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Nuestro Destino

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Blurb

La vida de Claire Hollande, da un giro inesperado, luego de que, su prima le tendiera una trampa al joven y apuesto Duque de Sutherland, Ryan Wayne. Trampa en la cual, ella se ve envuelta y es señalada por toda la sociedad de Londres.Casarse con un completo desconocido, por el cual no sentía ningún tipo de afecto, no estaba en sus planes.Por su parte, Ryan Wayne, no siente absolutamente nada por la mujer con la cual debe contraer matrimonio, una joven francesa de la alta sociedad, muy hermosa y angelical.Sin embargo, después de ser descubierto en una situación comprometedora con la dama, su condición de caballero le obliga a convertirla en su esposa. Pero eso no significa que, vaya a amarla y serle leal. Y menos después de que, según su criterio, ella es la culpable de toda aquella situación.

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Prólogo
-¡Oh! – exclamó Lady Alice con ojos bien abiertos y llenos de malicia. Claire la miró con horror tratando de cubrir su vergüenza. Se encontraba en una situación algo vergonzosa debido a que, tras sospechar que su prima Agnes tramaba algo, Claire la siguió al oscuro jardín, donde esta se había adentrado para impedir que cometiera una locura que pudiera dañar su reputación y la de su familia. Sin embargo, todo estaba tan a oscuras que, sin poder mirar bien por donde andaba, accidentalmente tropezó con una piedra y cayó sobre una serie de rosas que allí había, rasgando parte de la blusa de su vestido y proporcionándose unos cuantos leves rasguños que, ardían sobre la piel de sus brazos desnuda. Pero eso no había sido lo más grave de aquella situación. No. Lo realmente preocupante en ese momento era que, por alguna razón misteriosa del destino, el Duque de Sutherland, Ryan Wayne, había ido al jardín seguido de ella. El pobre se había compadecido de su lamentable estado al encontrarla sobre el suelo, así que, como el caballero que era se dispuso a brindarle su ayuda. Y fue justo cuando el Duque, se quitó su abrigo y se agacho sobre ella para prestarle su ayuda, cuando Lady Alice los encontró. A la vista de cualquiera esa era una situación bastante embarazosa e indecorosa: ella con el vestido todo rasgado y él sin el abrigo prácticamente sobre ella. No era necesario ser muy inteligente, para después de ver la expresión de Lady Alice, y no saber lo que esta, estaba pensando en ese momento. Esa mujer debía de estar creyendo que, ellos solían verse a escondidas para de esa manera, mantener relaciones intimas extras maritales. Y por desgracia para ellos, Lady Alice, era la dama más cotillera y maliciosa que pudiera existir en todo Londres. No existía una sola persona que hubiera caído en su lengua viperina y no hubiera sufrido la deshonra que sus chismes malintencionados le ocasionaban. -¡Maldición! – dijo el Duque entre dientes al darse cuenta de quien los había visto. Poniéndose en pie, se volvió hacía la mujer mayor que tenían de espectadora, olvidándose por completo de la dama por la cual se encontraba en apuros. Debía de hacer algo y pronto sino quería verse envuelto en un escándalo. Aunque conociendo a la mujer como la conocía, veía casi imposible que eso no sucediera. Aun así, debía de intentarlo si quiera. -Lady Alice. – saludo con una reverencia. La mujer soltó una risilla, abanicándose un poco como avergonzada. - No. No se detengan por mí, Lord Sutherland. - No estábamos haciendo nada. My Lady ha sufrido un pequeño accidente y me he dispuesto a ayudarle. – le explico rogando al cielo que, por lo menos, la oscuridad le hubiera impedido a la mujer mirar con claridad quien era su acompañante. - Claro, por supuesto. Es usted todo un caballero. – le dijo esta algo sugerente – Seguro que Lady Hollande, se siente honrada de que un Duque como usted le preste un mínimo de atención. – continuó destruyendo por completo sus esperanzas. - No es lo que usted piensa. - Seguro. Igual no los interrumpo más. Yo he de volver a la velada junto a los demás, con su permiso. – dijo la mujer riendo y apresurada por volver. Ryan cerró los ojos desesperado. Sabía perfectamente porque, Lady Alice, tenía tantos deseos por volver a donde estaban todos, para poder contarles lo que acababa de ver. Por supuesto que, la mujer les haría creer que ellos estaban haciendo mucho más de lo que realmente había visto,haría ver ese encuentro inocente como una falta grave a las normas de la sociedad. Quiso salir corriendo tras ella e impedírselo, pero el quejido de Lady Hollande lo detuvo. Se volvió hacía ella y la miró con el ceño fruncido. La joven se había puesto de pie e intentaba cubrir la zona que había quedado al descubierto tras que su vestido acabara destrozado por las rosas de aquel jardín. Se veía tan hermosa y tan frágil, aun así, con la piel y el vestido rasgados y algo sucios por la tierra en la cual había caído. Lady Claire Hollande, era una francesa con el cuerpo y la figura perfectamente delineada. De piel blanca, ojos claros, cabello ondulado de color castaño claro. Y tenía un rostro angelical e inocente, que hacían caer a cualquiera a sus pies. -Será mejor que se ponga esto. – le dijo ofreciéndole el abrigo que se había quitado unos minutos antes. Ella asintió tímidamente y lo acepto. Tomo el abrigo entre sus manos y se