CAPÍTULO 2.

1505 Words
Piensa menos. Josephine. Había crecido en una familia donde el maltrato y el alcohol era el gran platillo del día. Mi padre era un hombre alcohólico y él prefería mil veces tener una buena botella a su lado que dedicarle unos minutos a su mujer e incluso a su hija. Cuando mi padre murió no sentí absolutamente nada, se supone que dentro de ti tiene que existir algún pequeño recuerdo que logra tener sienta empatía con las personas que te rodean, pero los principales son tu familia, pues yo no sentí nada al estar frente a la tumba de mi padre. No pude llorar, no pude lamentarme, no pude decir que lo echaría de menos, porque eso sería algo totalmente falso. Me llevé los únicos recuerdos de mi padre y esos fueron los gritos que le daba a mi madre todas las noches, los golpes que ella recibió y prefirió callar, por mi bien, para que así yo tuviera un lugar en donde creer y en donde ser feliz, pero nunca lo fui. Empecé a ser feliz aquella noche en donde cuatro seguridades llegaron por ese hombre que debía llamar padre, desde ahí todo cambió y fui feliz. Todas las metas que me propuse las empecé a cumplir una a una y todo lo quería hacer para que mi madre se sintiera orgullosa de mí, sonriera como ella solo sabía hacerlo y empezará a vivir la vida desde otra perspectiva. Por esa razón en cuanto mi jefe me propuso ese nuevo puesto de trabajo en Reino Unido no dude en pensarlo, porque una parte de mi estaba emocionada por cumplir otro de mis sueños y ese era viajar, aunque mi otra parte no estuviera del todo bien con tan solo pensar en que mi madre se quedaría en Los Ángeles junto a mi hermana. Solté un suspiro y observé mi rostro en el espejo de cuerpo entero que se encontraba en mi habitación. Ya tenía mis maletas listas y hoy sería mi viaje a Reino Unido para así empezar mañana con mi nuevo empleo y mi nuevo jefe. No podía negar que estaba nerviosa, pero estaba consciente de que tarde o temprano esos nervios quedarían atrás de tan solo tomarme mi tiempo y pensar con cabeza fría toda esta situación. Esto era un nuevo logro y una nueva manera de vivir y ser alguien en la vida. ─Te echaré muchísimo de menos Jo ─escuché la voz de mi hermana y volteé a ella para mostrarle una pequeña sonrisa. ─Hablaré con mi nuevo jefe y trataré de que acepté que pueda venir a visitarlas ya sea una vez al mes Jamie ─respondí y ella caminó hacia mí para rodear sus brazos en mi cuerpo. Dejé un beso en su cabello rojizo al igual que el mío y me aferré a su cuerpo con demasiada fuerza. A pesar de que mi hermana y yo nos lleváramos seis años éramos muy unidas. Jamie tenía veintidós años, estaba en la universidad en la que me gradué, pero ella decidió estudiar enfermería ya que los números no eran lo de ella. ─Mamá te espera en la sala ─sus ojos grises dieron a los míos y asentí en respuesta para empezar a caminar hacía mis maletas. Tomé una de ruedas y otra que colgué en mi hombro, mientras que Jamie se dedicó en arrastrar mi otra maleta de ruedas. Bajé las escaleras y mi hermosa madre se encontraba en la sala con sus brazos abiertos, caminé hasta ella y rodeé mis brazos en su cuerpo. Tenía éxito en mi trabajo, dinero y nada me faltaba, pero una parte de mí no quería abandonar a mi madre y es por esa razón que a mis veintiocho aún vivía bajo su techo. No estaba lista para dejar a mi madre y estaba tratando de lidiar con ahora que vivirá en Inglaterra. ─Llámame todos los días Jo ─murmuró y pude apreciar como una lágrima descendió por su mejilla así que la retiré. ─Estaré en contacto mamá y ya le dije a Jamie lo que tengo preparado para mi nuevo jefe, solo espero que él lo acepté ─mi madre asintió y en ese momento escuché la bocina del taxi que me llevaría al aeropuerto. Era el momento, era ese grandioso momento en el que mi vida empezaría a cambiar y empezaría a cambiar ciertas actitudes y algunas otras cosas que quería dejar en el pasado. Me despedí de mi madre y mi hermana por quinta vez y subí al taxi. El conductor me ayudó con mis maletas colocándolas en el maletero y luego subió al auto para