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Blurb

Cuando Chris se encuentra con el que para ella era el amor de su vida y se entregó a él, descubrió que quizás él no era quién pensaba, luego de despertar sola a la mañana siguiente en el cuarto de hotel, sin dinero y con el corazón roto, y para colmo de males, un mes después se da cuenta de que está embarazada del sujeto que la dejó plantada. Okay, todo bien, hasta que llega el momento de dar explicaciones a su respetable familia. Chris está en un aprieto y de los grandes, de no ser por el misterioso y encantador chico que finge ser el responsable de ese embarazo. ¿El problema? Ella y ese chico se odian, o quizá no. A lo mejor Chris tendrá que reevaluar su concepto de "El verdadero amor de su vida"

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CAPÍTULO I
PROLOGO CHRIS Mis padres siempre me dijeron que tuviera cuidado a quien le entregaba el corazón, pues era algo sagrado que no se tomaba a la ligera. Qué yo tenía que conocer mi propio valor y me infundaron armas para saber que al salir al mundo, fuera más que preparada. El problema de eso fue que me dieron más armas de las que necesitaba para cuidarme del exterior, más no del mundo al que pertenecía, pues al salir al mundo fui una especie de gatita horrorizada, temerosa de cualquier movimiento que se propiciara a mi alrededor, y creí que de esa manera sobreviviría en el mundo, pues así había funcionado durante los últimos años en la universidad. Estaba tan confiada que no lo ví venir. El depredador más peligroso, dominante y habilidoso con el que jamás pensé encontrarme, y lo fue descubrir, que quería ser cazada por él, quería que me hiciera suya. Algo que iba en contra de mis ideales. ¿Había fracasado en el mundo? CAPÍTULO 1: ENCUENTRO Cepillé mi cabello luego de usar la secadora, me coloqué mis jeans rotos que ante la sociedad universitaria significaban "seguridad, atrevimiento" y me hacía ver como toda una chica extrovertida (algo que sin dudas no era) y me coloqué una blusa blanca, escotada, de mangas cortas, pegadas por un elástico que figuraba un pequeño revuelo en la orilla. Me la había prestado Susan, mi compañera de cuarto, la única persona con la que me llevaba bien en este lugar, y con la que compartía horario en todas las clases de la universidad. Estudiaba "Relaciones Internacionales" en la facultad de " economía y jurisprudencia" en la Universidad de Cambridge, había ganado una beca hace unos años y separándome de mi loca familia, había viajado hasta acá para continuar con mis estudios. Ahora comenzaba el último trimestre antes de la graduación y eso solo podía significar que muy pronto debía regresar a casa, algo que no me emocionaba en lo absoluto. No es que no quisiera ver a mi familia, por el contrario, amaba a mis padres, lo extrañaba bastante, pero sentía que no había vivido lo suficiente fuera de la jaula, y ya debía regresar a ella, encerrada en la misma casa que mis hermanas, quienes me miraban por sobre su hombro por no tener aún mi vida resuelta, como la tenían ellas. — ¡Vaya! ¡Mírate! — Susan entró al dormitorio con una sonrisa perfecta y un semblante que denotaba a su vez, sorpresa. — ¡Te desconozco, Chris! — no es para tanto — le resté importancia, con un movimiento de mi mano. — lo cierto es que me siento extraña. — ¿Extraña? ¿De qué hablas? ¡Te ves genial! — juntó sus manos bajo su mentón. — ahora solo falta la combinación perfecta de Zapatos. "Qué no sean de tacón" rogué en mi mente al cielo. Normalmente la mayoría de ridículos que tenía presentes en mi historial y por mis antecedentes de desastre, la mayor parte habían sido caídas y el objeto de ellas, los tenebrosos tacones que me prestaba la castaña de ojos marrones y cuerpo de modelo. Ella los sabía manejar a la perfección, yo en cambio, sabía caer a la perfección. — te llevarás los de color beige… — ¡No! ¡Olvídalo! — ¡vamos, Chris, o de lo contrario te haré un muñeco vudú!. — me extiende el par de zapatos. Desvié mi mirada hacia el escritorio repleto de papeles, folders y bolígrafos y volví a negar, pero esta vez con una sonrisa en mi rostro. — Es inútil, Su, todos saben que el efecto de esos muñecos acaba cuando te cambias de ropa. — no si no lo permito. — ríe como bruja mala de cuento. — no funcionará, Su, olvídalo. Suficientemente malo es tener que ir a esa fiesta con esta ropa, como para ir con esos zapatos. (Mis peores enemigos). Aún tenía