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Hilo Rojo, El secreto del Millonario

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Blurb

Vladimir Petrov es un vampiro de doscientos cincuenta años que vaga en la tierra, condenado a la vida eterna, y reacio a seguir la línea marcada por sus iguales, se niega a beber de cualquier humano. Se alimenta de la sangre de vándalos, violadores, con el fin de purgar sus pecados. Pecados cometidos cuando solo era un neófito.

Elisabeth Morrison, desconoce sus orígenes, desde niña fue criada en un convento. Ahora con veinticinco años es una de las periodistas más cotizadas de Londres; pero su vida sufre un giro de 180º, cuando es atacada por tres hombres y conoce a un misterioso hombre que le salva la vida. Elisabeth sabe que no es humano; por lo que no descansa hasta descubrir su verdadera naturaleza

Sus destinos han estado unidos, atados por el hilo rojo e irrompible. Juntos deberán superar los secretos ocultos y salvarse el uno al otro para hacer posible su amor.

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CAPITULO 1
Elisabeth Morrison, abrazo el bolso con fuerza, mientras caminaba con prisa, pocas veces en la vida se arrepentía de sus elecciones y hoy era uno de esos días. Se lamentaba no haber aceptado, salir con sus compañeros a la fiesta de cumpleaños de Brant; pero su día había sido caótico y en lo único que podía pensar era en llegar a casa, darse un baño, beber una copa de vino y dormir hasta el día siguiente. Estar preparada para la entrevista que podía darle el ascenso que tanto había soñado con veinticinco años era todo lo que esperaba.   El sonido de pasos caminando en su dirección, le hizo acelerar sus propios pies. El cansancio había desaparecido; reemplazado por un miedo que caló cada uno de sus huesos, se maldijo por olvidar cambiarse los zapatos como hacía todas las noches, ahora era muy tarde. El susurro de un hombre le hizo temblar visiblemente; Pero su corazón casi se detiene al ver que eran tres y no solo el hombre que había escuchado susurrar.   Elisabeth detuvo sus pasos abruptamente, al verse rodeada por los tipos que desde lejos podía adivinar que no eran hombres honorables. El gas pimienta ya estaba en su mano; pero era consciente de su desventaja ante tres individuos con malas intenciones. Se estremeció sin poder evitarlo.   —¿Por qué la prisa hermosura? —Elisabeth se estremeció al escuchar la burla en la voz del tipo, su espina dorsal fue acariciada por el miedo. El miedo no le llevaría a nada, lo sabía muy bien; pero evitarlo no podía, era consciente de las noticias que circulaban por la ciudad, era periodista y…   —¡Hey hermosa! ¿Buscas un poco de diversión? —otro de los hombres habló, acercándose dos o tres pasos más a Elisabeth.   —¡Mantén tus malditas manos lejos de mí! —Elisabeth gritó, al sentir la mano del tercer hombre, sujetarla con fuerza por la cintura, sin dudarlo utilizó el gas pimienta y echó a correr; pero no llegó muy lejos, antes de poder dar otro paso fue interceptada por el segundo hombre, quien la inmovilizo de tal manera que sus dedos se abrieron y el gas pimienta rodó por el suelo. Su única arma yacía perdida en la oscuridad de la noche.   —¡Suéltame! —Elisabeth gritó, forcejeo como una posesa, el hombre posó sus manos deliberadamente sobre uno de los senos redondos de la chica y el miedo se triplicó, no deseaba ser ultrajada por esos hombres, no era así cómo deseaba que su vida terminará; pero estaba sola en una calle oscura y desierta, nadie vendría a su rescate.   Como periodista, sabía que los hechos de violencia en la ciudad eran cotidianos, los asaltadores no sólo violaban a sus víctimas, sino también terminaban asesinándolas para evitar que existiera una denuncia que pusiera en peligro la identidad de los vándalos.   —No temas muñeca, haremos que cada minuto valga la pena —el asaltante pasó su asquerosa lengua por la mejilla de Elisabeth, quien sin poder evitarlo se estremeció debido al asco que aquel gesto grotesco le provocó.   —¡He dicho que me sueltes! —Elisabeth, empujó al hombre con toda la fuerza de la que fue capaz, enviándolo lejos, mientras el fornido hombre chilló repentinamente.   —¿Estás loca? ¿Qué demonios eres? —Elisabeth, estaba confundida ante la pregunta del hombre, fue entonces que observó con cuidado sus manos estaban llenas de sangre y el estómago del hombre corría un hilo rojo carmesí, que por alguna razón hizo su corazón palpitar, podía sentir los latidos, casi escucharlos ¿Había sido ella?   —Abel ¿Estás bien? —uno de los hombres se acercó al herido de nombre Abel y dirigió una mirada de furia contra Elisabeth, quien permanecía estática en su lugar.   —Joe —el hombre llamado Abel musitó, y luego no hubo más que silencio de su parte.   —Maldita perra ¿Qué fue lo que hiciste? —Elisabeth no contó con la velocidad del hombre para estampar su puño contra su vientre y enviarla sobre la acera mojada.   —Vas a arrepentirte de esto, voy a causarte más daño del que puedas llegar a imaginar, cuando termine contigo, nadie será capaz de reconocer tu cuerpo —Joe se colocó sobre el cuerpo de Elisabeth, a quien el olor de la sangre empezaba a marear, podía sentir el sabor oxido acariciar su garganta y la oscuridad amenazando con llevársela.   