disponerse en conducir. Observé mediante la ventanilla todas las cosas que ahora quedarían atrás. No sabía cuándo tiempo me quedaría en Inglaterra, pero de lo que si estaba segura era de que no quería vivir para siempre en ese lugar ya que mi familia estaba aquí e iba a echarla mucho de menos. Me repetí mentalmente el lema que había creado para mí cuando empecé a trabajar en la empresa y no pude evitar sonreír. Piensa menos, actúa más. Ese lema me había salvado de muchos bajones, muchos cambios de ánimo e incluso muchas relaciones. Porque si era cierto que las relaciones y yo no teníamos una fiesta muy en paz que digamos. Media hora después el taxista aparcó frente al aeropuerto y bajó del auto para ayudarme con mis maletas, le di las gracias y le pagué. Observé el gran aeropuerto internacional de Los Ángeles frente a mí. Todavía no podía creer que me encontraba en este lugar y que iría a Inglaterra. Arrastré mis maletas y me dispuse en caminar hacia alguna taquilla para informarme bien ya que nunca había viajado y no tenía idea de qué clase de cosas encontraría aquí. Caminé hasta donde se encontraba una mujer de cabello n***o perfectamente planchado y esos hice un movimiento con mi mano para indicarle que necesitaba dos minutos de su parte y ella asintió. ─Buenas tardes, quisiera preguntarle en parte de este Aeropuerto se encuentra el vuelo número 54 ─mostré una sonrisa sincera y la chica se dedicó en teclear algunas cosas en la pantalla y luego levantó su mirada a la mía. ─Pasillo tres, el vuelo sale en veinte minutos debe apurarse ─indicó. ─Gracias. De inmediato empecé a caminar a toda prisa y seguí algunas de las flechas en los carteles que llevaban pasillo tres. Mi teléfono empezó a sonar en mi bolso y decidí ignorarlo ya tendría tiempo de responder, pero ahora no era el momento. En cuanto llegué al pasillo tres pude apreciar una pequeña fila de unas diez personas en el vuelo 54, ese era el mío. Me coloqué tras una chica y saqué mi teléfono del bolso para revisar la llamada y como si fuera obra de magia la persona volvió a llamarme, pero me llevé la enorme impresión al ver que se trataba de un número el cual no tenía agendado y sobre todo llevaba otro código. Me debatí unas cinco veces si debía contestar y a la final si lo hice ya que podía tratarse de mi familia y no lo sabía. ─Buenas tardes ─contesté en cuanto me llevé el teléfono a mi oreja. ─¿Srita. Reed? ─escuché una voz muy varonil al otro lado, un acento que era más que inconfundible y un tono cargado de sensualidad. ─Sí correcto, ella habla ─respondí. ─¿Quién es? Y disculpa. ─Mi nombre es Kenner Hume, soy el hijo de George Hume su antiguo jefe ─en el momento que escuché esas palabras abrí mis ojos como platos. Era mi nuevo jefe. ─Ho... hola, no sabía que tenías mi número ─murmuré un poco nerviosa. ─Hábleme de usted por favor ─pidió y asentí como si me estuviera observando. ─La llamaba para informarle que dentro de cinco horas uno de mis guardaespaldas la estará esperando en el aeropuerto de Inglaterra con una hoja con su apellido, el hombre es de mi total confianza así que no se preocupe. ─Está bien Sr. Hume. ─Ese mismo hombre la llevará al departamento que mi padre ha organizado para usted y le entregaran las llaves de su nuevo auto ─continuó hablando. ─La espero mañana a las ocho en punto en su área de trabajo. ─Como ordené, muchas gracias por todo y que pasé muy buenas... El sonido de la llamada siendo colgada hizo que me detuviera en seco en definitiva ya estaba haciendo el papel de idiota y ni siquiera conocía al hijo de mi jefe. Entregué mis maletas a uno de los botones y subí al avión para tomar mi lugar, solté un suspiro y dirigí mi mirada a la ventanilla. Me sentía extraña al estar en un avión, pero todo era por algo bueno así que tenía que soportarlo. Minutos más tarde el avión empezó a hacer su despegue y yo me acomodé en el asiento para así tener una siesta antes de llegar a donde seria mi nuevo hogar. Ese maravilloso lugar el cual se hacía llamar Inglaterra.
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