una tonta imagen que guardar, o al menos debía conservar la dignidad que aún me quedaba. A pesar de no ser notada en las fiestas o alborotos juveniles, mi vida estaba situada en el foco de la fama de mis padres, y odiaba que fuera así, porque sí, mis padres tenían dinero pero, aunque yo me considerara independiente de ellos, los medios siempre estaban buscando mis peores momentos para relatarlos en pantalla, claro que, casi siempre conseguían el material necesario. ¡Y esos malditos tacones tenían la culpa! Susan enarcó una ceja y llevó sus manos a su cintura, y fue entonces cuando supe que dijera lo que dijera, me haría usar esos zapatos del infierno. — te verás hermosa, ya verás, ¡Desprendes fuego! Vergüenza era lo que iba a desprender después. Le di el beneficio de la duda y tomé los zapatos de sus manos, me senté en una orilla de la cama y me los puse, para luego pedirle su opinión al espejo, y al ver que la chica en él no se miraba tan mal, le di un asentimiento rápido a mi amiga y sonreí complacida. — ¿Te irás conmigo? — no, Marti vendrá por mí, si quieres puedes irte con nosotros. — no. — negué con la cabeza — me iré por mi cuenta, gracias Su. — tomé mis cosas, me despedí de ella y salí del dormitorio, pensando en que quizá era buena idea no ir al baile, después de todo, solo iría a estar sentada al lado del ponche, viendo cómo los demás estudiantes se divertían y disfrutaban de la compañía, como era lo usual. **** **** Las cosas no podían ser más… ¿Cómo decirlo? ¡¿Aburridas?! Mis predicciones habían sido acertadas, nadie notaba mi presencia, y no es que eso me molestara, en absoluto, pero ni siquiera miraba a Susan y a Martí, o a mis otras compañeras en la fiesta. Ya me había tomado al menos cinco vasitos de ponche y cuatro mojitos, ya había probado las botanas y había intentado bailar sin morir en el intento, pero daba igual, me movía cual lagartija con ataques, aún así, seguía sintiéndome aburrida. Pensé en tomar mi cartera, mi decepción y la escasa dignidad que me quedaba, y salir de la fiesta cuando, como si fuera una clase de espejismo, un muy brillante y hermoso espejismo, llegó él. Aaron Flesher, el sujeto del que había estado enamorada desde que lo ví, en mi primer año de secundaria. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Qué clase de extraña alucinación era esta? Qué no me vea, por favor, ¡Qué no me vea! Junte mis manos al cielo y rogué porque se perdiera entre los demás chicos, pues si cuando llegaba a casa a hacer tareas con mi hermana, me escondía de los nervios en mi habitación, tenerlo aquí, casi frente a mí, sin Cindy y sin mis padres cerca, era una tortura para las mariposas en mi estómago. Quise esconderme aún más en la oscuridad de aquella esquina, detrás de la tarima, cuando choqué con el hombro de alguien. — ¡Fíjate! — exclamó furioso. — ¿Yo? En primer lugar, ¿Tú qué haces aquí? Este lugar está prohibido. — Me crucé de brazos y lo reté con la mirada. Sí, había sido mi culpa, y sí, yo también estaba ahí, pero no le iba a dar la razón a ese sujeto tan engreído. Sus ojos eran grises, su cabello n***o azabache y tenía un hermoso lunar cerca de su barbilla, que lo hacía verde jodidamente guapo, en todos mis años de estudiar acá, era la primera vez que lo veía, pero eso no quitaba que me estaba viendo con altivez y encima se riera en mi cara, como todo un idiota. — estás temblando, gatita, solo mírate. — trató de tocar mi rostro y lo aparté enseguida. — ¡Gatita la más vieja de tu casa! — exclamé fúrica. Se encogió de hombros y miró hacia la salida de aquel oscuro lugar. — como sea, tú me chocaste a mí, tú tienes la culpa y tomaré tu silencio como una disculpa. — yo no… — hasta luego, gatita. ¡Ese idiota!. Esperaba no volver a verlo en mi vida. Me giré molesta, con los puños apretados y mi rostro rojo por la furia, sin darme cuenta de que él estaba ahí… atrás de mí. — Aaron... — hola, Chris. Su mirada era penetrante y su cuerpo estaba casi pegado al mío. Relamió sus labios y dió un paso frente a mí, dejándome atrapada entre sus brazos, rozando el bulto de su entrepierna a mi centro. Tragué saliva, invoqué todo mi autocontrol, coloqué mi mano en su pecho e intenté alejarme, pero la debilidad volvió a mi cuerpo al sentir su virilidad rozar mi feminidad de nuevo Por alguna razón sentía que esta noche marcaría un antes y un después en mi vida, un desastroso después.

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