lo colocó con la cara roja por la vergüenza. -Lady Alice... - comenzó a decir ella algo acongojada. -Me temo Lady Hollande que, estamos en un grave apuro. Seguramente esa mujer, ha de estar diciéndole a todos lo que acaba de ver. -Pero, sino hemos hecho nada. -Eso es lo de menos. Lady Alice, le hará creer a todos que usted y yo... No terminó la frase por respeto y consideración a la dama. Conocía muy bien como era criadas y educadas las damas de sociedad, con tantos tabús y restricciones que, estaba convencido que, Lady Hollande, no estaba para nada acostumbrada a tener ciertos temas de conversación y menos con un caballero. -Debemos hablar con ella, explicarle lo sucedido... -Ya lo he hecho. Claire asintió. Sabía que lo había hecho, ella misma lo había escuchado hacerlo pero, por alguna razón le daba la impresión de que, Lady Alice no había creído nada de lo que él le había dicho. O tal vez no le interesara porque, de esta manera tendría a alguien que destruir ante los demás. Ese parecía ser su pasatiempo favorito. -Y no creo que aquello haya servido de algo. -Pero... -Lo siento.-se disculpo él. Pero, aquello no era su culpa, pensó Claire. Agacho la cabeza mordiendo sus labios y reprimiendo las ganas de llorar. ¿Cómo era que se había metido en aquel lío? -Claire. – escuchó que la llamaba su prima. La había olvidado por completo. Alzó el rostro a mirarla. Agnes, tenía la mano sobre su cabeza y se veía bastante afligida. -Agnes. -¿Qué estás haciendo aquí? <<Muy buena pregunta>> se pregunto Ryan internamente. ¿Qué demonios hacía una dama de su clase escabulléndose en aquel jardín? Por lo general las damas que lo hacían. Lo hacían con una intención, encontrarse a solas con algún tipo de amor clandestino, un amante. Aun así, a pesar de ello, Lady Hollande, no le parecía precisamente el tipo de dama que hiciera esas cosas. Le parecía tan inocente, tan pura y angelical que, le resultaba imposible imaginarla en situaciones poco decorosas con algún sinvergüenza. -Yo... - comenzó la dama a decir a punto de llorar – Te estaba buscando, pero... -¡Que tonterías! – replico la otra dama entre dientes, furiosa- ¿Acaso te he pedido que lo hicieras? -Pero Agnes... -Y usted Monsieur Sutherland. En cuanto ella posó sus ojos en él, Ryan pudo verla chispa de la rabia en cendidos en ellos. Debía de estar molesta, pensando que ellos, estaban mancillando el buen nombre de su familia. Pero él no tenía tiempo para explicarse ante ella, dejaría que fuera su prima, Lady Hollande quien lo hiciera. -Creo que lo mejor será que usted y Lady Agnes, - dijo ignorando a la recién llegada, recordando el como la había llamado – vuelvan juntas a la velada. Yo lo haré después. -Pero usted dijo que Lady Alice... -No creo que haya mucho que podamos hacer. Lo mejor será que cada uno vuelva por su cuenta. Quizás por algún milagro divino, Lady Alice ha decidido callar lo que vio. O el hecho de que vuelva usted con su prima permite que, se ponga en duda sus palabras. Es posible que, esto no trasciende a mayores. -¿De verás lo cree? – pregunto Agnes con amargura. Se sentía molesta pero, no con él sino con su prima. Claire lo había arruinado todo al seguirla a aquel lugar. Lo había planeado perfectamente todo para que esa tonta terminara dañando sus planes. Hizo que aquel criado le dijera a Monsieur Sutherland que, Lady Elizabeth, la dama con la cual mantenía una especie de relación clandestina, estaría en aquel jardín esperándole. Y luego de ello, había mandado un recado a Lady Alice, prometiéndole un jugoso chisme que, le permitiría dar de que hablar. Y como la mujer se dedicaba a ello, no había podido resistirse. Así que se adentró en aquel oscuro jardín en busca de lo que un anónimo le prometía. Lo que, Agnes no había contado, era que su prima, Claire, iba a adentrarse en aquel lugar tras ella y arruinar así todo por lo que estaba luchando: un marido con título y riquezas que le diera una posición privilegiada ante la sociedad. Solo así, casandose con un Duque tan importante coomo Monsieur Sutherland, dejaría de ser la huerfana que vivía de la caridad de su tío y pasaría a ser alguien importante. Pero lamentablemente, las cosas no habían salido tal cual esperaba, y en lugar de encontrarla a ella con el Duque, Lady Alice había encontrado a su prima con este. -Me gustaría poder darle una seguridad My Lady, pero la verdad es que, lo dudo. Sin embargo, quedarnos aquí y discutirlo no resolverá toda esta situación. Y mientras su prima más tarde en volver al salón de baile, mayor serán los rumores y el daño a su reputación. -Tiene razón. Será mejor que volvamos cuanto antes. – pidió Claire a su prima. Y Agnes asintió sin apartar la mirada del Duque. Tenía que hacer algo para evitar que el escándalo envolviera el nombre de Claire junto al de su presa. Pero,no sabía que. -Agnes. - la llamó Claire. Y entonces, se volvió hacía ella y comenzó a andar a su lado para volver a la velada. Una vez que ambas damas se marcharon de allí dejándolo completamente solo, Ryan golpeo con todas sus fuerzas un árbol. Se sentía tan impotente. Seguro que después de ello, su vida no volvería a ser la misma. En cuanto Lady Alice arruinara la reputación de la joven y pusiera en entredicho su honor y su apellido, se vería obligado a reparar una afrenta que no había cometido ni tenía culpa alguna.

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