Capítulo 2. Un duro golpe de realidad

1491 Words
Una mujer caminaba por las oscuras y desérticas calles con una niña de la mano, el reloj se movía segundo a segundo, cada vez más cerca de media noche. Caminaron tanto como pudieron hasta llegar a una casa enorme en medio de la ciudad, la mujer trago fuerte y contuvo el llanto. Giro viendo a la niña que tomaba de la mano, era la última oportunidad que tenía de detallar su rostro y quedarse con el recuerdo para siempre. "Esto es lo mejor", se repitió una y otra vez. —Toma esto —le dijo con voz rota, la pequeña que la veía no tenía ni idea de lo que ocurría, pero de todas formas tomo la hoja de papel doblada que le estaba dando—. Esperaras aquí ¿de acuerdo? —la niña asintió con su cabeza. La mujer soltó la mano de la niña, dirigió sus dedos al timbre y toco dos veces. Le sonrió como acto de despedida, y con las lágrimas cayendo por sus mejillas, se dio media vuelta y se fue. La pequeña observo la espalda de la mujer alejarse y sintió ganas de llorar. Pronto, las luces de afuera se encendieron cegando sus ojos verdes e iluminando su cabello obscuro. La puerta se abrió con un crujido y dio paso a una mujer muy joven con un vestido ligero de color celeste que primero se vio confundida, pero pronto todo lo que mostró fue preocupación. —Por Dios —susurro sorprendida, pero no lo suficiente, el mundo era cruel y no había mucho que hacer al respecto, todo lo que quedaba era ayudar a los más inocentes. Termino acercándose con cuidado—. Hola pequeña —dijo mientras se agachaba evitando hacer movimientos bruscos—, ¿cómo te llamas? —su tono era dulce y calmado, ocultando la lástima que era inevitable al ver a otra criatura más, ser abandonada. —Yo, yo —ella no sabía cómo se llamaba, en realidad no sabía nada—. No lo sé —la niña soltó un sollozo asustadizo y vio al suelo. —Tranquila —con miedo de ahuyentar a la pequeña de ojos verdes, puso su mano sobre su diminuto hombro, casi temiendo hacerle daño, la consoló en silencio. Diminutas gotas comenzaron a caer del cielo para aterrizar en sus cabezas. Ambas vieron hacia arriba, la pequeña sintió algo extraño removerse en su interior. Entraron y la niña le tendió la nota a la mujer sin saber que más hacer. Luego de que esta la leyera, le sonrió con dulzura y se agacho a su altura. —Nerea, ese es tu nombre —dijo con suavidad. Ambas sonrieron—. Yo soy Loren, voy a cuidarte desde ahora. [...] 11 AÑOS DESPUÉS El orfanato había sido mi hogar desde siempre, las monjas que se encargaban de nosotros eran buenas personas, no tenía nada que reclamarles, ellas hacían lo que podían con lo poco que tenían. Pero no todo era perfecto y en los últimos años no había podido ignorar más el hecho de que sentía que me estaban ocultando algo. Estaba a punto de cumplir dieciocho, o eso era lo que creían las monjas, después de todo nadie conocía mi fecha de nacimiento y eso era exactamente por lo que necesitaba saber más. Quería saber más. —Tu nombre, eso es todo lo que había. ¿En verdad mi nombre era todo lo que había dentro de esa hoja doblada en cuatro? Negué, la nota no podía ser tan corta. —Madre Loren, por favor ¡no mienta! —lágrimas de frustración me nublaron la vista. —Nerea, basta, esta conversación ¿Cuántas veces la hemos tenido ya? —Demasiadas. —Entonces ya deberías saber que no miento. —El problema es que no le creo. Con la impotencia aplastándome el pecho salí corriendo de la pequeña oficina de la directora del orfanato, de la monja que abrió la puerta esa noche, la mujer que me dio consuelo en los últimos años, la persona que cedió más de lo que era su deber dar. Podía sentir sus pasos detrás de mí, persiguiéndome por los pasillos del sombrío edificio que me había acogido por toda una vida. Empuje hombros conocidos y aleje rostros sorprendidos por la joven que corría entre ellos como si hubiera perdido la cabeza.  —¡¿A dónde vas?!