Elisabeth, se negaba a terminar de aquella manera, luchó para llevar aire a sus pulmones, las manos que tocaban su cuerpo le hacían daño, giró el rostro para no ver a su atacante; pero vio correr a uno de ellos sin mirar atrás.   —¡Erick, eres un maldito cobarde! —Joe gritó, mientras su atención volvía a Elisabeth, dibujando una risa cruel, presagiando la tragedia.   —Es mejor que haya huido, serás solo mía hermosura —Elisabeth contuvo la respiración, mientras, el tipo tiraba de su blusa bruscamente, haciendo que se rompiera y dejando expuesto sus pechos blanquecinos, protegidos solamente por un fino sostén de encaje blanco.   —¡No te atrevas a tocarme! ¡Suéltame! Toma todo el dinero del bolso; pero déjame ir —Elisabeth gritó, con desespero, su mente estaba perdiéndose por el olor de la sangre.   —Lo haré, después de disfrutar de tu cuerpo, te dejaré en algún contenedor de basura, para que los perros terminen contigo —Joe posó la boca, sobre la garganta de Elisabeth. Ella cerró los ojos para no ver a su atacante; pero todo pareció terminar en ese preciso instante. El peso del hombre desapareció de su cuerpo y lo siguiente que Elisabeth miró le heló la sangre.   El cuerpo de su atacante crujió al impactarse contra  la pared de un viejo edificio, dudaba mucho que estuviera con vida.   El hombre frente a Elisabeth, era el hombre más extraño que podía imaginar encontrar en una situación como esa. Sus cabellos negros como una noche sin luna, su cuerpo enfundado en un traje n***o de dudoso material, sus manos fuertes y poderosas sostenían al hombre por el cuello, sin esfuerzo alguno ¿Cómo podía hacer tal cosa? Elisabeth no pudo pensar más, el crujir del cuello al romperse le hizo estremecer, si el primer golpe no lo había matado, estaba segura ahora que el hombre no respiraba más.   Elisabeth sabía que debía correr, que debía salir del lugar y así lo hizo, olvidó sus zapatos de tacón y corrió aun con el conocimiento que sería atrapada en cuestión de segundos y no se equivocó el hombre pareció simplemente materializarse frente a ella, el color rojo de sus ojos, hizo que un nuevo miedo recorriera su cuerpo, mucho más profundo y mucho más aterrador que antes.   —¿Quién eres y qué eres? —Elisabeth creía estar volviéndose loca ¿estaba entablando una conversación con su asesino? Posiblemente; pero si iba a morir, quería hacerlo sabiendo la verdad. Algo en su interior le gritaba que aquel extraño ser, no era humano.   —Demasiado curiosa pequeña, solo agradece que te salve la vida, por hoy… —El desconocido sonrió mostrando sus dientes blancos, casi perfectos. Elisabeth tembló, al ver el par de colmillos sobresaliendo de su perfecta dentadura. —Gracias —Elisabeth cerró los ojos, movió la cabeza para aclarar su mente, estaba en shock y eso le hacía ver cosas que no eran, el hombre frente a ella, debía ser un hombre normal, común y corriente como todos. Abrió los ojos esperando ver la verdad; pero lo único que encontró fue la oscuridad, mientras la noche envolvía su cuerpo en un frío abrazo.   ⧓⧓⧓ Elisabeth se sobresaltó al escuchar el sonido del despertador, había sido un sueño, uno demasiado real para su propio gusto, se levantó con prisa, hoy tenía la agenda llena, Alan su jefe, estaba a punto de darle el ascenso por el cual había trabajado con dedicación y esta era la oportunidad para demostrar que no se estaba equivocando al elegirla, para el puesto. Se dirigió a la ducha, treinta minutos después, tomó las llaves de su piso, había pedido un taxi antes de ducharse para ahorrar tiempo. El timbre del móvil le sobresaltó. No había razones para temer, sonrió al ver de quien se trataba.   —Clark, buenos días, ¿Qué tienes de nuevo? —Elisabeth, sonrió al escuchar a su amigo, era forense en la morgue de la ciudad.  Escucho a Clark reírse, no era para menos, el saludo siempre le había hecho gracia.   Clark, no era solo su mejor amigo, además de ser quien le informaba de cualquier acontecimiento en la ciudad, salió a toda prisa, tendría una primicia, antes de la entrevista de esa tarde, todo parecía apuntar a su favor. Colgó la llamada, subió al taxi. Observó su reloj una vez más, tenía el tiempo justo antes de llegar a la oficina.   Elisabeth entró a la oficina de Clark, quince minutos después de haber colgado la llamada.   —Cada día me sorprendes ¿Cómo llegaste tan rápido? ¿Volaste? —Clark, comentó mientras le saludo con un beso en la mejilla; para luego dirigirse al cuarto frío, Elisabeth se quedó en shock, cuando su amigo, le enseñó dos cuerpos en la morgue, sus rostros fueron como flashes ante sus ojos, lo sucedido anoche ¿No había sido un sueño? Era imposible, pensó Elisabeth, al ver a los dos hombres responsables de intimidarla. No podía creerlo, sus manos temblaron de manera invisible.   —Abel Tomas, la herida en el estómago, fue lo que le provocó la muerte, pudo haber sido causada por algún instrumento corto punzante, le perforaron los intestinos, Joe Stone, murió, debido a que le rompieron el cuello y otros golpes severos por todo el cuerpo, al parecer estaban drogándose, en la afueras de un edificio abandonado —Clark continuó describiendo lo sucedido. Elisabeth solo quería vomitar debido a la impresión, nunca antes un hombre muerto le había provocado repulsión; pero estos tipos estuvieron a punto de abusar sexualmente de ella y no solamente era eso. Ellos habían sido asesinados frente a sus ojos y la sangre de Abel había manchado sus manos…

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