junto a la cama, El Ratón Pérez. –Que máscara tan ridícula. –Le dije sin moverme. –Te traje comida. –Señaló la mesita y ahí estaba una bandeja con comida, pollo, puré y pan. – ¿Qué hora es? ¿Por qué me traes almuerzo? –Come. –Dijo y salió aprisa. –¡Ey, vuelve! Quiero llamar a mi mamá, llévame con ella, ya te dije que no tenemos dinero, ¿para qué me tienes aquí? Fui y golpee esa puerta y traté de abrirla pero era inútil, y había tanto silencio que me quedaba solo comer. Miré el televisor y le subí todo el volumen, busqué algo ruidoso con un control que estaba en la mesita y cambié los canales hasta que encontré música de Oscar de León y ahí la dejé. Fui a cada una de las paredes y las golpeé fuerte. –¡Sáquenme de aquí! ¡Quiero a mi mamá! La puerta se abrió y apareció el mismo Ratón Pérez, me detuve. Era alto y la camisa apretaba sus brazos. –Es inútil el ruido que haces, quedarás sin voz y nadie puede escucharte. –Tu sí. –Sí, solo yo. –¿Quién eres? –Intenté acercarme pero él retrocedió–Llévame donde mi mamá, ella es... –Sé quién es tu mamá, es por ella que estas aquí. Salió. –¡Espera! –Fui a la puerta–¡No quiero estar encerrado aquí! ¡Busca a mi mamá! ¡Oyeeee! Mamá seguramente estaba desesperada, pensándolo peor, culpándose por no haberme llevado ella a la pijamada. Mi pijamada, la primera de mi vida y la había perdido gracias a estos extraños. ¿Por qué estaba aquí por mamá? Que supiera no tenía enemigos, solo amigos, muchos amigos y ellos seguramente me encontrarían y harían pagar a este ridículo Ratón Pérez y al Freddy Krueger que viera. ¿Serían el mismo? En las películas no eran los mismo, cada uno usaba una máscara con lo que se identificaban, ¿qué clase de persona era este Ratón? Pronto entendí, al pasar el largo rato de mi soledad, que no solo quedaría mudo sino también sordo, así que llevado por un cansancio inevitable, apagué el televisor y volví a dormir.
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