—una de las monjas intento detenerme pero simplemente la hice a un lado. "¡No quiero seguir aquí!". Atravesé mas pasillos y bajé las gradas tan rápido como pude hasta el sótano, con el corazón en la garganta, me subí a un banco de madera viejo y sucio para llegar a una pequeña ventana que daba hacia la calle, me escabullí por ahí, arrastrándome sobre la acera y jalando mi cuerpo hacia afuera. "¡No me quedare aquí!". —¡Nerea! ¡Regresa! —mire hacia atrás una sola vez, la Madre Loren me veía a través de la pequeña ventana, otras monjas estaban a su lado, pero sus rostros afligidos no me detuvieron. Solo quería estar tan lejos como fuera posible. Corrí hasta que mis pulmones ardían con cada inhalación. Estaba tomando una decisión inteligente, seguramente no, pero era solo una niña tonta. No quería ser una huérfana. No quería que mi primer y único recuerdo fuera el de una mujer abandonándome en medio de la acera.  En algún punto mis pasos se fueron enlenteciendo y terminé caminando hasta que oscureció. Supe desde el inicio que no tenía rumbo y acabaría perdida, pero no deje que me importara hasta que el sol estuvo a mis espaldas, desapareciendo en el horizonte y abandonándome en las oscuras calles de una ciudad que jamás había visto sin una ventana de por medio. Continué un paso tras otro, sintiéndome cada vez más insegura al darme cuenta de que nadie más transitaba por ahí. Respire profundo y me trague el miedo. Solo se escuchaban mis pasos chocar contra el pavimento desgastado. Comencé a mirar a todos lados con insistencia, rogando para que alguien, quien fuera, apareciera y me ayudara a regresar. "Dios, esto fue un error". No llevaba nada conmigo, solo una simple camiseta, jeans desgastados y tennis. Había sido tan irracional como para escapar sin siquiera un abrigo. Estaba asustada. Tanto que sentía como si algo se me enroscara en el pecho. El ruido de un motor acercándose detrás de mí me sobresaltó, quise apartarme de la calle pero no fue suficiente. Con terror vi a tres hombres bajar del auto para agarrarme de los brazos. —Oigan ¿Qué es lo que… —uno de ellos me tomo por el cabello— ¡No! ¡Déjenme! ¡NO! —comencé a llorar y forcejear histérica—, ¡Suelten...! —un agudo dolor en el cuello me hizo comprender que jamás me soltarían. En poco tiempo mi cuerpo dejo de reaccionar y quede a la deriva. Mi vista comenzó a obscurecerse hasta que todo desapareció. [...] Abrí mis ojos con esfuerzo, mis párpados pesaban y la luz que se filtraba al abrirlos era casi dolorosa. Tras ajustarme, supe que frente a mi había una pared blanca con grietas. "¿El orfanato?". La realidad me dio un duro golpe cuando llego a mí. "No, eso no es lo que paso". Cerré los ojos y temí por mi seguridad. Respiré, pero el oxígeno no me era suficiente, la angustia lo consumía todo, estaba asfixiándome en miedo. Una mano se posó en mi hombro con suavidad. —Sé que estas despierta —me levante de golpe. Una joven de cabello n***o y ojos miel me veía con compasión—. Tranquila —susurro—, yo no voy a lastimarte —su sonrisa me recordó a la de los niños cuando uno nuevo llegaba al orfanato. Llenas de lástima. —¿Dónde estoy? —la pelinegra apenas abrió la boca cuando una mujer con tacones de leopardo azotó la puerta de la habitación, mi campo de visión se amplió, no estábamos solas, había cuatro chicas más y todas parecían temblar de miedo en presencia de esa mujer con ropa ridícula. —¡Analís, Sarah! Su turno —dos chicas se levantaron con angustia de sus camas. Creí que se iría sin decirme nada, pero antes de darse la vuelta su atención se desvió hacia mí—. Vaya, veo que la nueva ya despertó —me vio con desprecio—. No eres la gran cosa —camino hasta la puerta e hizo salir a las dos chicas que había llamado—. Renata, explícale todo —dijo con una sonrisa burlona. —Yo no... Fue muy tarde, la señora ya había cerrado la puerta. —¿Qué es lo que me tienes que explicar? —la vi a los ojos, se veía tan insegura y nerviosa que me hizo entrar en pánico. Sabía que estaba jodida, pero no qué tanto. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD